El Corazón de Jesús, símbolo de la fe cristiana
Queridos diocesanos:
El mes de Junio está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Es una devoción muy extendida en nuestras parroquias, en la que se unen felizmente la devoción popular y la profundidad teológica. En efecto, la palabra ‘corazón’ en la Escritura designa no sólo el órgano fisiológico, sino principalmente el centro de la persona: el punto donde confluyen los pensamientos, los sentimientos, los afectos y las motivaciones más profundas de una persona. Y el corazón es además símbolo del amor. Cuando hablamos del Corazón de Jesús nos referimos a lo más íntimo de su ser, a lo que le mueve en todo momento, a su amor: un amor que en Jesús es humano y divino al mismo tiempo.
El Corazón de Cristo es símbolo de la fe cristiana, particularmente amado tanto por el pueblo como por los místicos y los teólogos, pues expresa de una manera sencilla y auténtica la “buena Noticia” del amor de Dios por toda la humanidad, resumiendo en sí el misterio de la Encarnación y de la Redención, que se convierte en manantial permanente de bondad, de verdad y de misericordia.
La genuina devoción al Corazón de Jesús lleva pues hacia lo más íntimo de su persona, hacia su conciencia profunda, hacia su decisión de entrega total a nosotros y al Padre. Esta devoción nos sigue ayudando hoy a contemplar lo que es esencial en la vida cristiana, esto es: la caridad. No se trata sólo de contemplar una imagen, de venerar una reliquia o de recitar una serie de plegarias: la genuina devoción al Corazón de Jesús es vivir la fe cristiana a la luz del misterio del Corazón de Cristo. Es vivir la vida diaria iluminada por la fe en el amor de Jesucristo, revelación del amor del Padre y fuente de su designio amoroso de redención también para el mundo de hoy: esto supone dejarse transformar por la gracia del misterio mismo del Corazón abierto de Cristo, que ha entregado su vida en la cruz por amor a la humanidad, que nos ama a cada uno con corazón misericordioso, y que ha resucitado para llevarnos a la vida misma de Dios.
Como dijo el papa Francisco, el Corazón de Jesús, “no es sólo el corazón que tiene misericordia de nosotros, sino la misericordia misma. Ahí resplandece el amor del Padre; ahí me siento seguro de ser acogido y comprendido como soy; ahí, con todas mis limitaciones y mis pecados, saboreo la certeza de ser elegido y amado. Al mirar a ese corazón, renuevo el primer amor: el recuerdo de cuando el Señor tocó mi alma y me llamó a seguirlo” (Homilía 03.06.2016).
El Corazón de Jesús nos muestra que el amor de Dios no tiene límites, no se cansa y nunca se da por vencido. En él vemos su continua entrega sin límite alguno; en él encontramos la fuente del amor dulce y fiel, que deja libre y nos hace libres; en él volvemos cada vez a descubrir que Jesús nos ama “hasta el extremo” (Jn 13,1), está inclinado hacia nosotros, especialmente hacía el que está lejano; es la ‘debilidad’ de un amor particular, porque desea llegar a todos y no perder a nadie.
Todo el ser de Jesús arde de amor hacia el ser humano. En Jesús, Dios se ha hecho hombre por amor a todos los hombres, se ha abajado hasta nosotros para que podamos contemplar su rostro misericordioso y experimentar su amor. Al Corazón traspasado de Jesús debemos recurrir para alcanzar el verdadero conocimiento de Dios y experimentar a fondo su amor y su misericordia. Ahí podemos comprender mejor lo que significa conocer en Jesucristo el amor de Dios, experimentarlo teniendo puesta nuestra mirada en él, hasta vivir completamente desde la experiencia de su amor, para dejarnos transformar por él y poder llevarlo a los demás.
Además, “junto al Corazón de Cristo, el corazón del hombre aprende a conocer el sentido verdadero y único de su vida y de su destino, a comprender el valor de una vida auténticamente cristiana, a evitar ciertas perversiones del corazón humano, a unir el amor filial hacia Dios con el amor al prójimo” (San Juan Pablo II). La principal necesidad de toda persona está en encontrar un amor que dé un sentido pleno a su existencia: el ser humano, el hombre y la mujer, está hecho para amar y para ser amado. El Corazón de Jesús es la fuente del amor misericordioso de Dios, donde podemos experimentar el amor de Dios, sanar nuestra afectividad, enderezar nuestra voluntad y encontrar el estímulo para amar a nuestro prójimo.
La misión de los cristianos es ofrecer y atraer a todos los hombres a Cristo. Evangelizar es llevar a las personas al encuentro personal, transformador y salvador con el Corazón de Cristo: es la fuente a la que debemos recurrir para conocer a Jesucristo, experimentar su amor y testimoniarla con obras a los demás.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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