Entrevista a Mons. Juan Carlos Elizalde, Obispo de Vitoria
La semana pasada, durante los ejercicios espirituales de los sacerdotes de la Diócesis, entrevistamos al Director, Mons. Juan Carlos Elizalde, Obispo de la Diócesis de Vitoria.
Este año ha dirigido usted los Ejercicios Espirituales para los sacerdotes de nuestra Diócesis, ¿Cómo ha ido?, ¿Qué puntos clave les ha transmitido?
Comenzamos estos ejercicios con el esquema Ignaciano, el principio y fundamento de nuestra identidad, de dónde venimos y adónde vamos. Ha sido un poco refrescar las raíces del sacerdocio, la vocación sacerdotal, la llamada del Señor, y reavivar el don que hemos recibido por la imposición de las manos para el servicio de la comunidad.
El segundo día hablamos sobre la misericordia de Dios, la conversión, el arrepentimiento, pues no siempre uno vive en coherencia a ese don, y se encuentra que la respuesta del Señor es la misericordia infinita. “Con regalos grandes castigabais mis delitos”, decía Santa Teresa.
El resto de los ejercicios han consistido en aterrizar en el seguimiento al Señor, que pasa por la Cruz para la Resurrección. La fecundidad en el sacerdocio y en la vida cristiana es la del grano de trigo que muere para dar mucho fruto, pero siempre el final es la resurrección, la bendición, el fruto, la fecundidad, la alegría, la felicidad, la vida plena, a lo que estamos llamados, y a lo que estamos llamados a conducir a la comunidad.
¿Cómo ha vivido y está viviendo todo este tiempo de pandemia?
Con dolor y desde el Señor que nos acompaña en la prueba, asumiéndola, en la que Jesús toca las raíces del dolor humano y nos acompaña desde dentro en la prueba. Ha sido comprobar que Dios no está ausente, que Él ha cargado con esta situación, y que nos da fortaleza para vivirlas con esperanza.
Como obispo ha sido, sobre todo el confinamiento, un momento de intensidad, de crecimiento en la oración, en el estudio, en la experiencia de Dios, y eso me ha alumbrado las prioridades reales, no de cara a la galería, sino las prioridades reales de mi vida, de las necesidades de la diócesis, del acompañamiento a las personas más vulnerables y a las que lo están pasando peor, y de la evangelización, centrando en el anuncio del Evangelio de Cristo, la liberación que supone. También situando como secundarias las cosas que son secundarias, y que a veces cogían lo principal de mi jornada y de mi calendario.
Es posible que mucha gente, también algunos católicos, se pregunte ¿Dónde está Dios en toda esta situación?
Esa es la pregunta que ha surgido, y precisamente durante el confinamiento vivimos un Viernes Santo como nunca, y ahí, la respuesta de la Iglesia es que Dios ha venido para acompañar, para asumir Él, que no es ajeno a este dolor, que no quiere el dolor, que no lo manda, y que lucha desde dentro para liberarnos del dolor y para dar fecundidad a todo el proceso de sufrimiento que conlleva la vida humana. Como dijo Paul Claudel, Jesús no ha venido para quitar el dolor sino para llenarlo de su dulce presencia.
¿Ha estado la Iglesia a la altura ante tanto sufrimiento?, ¿Cuál ha sido, y es, su papel en la pandemia?
La Iglesia que peregrina en cada diócesis, en comunión con Pedro, es la Iglesia que ha privilegiado la ayuda a las personas más vulnerables en la pandemia, se han disparado las ayudas, los recursos de Cáritas y de todas las instituciones religiosas en favor de las personas más marginadas, todas las congregaciones religiosas, todas las parroquias en su asistencia social están volcadas en que los últimos sean quienes tengan los recursos y las ayudas necesarias.
También en la atención espiritual, no se ha abandonado la evangelización, ni siquiera en el confinamiento, la experiencia de Dios en la oración, la celebración de los sacramentos, la atención en los hospitales, en las residencias de ancianos.
La Iglesia ha estado volcada en todo eso a través de las distintas vocaciones y de los distintos carismas, y efectivamente, sí que ha estado a la altura. Los sacerdotes, de una manera especial, nos hemos puesto en contacto con las necesidades principales. En el confinamiento los templos estuvieron cerrados pero la Iglesia estuvo abierta de par en par en toda su realidad y a todos los niveles.
Es posible que algunos sacerdotes y muchos fieles hayan caído en el desánimo y en la desesperanza ,¿Qué les puede decir?
Es un hecho común que se han recortado las relaciones, las posibilidades de interactuar, la comunicación, y te das cuenta de que la Iglesia es asamblea, reunión, fraternidad, cercanía… y estamos todos un poco bloqueados, pero a la vez, como decía un sacerdote de mi diócesis “este bichito nos ha aclarado la mirada”, nos ha hecho poner la mirada en lo principal.
Este entorno que pude desanimar, esta falta de relación, de compañía y de cercanía que puede bajar el ánimo, también es ocasión para refrescar las certezas principales: que somos los hijos muy amados, que Dios nos cuida a través de mediaciones, que el hermano es el icono más claro del rostro de Dios.
Esa recuperación de las certezas lleva a levantar el ánimo y a compartirlo con los hermanos. Quizás se han disparado las diferencias, que llevan al ánimo o al desánimo, de quien tiene experiencia de Dios de quien vive un cristianismo rutinario, ambiental, sin convencimiento, sin vivencia. Precisamente es el momento para contagiarnos de lo mejor de la vida cristiana: la fe, la esperanza y la caridad.
Está claro que esta va a ser una Semana Santa diferente, ya lo fue el año pasado con los templos cerrados y sin fieles, ¿Qué mensaje le gustaría transmitir?
Que esta es una ocasión privilegiada para dirigir la mirada a lo que es esencial en la Semana Santa, que es la celebración de los oficios litúrgicos, con los aforos adecuados, y que es la actualización de los misterios de Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, y eso es tan actual como hace dos mil años.
Ahora es una oportunidad para vivirlo en armonía, también de forma telemática las procesiones, los Vía Crucis, todas las expresiones de piedad popular en la Semana Santa, que con creatividad se están rehaciendo, pero siempre apuntando en lo fundamental.
¿Quiere añadir alguna cosa?
Si, que estoy disfrutando mucho de los ejercicios, creo que esta diócesis tiene un presbiterio y un obispo privilegiados, y efectivamente yo también me he contagiado de ese entusiasmo sacerdotal y de esa fraternidad en el presbiterio, y la verdad es que me voy confortado.