Descubrir el sentido de la existencia humana
Queridos diocesanos:
En estos primeros días del año, bueno será recordar algo que es fundamental para todos. En la raíz de toda vida humana se encuentra la iniciativa amorosa de Dios, que llama al hombre a la vida y a la felicidad plena. Es más: esa iniciativa de Dios es la que da sentido último a nuestras vidas. Percibir esta llamada de Dios a la vida y a la felicidad como sentido de la propia existencia, es condición previa para la respuesta personal en la fe.
En el contexto cultural actual, sin embargo, se hace difícil descubrir a Dios y su iniciativa amorosa; no parece interesar la cuestión sobre el sentido último de la vida y Dios mismo es silenciado. ¿Cuántos se preguntan hoy de dónde venimos, qué somos, qué hacemos en esta vida, hacia dónde caminamos? ¿No es para muchos un sinsentido la pregunta por el sentido último de la vida, porque no es útil ni provechosa ni acorde con el hombre moderno? Sólo parece contar la eficacia, el rendimiento, la productividad y la utilidad. Sólo parece interesar el bienestar material, el éxito social, la seguridad ante todo y el disfrute de la vida en el presente. Ante esta realidad decae cada vez más el interés por lo que pueda hacer relación al sentido último de la existencia, el destino del ser humano, el misterio del cosmos o lo sagrado.
A pesar del progreso y los logros innegables de la sociedad moderna son preocupantes el vaciamiento interior, la trivialización de la existencia y la crisis de esperanza del hombre actual. Esta surgiendo un tipo de ser humano que no quiere nada más que el presente. Tras la propuesta nihilista, ‘venimos de la nada y caminamos hacia la nada’, el hombre actual parece haber perdido su identidad, su condición y su patria.
Pero, quiérase o no, en el interior de cada cual siempre surge la pregunta por el sentido de la propia existencia, que desemboca en la pregunta por Dios, origen y destino de cada persona. También en la sociedad tecnológica se puede percibir la necesidad que siente el hombre contemporáneo de ‘salvación’, que no se puede dar a si mismo. Hoy como en tiempos pasados, el hombre es un ser que busca dar un sentido a su existencia, realizarse en un proyecto humano auténtico y caminar alentado por una esperanza. En este horizonte aparece Dios y su iniciativa amorosa como respuesta al sentido último de la historia personal y colectiva, presente y futura.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro,
Obispo de Segorbe-Castellón
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