SdD D. Marcelino Blasco Palomar, Presbítero
Biografía
El SdD. Marcelino Blasco Palomar, hijo de Miguel y de Salvadora, nació en Segorbe en 1866. Fue ordenado presbítero a principios de 1887. Desde 1899 hasta 1913 fue nombrado Rector del Seminario, cargo que desempeñó con gran estima y celo.
El Obispo SdD. Fr. Luis Amigó le nombró en el año 1922 Vicario General hasta el fallecimiento de aquél el 1 de octubre de 1934. A partir de esta fecha fue elegido Vicario Capitular de la Diócesis hasta la llegada del nuevo Obispo, el SdD. Miquel Serra i Sucarrats, en junio de 1936, pasando de nuevo a ser Vicario General.
Entre las actividades que desarrolló, cabe destacar la Acción Social Agraria, a la que de forma personal se dedicó con gran entusiasmo de modo que, en pocos años, se constituyeron en todos los pueblos de la Diócesis Sindicatos Católicos Agrarios. Por su temperamento dialogante y decidido, alcanzó gran autoridad y estima entre todos los que le trataron.
Martirio del SdD
El 22 de julio de 1936 los milicianos asaltaron el convento de clausura de las monjas Agustinas de Segorbe. Al enterarse, D. Marcelino se personó en el lugar de los hechos para disuadir a los milicianos de esta agresión. La respuesta que recibió fue un tremendo bofetón. Ese mismo día, después de estos hechos, los milicianos se dirigieron al Palacio Episcopal para desalojar de allí al Obispo.
En la madrugada del 26 de julio de 1936, cuando se disponía a celebrar la misa a las 5:00 h en un oratorio privado, pues estaba prohibida la celebración de la eucaristía en las iglesias, fue detenido y encarcelado. Al día siguiente llegaría, también detenido a esa cárcel, el Sr. Obispo. Por su actitud decidida en defensa del clero y de las religiosas, D. Marcelino fue el primer sacerdote en ser detenido. En el Sr. Obispo y en D. Marcelino fueron en quienes más se ensañaron los milicianos. Salían deshechos, exhaustos y ensangrentados después de los largos interrogatorios a los que fueron sometidos.
El 9 de agosto de 1936 recibió la gracia del martirio junto al Obispo D. Miguel Serra y otros sacerdotes y religiosos. Mientras lo trasladaban en coche desde Segorbe hasta el término municipal de La Vall d’Uixó, les dijo a los milicianos que les perdonaba. Llegado al lugar del martirio, elevando un Crucifijo gritó: «Viva Cristo Rey». Dispararon sobre él y recibió el tiro de gracia.
Su fama de santidad se extendió enseguida por la Diócesis.
Actualmente sus restos se encuentran en la catedral de Segorbe.
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