Lourdes, la alegría de la misión
El pasado fin de semana, hemos peregrinado como Iglesia diocesana al Santuario de Lourdes junto con la Hospitalidad diocesana y otros muchos peregrinos. Las palabras «Lourdes, la Alegría de la Misión» han ido marcando estos cuatro intensos días. Este lema propuesto por el Santuario era una fuerte invitación a convertirnos en discípulos misioneros, como nos ha pedido el Papa Francisco en su exhortación apostólica: “La alegría del Evangelio”.
Como Bernadita hemos ido al encuentro con nuestra Madre, y ella nos ha llevado al encuentro con Aquel que disipa la tristeza, la desconfianza, el cansancio y el derrotismo que tan a menudo impregnan nuestras vidas.
Benedicto XVI nos dijo: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». Y el papa Francisco nos invita a todos a este encuentro con Jesucristo vivo, que llena de alegría, cambia la vida e impulsa a comunicar lo vivido.
En el ambiente único del Santuario de Lourdes y en torno a Maria hemos podido experimentar el encuentro real con Jesucristo resucitado. En la oración personal y comunitaria, en el rezo meditado del rosario, en la escucha de la Palabra de Dios y en las celebraciones de las eucaristías, en los gestos de verdadera caridad con los enfermos y los peregrinos, Jesús mismo, presente entre nosotros, nos atraía hacia si llenando nuestros corazones de una auténtica alegría; y en el sacramento de la Penitencia pudimos experimentar el gozo profundo y hermoso de su misericordia y de su perdón. Quien se ha dejado encontrar por Cristo resucitado estos días, ha sentido cómo quedaba transformada toda su persona y cómo él nos unía como discípulos suyos. Porque si la experiencia de encuentro personal con Jesús es genuina, restaura radicalmente nuestro ser, nuestro pensar, sentir y actuar. Hemos visto cómo ha cambiado nuestro ánimo, y hemos pasado de la tristeza y de la desesperanza a la alegría y a la esperanza. Y la alegría del encuentro nos impulsa a anunciar aquello que hemos gustado y a compartir con alegría la experiencia de salvación que hemos vivido estos días.
Porque, en efecto, es una alegría habernos encontrado o reencontrado con el Señor; es motivo de gozo ser y sentirnos de nuevo discípulos de Cristo en la gran familia de los cristianos, su Iglesia; y es motivo de inmenso gozo habernos sentido de nuevo enviados por Él para llevar con alegría el tesoro de su Evangelio a todos: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28,19-20). Porque ser cristiano, discípulo misionero, no es una carga, sino un don: Dios Padre os ha bendecido en Jesucristo, su Hijo, Salvador del mundo.
Este encuentro renovador con Cristo Jesús nos impulsa ahora a comunicarlo a otros. Como nos dice San Pablo: «¿cómo oirán hablar de Él sin nadie que les anuncie?». En ocasiones, quizá por miedo o el escaso vigor de nuestra experiencia del encuentro con Cristo escondemos esa perla preciosa que, sin mérito alguno, hemos recibido. Hagamos nuestras las palabras de Jesús: «Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis» (Mt 10,8).
Pidamos a la Virgen de Lourdes que nos enseñe a llevar a otros al encuentro personal y salvador con su Hijo, como ella lo hizo con Bernardita. Que el Señor nos conceda la gracia de ser discípulos misioneros suyos y sepamos trasmitir con alegría a otros el don que gratis hemos recibido.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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