Comunidad de fe, esperanza y caridad
Queridos diocesanos:
Nuestra Iglesia no es una empresa de servicios religiosos. Sencillamente es la comunidad de los fieles creyentes que fundara el Señor sobre la base de los Apóstoles y con todos aquellos que, como ellos, creyeron en Él y en su Palabra, le siguieron y fueron sus testigos por todo el mundo. Una comunidad que, desde entonces, acoge con fe y anuncia, celebra y vive a Cristo Jesús, el Señor Resucitado, y su Evangelio, fuente de esperanza para todos y motor de caridad hacia todos. Al celebrar este domingo el día de la Iglesia diocesana es bueno que recordemos qué significa que seamos la Iglesia del Señor en Segorbe-Castellón.
En primer lugar somos la concreción de la Iglesia Católica que preside en la caridad el sucesor de Pedro, el Papa Benedicto XVI. Nuestra comunión en la fe con las demás Iglesias diocesanas esparcidas por todo el mundo la expresamos en el Credo de la Misa de cada Domingo, la celebramos y la alimentamos en la Eucaristía, fuente y vínculo de unidad. Somos una comunidad que peregrina en la historia hacia la venida definitiva de su Señor, nuestra única esperanza.
Nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón, presidida por el Obispo como sucesor de los Apóstoles, está integrada por las distintas comunidades parroquiales, y éstas forman los diferentes arciprestazgos. Pero somos las personas, los hijos de Dios, quienes con nuestra vocación bautismal y su concreción –sacerdotes, consagrados y laicos – damos forma y alma a esta comunidad de creyentes, a esta familia de los hijos de Dios. Viviendo nuestra fe y la propia vocación construimos la Iglesia diocesana y tendemos hacia la santidad. La comunión eclesial responde a la justa relación de estas tres vocaciones sin indiferencia ni confusión entre unas y otras, sino en una comunión cristiana, eclesial, con el cometido y la responsabilidad que a cada una de ellas le corresponde.
La vida diocesana debe estar atenta a tres aspectos básicos para vivir como comunidad de fe, esperanza y caridad, y así cumplir fielmente nuestra misión. En primer lugar está la oración litúrgica y personal: orar al Señor, ofrecerle los días y darle gracias, celebrar los sacramentos (muy particularmente la Eucaristía y la Confesión), sabernos acompañados por su mirada providente y la intercesión de María y de todos los Santos. En segundo lugar hemos de cuidar el anuncio del Evangelio y la formación en la catequesis y la clase de religión de niños y jóvenes, y la formación de adultos. Sin formación cristiana nos encontramos faltos de razones ante nosotros mismos y ante los demás en un mundo que tantas veces se muestra hostil a la fe cristiana y fácilmente nos puede confundir. Y en tercer lugar no puede faltar el testimonio personal y comunitario de la caridad, porque debemos anunciar con obras la Buena Noticia salvadora. La caridad en todas sus formas es el supremo testimonio de los creyentes en un Dios-Amor.
El Día de la Iglesia diocesana nos quiere ayudar a tomar conciencia de nuestra identidad, para saber quiénes somos, desde Quién vivimos y para qué existimos. Nuestra Iglesia diocesana presta a Dios sus manos, sus labios y su corazón, para que aquí y ahora se siga escuchando y acogiendo la presencia salvadora del Señor Jesús, nuestra única esperanza.
Con mi afecto y bendición.
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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