Cristianos seglares: Semillas del Reino
Queridos Diocesanos:
Con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés queda sellada la nueva y definitiva Alianza entre Dios y los hombres, fruto de la obra redentora de Cristo. Con el don del Espíritu, Dios derrama su amor sobre los Apóstoles, sobre la Iglesia y sobre toda la creación. Podemos hablar de una humanidad renovada y de la presencia entre los hombres del Reino de Dios.
Pentecostés es la clave del verdadero progreso de la humanidad en la libertad, en la verdad y la justicia, en la unidad y la fraternidad universal. El “viento impetuoso” de Pentecostés es imagen de la fuerza irresistible de lo que sucede. Se trata de una inundación de la gracia de Dios que derriba toda barrera entre el cielo y la tierra, e inicia la comunión entre Dios y entre todos los hombres.
Reconfortados por el Espíritu Santo, los discípulos vencen el miedo a mostrarse como tales y a ser testigos del Resucitado; se convierten en misioneros del Evangelio. Nace así la Iglesia, morada del Espíritu, llamada a suscitar vida, unidad y esperanza en la humanidad. Su secreto no está en sí misma, sino en la fuerza del Espíritu: es la fuerza del amor de Dios, que la vivifica y transforma y la impulsa a proceder con la audacia del que cree.
En Pentecostés celebramos el Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica. Todo bautizado está llamado a cooperar para que la nueva Vida de su bautismo dé frutos abundantes. Pentecostés llama a la ‘entrega total’ a Dios y al seguimiento de Cristo para vivir y confesar en privado y en público, en la Iglesia y en el mundo, la fe en el Resucitado. Es preciso superar el miedo y la tibieza; no hay que dejarse arrastrar por la ola de indiferencia religiosa y de hostilidad hacia el cristianismo.
Los cristianos hemos de estimar y vivir con fidelidad la propia condición cristiana en el seno de la comunión de nuestra Iglesia. Pentecostés llama a crecer en la fe y en la vida cristiana, a implicarse en la vida y misión de la Iglesia, a integrarse en la comunidad eclesial, a buscar la asociación con otros cristianos para alimentar la fe y los compromisos de vida con el apoyo de otros creyentes. “Corresponde sobre todo a los laicos la evangelización de las culturas, la inserción de la fuerza del Evangelio en la familia, el trabajo, los medios de comunicación social, el deporte y el tiempo libre, así como la animación cristiana del orden social y de la vida pública nacional e internacional” (Juan Pablo II). En todos estos ambientes, los seglares estáis llamados a ser semillas del Reino de Dios.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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