Comienza el Triduo Pascual con la Misa del Jueves Santo en la Catedral de Segorbe
A las siete de la tarde, en la S.I. Catedral de Segorbe, ha comenzado la celebración de la Cena del Señor de este Jueves Santo, que ha presidido nuestro Obispo, D. Casimiro, y que ha concelebrado el Deán, Federico Caudé, el canónigo, José Manuel Beltrán, y el Secretario Particular, Ángel Cumbicos, asistiendo Manuel Zarzo, Diácono Permanente.
Con ella, hoy cerramos el ciclo cuaresmal y abrimos el Triduo Pascual, conmemorando el día en que Jesús, durante la Última Cena, instituyó el don de la Eucaristía, el sacerdocio, y el mandamiento sobre la caridad fraterna.
La Última Cena
En la homilía, el Obispo ha invitado a los asistentes a trasladarse “en espíritu al Cenáculo, en Jerusalén”, en aquella noche en que Jesús se reunió con sus apóstoles para celebrar con ellos la Pascua, “que conmemora el paso del Señor para liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto, y establecer la Alianza de Dios con su pueblo”.
Una celebración en la que Jesús establece “la nueva y definitiva Alianza de Dios con los hombres, para liberarnos de la esclavitud del pecado y para darnos la misma vida de Dios” mediante su paso de la muerte a la vida, “Él es nuestra Pascua”, ha dicho.
“Jesús los amó hasta el extremo”, ha indicado D. Casimiro, siendo la Última Cena el testimonio de este amor, que “significa que los amó hasta el cumplimiento de lo que sucederá al día siguiente, en el Viernes Santo». El amor de Dios a la humanidad es un amor que lleva al límite extremo de dar a su Hijo mediante la muerte en la Cruz, “mostrando que no hay amor más grande que el que da su vida por los amigos”.
«Esto es mi cuerpo; ésta es mi sangre»
Jesús ama más allá del último aliento en la Cruz, “porque su amor va más allá de la muerte, y esto es lo que significa la institución de la Eucaristía que tiene lugar en la Última Cena”. Su cuerpo y su sangre son ofrecidos “como anuncio y anticipo de la muerte del Señor en la Cruz”.
La Eucaristía es un manantial de vida y de amor, ha explicado, siendo “el fruto de esta muerte por amor a la humanidad”, que se recuerda y se renueva constantemente, pues en cada Eucaristía, la Iglesia y cada cristiano actualiza “el misterio Pascual, de la entrega, de la muerte y de la resurrección de Jesucristo para el perdón de los pecados y para la reconciliación de Dios con los hombres y de los hombres entre sí”.
“Haced esto en conmemoración mía”
Ha continuado hablando de la institución del sacerdocio, pidiendo oración por los sacerdotes. “A los apóstoles, y a quienes participan de este ministerio, les confía el poder hacer en su nombre lo que Él acaba de realizar, transformar el pan en su cuerpo y el vino en su sangre”.
También ha manifestado su dolor ante “la extrema escasez de vocaciones al sacerdocio que padecemos”, siendo hoy “un día para avivar en nosotros la preocupación por las vocaciones al ministerio, porque sin sacerdotes no tendremos Eucaristía ni presencia del misterio Pascual de la Última Cena entre nosotros”.
“Os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros”
En esta ocasión no ha sido posible realizar el rito del lavatorio de pies a causa de la pandemia, pero tal y como recordado el Obispo, Jesús se arrodilló ante los apóstoles para lavarles los pies, “una exigencia particular de la grandeza de aquel momento, era necesario para poder participar en la comunión del cuerpo y la sangre del Señor”.
“Jesús nos invita a imitarle”, ha proseguido, “el Señor nos invita a abajarnos, a aprender la humildad en nuestra vida, y hacer de ella un servicio a los demás”, y “lavarnos los pies unos a otros significa sobre todo perdonarnos continuamente unos a otros, volver a comenzar juntos siempre de nuevo, aunque pueda parecer difícil”.
En esta ocasión tampoco ha habido procesión con el Santísimo, que se ha reservado en el sagrario.
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