Descubren en una ermita de Soneja el baptisterio por inmersión más antiguo de la diócesis de Segorbe-Castellón
Los trabajos arqueológicos llevados a cabo durante estas últimas semanas en la ermita de San Francisco Javier de Soneja han sacado a la luz importantísimos hallazgos para la historia de la iglesia diocesana de Segorbe-Castellón. Así lo manifestaba el vicario general de la propia diócesis, Javier Aparici, en la visita que ayer realizó junto al arquitecto diocesano Ángel Albert y a David Montolío, de la Delegación de Patrimonio también de la diócesis. Aparici destacaba que “el descubrimiento permite sacar a la luz la comunidad cristiana más antigua conocida de la diócesis de Segorbe-Castellón perteneciente de pleno a los siglos iniciales del cristianismo en nuestras tierras valencianas”.
El equipo de restauración desveló hace algunos días diferentes fases constructivas del edificio barroco y neoclásico e importantes restos históricos tardoantiguos de vital importancia para la historia religiosa de la diócesis. David Montolío, señalaba que “dentro de la gran estructura religiosa datada más de mil años antes del inicio de la construcción de la ermita y con orientación norte-sur se ha ubicado la presencia de un gran templo, con una nave principal de más de veinte metros de longitud, con numerosos enterramientos vinculados y una gran capilla bautismal adyacente, con una fuente por inmersión excavada en el suelo”.
CARACTERÍSTICAS DEL BAPTISTERIO
La estructura bautismal, ubicada en el centro de una construcción propia, dispone de tres escalones de ingreso y otros tres de salida y responde a otras similares localizadas arqueológicamente en ámbito hispánico, en este caso de planimetría circular y probablemente –según el arqueólogo que lleva a cabo estos trabajos, Rafael Martínez- tendría estuco decorativo en sus paredes a raíz de los fragmentos documentados.
El importante recinto se complementa con muros de mampostería y argamasa de cal y la presencia de fosas simples y múltiples, con cubierta de losas de piedra y enterramientos humanos en su interior, un pavimento central realizado en opus signinum (material de construcción utilizado en la antigua Roma) a modo de vía sacra. Todo ello ha permitido a los expertos proponer una primera cronología de alrededor de los siglos VI-VII, datación que coincidiría con la conversión al catolicismo de la población visigoda, llevada a cabo hacia el año 589.
Los investigadores han encontrado también restos de mármoles y molduras trabajadas y estucos decorados que hablan de la gran riqueza interior que debió tener el edificio en su tiempo de máximo esplendor, la primera construcción católica conservada en las demarcaciones de nuestra Diócesis.
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