¡Es Pascua de Resurrección!
Queridos diocesanos:
Durante la cuaresma hemos peregrinado hacia la Pascua. La semana santa es su última etapa y el Triduo Pascual su meta, en que celebramos la pasión, muerte y resurrección del Señor. Las tres son inseparables. El Jesús, que padeció y murió, ha resucitado y vive para siempre. Todo ha sucedido por nosotros, por nuestra salvación.
Para muchos cristianos, la Pascua ya apenas tiene significado alguno. Otros se quedan en las procesiones de Semana Santa, o sólo llegan hasta la pasión y muerte en el Viernes Santo. Se olvidan de la parte final, la Resurrección.
Pascua significa el paso del Señor por la muerte a la vida resucitada. Sin resurrección, la pasión y la muerte habrían quedado incompletas; serían la expresión de un fracaso. Pero Cristo ha resucitado. No se trata de una vuelta a la vida para volver a morir, sino del paso a nueva forma de vida, gloriosa y eterna. Tampoco es una ‘historia piadosa’, fruto de la fantasía de unas mujeres crédulas o de la profunda frustración de sus discípulos. La Resurrección de Jesús es un acontecimiento histórico y real, que sucede una vez y para siempre. El que murió bajo Poncio Pilato, éste y no otro, es el Señor resucitado de entre los muertos. Jesucristo vive ya glorioso y para siempre.
La resurrección es la muestra de que el Padre Dios acoge la entrega total del Hijo por amor en la Cruz: el mundo queda reconciliado con Dios y la muerte ha quedado vencida para siempre. En la muerte y resurrección del Señor, la humanidad ha quedado liberada de las garras del pecado y de la muerte, y entra a tomar parte en la vida misma de Dios. La resurrección constituye la novedad absoluta y lo inesperado para los apóstoles.
Los cristianos creemos que Jesús, el Hijo de Dios, ha muerto y ha resucitado para la vida del mundo. Para que nuestra alegría pascual sea completa, hemos de morir a nuestro pecado y dejarnos reconciliar por Dios; sólo así podremos resucitar también con Él a una nueva vida, ya ahora. Es la vida de comunión con Dios y con los demás que lleva a promover la vida y la dignidad de todo ser humano, al compromiso por una civilización del amor y a vivir con esperanza. Dejemos que el Resucitado entre en nuestra vida y la transforme. ¡Feliz Pascua para todos!
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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