La vida consagrada en el Año de la fe
Queridos diocesanos:
El día de ‘las candelas’, en que la Iglesia conmemora la presentación de Jesús en el templo, celebramos la Jornada de la vida consagrada. El episodio evangélico de la presentación de Jesús en el templo es un icono significativo de la entrega de la propia persona y vida que hacen cuantos han sido llamados a representar en la Iglesia y en el mundo, mediante los consejos evangélicos, los rasgos de Jesús, virgen, pobre y obediente, el Consagrado del Padre y al Padre. En este día celebramos, pues, el misterio de la consagración: consagración de Cristo, consagración de María, consagración de todos los que siguen a Jesús por amor al reino de Dios: es decir, de monjas y monjes, religiosos y religiosas, miembros de institutos seculares y vírgenes consagradas.
En esta Jornada, estamos llamados, ante todo, a dar gracias al Señor por el don de este estado de vida, que pertenece a la santidad de la Iglesia; y damos gracias a Dios a la vez por todas y cada una de las personas consagradas. Al dar gracias a Dios Padre por el don de estas personas rezamos por el don de nuevas vocaciones. Es necesario que toda nuestra Iglesia diocesana valore cada vez más el testimonio de quienes han elegido seguir a Cristo mediante la práctica de los consejos evangélicos; hemos de promover mucho más el conocimiento y la estima de la vida consagrada en el pueblo de Dios.
Esta Jornada es una ocasión muy propicia para que todos los consagrados, por su parte, renueven sus votos y aviven los sentimientos que han inspirado e inspiran su entrega al Señor. El presente Año de la fe, año de gracia para purificar y fortalecer la propia fe, les ofrece un tiempo muy favorable para su renovación interior, -siempre necesaria-, para crecer en fidelidad evangélica –siempre posible-, y para profundizar en los valores esenciales y en las exigencias de su propia consagración. Quienes han acogido la llamada a seguir a Cristo más de cerca mediante la profesión de los consejos evangélicos, están invitados a profundizar día a día su relación con Dios en Cristo siendo dóciles a la acción del Espíritu Santo. Los consejos evangélicos, aceptados como auténtica regla de vida, refuerzan la fe, la esperanza y la caridad, que unen a Dios.
Esta profunda cercanía al Señor debe ser el elemento prioritario y característico de su existencia; ella les llevará a una renovada adhesión a él, que se alimenta en la escucha orante y contemplativa de su Palabra, en la participación diaria en la Eucaristía y su adoración frecuente así como en la acogida de la misericordia de Dios en la celebración frecuente del sacramento de la Penitencia; esto sin olvidar, en su caso, una vida auténticamente fraterna en comunidad; todo ello tendrá un influjo muy positivo en su presencia y forma de apostolado particular en el seno del pueblo de Dios, mediante la aportación de sus propios carismas, con fidelidad al Magisterio y en la comunión eclesial, a fin de ser testigos de la fe y de la gracia, testigos creíbles para la Iglesia y para el mundo de hoy. Sólo desde la renovación interior y de la fidelidad evangélica al don recibido y a la promesa ofrecida podrán comprometerse los consagrados con alegría y entusiasmo en la tarea urgente de la nueva evangelización.
Pidamos al Señor, por la intercesión de la Virgen María, que “cuantos han recibido el don de seguirlo en la vida consagrada sepan testimoniarlo con una existencia transfigurada, caminando gozosamente, junto con todos los otros hermanos y hermanas, hacia la patria celestial y la luz que no tiene ocaso” (Vita consecrata, 112).
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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