Oración y compromiso por la vida humana
Queridos diocesanos:
Durante este año, ya a punto de concluir, hemos orado en toda la Iglesia en España por el respecto, la acogida y la defensa de la vida humana. Seguíamos así la invitación de Juan Pablo II en la Evangelium Vitae: allí pedía que “en cada comunidad cristiana, con iniciativas extraordinarias y con la oración habitual, se eleve una súplica apasionada a Dios, Creador y amante de la vida”. Terminado este año, hemos de seguir orando; es más, hemos de intensificar la oración por la vida humana. Nuestra oración hecha con fe y confianza, con insistencia y perseverancia dará su fruto, porque Dios es un Dios de vida y no de muerte. Aunque a veces ante los poderes de este mundo nos parezcamos a David frente a Goliat, nuestra fe en el Dios de la vida nos asegura que al final triunfará el bien sobre el mal, la vida sobre la muerte.
Ante el incremento de la ‘cultura de la muerte’ en el proyecto de ley de ampliación del aborto, que se ha radicalizado con el voto de las minorías a cambio de compensaciones económicas, vienen a mi mente unas palabras de Juan Pablo II en 1997: “Una nación –decía el Siervo de Dios- que mata a sus propios hijos es una nación sin futuro. Es necesaria, por consiguiente, una movilización general de las conciencias y un esfuerzo ético común, para hacer realidad la gran estrategia de la defensa de la vida”. ¡Qué sinceras y actuales son estas palabras aplicadas a la realidad española de hoy!
Los católicos no podemos callar ni mirar hacia otro lado ante el número creciente de abortos, la ampliación de su despenalización y otros muchos ataques contra la vida humana. Es urgente nuestro compromiso efectivo en la promoción, acogida y defensa de toda vida humana: esta es la base de una sociedad verdaderamente humana y de un progreso verdaderamente humano. No se trata de imponer una perspectiva de fe, sino de defender los valores propios e inalienables de todo ser humano, accesibles a la recta razón, que el Estado ha de respetar y hacer respetar. Este compromiso ha de ser personal, de nuestras familias, de nuestras comunidades, de toda nuestra Iglesia diocesana. Es urgente además la formación de nuestros fieles en la doctrina moral de la Iglesia sea en catequesis, en clases de religión, en cursos de formación u en homilías; la situación nos llama a exponer con total integridad la doctrina moral de la Iglesia católica sobre el Evangelio de la vida, para comprender, razonar y aceptar el valor de toda vida ante la propaganda abortista.
La vida de todo ser humano, en cualquier fase de su desarrollo, desde su fecundación hasta su muerte natural es inviolable. La acogida, el respeto y la defensa de toda vida humana es la primera expresión de la inviolabilidad de la persona humana; es ésta una afirmación que se puede descubrir por la mera razón; para los creyentes es además reflejo de la inviolabilidad de Dios, creador y dueño de toda vida humana.
Como decíamos los Obispos españoles al final de la última Asamblea Plenaria, “los católicos estamos por el ‘sí’ a la vida de los seres humanos inocentes e indefensos que tienen derecho a nacer; por el ‘sí’ a una adecuada educación afectivo-sexual que capacite para el amor verdadero; por el ‘sí’ a la mujer gestante, que ha de ser eficazmente apoyada en su derecho a la maternidad; por el ‘sí’ a leyes justas que favorezcan el bien común y no confundan la injusticia con el derecho”.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón