La Diócesis de Segorbe-Castellón celebra la Misa Crismal y los 50 años de servicio a la Iglesia del Obispo D. Casimiro
«Doy gracias a Dios cada día por su bondad que me ha obsequiado con este regalo inmerecido»
En un clima de profunda emoción y acción de gracias, la Diócesis de Segorbe-Castellón se ha congregado esta mañana en la Concatedral de Santa María de Castellón para celebrar la Santa Misa Crismal, presidida por el Obispo de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente. La celebración, marcada por la solemnidad litúrgica y la unidad del presbiterio diocesano, ha tenido un carácter muy especial este año al coincidir con el 50º aniversario de su ordenación sacerdotal.

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La celebración de la Eucaristía ha estado precedida por un sencillo, pero sincero acto de agradecimiento, respeto, cariño y comunión eclesial con nuestro Obispo por su entrega, servicio ministerial y celo pastoral hacia el Pueblo de Dios que pastorea, recordando estas cinco décadas de sacerdocio. El Delegado diocesano de Medios de Comunicación, D. Héctor Gozalbo, recordó el sentido profundo de la Misa Crismal y destacó el carácter especial de este año por las bodas de oro de D. Casimiro. Invitó a todos a unirse a la acción de gracias a través de un vídeo que mostró imágenes de la dedicación pastoral de D. Casimiro, así como la felicitación personal de varios obispos, algunos por su especial cercanía, y otros con quienes comparte tareas episcopales. Especialmente emotiva fue la felicitación de sus familiares más cercanos: hermanos y sobrinos, quienes desde la distancia han estado hoy muy cerca de nuestro Obispo.

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A continuación, el Vicario General, D. Javier Aparici, en nombre del presbiterio diocesano, expresó su “más sincera felicitación y profundo agradecimiento” al Obispo por su vida entregada “con generosidad y pasión por la Iglesia”. Como gesto de cariño, anunció el obsequio de un cáliz personalizado, réplica del del Papa Calixto III, que representa “una memoria viva del día en que recibió el don del sacerdocio” y simboliza una vida “configurada con el misterio de la cruz, vivida desde el altar y para el altar como sacerdote y como obispo”. La pieza, además, contiene grabadas las imágenes de San Pascual Bailón y la Virgen de la Cueva Santa, patronos de la Diócesis, la imagen de San Casimiro y los escudos de la Diócesis de Segorbe-Castellón, y el escudo episcopal de D. Casimiro.

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La Misa Crismal, que precede al Triduo Pascual, ha reunido a sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos y fieles de toda la Diócesis. En ella se ha consagrado el Santo Crisma y se han bendecido los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, signos sacramentales de la gracia de Dios para el pueblo cristiano. “Esta celebración – ha recalcado D. Casimiro – nos recuerda nuestra unción bautismal y, a los presbíteros, la particular unción del Espíritu Santo para ser pastores en nombre del Buen Pastor”.

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Gratitud al ministerio recibido
En su homilía, cargada de testimonio personal, teología del ministerio sacerdotal y aliento pastoral, el Obispo compartió un sincero y conmovedor mensaje de gratitud “a Dios por el don grandioso de mi ordenación sacerdotal que recibí hace 50 años”, afirmó. Puso a Dios en el centro “por su bondad obsequiándome con este regalo inmerecido», y recordando a san Pablo exclamó: ‘Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fio de mí y me confió este ministerio’ (1Tim 1,9)”.

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Mons. Casimiro relató cómo, a lo largo de estos 50 años, ha experimentado la acción fiel del Señor, concediéndole “la gracia de celebrar la nueva alianza en su sangre, consagrando el ‘pan de vida’ en su nombre: ‘Tomad, esto es mi cuerpo’, y de perdonar los pecados y guiar a los fieles que Él, a través de su Iglesia, me ha encomendado”.

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El Obispo no quiso olvidar a quienes le han acompañado a lo largo de su camino. “Gracias a todos los que estáis hoy aquí acompañándome en esta acción de gracias. Todos formáis parte de mi vida, me sostenéis en la Iglesia y sois causa de mi gratitud a Dios”, dijo, mencionando expresamente a vicarios episcopales, Cabildos Catedral y Concatedral, miembros de Cáritas, seminaristas, movimientos eclesiales y tantas personas implicadas en la vida diocesana.

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Tuvo también palabras emocionadas para los ausentes, especialmente a sus padres y familia “a los que tanto debo» explicitó; y también «a los sacerdotes de mi parroquia, a los formadores y profesores en los seminarios de El Burgo de Osma, Salamanca y Múnich”.

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Una celebración que revela el corazón del sacerdocio
La Misa Crismal es la celebración litúrgica en la que el Obispo consagra el Santo Crisma y bendice los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, aceites que se usarán durante el año en todos los sacramentos de la Diócesis. En este contexto, D. Casimiro profundizó en el sentido espiritual de este rito: “La Misa Crismal nos reúne a todos los bautizados como pueblo sacerdotal, profético y real, en torno al Obispo y su presbiterio, para hacer visible su unidad”.

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Dirigiéndose de modo especial a los sacerdotes, señaló: “Jesús es el Ungido y el Sacerdote por excelencia. Nuestra unción y nuestro sacerdocio son una participación de su unción y de su sacerdocio”. A continuación, describió el ministerio sacerdotal como “un don sublime de Dios y un gran misterio”, señalando que “somos servidores del pueblo de Dios, mediadores entre Dios y los hombres, portadores de su gracia y portavoces de su Buena Noticia”.

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Con una sinceridad desbordante, el Obispo reconoció su propia fragilidad: “Como los profetas también yo me estremecí, viéndome indigno de este ministerio. Solamente confiando en la llamada de Dios y en su presencia pude responder con temor y temblor”. Y añadió haber experimentado “una y otra vez que es el Señor quien actúa haciendo fecunda nuestra pobreza y fuerte nuestra debilidad”.

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Una llamada a la fidelidad y al discernimiento vocacional
Mons. Casimiro López Llorente ha aprovechado la ocasión para hacer un llamamiento vocacional a los jóvenes y a toda la comunidad respecto a la importancia de «descubrir la vocación y escuchar la llamada de Dios», y advirtió «que la Iglesia se edifica sobre la caridad, y que sólo el amor de Dios hace posible el don de sí mismo”.

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Y animó sin rodeos: “¡No tengáis miedo! ¡Dejad actuar al Señor!”. También pidió oraciones “por todos los sacerdotes que, con humildad, repiten cada día los gestos de Cristo”, y por aquellos que son perseguidos, están enfermos o atraviesan dificultades.

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Una Iglesia que acoge, acompaña y da sentido
Al hacer memoria de su vida, el Obispo ha expresado con profundidad su amor a la Iglesia y ha reconocido que una de sus grandes satisfacciones y alegrías «ha sido y es ser hijo de la Iglesia pues en ella me encontré con Cristo vivo, escuché su llamada al sacerdocio, recibí el don del sacerdocio y del episcopado”.

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Rememoró con cariño todas las diócesis en las que ha servido: “Primero en la diócesis de Múnich-Frisinga, luego en Osma-Soria, mi diócesis de origen, después en mi recordada Zamora, y ahora, finalmente, en esta querida Iglesia de Segorbe-Castellón que el Señor me ha regalado”.

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Su testimonio fue también una confesión de entrega futura: “Deseo con todo mi corazón seguir sirviéndola con entrega generosa… Mi único deseo es, mientras Dios me dé fuerzas y hasta que el Señor me llame a contemplar su rostro, anunciar y ofrecer a Jesucristo a cuantos la Iglesia me confíe”.

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Renovación de las promesas sacerdotales: fidelidad en la debilidad
Uno de los momentos más solemnes de la Misa ha sido la renovación de las promesas sacerdotales por parte del presbiterio diocesano. “¡Renovemos nuestro compromiso de amor contraído con Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, y con los hermanos!”, ha exhortado el Obispo.

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Y ha subrayado el fundamento de ese compromiso: “Sólo desde nuestra unión con Cristo, cultivada en la oración asidua, en la adoración eucarística, en la celebración diaria de la Eucaristía y en la recepción frecuente del sacramento de la Penitencia, podremos encontrar las energías necesarias y el amor incansable para llevar adelante cada día nuestro ministerio”.

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Antes de concluir, el Obispo ha elevado oración de intercesión por los sacerdotes que han fallecido durante el último año: D. Vicente Agut Beltrán, D. Ignacio Andrés Velasco Colomo, D. Luis Capilla Vicente, D. Fernando Moreno Aguilar, D. Francisco Viciano Flors y D. Juliá Sáez Mora, para que «el Señor les conceda su paz y su gloria para siempre”.

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Finalmente, ha encomendado su ministerio y el de toda la Diócesis a María para que ella, “Virgen de la Cueva Santa, Madre de la Iglesia y Madre de los sacerdotes, nos aliente a todos para cumplir bien y fielmente el ministerio que su Hijo nos ha encomendado”.

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Comida fraternal con el presbiterado
Tras la celebración, D. Casimiro, junto con el presbiterado y seminaristas de la Diócesis de Segorbe-Castellón se trasladó al Seminario Diocesano Mater Dei, donde tuvo lugar una comida fraterna. Al final de la misma, el Obispo fue obsequiado con una tarta mientras los sacerdotes entonaron en latín el Multos annos.


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