El Obispo ordena a tres diáconos permanentes y les recuerda que «no sois dueños de la Palabra sino servidores de ella»
La Santa Iglesia Catedral de Segorbe acogió el pasado 8 de diciembre y en el contexto de la celebración de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, la Ordenación Diaconal para tres candidatos al diaconado permanente: Vicente Meneu Buchón, Francisco Rubio Jiménez y Abraham Saera Gallén. El Obispo de la Diócesis, D, Casimiro López Llorente presidió la eucaristía y celebró el rito de la Ordenación en un templo catedralicio abarrotado de fieles y cuya nota musical corrió a cargo de la Capilla Musical de la Catedral de Segorbe, dirigida por D. David Montolío. La coral interpretó la misa: «Es grande el amor del Señor».
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Familiares y amigos arroparon a los tres candidatos, en una celebración muy entrañable. Durante su homilía el Obispo destacó que tras un «tiempo de discernimiento, preparación y formación ha llegado el momento de que recibáis debidamente el orden del diaconado». Y recordó en plena Solemnidad de la Inmaculada Concepción que «hoy es un día de intenso gozo espiritual para todos. Hoy contemplamos el amor de Dios y su grandeza en la Virgen María, la más humilde y a la vez la más grande de todas las criaturas».
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D. Casimiro recordó las palabras del salmista «cantamos al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas. Ha sido en la Virgen María que también las ha hecho en vosotros. Ha estado grande con vosotros al concederos la Gracia del diaconado». El Obispo enfatizó la idea que «en María resplandece la bondad del Creador. María fue preservada de la herencia común del pecado original. María sabe que la vida humana sin Dios sólo produce vacío. María nos muestra la fe confiada en Dios, porque todo es posible para el que cree».
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Y les recordó a los diáconos su misión: «como ella -queridos diáconos- sois elegidos para bendecir. Fuisteis elegidos y llamados por Dios no por vuestros méritos sino por puro amor. Como ella estáis invitados a superar vuestros miedos. Hoy vais a decir como ella: He aquí el Siervo del Señor, hágase en mí según tu palabra».
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Y concluyó su homilía animándoles para que sean como María «santos e intachables ante Dios por el amor», participando en los dones de los Apóstoles para ser en la Iglesia y en el mundo instrumentos de Cristo. «Ayudaréis al Obispo y a su presbiterio en el anuncio de la Palabra, en el servicio al altar y en el ministerio de la caridad. No sois dueños de la Palabra sino servidores de ella», señaló.
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