Fiesta de San Pascual Baylón
Patrono de la Diócesis y de la Ciudad de Villarreal
Basílica de San Pascual, Villarreal – 17.05.2011
(Ecco 2, 7-13; Sal 33: 1 Cor 1, 26-31; Mt 11, 25-30)
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Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Como cada diecisiet a mayo, el Señor nos convoca en torno a mesa de su Altar y de su Palabra para honrar y venerar a San Pascual, Patrono de esta Ciudad de Villarreal y Patrono también de nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón. Hoy damos gracias a Dios una vez más por nuestro Santo Patrono, que desde su sencillez, desde su humildad y desde su amor, ha difundido por el mundo entero la devoción al Santísimo Sacramento del Altar. Sed bienvenidos todos cuantos os habéis unido a esta celebración de la Eucarística, en la que actualizamos el misterio pascual, la muerte y resurrección del Señor. Saludo de corazón también a cuantos estáis unidos a nuestra celebración desde vuestros hogares a través de la radio o de la televisión.
Los Santos, hermanos, no pertenecen sin más al pasado; no son mera historia y cultura, pertenecientes a una tradición del pasado. Los Santos están siempre de actualidad. Sus biografías reflejan modelos permanentes de vida para todos los bautizados; ellos conformaron su vida según el Evangelio en el seguimiento fiel y radical de Cristo; los santos fueron testigos cercanos y concretos de Jesucristo y de su Evangelio para el hombre de su tiempo y para el hombre de todos los tiempos. Los santos nos muestran que es posible vivir la vocación cristiana al amor perfecto, a la santidad. Son extraordinariamente humanos, precisamente porque surgen de la búsqueda de Dios y del seguimiento de Cristo. A través de ellos, el Señor Resucitado, muestra en el corazón de la Iglesia y en medio del mundo, la extraordinaria fuerza de la Vida Nueva, que brota de la resurrección del Señor; una Vida Nueva que es capaz de renovar y transformar todo: la existencia de cada persona, la misma realidad de la sociedad, de los pueblos y naciones e, incluso, de toda la Creación.
Los santos son las grandes figuras de los períodos más renovadores de su época y de su entorno social y cultural. Su forma de ser, de estar y de actuar en el mundo no suele ser espectacular sino que, con frecuencia, pasa desapercibida. Rehúyen los halagos y los aplausos. Son humildes y sencillos. Su alimento es la oración, la escucha de Dios y de su Palabra, la unión y la amistad con Cristo. En la entrega sencilla de sus vidas a Dios y a los hermanos cifran todos sus ideales personales.
San Pascual Bailón, nuestro Patrono, es uno de estos Santos. El permanece siempre actual en nuestra historia, en la historia de Villarreal y en la de nuestra Iglesia diocesana. Al celebrar un año más la Fiesta de Pascual vienen a nuestra memoria su vida sencilla de pastor y hermano lego.
Pero vienen también y sobre todo a nuestro recuerdo sus virtudes de humildad y de confianza en Dios. El mundo valora los títulos, los honores, las carreras, el dinero, el prestigio. Pascual nos muestra que se puede llegar a ser grande –y más grande no puede ser una persona que cuando llega a santo, a la perfección del amor- siendo humilde, naciendo de una familia humilde y en un pueblo sencillo, dedicándose a la tarea humilde de pastor de unos rebaños y después, como hermano lego, a las tareas humildes de la casa. Es la humildad la que brilla en su vida: todo un ejemplo y un mensaje para nosotros.
La humildad no es apocamiento ni cobardía. La humildad es vivir en la verdad de uno mismo; y esto sólo se descubre en Dios. A los humanos nos cuesta aceptar esta verdad; que somos criaturas de Dios, que cuanto somos y tenemos a Dios se lo debemos, que sin Dios nada podemos. Nos endiosamos y queremos ser como dios al margen de Dios. Y ahí comienza nuestro drama: comenzamos a vivir en la mentira, en la apariencia, en competitividad con los demás a ver quién es más o quien aparenta más.
Los santos, como Pascual, sin embargo, nos sitúan en la verdad de todo ser humano: en la verdad de nuestra vida, de nuestro origen y de nuestro destino. Venimos de Dios y hacia Dios caminamos. Sin Dios no somos nada. Lo más grande de nuestra vida es que Dios nos ama, que Dios nos ha creado por amor y para el amor, que Dios nos perdona continuamente, que nos ofrece su amistad. El hombre se hace precisamente grande no cuando se cierra a Dios en esa falsa idea de una autonomía absoluta ante todos y ante todo, también ante Dios; el hombre es y se hace grande cuando abre su corazón de par en par al amor de Dios en su vida. Dios, que es amor como nos dice San Juan (cf. 1 Jn 4,6), nos ama y nos llama participar de su amor: éste es el sentido de nuestra existencia. Dios no es un competidor de nuestra libertad, ni de nuestra felicidad. Dios nos ama. “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él” (1 Jn 4, 8).
Pascual quiso imitar a Jesucristo que, siendo Dios, se hizo hombre, humilde y pobre. Quien se acerca a Jesucristo, una de las virtudes que aprende es la humildad, la sencillez, como lo hizo Pascual. “Yo te alabo Padre, dice Cristo en el Evangelio, porque has escondido los misterios de Dios a la sabios y entendidos, y se los has revelado a la gente sencilla”. Una vida humilde y sencilla como la de Pascual es el camino para abrirse a Dios en Cristo, para una vida lograda, plena y feliz, es el camino para el cielo, es camino hacia la santidad, es camino hacia la felicidad; es el camino que agrada a Dios y que aprovecha mucho a los hombres.
Pascual es testigo de Dios, de Cristo y de su Evangelio en la Iglesia y en el mundo: y lo es su testimonio vivo del amor de Dios en su entrega y servicio a los hermanos, a los pobres y a los más necesitados; un amor que él alimentó en su gran amor a la Eucaristía y en su profunda devoción a la Virgen.
El estilo de vivir San Pascual el Evangelio de Jesucristo, el Salvador del hombre, ha iluminado nuestra historia siempre: fuesen cuales fuesen las encrucijadas históricas, sobre todo, las más dramáticas por las que han atravesado nuestra Iglesia y nuestro pueblo. Evocándole y siguiendo su ejemplo se despejaba la esperanza y el camino de la recuperación personal, familiar, eclesial y social en cada momento. También hoy, Pascual nos muestra la vía inequívoca del camino por donde ha de dirigirse toda nuestra Iglesia diocesana en el momento actual; Pascual nos muestra el camino la renovación de la vida cristiana tan necesaria en nuestra Iglesia.
Vivimos tiempos de descristianización de nuestra sociedad en que no resulta fácil vivir la fe cristiana. Muchos de nuestros convecinos no han oído ni tan siquiera hablar de Dios ni de Jesucristo. Muchos bautizados necesitan ser evangelizados: desconocen a Jesucristo, no creen en él o se han alejado de la vida de fe en la comunidad de los creyentes. Viven como si Dios no existiera. Vivimos tiempos de ‘emergencia educativa’ en que la educación en general y la educación en la fe cristiana y su transmisión a la nuevas generaciones de bautizados resulta arduo y difícil. En esta situación, la Iglesia universal y nuestra propia Iglesia diocesana nos llama a una nueva evangelización hacia adentro y hacia fuera. Hoy resuena de nuevo el mandato de Jesús: “Id pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28, 19-20).
Nuestra Iglesia toda -en sus miembros y en sus comunidades- existe para evangelizar. Pero ¿cómo vamos a evangelizar si no estamos evangelizados, si no somos verdaderos cristianos?
Al mirar a Pascual se aviva en nosotros la historia de nuestro pueblo y de nuestra Iglesia diocesana; es una historia entretejida por tantas personas sencillas, que, como Pascual, supieron acoger a Dios en su vida y confiar en él, que se dejaron transformar por el amor Dios y lo hicieron vida en el amor y el servicio a los hermanos; personas que se encontraron con Cristo, creyeron en Él y lo siguieron, y unidas a Él, fueron en su vida ordinaria testigos elocuentes del Evangelio de Jesucristo. No nos limitemos a mirar con nostalgia el pasado, ni a quedarnos en el recuerdo de la tradición.
Celebremos con verdadera fe y devoción a San Pascual. Hacerlo así implica mirar el presente y dejarnos interpelar por nuestro Patrono en nuestra condición de cristianos de hoy; significa preguntarnos por el grado de nuestra fe y de nuestro seguimiento de Jesucristo, de nuestra fe y vida cristiana, por la transmisión de la fe a nuestros niños y jóvenes, por la vida cristiana de de nuestras familias y por la fuerza evangelizadora de nuestras comunidades eclesiales, familias, grupos eclesiales, cofradías y asociaciones.
San Pascual Baylón, por ser nuestro patrono, es guía en nuestra caminar cristiano. Que de sus manos y por su intercesión se avive en nosotros la fe y la confianza en Dios, que se avive en nosotros el espíritu de oración y la participación en la Eucaristía, que haga de nosotros testigos del amor de Dios en el amor a los hermanos. Y como él, pedimos la protección de la Virgen María: para que toda nuestra Iglesia asuma la tarea urgente de la evangelización. ¡Que la Mare de Déu de Gracia, bendiga a todos los ciudadanos y la Ciudad de Villarreal, a nuestra Iglesia diocesana y, de modo especial, a los que más necesitan de su protección de Madre!. Amén.
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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