La paz y el respeto a la persona humana
Queridos diocesanos
Hemos comenzado el año celebrando la Jornada mundial de la paz, el 1 de enero. El mundo anhela y necesita la paz. A nadie se le escapa, sin embargo, que estamos lejos aún de haber logrado la paz en las relaciones entre las personas, en las familias, en la sociedad y entre los pueblos de la tierra. Benedicto XVI ha centrado este año su tradicional mensaje para este Día en el tema: La persona humana, corazón de la paz. Porque sólo respetando a la persona se promueve la paz y construyendo la paz se ponen las bases para un auténtico humanismo integral.
La paz es, antes de nada, un don de Dios, que Él nos ha dado en Jesús, ‘el Príncipe de la paz’. Él es el único que da la paz que necesita la humanidad, una paz basada en la comunión de Dios con los hombres y de los hombres entre sí. Como don que es debemos pedir la paz, rezar por ella; pero la paz es también tarea, por lo que hemos de trabajar para que se extienda entre los hombres y los pueblos. La paz no es la mera ausencia de guerra ni el equilibrio de las fuerzas adversarias ni el fruto de una dominación despótica. La paz auténtica se basa en la verdad, la justicia, el amor y la libertad, y tiene su corazón en el respeto a toda persona humana.
Todo ser humano es creado por Dios a su imagen; ésta es la base de la dignidad de toda persona humana y de los derechos humanos, que debemos acoger, respetar y promover. Entre los derechos fundamentales de toda persona destacan el derecho a la vida y la libertad religiosa. El terrorismo, el hambre, el aborto, la experimentación con embriones y la eutanasia son atentados contra la paz, porque no respetan el derecho a la vida. La creciente falta de libertad religiosa en numerosos países es también un signo claro de falta de paz. Entre nosotros, si bien no se practica una persecución violenta contra los creyentes, se alimenta un ‘escarnio cultural sistemático’ respecto a la religión, que atenta contra la libertad religiosa.
Todo cristiano ha de ser testigo comprometido de la paz. Unido a todos los hombres de buena voluntad, el cristiano ha de trabajar por el respeto efectivo de la igual dignidad de todo ser humano, de sus derechos fundamentales y por su derecho a la vida. El testigo de la paz respeta, acoge y perdona al otro, respeta su cultura y religión, trabaja para que se implante la justicia, fomenta el dialogo sincero y la reconciliación entre los hombres desde la verdad y la libertad. Trabajemos por la paz.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro,
Obispo de Segorbe-Castellón
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