El cuidado de las vocaciones
No cabe duda que Dios sigue llamando a niños, adolescentes y jóvenes al sacerdocio. Lo vemos en tantos lugares donde hay abundantes vocaciones sacerdotales. Nos deberíamos preguntar con toda sinceridad y humildad ante el Señor por qué entre nosotros son tan escasas las vocaciones y, sobre todo, qué hacemos -o dejamos de hacer- cada uno, para que la llamada de Dios al sacerdocio sea escuchada y acogida por los más jóvenes.
El beato Juan Pablo II dejó escrito que «es muy urgente, sobre todo hoy, que se difunda y arraigue la convicción de que todos los miembros de la Iglesia, sin excluir ninguno, tienen la responsabilidad de cuidar las vocaciones» (PDV 41). Todos los miembros de la Iglesia, sin excluir ninguno, somos pues responsables: el Obispo, los sacerdotes, las familias cristianas, los catequistas y profesores de religión, las comunidades, los movimientos y los grupos. Es una responsabilidad que vale para todo el año. Pero con motivo del Día del Seminario os convoco a intensificar de modo especial este mes de marzo el cuidado de las vocaciones al sacerdocio. ¿Cómo hacerlo? Propongo cinco acciones que son posibles para cualquiera de nosotros. A todos y cada uno de vosotros, queridos diocesanos, os digo:
Recemos por las vocaciones sacerdotales. Jesús nos dice: “Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies” (Mt 9,38). Si queremos más sacerdotes, porque nuestra Iglesia los necesita, hemos de pedirlo a Dios con insistencia y perseverancia en nuestra oración personal y comunitaria, en las preces de la Misa y de la Liturgia de las Horas, o en las Vigilias de oración por las vocaciones y en las familias.
Enseñemos a la gente joven a orar. El Papa Benedicto XVI nos dijo que si no enseñamos a nuestros jóvenes a orar, nunca oirán la llamada de Dios a una profunda relación con Jesús y al discipulado en su Iglesia. No podemos empezar a construir por el tejado. Sin un encuentro personal con Jesús en la oración es imposible escuchar su llamada a seguirle en el sacerdocio.
Invitemos a niños, adolescentes y jóvenes adultos a que consideren la vocación al sacerdocio como una posibilidad para sí mismos. Un sencillo y sincero comentario no debería ser desestimado. Ayudemos a cada uno a descubrir las cualidades, que Dios le ha dado, y que harían de él un buen sacerdote. Animémosles a rezar sobre ello y a abrirse a la llamada de Dios. No tengamos miedo a hacerles la propuesta vocacional ni busquemos excusas para no hacerlo. Es lo mejor que les podemos ofrecer.
Hagamos atrayente la vocación al sacerdocio, presentándola como lo que realmente es: una llamada y un don de Dios para ser un padre espiritual en nombre de Jesús para la familia creyente estando a su servicio. El reto para nosotros los sacerdotes es que seamos modelos de la vocación sacerdotal viviendo con alegría y con entrega nuestra propia vocación.
Prediquémoslo. Debemos hablar de las vocaciones regularmente si queremos que arraigue entre nosotros una “cultura vocacional”. Nuestros fieles necesitan oír hablar de las vocación en las homilías y en las oraciones de los fieles, en las catequesis y en los diálogos en clase de religión. Lo que no se conoce no puede interesar.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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