Tiempo para la renovación interior
Queridos diocesanos:
Con las debidas precauciones a causa de la persistente pandemia del Covid-19, son muchos los que en estos meses de verano podrán disfrutar de vacaciones. Durante el tiempo vacacional se busca ante todo el descanso. Pero los caminos que se eligen muchas veces no llevan al reposo porque son equivocados. Vivir las vacaciones no es solo y exclusivamente dejar el trabajo o buscar un cambio de ritmo. Con frecuencia se vuelve de vacaciones más cansado que cuando éstas se iniciaron. Porque no puede existir verdadera vacación si no se cuida el descanso físico y sobre todo la renovación espiritual.
En efecto: no puede haber descanso sin cuidar el espíritu, sin cuidar nuestro interior. No hay duda que el vacío interior atenaza hoy a muchas personas y las lleva al temor y a la falta de esperanza ante el futuro. La sociedad moderna dispone de tal cantidad de medios de publicidad, que pueden cautivar y esclavizar a las personas. Con frecuencia, muchos quedan absorbidos por proyectos y expectativas, que no surgen de si mismo ni elevan a una vida más humana, noble y digna. En general, el estilo de vida que se propone aparta de lo esencial, e impide descubrir y cultivar lo que somos y podemos llegar a ser; no nos deja llegar a ser nosotros mismos, bloquea el desarrollo libre y pleno de nuestro ser desde la verdad, el bien y la belleza del ser humano. En tiempos de la llamada ‘posverdad’, estas categorías son incluso rechazadas y cuestionadas por el relativismo imperante: cada uno decide lo que es verdadero, bueno y bello; no existen –se dice- la verdad, la bondad ni la belleza objetivas.
El hombre contemporáneo parece cada vez más indiferente a ‘lo importante’ de la vida, a las grandes cuestiones de la existencia. Poco a poco se va convirtiendo en un ser superficial e individualista, cerrado en sí mismo y movido por la moda y el sentimiento del momento. Lo que se lleva es disfrutar de la vida y sacarle el máximo jugo. Es bueno –así se dice- lo que me gusta y apetece, y malo lo que no me gusta. Los grandes objetivos y los ideales mayores pertenecerían al pasado. Lo importante sería tener, pasárselo bien y vivir el momento presente.
Surge así un ser humano perfectamente adaptado a los patrones de vida impuestos desde fuera, pero incapaz de enfrentarse a su propia existencia desde dentro, desde sus raíces, desde su libertad responsable: un ‘hombre pasivo’ que participa dócilmente en un plan de vida que le trazan otros; un individuo productor, consumidor y espectador televisivo, que sobrevive en medio de la sociedad sin saber lo que es vivir desde su raíz. La vida se va vaciando de su verdadero contenido. El individuo se queda sin horizonte, sin metas, sin referencias, sin vida interior, sin Dios y sin más allá. Las personas tienen cada vez más fachada exterior y menos consistencia interior. Los valores humanos son sustituidos por los intereses de cada cual. Pero este tipo de ser humano se siente insatisfecho en su interior y víctima de su propio vacío. Es un ser sin rumbo, que corre el riesgo de caer en el tedio y perder hasta el gusto mismo de vivir.
Las vacaciones ofrecen una oportunidad preciosa para mirar a nuestro interior. Es un tiempo propicio para la reflexión y la búsqueda de respuestas a los grandes interrogantes de nuestra existencia: ¿quién soy, de dónde vengo, por qué vivo, para quién vivo? Para ello hemos de propiciar los momentos de silencio exterior e interior, y buscar momentos para la oración. Es ahí donde uno se encuentra consigo mismo y se llega a percibir la voz de Dios, capaz de orientar nuestra vida. La oración es la vida del corazón nuevo. Ella nos debe animar en todo momento puesto que nos centra en el ‘recuerdo de Dios’ como dicen los maestros del espíritu. El corazón está inquieto y no puede descansar hasta que descubre a Dios, que apuesta por él.
Todos queremos ser felices y dichosos pero esto no se puede conseguir si no se va a la fuente de donde mana y corre la plena alegría, que no es otro sino Dios mismo, que es Amor, nos ama y nos llama a dejarnos amar por Él para amar como Él. La vida es muy importante; no la podemos trivializar con apuestas banales y falsos señuelos. Sólo desde el silencio fuera y dentro de nosotros, seremos capaces de percibir la voz de Dios, pero también la voz de quien está a nuestro lado, la voz de los demás.
¿Por qué no dedicar en vacaciones algún tiempo o retiro para reflexionar sobre los grandes interrogantes de la existencia, sobre nuestro rumbo en la vida, sobre nuestra vida interior, sobre nuestra relación con Dios y con los demás?
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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