La Semana más grande
Queridos diocesanos:
Entre todas las semanas del año, la Semana Santa es la más importante, la Semana más grande para los cristianos. La llamamos ‘santa’ porque está santificada por los acontecimientos que conmemoramos en la liturgia. La Iglesia y todos los cristianos, al celebrar la pasión, muerte y resurrección de Cristo, se santifican y renuevan.
La liturgia de estos días nos permite adentrarnos en los misterios de la vida de Cristo y, a través de ellos, conducir nuestra existencia de la muerte a la vida. Toda la liturgia está centrada en el misterio pascual de la muerte y resurrección del Señor. Por eso, los días de la Semana Santa cobran una especial importancia para todos nosotros y se nos invita a vivirlos con intensidad.
Debemos entrar en esta Semana con un espíritu de recogimiento interior para seguir durante estos días con fe las huellas de nuestro Maestro. Las narraciones de la Pasión cobrarán así nueva vida; es como si los hechos se repitieran efectivamente ante nuestros ojos. Paso a paso, escena por escena, seguimos el camino que Jesús recorrió durante los últimos días de su vida mortal. La lectura de la pasión nos muestra cómo Jesús se va quedando más solo cada vez. Una multitud le aclama durante su entrada en Jerusalén: después quedan sólo los apóstoles para celebrar la Ultima Cena; tres de ellos lo acompañan en la oración del huerto, cuando Jesús ya se retira para rezar solo, y en el momento del prendimiento todos huyen. Junto a la cruz permanecen la Virgen, el discípulo amado y dos mujeres más.
Jesús, totalmente inocente, asume en sí la soledad y la angustia que se apoderan del hombre cuando se aparta de Dios por el pecado. De ahí su grito: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? El Papa ha explicado el sentido de esa expresión. Si por una parte expresa toda la desolación del Mesías, que, siendo el Señor de la vida, se enfrenta a la muerte; pero por otra no se trata de un grito desesperado, sino que es la confesión, de que Dios está cerca y que, al final, la muerte va a ser vencida. De hecho, todo el comportamiento de Cristo durante los días previos muestra esa confianza absoluta en el Padre. Para ser glorificado debe pasar por un sufrimiento tan grande que somos incapaces de hacernos una idea completa. Es un misterio de amor en el que Jesús transforma todos los acontecimientos de muerte en vida. Pero, aun cuando la muerte de Jesús quede después iluminada por su resurrección, nosotros, al meditar ambas, no podemos dejar de contemplarla con profundo dolor y agradecimiento.
Los acontecimientos que celebramos no pertenecen sin más a la historia pasada. También nosotros somos destinatarios de la historia de la Salvación que acontece en la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, representada y celebrada en cada Semana Santa. Jesús Nazareno padece y muere por nuestros pecados y resucita para devolvernos la Vida de Dios, fuente y motor de vida y fraternidad, de justicia y de paz entre los hombres. Participemos en esta Semana Santa con fe viva y con fervor profundo. Pasemos del silencio exterior al recogimiento interior.
Que la contemplación y la participación en los misterios de la Semana Santa aviven nuestra fe y vida cristiana.
Con mi afecto y bendición
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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