A favor de la familia y de la vida humana
Queridos diocesanos
En la Fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret celebramos la Jornada por la Familia y por la Vida. La familia y la vida humana están íntimamente unidas y ambas están sustentadas por el amor. Por ello se celebra esta Jornada en el domingo inmediato a la Navidad, que es la manifestación suprema del amor de Dios, que en Belén se hace hombre por amor al hombre.
Las raíces más hondas de la familia y de la vida se encuentran en Dios, en su amor creador del ser humano, y, por ello, en la misma naturaleza humana. Dios crea por amor al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. Dios los llama a la vida, al amor y a la comunión mutua, fiel y para siempre en el matrimonio. Dios mismo hace fecunda su unión amorosa en los hijos. “Los creó hombre y mujer y los bendijo diciendo: creced y multiplicaos, llenad la tierra” (Gn 1,27-28). En todo hombre y en toda mujer hay una llamada de Dios al amor y a la comunión interpersonal. El amor conyugal nace de la admiración mutua de un hombre y de una mujer ante la belleza y la bondad del otro e incluye una llamada a la comunión y a la transmisión de la vida. Es una llamada de Dios al amor esponsal que les lleva a la íntima entrega mutua para ser padre y madre responsables y amorosos. De la comunión del hombre y de la mujer en el matrimonio surge la familia.
Sin embargo, desde una perspectiva laicista y de total autonomía moral del individuo y del Estado se rechaza esta comprensión del matrimonio, de la familia y de la vida humana. No se admite que el matrimonio sea sólo la unión de un hombre y de una mujer, que ésta unión mutua lo sea para siempre o, al menos, estable, que la familia se base en el matrimonio, que la unión de los esposos para ser verdadera manifestación del amor matrimonial ha de estar abierta a la nueva vida, que la vida humana no se fabrica sino que se procrea como fruto del amor entre los esposos, que toda vida humana desde el momento mismo de su concepción hasta su muerte natural ha de ser querida, respetada y defendida.
No cabe duda que la propaganda explícita y la propaganda subliminal van minando también la conciencia de muchos católicos. No es infrecuente escuchar que la Iglesia ha de ‘adaptarse’ a la sociedad, aun a costa de abandonar su fidelidad al Evangelio en la tradición viva de la Iglesia y así su fidelidad al ser humano según el plan de Dios. Se acepta como algo probado la acusación que se hace a la Iglesia de oponerse a los así llamados ‘avances’ de la ciencia, sin tan siquiera preguntarse si todo lo científicamente posible es también moralmente aceptable. ¿Son de verdad un avance que merezca el apelativo de ‘humano’ el ‘divorcio expres’, el número creciente de familias rotas, la destrucción de innumerables embriones, el alarmante y creciente número de abortos, o las depresiones que sufren las mujeres que abortan?
La Jornada de hoy nos invita una vez más a volver nuestra mirada a Dios para acoger, proclamar y vivir sin complejos el Evangelio del matrimonio, de la familia y de la vida en la comunión en la fe y en la moral de nuestra Iglesia. Hemos de recuperar su anuncio en la catequesis, en las homilías, en los cursos de formación y en nuestros medios; y hemos de hacerlo sin miedo como servicio al Evangelio, a los hombres y a la sociedad.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón