Dos nuevos sacerdotes
Queridos diocesanos:
El próximo sábado, día 23 de junio, tendremos dos nuevos sacerdotes. Al gozo de su ordenación se une nuestra cordial acción de gracias a Dios por este gran regalo. Cada uno de ellos tiene su propia historia personal, cristiana y vocacional. Sin embargo ambos tienen en común haber acogido con generosidad y alegría la llamada de Dios al sacerdocio; una llamada que han madurado en la oración, en la vida de comunidad, en el estudio y en diálogo abierto y sincero con el Señor y sus formadores. Todo un proceso de años, no exento de dudas al comprobar su pequeñez ante la grandeza de la llamada de Dios o ante los desafíos de la nueva evangelización y la misión ad gentes, a las que se sienten especialmente llamados. Pero, ¿cómo acometer esta nueva etapa de nuestra vida cristiana y ser fieles a la tarea de la nueva evangelización? se preguntan ellos una y otra vez.
Nuestros nuevos sacerdotes son conscientes de que su ordenación es, antes de nada, un gran don de Dios, inmerecido por su parte, y un profundo misterio, porque sólo Dios conoce la razón por la que los ha elegido. Por ello la reciben con profunda gratitud y con humilde admiración. Saben muy bien que no son ellos quienes se ordenan, sino que es Cristo mismo, Maestro, Sacerdote y Pastor, quien en la ordenación los incorpora al orden de los presbíteros para que hagan sus veces enseñando la Palabra de Dios, celebrando los Sacramentos y guiando al Pueblo de Dios. Es Cristo mismo quien los configura con Él, Cabeza y Pastor invisible de su Iglesia, y les capacita para representarle y actuar en su nombre, no como alguien ausente sino presente en ellos.
Los nuevos sacerdotes saben que sin Jesucristo, sin su elección, envío y acción por medio del Espíritu Santo, nada son y nada podrán ser ni hacer. En consecuencia desean vivir su sacerdocio anclados y cimentados en Cristo, mediante el encuentro personal con Él en la oración diaria, en la meditación de la Palabra de Dios, en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, y en su vida pastoral.
El motor y la razón de su vida será un amor apasionado por Cristo, Maestro que enseña, Sacerdote que ofrece y se ofrece, y Pastor que guía; esto les llevará a una verdadera caridad pastoral; es decir, a amar a los hermanos con los mismos sentimientos y la misma entrega de Cristo, el Buen Pastor. De la identificación existencial con Cristo y de la unión vital con Él brotará un amor apasionado por todos los hombres, especialmente por los más pobres, para llevarlos a Cristo, el Evangelio de Dios, el único que puede salvar al ser humano.
Para ser sacerdotes de la nueva evangelización hay que estar, en primer lugar, llenos de Dios, de su Hijo Jesucristo y de la alegría del Evangelio con una fe viva y sin fisuras en Dios y en Cristo Jesús, muerto y resucitado para la vida del mundo; es decir, hay que ser sacerdotes enteramente ganados por Jesucristo vivo que es el Evangelio perenne de Dios a los hombres, tal como se conserva, se vive y se anuncia en la Iglesia católica y apostólica. Por ello deberán ser sacerdotes con un claro sentido eclesial, y vivir en comunión afectiva y efectiva con la Iglesia y sus Pastores en la doctrina, en la disciplina y en la misión; sacerdotes que crean de verdad en la necesidad e importancia de su ministerio y lo vivan con verdadera alegría; sacerdotes centrados en el anuncio del kerigma cristiano; sacerdotes bien formados teológicamente, conscientes de la necesidad de cristianizar la cultura, servidores de las vocaciones y carismas, y creadores de comunidad; sacerdotes que sean testigos de la esperanza de la vida futura y eterna en Dios.
Oremos y demos gracias a Dios por los dos nuevos sacerdotes.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón