Vivir con gozo nuestro bautismo
En la Fiesta del Bautismo de Jesús, el día 11 de enero, concluye el tiempo de la Navidad. La Iglesia ofrece en este día a nuestra consideración el bautismo de Jesús a orillas del río Jordán de manos de Juan Bautista. El bautismo de Juan era un bautismo de penitencia y conversión. Jesús se pone en la cola de los pecadores como un signo más de la encarnación de Dios entre los hombres: él, que no necesitaba purificación ninguna, se identifica con todos aquellos que quieren convertirse.
El bautismo de Jesús, en sí mismo, tiene un valor simbólico: hace de este gesto de su bautismo de penitencia una solemne manifestación de su divinidad. «Apenas (Jesús) salió del agua…Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto» (Mc 1, 11). Son las palabras de Dios-Padre que nos muestra a Jesús como su Hijo unigénito, su Hijo amado y predilecto, al inicio de su vida pública. Este hombre, aparentemente igual a todos los demás, es Dios mismo, que viene para liberar del pecado y dar el poder de convertirse «en hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios” (Jn 1, 12-13). Leer más