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Listado de la etiqueta: ordenación diaconal

Misa de acción de gracias en el quinto aniversario de la Ordenación Diaconal en la Diócesis

3 de febrero de 2025/0 Comentarios/en Noticias, Comisión Diaconado Permanente/por obsegorbecastellon

El pasado sábado, los diáconos permanentes de la Diócesis de Segorbe-Castellón se reunieron para conmemorar el quinto aniversario de su Ordenación Diaconal, un acontecimiento que tuvo lugar en febrero de 2020. La celebración, marcada por un profundo sentimiento de acción de gracias, se llevó a cabo en el mismo templo donde recibieron el Sacramento del Orden, la Concatedral de Santa María, Castellón.

La Eucaristía, que coincidió con la Misa parroquial, fue presidida por D. Nuno Vieira, miembro de la Comisión de Acompañamiento de los Diáconos Permanentes. En su homilía, D. Nuno evocó con emoción los momentos vividos durante la ordenación y destacó la importancia del diaconado permanente como servicio a la Iglesia y a la comunidad. Además, dedicó unas palabras afectuosas a las esposas de los diáconos, agradeciendo su acompañamiento fiel y su abnegación en los momentos de mayor entrega.

“Vuestra generosidad es ejemplar; sois un pilar fundamental en la vida y el ministerio de vuestros esposos, apoyándolos en sus tareas pastorales en distintos puntos de nuestra diócesis”, expresó D. Nuno Vieira, subrayando el papel esencial de la familia en el sostenimiento de la vocación diaconal.

El encuentro concluyó con un ambiente de fraternidad, renovando el compromiso de servicio de los diáconos y sus familias en la misión evangelizadora de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

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D. Casimiro a los diáconos ordenados: «el amor no tiene un ‘porqué’, es un don gratuito al que se responde con la entrega de sí mismo»

7 de enero de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas/por obsegorbecastellon

Los seminaristas Álvaro González González, Pablo Durán Granda y José Salas Peréz. fueron ordenados ayer diáconos de manos del Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente en una Solemne Eucaristía que se celebró, en la S.I. Catedral de Segorbe.

La luz de Cristo brilló en toda la ceremonia y lo hizo, especialmente durante la homilía del Obispo que puso el énfasis en la Palabra proclamada para poner de relieve que la ordenación diaconal no es solo el paso previo al sacerdocio, sino que implica un cambio, en el que los seminaristas, afianzan su sí al Señor. Un momento que los acerca más aún a amar a Jesucristo y a servir a la Iglesia en su vocación más profunda.

«La luz de Cristo irradia sobre toda la tierra» dijo D. Casimiro, y lo hace como manifestación del amor de Dios, llegando primero a María y José, los pastores, los pobres y, finalmente, a los Magos. Y también «Pablo, José y Álvaro, habéis experimentado esta atracción del amor de Dios en vuestras vidas».

Vocación: búsqueda y esperanza

Se dirigió a los candidatos comparando el relato de la búsqueda de los Magos con su llamada al sacerdocio ordenado y al proceso vocacional de cada uno de ellos, advirtiendo cómo «cada uno a vuestro modo visteis aparecer un día una estrella en vuestra vida, percibisteis una voz que os llamaba y atraía, os pusisteis en camino, experimentasteis también la oscuridad, y hoy, bajo la guía de Dios, vais llegando a la meta».  

Así, destacó la esperanza que motiva el viaje de los Magos y el deseo profundo de servir a Dios y señaló que la llamada al sacerdocio se presenta como una respuesta al amor de Dios, un «enamoramiento de Cristo». El amor, dijo D. Casimiro, «no tiene un ‘porqué’, es un don gratuito al que se responde con la entrega de sí mismo».

Ofrenda y Compromisos en la Ordenación

La ordenación diaconal implica ofrendar diferentes elementos simbólicos a Cristo: «el oro de vuestra libertad, el incienso de vuestra oración fervorosa, la mirra de vuestro afecto más profundo». Una ofrenda, advirtió el Obispo, «que se hace compromiso de por vida». En este sentido destacó el compromiso del celibato como un regalo recibido de Dios, así como la promesa de obediencia a Dios, al Obispo y a sus sucesores, y la oración diaria, especialmente a través de la Liturgia de las Horas, supone una herramienta vital.

Triple Diaconía y Servicio:

Los diáconos, dijo D. Casimiro, son llamados a ejercer una triple diaconía: la de la Palabra, la de la Eucaristía y la de la caridad hacia los pobres. Puso de relieve el papel fundamental del diácono como servidor del misterio de la fe y del sacramento del amor. En este sentido, señaló el servicio a los necesitados y el compromiso con la caridad como distintivos importantes.

Consagración Diaria y Renovación Espiritual:

D. Casimiro subrayó también la importancia de renovar diariamente la consagración recibida en la ordenación y, reconociendo la fragilidad humana incidió en la necesidad de una constante conversión: «cada día hemos de renovar el don del Espíritu mediante la entrega, la fidelidad y el amor verdadero en el servicio generoso». A partir de hoy, concluyó, «ya no os pertenecéis a vosotros mismos: pertenecéis al Señor, a su Iglesia y, en ellos, a los demás».

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Homilía en la ordenación de tres diáconos en la Solemnidad de la Epifanía del Señor

6 de enero de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Homilías, Homilías 2024/por obsegorbecastellon

S.I. Catedral-Basílica de Segorbe, 6 de Enero de 2023

(Is 60, 1-6; Sal 71; Ef 3, 2-3a. 5-6; Mt 2, 1-12)

Hermanas y hermanos, amados todos en el Señor.

1. “Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz” (Is 60, 1). En la Noche Santa de la Navidad aparece la luz, nace Cristo, la “luz de los pueblos”. Él es el “sol que nace de lo alto” (Lc 1, 78), el sol que viene al mundo para disipar las tinieblas del mal y llenarlo con el esplendor del amor divino, el sol que aparece en el horizonte de la humanidad para iluminar nuestra existencia y guiarnos hacia la meta de nuestra peregrinación terrenal hacia la casa del Padre. La luz que en Navidad ilumina la cueva de Belén, resplandece de nuevo hoy y se manifiesta a todos los pueblos. La Epifanía es misterio de luz, simbolizada por la estrella que guía a los Magos en su viaje hasta el encuentro con el manantial de la luz, que es Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías, el Salvador: Él es la “luz verdadera que viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre” (Jn 1, 9).

La luz de Cristo irradia sobre toda la tierra. Primero sobre la María y José, luego sobre los pastores de Belén, sobre el “resto de Israel”, sobre los pobres y sencillos. Y por último, el resplandor de Cristo alcanza a los Magos, primicia de los pueblos paganos. Quedan en la sombra los palacios del poder de Jerusalén; entonces como hoy, en ellos la noticia del nacimiento del Mesías no suscita alegría, sino temor y rechazo.

La luz de la Navidad no es una metáfora, es la imagen de una realidad. “Dios es luz” y “Dios es amor”, nos dice San Juan (1Jn 1, 5; 4, 16). La luz de Navidad que hoy se manifiesta a las naciones es el amor de Dios, revelado y ofrecido a todos en la Persona de su Hijo, el Verbo encarnado, el Niño-Dios, nacido en Belén. Atraídos por esta luz, llegan los Magos de Oriente. Los atrae el amor de Dios; un imán que atrae a todos y todo hacia sí, en Jesús, el amor de Dios encarnado. También vosotros, queridos Pablo, José y Álvaro, habéis experimentado esta atracción del amor de Dios en vuestras vidas.

2. Y con los Magos podéis decir: “Hemos visto salir su estrella y veni­mos a adorarlo” (cf. Mt 2, 2). Imagino, queridos candidatos, el eco que estas palabras y todo el relato de la búsqueda de los Magos tendrán hoy en vuestro interior al contemplar vuestra llamada al sacerdocio ordenado y vuestro proceso vocacional. Cada uno a vuestro modo visteis aparecer un día una estrella en vuestra vida, percibisteis una voz que os llamaba y atraía, os pusisteis en camino, experimentasteis también la oscuridad, y hoy, bajo la guía de Dios, vais llegando a la meta.  

Ahora bien, el viaje de los Magos está motivado por una fuerte esperanza, que les los guía hacia Jesús para ponerse al servicio de la realeza de Dios. Los Magos tienen un deseo grande de Dios, de verdad, de sentido y de felicidad; un deseo que les atrae y seduce, que los induce a dejarlo todo y a ponerse en camino. Es como si hubieran esperado siempre aquella estrella. Es como si aquel viaje hubiera estado siempre inscrito en su destino, y que ahora finalmente se cumple. Este es también el misterio de vuestra llamada, de vuestra vocación al sacerdocio ordenado. Cristo mismo, su luz, entró y ‘se coló’ un día en vuestra vida. Él os atrajo y sedujo. Habéis vivido la belleza de vuestra llamada como un ‘enamoramiento’ de Cristo. Seguro que, llenos de asombro, le habéis preguntado una y otra vez en la oración: “Señor, y ¿por qué precisamente a mí?”. Seguro que más de una vez habréis dudado si éste era vuestro camino. Pero el amor no tiene un ‘porqué’, es un don gratuito al que se responde con la entrega de sí mismo. Y es en la entrega total, en la donación gratuita donde uno se encuentra a sí mismo, donde resplandece la verdad de la propia existencia y donde se encuentra el camino de la felicidad.  

En el camino de vuestra respuesta personal y generosa a la llamada del Señor, no habéis estado solos. Hoy recordamos con agradecimiento a todos cuantos Dios ha ido poniendo, como pequeñas estrellas, en el camino de vuestra historia personal y os han ayudado a escuchar, discernir, acoger y madurar la llamada del Señor; una llamada que hoy se hace firme con la llamada de la Iglesia. Esta tarde recordamos especialmente a vuestros padres y familias, a los sacerdotes de vuestras parroquias, a vuestros formadores y compañeros de Seminario, a vuestras comunidades y a vuestros amigos.

3. Por la oración consacratoria y la imposición de mis manos vais a quedar constituidos diáconos para siempre. Configurados con Cristo Siervo os pondréis como los Magos al servicio de la realeza de Dios, para que el amor de Dios llegue a todos, pues a todos está destinado ser “coherederos, miembros de mismo cuerpo, y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio” (Ef 3, 6).

Al llegar a Belén, los Magos “entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra” (Mt 2, 11). Los Magos se encuentran con Jesús, se postran, lo adoran y le ofrecen oro, incienso y mirra; con el oro lo reconocen como Rey, con el incienso adoran como Dios y con la mirra anuncian que este niño morirá por amor a los hombres. De modo semejante vosotros hoy vais a ofrecer a este Niño-Dios el oro de vuestra libertad, el incienso de vuestra oración fervorosa, la mirra de vuestro afecto más profundo (Juan Pablo II). Una ofrenda que se hace compromiso de por vida.

La ofrenda de vuestro afecto es el compromiso del celibato por el Reino de los Cielos para mejor servir a Dios y a los hombres. Es conocida la dificultad, también de muchos cristianos, para entender hoy el celibato. Tampoco se nos oculta la dificultad de vivirlo en un contexto pan-sensualizado, en el que el deseo y el placer, parecen tener valor en sí mismos. Frente a quienes ponen en duda la posibilidad de vivirlo podemos afirmar, que quien hace de su vida una entrega total al servicio generoso de Dios y los hermanos lo puede vivir, y hacerlo con alegría. El celibato es un don recibido de Dios, antes que un don hecho a Dios; y como don de Dios lo viviremos tanto mejor, cuanto más cerca vivamos de Dios, origen de todo don. Si Dios es amor, cuanto más amamos, más le pertenecemos y más nos hace propiedad suya.

En la ofrenda de vuestra libertad vais a prometer también obediencia a Dios, a mí y a mis sucesores. De los tres consejos evangélicos, éste quizá sea el más difícil. Dar muerte al propio yo, cuesta bastante más que la pobreza y la castidad en el celibato, porque la obediencia no sólo exige sacrificio; exige dar muerte a nuestro ‘ego’. Pero, si la ordenación diaconal os configura con Cristo ‘siervo’, Él es quien tiene que vivir en vosotros, siempre atentos como Él a la voluntad del Padre. Con Pablo deberéis poder decir: “Vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mi” (Gal 2, 20). La obediencia exige una gran dosis de humildad, de disponibilidad permanente para salir de nosotros mismos, de nuestras comodidades y de nuestro modo de pensar, para acoger la llamada y la voluntad de Dios en su Iglesia. Y exige también una gran dosis de vida espiritual.

Por la ofrenda de vuestra oración fervorosa os comprometéis a celebrar diariamente la Liturgia de las Horas, que es oración de la Iglesia por toda la humanidad. Nunca toméis este compromiso como un fardo pesado, sino como un modo estupendo de acercar a Dios a los hombres y a los hombres a Dios. Como hombre de Dios, el diácono y el sacerdote han de tener un corazón según el corazón de Cristo, un corazón donde todos tengan cabida. En nombre de todos nuestros hermanos, hemos de dirigirnos a Dios para alabarle, suplicarle, y pedirle perdón, fuerza, alivio y paz para cuantos carecen de ella.

4. La ordenación diaconal os capacita y os llama a ejercer una triple diaconía: la de la Palabra, la de la Eucaristía y la de la caridad hacia los pobres y necesitados, para los habéis de tener una especial predilección. 

El servicio a la Palabra lo ejerceréis en la proclamación del Evangelio y en la ayuda al Sacerdote en la explicación de la Palabra de Dios. “Convierte en fe viva los que lees y lo que has hecho fe viva enséñalo y cumple aquello que has enseñado”, os diré al entregaros el Evangeliario. Sed con vuestra palabra y con vuestra vida heraldos del Primer Anuncio o del Kerigma, profetas de un mundo nuevo, portadores del mensaje del amor de Dios por cada persona que arroja luz sobre sentido de la vida, del mundo y de la historia.

Como servidores de la Eucaristía seréis los primeros colaboradores del Obispo y del Sacerdote en la celebración de la Eucaristía; considerad siempre como un honor y vivid con profundo gozo y sentido de adoración el ser servidores del ‘misterio de la fe’ y del ‘sacramento del amor’ para alimento de fieles. Podréis también administrar solemnemente el bautismo, reservar y repartir la Eucaristía, asistir al matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el Viático a los moribundos, administrar los sacramentales y presidir el rito de los funerales y de la sepultura.

A vosotros se os confía, de modo particular, el ministerio de la caridad. La comunión con Cristo en la Eucaristía, de que sois servidores, os ha de llevar a la comunión con los hermanos, con el Obispo y con la Iglesia. La atención a los hermanos en sus necesidades, penas y sufrimientos serán vuestros signos distintivos como diáconos del Señor. Sed compasivos, caritativos, solidarios, acogedores y benignos con todos ellos.

5. Tomados de entre los hombres vais a ser consagrados a Dios para el servicio de los hombres. La consagración que hoy recibís para siempre, debéis renovarla cada día. Dada nuestra fragilidad hemos de convertirnos día a día; cada día hemos de renovar el don del Espíritu mediante la entrega, la fidelidad y el amor verdadero en el servicio generoso. A partir de hoy ya no os pertenecéis a vosotros mismos: pertenecéis al Señor, a su Iglesia y, en ellos, a los demás. Dentro de pocos momentos suplicaré al Señor para que derrame el Espíritu Santo sobre vosotros, con el fin de que os “fortalezca con los siete dones de su gracia y cumpláis fielmente la obra del ministerio”.

¡Que Maria, la Virgen de la Cueva Santa, la sierva del Señor, interceda por vosotros para que recibáis una nueva efusión del Espíritu Santo y la mantengáis siempre con la frescura de este día”. Amén.

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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La Hoja del 17 de diciembre

16 de diciembre de 2023/0 Comentarios/en Cáritas Diocesana, Curso Pastoral 2023-24, De Infancia y Juventud, Delegación para el clero, La Hoja, Noticias, Pastoral Penitenciaria/por obsegorbecastellon

En La Hoja del 17 de diciembre:

  • El Primer Anuncio desde el Ministerio Ordenado. Nuevos diáconos para la Diócesis.
  • Carta del Obispo, D. Casimiro: “Prepararse para la Navidad”.
  • Acción de gracias por el 40º aniversario de la Iglesia de San Bartolomé de Borriol.
  • Abierta la inscripción de la misión para jóvenes «Voluntariado Etiopía ’24».
  • Cáritas Diocesana apela al compromiso y la solidaridad en su campaña de Navidad.
  • La Diócesis se rinde ante la Inmaculada Concepción como guía, refugio y protección.
  • Entrevista a Ruth Salvador, voluntaria de la Pastoral Penitenciaria.
  • El Papa de cerca: «Voz de la Palabra».

Puedes leer La Hoja del 17 de diciembre AQUÍ

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Homilía en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María Virgen y ordenación de diáconos permanentes

10 de diciembre de 2023/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Comisión Diaconado Permanente, Delegación para el clero, Homilías, Homilías 2023/por obsegorbecastellon

S.I. Catedral-Basílica de Segorbe, 8 de diciembre de 2023

(Gn 3. 9-15.20; Sal 97; Ef 1, 3-6.11.12; Lc 1, 26-28)

Hermanas y hermanos, amados todos en el Señor

1. Os saludo con afecto a cuantos habéis acudido a nuestra S. Iglesia Catedral en Segorbe para celebrar la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María y para acompañar a nuestros hermanos, Paco Rubio, Vicente Meneu y Abraham, en el día de su ordenación de diáconos permanentes. Hoy es un día de intenso gozo espiritual. Hoy contemplamos el amor pleno de Dios y su grandeza de Dios en la Virgen María, la más humilde y a la vez la más grande de todas las criaturas. Al gozo por esta Solemnidad se une nuestra alegría y nuestra acción de gracias a Dios por vuestra ordenación, queridos hijos. Con el salmista cantemos “al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas” (Sal 97) en la Virgen María y porque es grande con vosotros al concederos la gracia del orden del diaconado.

María, concebida sin mancha de pecado original

2. Fijémonos primero en María, en el misterio de su Inmaculada Concepción. En ella resplandece la eterna bondad del Creador; en su plan de salvación, la escogió para ser madre de su Hijo unigénito y, en previsión de la muerte de él, la preservó de toda mancha de pecado (cf. Oración colecta). María no sólo no cometió pecado personal alguno, sino que fue preservada incluso de la herencia común del género humano que es la culpa original, para la misión a la que Dios la había destinado desde la eternidad :la de ser la Madre del Redentor.

Todo esto está contenido en el dogma de fe de la “Inmaculada Concepción”. El fundamento bíblico de esta verdad cristiana se encuentra en las palabras de saludo del ángel a la joven de Nazaret: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28). “Llena de gracia” es el nombre más hermoso de María, el nombre que Dios mismo le dio para indicar que desde siempre y para siempre es la amada, la elegida, la escogida para acoger el don más precioso, Jesús, “el amor encarnado de Dios”.

María, elegida por su humildad

3. La razón por la que Dios escogió a María para ser la Madre de su Hijo según la carne, es algo que pertenece a su designio insondable. Sin embargo, el Evangelio indica que, ante todo, fue la humildad de la Virgen. Lo dice María misma en el Magníficat: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, (…) porque ha mirado la humillación de su esclava” (Lc 1,46.48). Sí. Dios quedó prendado de la humildad de María, que halló gracia a sus ojos (cf. Lc 1, 30).

Humildad es vivir en la verdad, nos dice Santa Teresa de Jesús. La Virgen vive desde la verdad de su persona, que es la de toda persona humana y de todo diácono. Y esta verdad sólo la descubre en Dios y en su amor. María sabe que ella es nada sin el amor de Dios, que la vida humana sin Dios sólo produce vacío. Ella sabe que el fundamento de su ser y de su misión no está en sí misma, sino en Dios, que ella está hecha para acoger el amor de Dios y para darse por amor a Dios y a los hermanos. Es la santidad. Por ello vivirá siempre en Dios, desde Dios y para Dios. María, aceptando su pequeñez ante Dios, dejando que Dios sea grande, se llena de Dios y queda engrandecida. Dichosa por haber creído, María nos muestra que la fe confiada en Dios es nuestra dicha y nuestra victoria, porque “todo es posible al que cree” (Mc 9, 23).

María, imagen y modelo de los diáconos

4. Por su fe y por su santidad, la Virgen Maria es imagen y modelo de la Iglesia y de los diáconos. Como ella, sois elegidos para recibir la bendición del Señor y llevarla a toda la familia humana. Esta ‘bendición’ es Jesucristo. Él es la fuente de la gracia, de la que María quedó llena desde el primer instante de su existencia. Acogió con fe a Jesús y con perfecto amor lo dio al mundo, siendo la esclava del Señor, la sierva de su Hijo, la servidora de la Iglesia y de la humanidad. Esta es también la vocación y la misión de nuestra Iglesia y todo lo bautizado: acoger a Cristo Vivo en nuestra vida y anunciarlo a todos para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.

Esta es también vuestra vocación como diáconos. Las palabras del ángel a María, “llena de gracia”, valen también para vosotros. Salvando las distancias, la gracia de Dios con María, lo que ocurrió en ella se va a realizar en también en vosotros. Como ella fuisteis elegidos y llamados por Dios; no por vuestros méritos, sino por puro amor y gracia de Dios. Como ella, Él os ha ayudado a superar vuestros miedos respondiendo a vuestras preguntas; como ella, habéis creído, esperado y amado a Dios y su Hijo, Jesucristo. Y hoy le decís: “He aquí el siervo  del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Y, como a ella, mediante la imposición de mis manos y la oración consagratoria, el Señor va a enviar sobre vosotros su Espíritu Santo, que en vuestro caso os va a consagrar Diáconos, siervos de Dios, de su Jesucristo, de la Iglesia y de los hermanos. ¡Sed “santos e intachables ante él por el amor” (Ef 14), hecho servicio¡

Signos del Cristo, Siervo, en el servicio de la Palabra, la Liturgia y la Caridad

5. Al ser ordenados de diáconos participaréis de los dones y del ministerio que los Apóstoles recibieron del Resucitado para ser en la Iglesia y en el mundo signos e instrumentos de Cristo, Siervo, que no vino “para ser servido sino para servir”. El Señor imprimirá en vosotros una marca profunda e imborrable, que os hará para siempre conformes con Cristo Siervo. Hasta el último momento de vuestra vida seréis siempre por la ordenación y habréis de ser siempre con vuestra palabra y con vuestra vida signo de Cristo Siervo, obediente hasta la muerte y muerte de Cruz para la salvación de todos.

¡Que como María, vuestro mayor y único deseo sea servir a Dios en los hermanos! Al ser ordenados diáconos sois llamados, consagrados y enviados para ejercitar un triple servicio, una triple diaconía: la de la Palabra, la de la Eucaristía y la de la Caridad. Fortalecidos con el don del Espíritu Santo, ayudaréis al Obispo y a su presbiterio en el anuncio de la Palabra, en el servicio del altar y sobre todo en el ministerio de la caridad, mostrándoos servidores de todos.

Recordad siempre que no sois dueños, sino servidores de la Palabra de Dios; no es vuestra palabra, sino la de Dios, la que habéis de predicar y enseñar. Y, en último término, la Palabra de Dios, el Verbo de Dios, es su Hijo, Jesucristo. Cristo Jesús, muerto y resucitado, para la vida del mundo, será también el centro de vuestra predicación y enseñanza, para que todos los que crean en él, reciban, por su nombre, el perdón de sus pecados (cf. Hech 10, 42-43). Cristo Vivo es quien ha de llegar a los demás por medio de vuestros labios y de vuestra vida.   

Más tarde os entregaré a cada uno el Evangelio con estas palabras: “Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero: convierte en fe viva lo que lees y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado”. Os habéis de poner en camino, “en salida”, dóciles a la moción del Espíritu, para anunciar a todos –niños, adolescentes, jóvenes y mayores- el Evangelio de Jesús, y acompañarles hasta el encuentro personal con el mismo Señor, que transforma y salva. Una de las tareas más urgentes de nuestra Iglesia y el mejor servicio que podéis prestar hoy es el Primer anuncio, para llevar a los hombres y mujeres al encuentro o reencuentro con Cristo Vivo, que llena el corazón de alegría y de esperanza. Para ello acoged vosotros mismos con fe viva el Evangelio. El diácono ha de leer y estudiar, escuchar y contemplar, asimilar y hacer vida la Palabra de Dios; es decir, dejarse transformar y conducir por la Palabra de Dios.

Como servidores en la Liturgia, y en especial en la celebración de la Eucaristía, ayudad a nuestros fieles a creer en el misterio de la Eucaristía; ayudadles a participar en ella asiduamente, y que lo hagan debidamente preparados y limpios de todo pecado de una forma activa, plena y fructuosa para que su vida sea una existencia eucarística. Se os entregará el Cuerpo del Señor para repartirlo a los fieles, y para llevarlo a los enfermos. Tratad siempre los santos misterios con íntima adoración, con recogimiento exterior y con delicadeza espiritual. No descuidéis la devoción eucarística y la adoración del Señor, presente en la Eucaristía.

Como diáconos se os confía, finalmente y de modo particular, el servicio de la Caridad, como a los primeros diáconos. El servicio a la Eucaristía os ha de llevar necesariamente al servicio de la Caridad. No reduzcáis vuestra diaconía al servicio del altar. A vosotros se os pide que atendáis las necesidades de los demás, especialmente de los más pobres y vulnerables: tened en cuenta las penas y sufrimientos de los hermanos, sed capaces de entregaros buscando su bien: estos son los signos distintivos del diácono del Señor. 

El Señor nos dio ejemplo para que lo que Él hizo también lo hagáis vosotros. En vuestra condición de diáconos, es decir, de siervos de Jesucristo, que se mostró servidor de los discípulos, servid con amor y alegría a Dios en el servicio a los hombres. Sed cercanos, compasivos y misericordiosos, acogedores y comprensivos con los demás; amadles como Cristo mismo les ama, dedicadles vuestro tiempo y vuestras energías. El diácono, colaborador del Obispo y de los presbíteros, debe ser juntamente con ellos, la viva y operante expresión de la caridad de Cristo y de la Iglesia.

Exhortación final

6. Contemplemos hoy a María, la Inmaculada, en toda su hermosura y santidad. Pidamos a la Virgen, que se avive hoy en vosotros el deseo de la santidad y amistad con Dios, el deseo de ser siervos de Dios, de su Palabra, de su Hijo en el servicio a la Iglesia y a los hermanos ¡Que de manos de María sepáis acoger en nuestras vidas al Dios que os ama, hasta el extremo en Cristo Jesús, hoy y todos los días de vuestra vida!  Amén.

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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El Obispo ordena a tres diáconos permanentes y les recuerda que «no sois dueños de la Palabra sino servidores de ella»

9 de diciembre de 2023/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Comisión Diaconado Permanente, Delegación para el clero/por obsegorbecastellon

La Santa Iglesia Catedral de Segorbe acogió el pasado 8 de diciembre y en el contexto de la celebración de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, la Ordenación Diaconal para tres candidatos al diaconado permanente: Vicente Meneu Buchón, Francisco Rubio Jiménez y Abraham Saera Gallén. El Obispo de la Diócesis, D, Casimiro López Llorente presidió la eucaristía y celebró el rito de la Ordenación en un templo catedralicio abarrotado de fieles y cuya nota musical corrió a cargo de la Capilla Musical de la Catedral de Segorbe, dirigida por D. David Montolío. La coral interpretó la misa: «Es grande el amor del Señor».

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Familiares y amigos arroparon a los tres candidatos, en una celebración muy entrañable. Durante su homilía el Obispo destacó que tras un «tiempo de discernimiento, preparación y formación ha llegado el momento de que recibáis debidamente el orden del diaconado». Y recordó en plena Solemnidad de la Inmaculada Concepción que «hoy es un día de intenso gozo espiritual para todos. Hoy contemplamos el amor de Dios y su grandeza en la Virgen María, la más humilde y a la vez la más grande de todas las criaturas».

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D. Casimiro recordó las palabras del salmista «cantamos al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas. Ha sido en la Virgen María que también las ha hecho en vosotros. Ha estado grande con vosotros al concederos la Gracia del diaconado». El Obispo enfatizó la idea que «en María resplandece la bondad del Creador. María fue preservada de la herencia común del pecado original. María sabe que la vida humana sin Dios sólo produce vacío. María nos muestra la fe confiada en Dios, porque todo es posible para el que cree».

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Y les recordó a los diáconos su misión: «como ella -queridos diáconos- sois elegidos para bendecir. Fuisteis elegidos y llamados por Dios no por vuestros méritos sino por puro amor. Como ella estáis invitados a superar vuestros miedos. Hoy vais a decir como ella: He aquí el Siervo del Señor, hágase en mí según tu palabra».

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Y concluyó su homilía animándoles para que sean como María «santos e intachables ante Dios por el amor», participando en los dones de los Apóstoles para ser en la Iglesia y en el mundo instrumentos de Cristo. «Ayudaréis al Obispo y a su presbiterio en el anuncio de la Palabra, en el servicio al altar y en el ministerio de la caridad. No sois dueños de la Palabra sino servidores de ella», señaló.

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Convocatoria de Órdenes al Diaconado Permanente

25 de octubre de 2023/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Comisión Diaconado Permanente, Decretos, Decretos 2023, Pastoral Vocacional/por obsegorbecastellon

CASIMIRO LÓPEZ LLORENTE,

POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SANTA SEDE APOSTÓLICA,

OBISPO DE SEGORBE-CASTELLÓN

Por el presente y a tenor de la normativa eclesial anuncio que, D.m., el próximo 8 de diciembre de 2023, a las 19:00 horas, deseo administrar en la S. I. Catedral-Basílica de Segorbe el sagrado Orden del Diaconado Permanente a aquellos candidatos, que reúnan las condiciones establecidas en la normativa de la Iglesia, hayan cursado y superado satisfactoriamente los estudios eclesiásticos establecidos, se hayan preparado humana, comunitaria, espiritual y pastoralmente bajo la orientación de sus formadores y la autoridad del Obispo, y deseen libremente recibirlo.

Los aspirantes deberán dirigir al Sr. Rector del Seminario Diocesano Mater Dei, la correspondiente solicitud escrita, acompañada de la documentación establecida en cada caso, de conformidad con los cánones 1050 y 1051 del CIC, a fin de comenzar las consultas y, una vez realizadas las proclamas en las parroquias de origen y domicilio actual, otorgar, si procede, la autorización necesaria para que puedan recibir el sagrado Orden del Diaconado.

El Sr. Rector me presentará con la debida antelación a la citada fecha los informes recabados, y, una vez concluido el proceso informativo, trasladará a nuestra Cancillería toda la documentación correspondiente a los efectos pertinentes.

Publíquese este Decreto en el Boletín Oficial de este Obispado y envíese copia al Sr. Rector para su público conocimiento.

Dado en Castellón de la Plana, a veinte de octubre del año del Señor de dos mil veintitrés.

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

Por mandato de S. Excia. Rvdma.

Doy fe

Ángel E. Cumbicos Ortega

Canciller-Secretario General

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Homilía en la Ordenación de Diácono de Fray César de Nazareth Blanco Hernández

30 de octubre de 2022/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Homilías, Homilías 2022/por obsegorbecastellon

O. de la Merced

Iglesia parroquial de San José Obrero de Castellón, 29 de octubre de 2022

(Sab  9, 1-18;  Sal 83, 3-12; Stg 3, 13-18; Mt 25, 31-40)

Hermanas y hermanos muy amados todos en el Señor, querido César.

1. “Nada nos separará del amor de Dios” (cf. Rom 8, 35-39). Así hemos cantado en la aclamación al salmo. Hoy damos, ante todo, gracias a Dios la vocación al sacerdocio en la Orden de la Merced y por la ordenación diaconal de nuestro hermano César. Porque tu vocación al sacerdocio, que se verifica hoy por la llamada de la Iglesia, y tu ordenación son un don del amor de Dios, que nunca nos abandona. “Nos me habéis elegido vosotros a mi; soy yo quien os elegido a vosotros”, nos dice Jesús (Jn 15.16). Dios puso un día en tu corazón la semilla de tu vocación: una llamada que descubriste gracias a las convivencias vocacionales en el Seminario Mercedario “San Pedro Nolasco” de Palmira (Venezuela) en 2011, y gracias al acompañamiento de la comunidad de Padres Mercedarios de San Juan de los Morros, y, en especial de Fr. Eduardo Pérez, que, como acólito, te enseñó a servir en la Eucaristía. Fue tu experiencia al participar por primera vez en una ordenación sacerdotal (de Fr. Juan Duque) lo que te decidió a ingresar en el Seminario en 2012, con tan solo dieciséis años. 

Dios, que te dio la vocación, ha ido cuidando también de ti y te ha ido enriqueciendo con sus dones a lo largo de estos años de discernimiento y maduración de la llamada: los años de filosofía, de noviciado, de estudiantado y de teología hasta tu Profesión de Votos solemnes, en abril de este año. Gracias damos a Dios por tu vocación, por tu corazón disponible, generoso y agradecido; gracias le damos por tu fe confiada en el Señor, que te ha ayudado a superar miedos y temores; gracias a Dios damos por tu familia sencilla, pero trabajadora, que ha apoyado tu vocación y no ha obstaculizado tu respuesta; gracias le damos por la ayuda que en el camino de maduración de tu vocación te han prestado las comunidades mercedarias, los amigos y los compañeros y, sobre todo, tus formadores: gracias a todo ello te has convertido en tierra buena donde la semilla va dando sus frutos. Uno de esos frutos es tu ordenación diaconal. 

Por todo ello, nuestra celebración es un motivo de alegría y de esperanza para la Orden de la Merced y para la Iglesia universal. Hoy nos consuela ver que, no obstante la penuria vocacional que padecemos, Dios sigue llamando; pese a las circunstancias adversas, hay todavía tierra buena donde la semilla de la vocación al sacerdocio es acogida, madura y va dando sus frutos.

2. Mediante la imposición de mis manos y la oración consagratoria, el Señor va a derramar sobre ti el Espíritu Santo y te va a consagrar diácono para siempre. Al ser ordenado de diácono participarás de los dones y del ministerio que los Apóstoles recibieron del Señor Resucitado y serás en la Iglesia y en el mundo signo e instrumento de Cristo, Siervo, que vino no “para ser servido sino para servir”. El Señor imprimirá en ti una marca profunda e imborrable, que te conformará para siempre con Cristo Siervo. Él espera que seas en todo momento con tu palabra y con tu forma de vida signo de Cristo Siervo, obediente a la voluntad del Padre hasta la muerte. Sé en todo momento, como Bernabé, hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, para que otros muchos se acerquen y adhieran al Señor (cf. Act 11,24).

Al ser ordenado diácono eres llamado, consagrado y enviado para llevar a cabo un triple servicio, una triple diaconía: la de la Palabra, la de la Eucaristía y la de la caridad. Fortalecido con el don del Espíritu Santo, ayudarás al Obispo y a los sacerdotes en el anuncio de la Palabra, en el servicio del Altar y en el ministerio de la caridad, mostrándote servidor de todos, especialmente de los más pobres y necesitados.

3. Es tarea del Diácono el servicio de la Palabra, la proclamación del Evangelio como también la de ayudar a los presbíteros en la explicación de la Palabra de Dios. En la ceremonia de ordenación te entregaré el Evangelio con estas palabras: «Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero: convierte en fe viva lo que lees y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado».

Como servidor de la Palabra eres a la vez destinatario y mensajero la Palabra. Para que tu enseñanza de la Palabra de Dios sea creíble, habrás de acoger con fe y hacer vida el Evangelio que anuncias. Antes de nada, el mensajero del Evangelio ha de escuchar, estudiar, comprender, contemplar, asimilar y hacer vida propia la Palabra de Dios: el buen mensajero se deja configurar, guiar y conducir por la Palabra, de modo que ésta sea la luz para su vida, transforme sus propios criterios y lo lleve a un estilo de vida según el Evangelio. Esto pide delicadeza espiritual y valentía para dejar las cosas que creemos de valor y en realidad no lo tienen. La cerrazón de corazón, el egoísmo, la envidia, la vanidad, el afán de poseer, la comodidad o la tibieza hacen infecunda la buena sementera de la Palabra de Dios.

Por la ordenación diaconal, vas a ser constituido en mensajero de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios no es nuestra palabra. En último término, la Palabra de Dios es el mismo Jesucristo quien pasará a otros por medio de tus labios y de tu vida, para que se encuentren con Él, se conviertan y adhieran a Él, se hagan discípulos misioneros suyos. Como a los Apóstoles, el Señor te envía y te dice hoy: “Id y haced discípulos a todos los pueblos” (Mt 28, 19).

La Palabra de Dios es viva y eficaz, es incisiva, inquieta la falsa paz de muchas conciencias, corta cualquier ambigüedad y cura los corazones más endurecidos. Serás mensajero de la Palabra de Dios tal como ésta nos llega en la tradición viva de la Iglesia, y no con interpretaciones personales que miren halagar los oídos o adaptarse a un mundo alejado de Dios. La Palabra de Dios pide ser proclamada y enseñada sin reduccionismos, sin miedos, sin complejos y sin fisuras ante la cultura dominante o lo políticamente correcto. No olvides nunca que la Palabra no se impone, sino que se propone. ¡Cuánto respeto, cuánta oración, cuánto sentido del temor y del amor debe anidar en el interior de aquel, que hace resonar la Palabra de Dios y que debe explicar su sentido para la vida de las personas, de la comunidad eclesial y de la misma sociedad!.

Confiados en la fuerza inherente de la Palabra de Dios no tengamos miedo de ofrecerla como el único camino que ilumina los caminos de todo hombre y lleva a la Vida plena y feliz. La Palabra de Dios es la única es capaz de derribar los ídolos y las falsedades mundanas, y de liberar al hombre de las diversas formas de esclavitud y de pecado, que truncan su verdadera dignidad y su vocación más alta. Como heraldo del Evangelio estás destinado a ser profeta de un mundo nuevo, de la nueva creación instaurada por la muerte y resurrección del Señor; eres portador de un mensaje que arroja la luz sobre los problemas claves del hombre y que no se cierra en los pobres horizontes de este mundo.

4. Como diácono serás también colaborador del Obispo y del sacerdote en la celebración de la Eucaristía, el gran “misterio de la fe”. Tendrás también el honor y el gozo de ser su servidor. Se te entregará el Cuerpo y la Sangre del Salvador para que lo reciban y se alimenten los fieles. Trata siempre los santos misterios con íntima adoración, con recogimiento exterior y con devoción de espíritu, consciente de la alta dignidad de su tarea.

Al diácono se confía de modo particular el ministerio de la caridad, que se encuentra en el origen de la institución de la diaconía. El ministerio de la caridad dimana de la Eucaristía, fuente y cima de la vida de la Iglesia. Cuando la Eucaristía es efectivamente el centro de la vida del diácono no sólo lleva a los creyentes al encuentro de la comunión con Cristo, sino que también le lleva y le da la fuerza para el encuentro en la comunión con los hermanos. Atender a los pobres y necesitados, tener en cuenta las penas y los sufrimientos de los hermanos, ser capaz de entregarse en bien del prójimo: estos son los signos distintivos del diácono, discípulo del Señor, que se alimenta con el Pan Eucarístico. El amor al prójimo no se debe solamente proclamar, sino que se debe ante todo practicar.

5. El Señor nos ha dado ejemplo de siervo y servidor. En tu condición de diácono, es decir, de servidor de Jesucristo, sirve con amor y con alegría a Cristo presente en los hermanos: en los hambrientos y sedientos, en los forasteros y desnudos, en los enfermos y en los encarcelados (cf. Mt 25, 31-40), Sé compasivo y misericordioso, acogedor y benigno; dedica a los demás, en especial a los encarcelados, tu persona, tus intereses, tu tiempo, tus fuerzas y tu vida; sé servidor de la Misericordia. El diácono debe ser la viva y operante expresión de la caridad de la Iglesia: pan para el hambriento, luz para el ciego, consuelo para el triste y apoyo para el necesitado.

Para ser fiel a este triple servicio vive día a día enraizado en lo más profundo del misterio eclesial, de la comunión de los santos y de la vida sobrenatural; vive sumergido en la plegaria de modo que tu trabajo diario esté lleno de oración. Sé fiel a la celebración de la Liturgia de las Horas; es la oración incesante de la Iglesia por el mundo entero, que te está encomendada de modo directo. Esfuérzate en fijar tu mirada y tu corazón en Dios con la oración personal diaria. La oración te ayudará a superar el ruido exterior, las prisas de la jornada y los impulsos de tu propio yo, y así a purificar tu mirada y tu corazón: la mirada para ver el mundo con los ojos de Dios y el corazón para amar a los hermanos con el corazón de Cristo. Así encontrarás en la oración el humus necesario para vivir tu promesa de disponibilidad y obediencia a Dios, a tus Superiores y así a los hermanos.

El celibato que acoges libre, responsable y conscientemente, y que prometes observar durante toda la vida por el reino de los cielos y para servicio de Dios y de los hermanos sea para ti símbolo y, al mismo tiempo, estímulo de tu servicio y fuente de fecundidad apostólica. No olvides que el celibato es un don de Cristo que tanto mejor vivimos, cuanto más centrada está nuestra vida en Él. Movido por un amor sincero a Jesucristo, tu consagración se renovará día a día. Por tu celibato te resultará más fácil consagrarte con corazón indiviso al servicio de Dios y de los hombres.

6. Queridos hermanos todos: Dentro de pocos momentos suplicaré al Señor para que derrame el Espíritu Santo sobre este hermano, con el fin de que le “fortalezca con los siete dones de su gracia y cumplan fielmente la obra del ministerio”. Unámonos todos en esta suplica. Que la Virgen María, Nuestra Señora de la Meced, sierva y esclava del Señor, interceda para que este hermano nuestros reciba una nueva efusión del Espíritu Santo. Y oremos a Dios, fuente y origen de todo don, que nos conceda semillas de nuevas vocaciones al ministerio ordenado, en la Orden de la Merced y en nuestra Iglesia diocesana. A Él se lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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La comunidad parroquial de San José Obrero celebra con alegría y júbilo la ordenación diaconal de Fray César de Nazareth

30 de octubre de 2022/0 Comentarios/en Noticias destacadas/por obsegorbecastellon

De manos de Mons. Casimiro López Llorente

Ayer tarde se celebró con gran alegría la solemne Eucaristía en la que, de manos del Obispo de la Diócesis, se ordenó diácono a Fray César de Nazaret, de la Orden religiosa de los Padres Mercedarios de Santa María de la Merced, con sede en la Parroquia de San José Obrero, en Castellón.

A la celebración se sumaron los fieles de la comunidad parroquial, así como algunos sacerdotes diocesanos, padres mercedarios y novicios de la Orden religiosa en una ceremonia que lo es de gran importancia por el significado que, en sí mismo, tiene el rito de la ordenación diaconal. De hecho, los diáconos se ordenan mediante la imposición de las manos heredada de los Apóstoles, en el caso de ayer tarde, de manos de nuestro Obispo, para desempeñar eficazmente su ministerio por la gracia sacramental.

La ordenación, para la que se ha preparó con oración la comunidad parroquial de San José Obrero, se celebró durante la celebración de la Misa, tras la liturgia de la Palabra y previa a la liturgia Eucarística, en la que ya pudo participar el ordenado cumpliendo así con una de sus funciones como diácono.

Así lo expuso D. Casimiro durante una homilía que se caracterizó por el cariño fraterno que, como pastor de la Iglesia diocesana, manifestó el Obispo hacia el joven mercedario. Unas palabras en las que recordó el Salmo que se había entonado minutos antes y que hicieron tener muy presente a los fieles que «nada nos separará del amor de Dios».

Por ello nuestro Obispo mostró un profundo agradecimiento a Dios por la familia del joven, «que supo acoger tu vocación para dar una respuesta afirmativa a la llamada del Señor». Un agradecimiento que se hizo extensivo «por la ayuda que en el camino de maduración de la vocación» le han prestado al joven «las comunidades mercedarias, así como los compañeros y los formadores que a lo largo de los años previos el Señor ha puesto en tu camino y que te han convertido en tierra buena donde la semilla ha dado sus frutos».

D. Casimiro no ocultó que la celebración era «motivo de alegría y esperanza para la Orden de la Merced y también para la Iglesia», pues sirve de consuelo «a pesar de la penuria vocacional que padecemos en este contexto que es adverso a la vocación cristiana, a la sacerdotal, a la vida consagrada, incluso al matrimonio y a la familia cristiana». Y es que con la ordenación de ayer «vemos cómo Dios sigue llamando y, pese a las circunstancias adversas, hay todavía tierra buena donde la semilla de la vocación es acogida, va madurando y dando sus frutos».

Así exhortó a los jóvenes, cuya presencia fue muy notoria en la celebración, «a acoger la vocación que les llama a vivir el amor que Dios nos tiene y a vivirlo a través del amor fraterno que se vive en comunidad, o través del amor conyugal que se vive en el matrimonio».

D.Casimiro expuso también durante la homilía, el importante significado del Rito de la Ordenación que a continuación se iba a celebrar resaltando cómo, a través de la imposición de las manos y de la unción consagratoria «el Señor derramará sobre ti el Espíritu Santo y participarás para siempre de los dones del Ministerio que los apóstoles recibieron del resucitado siendo, en la Iglesia y en el mundo, signo del Señor resucitado que vino al mundo no a ser servido, sino a servir».

En este sentido aseguró que el diaconado «imprime un carácter de servicio al Señor y a su Iglesia para que, con el ejemplo de tu vida, seas siervo de Él, hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe para que otros muchos al verte se acerquen al Señor y se adhieran a Él por la fe».

Durante la predicación D. Casimiro subrayó cómo, al ser ordenado diácono, el joven es «consagrado y enviado para ejercer el triple servicio de la palabra, la liturgia y la caridad», y así, fortalecido con el don del Espíritu Santo ayudar al Obispo y a los sacerdotes » en el anuncio de la Palabra, en el servicio del Altar, y en el ministerio de la caridad, mostrándote en todo momento servidor de todos y, en especial, de los más pobres y necesitados».

Como servidor de la Palabra, al recibir el Evangelio de Cristo «serás destinatario y mensajero de la misma para hacerla viva». Para ello D. Casimiro le exhortó a tener delicadeza espiritual y «la misma humildad que se nos recuerda en la Carta de Santiago, con valentía y dejando de lado la vanidad, la envidia, el egoísmo, la comodidad y el afán de poseer». Ser mensajero de la Palabra, «que no es nuestra palabra sino la suya», incidió el Obispo, «una palabra viva y eficaz, incisiva y capaz de dar paz a las conciencias, cortar la ambigüedad y sanar los corazones endurecidos», y, recordando al Papa Francisco, en ese servicio «no imponer la fe, sino proponerla».

Como servidor de la liturgia, a través de la celebración Eucarística, «te conviertes en colaborador y servidor del Señor llevando con honor y gozo a los fieles el alimento de Cristo». De esta forma, le ha exhortado a «tratar los santos misterios en íntima adoración, con recogimiento exterior y devoción de espíritu, consciente de la alta dignidad de tu tarea».

También se refirió al ministerio de la caridad, que se encuentra en el «origen de la institución de la diaconía y mana de la misma Eucaristía que es fuente de la vida y misión de la Iglesia y, por tanto, de comunión de los fieles con Cristo, y de comunión con los hermanos». Otro de los signos distintivos del diaconado, dijo D. Casimiro, «es atender a los pobres y necesitados, teniendo en cuenta las penas y sufrimientos de los hermanos siendo capaz de entregarse en bien del prójimo, porque el amor al prójimo no se debe solo proclamar, sino, ante todo, practicar con el ejemplo».

En este triple servicio, el Obispo recordó el pasaje evangélico de San Mateo (25, 35-39) que es en sí mismo referente del carisma de la obra mercedaria para que, en su condición de siervo lo haga «unido a Cristo, fiel a la liturgia de las horas, recogido en oración fijando la mirada en Dios». Para concluir, D. Casimiro, elevó oración de intercesión «a la Virgen María, Nuestra Señora de la Merced, para que siendo sierva y esclava del Señor, interceda para que recibas la efusión del espíritu Santo y la mantenga viva a lo largo de tu vida».

Fray César de Nazareth tuvo la primera llamada en unas convivencias vocacionales celebradas en 2011 en las que participó en el seminario mercedaria San Pedro de Nolasco, en Venezuela. El discernimiento de esa llamada lo hizo en acompañamiento de los padres mercedarios de San Juan. Ya en 2012, con 16 años ingresó en el seminario y como resaltó ayer nuestro Obispo, Dios fue cuidando de él a lo largo de estos años de maduración de la vocación a través de los estudios de filosofía, durante el noviciado y el estudiantado hasta que, en abril de 2022, profesó los votos en Castellón.

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La Hoja del 23 de mayo

22 de mayo de 2021/0 Comentarios/en Noticias, Delegación para los Laicos, La Hoja, Redemptoris Mater/por obsegorbecastellon

En La Hoja del 23 de mayo:

  • Pentecostés, «El soplo del Espíritu Santo que mantiene viva la Iglesia»
  • Carta del Obispo, D. Casimiro: «Caminar y discernir juntos para la misión»
  • «Toda vuestra vida será, desde hoy, servicio», dijo D. Casimiro a los tres seminaristas del Redemptoris Mater ordenados diáconos.
  • Entrevista a Mons. Antoni Vadell Ferrer: «La vocación laical es la vocación por excelencia del anuncio del Evangelio en medio del mundo».
  • El Papa de cerca: «El Espíritu Santo es la unidad que reúne a la diversidad».
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Castellón ha vivido un fin de semana repleto de fervor y tradición en honor a su patrona, la Mare de Déu del Lledó, con motivo de su fiesta principal. Los actos litúrgicos y festivos han contado con una alta participación de fieles, entidades sociales, culturales y representantes institucionales de la ciudad, en un ambiente marcado por la devoción mariana y la alegría pascual.
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📄✍️ Hoy se celebra la 58º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. «#InteligenciaArtificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana» es el tema que propone @Pontifex_es 💻❤️

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💐🙏 El Obispo nos exhorta, en su carta semanal, a contemplar a la Virgen e imitarla en su fe, esperanza y caridad, porque ella dirige siempre nuestra mirada hacia Jesús; y nos ofrece y nos lleva a Cristo ✝️

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✝️Ha fallecido el Rvdo. D. Miguel Antolí Guarch, a los 91 años.🕯️La Misa exequial será mañana, jueves 15 de mayo, a las 11:00 h en la Concatedral de Santa María (Castellón), presidida por nuestro Obispo D. Casimiro.🙏 Que descanse en la paz de Cristo. ... Ver másVer menos

Fallece el Rvdo. D. Miguel Antolí Guarch - Obispado Segorbe-Castellón

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El Reverendo D. Miguel Antolí Guarch falleció esta pasada noche a los 91 años, tras una vida marcada por su profundo amor a Dios, su vocación sacerdotal y su
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