Ante el Año Jubilar Vicentino
Queridos diocesanos:
Como ya se ha anunciado, el 5 de abril del próximo año de 2019 se cumple el VI Centenario de la muerte de san Vicente Ferrer. Para preparar la celebración de esta efeméride, los Obispos de la Comunidad Valenciana por concesión de la Santa Sede hemos convocado un Ano Jubilar, desde el 9 de abril de este año hasta el 29 de abril de 2019.
San Vicente Ferrer, patrono de la Comunidad Valenciana, es un gran santo, un gran evangelizador y un apóstol incansable de la unidad y la paz. Su devoción se halla extendida por los numerosos lugares que recorrió en Europa a lo largo de su vida. También en nuestra Diócesis, numerosos templos, ermitas, capillas, altares, imágenes y cuadros nos recuerdan la huella que dejó en su periplo de apostolado y predicación por muchos de nuestros pueblos y que aún mantienen viva la memoria de su paso, de su predicación y de sus milagros.
Nacido en Valencia en 1350, Vicente se incorpora a los veinte años a la Orden de Santo Domingo. De gran inteligencia, viva imaginación e ingenio penetrante, a los veintiocho años recibe el doctorado en Teología y se dedica a la enseñanza de la ciencia sagrada durante ocho años en las universidades de Valencia, Barcelona y Lérida. Ya desde sus años más jóvenes, a nuestro santo le inquieta la lamentable situación de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo. Además de su santidad, dos notas son de resaltar de su vida y obra: la predicación del Evangelio y su trabajo por la paz y la unidad en la Iglesia y en una Europa dividida.
Como Domingo de Guzmán y Francisco de Asís, Vicente se siente llamado por el mismo Cristo como legado suyo (a latere Christi) a evangelizar Europa. A partir de 1399 hasta su muerte en Vannes (Francia) recorre comarcas de España, Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, Italia e Inglaterra, predicando en plazas, caminos y campos. Su tema fundamental es la conversión personal y comunitaria; invita a salir de costumbres de muerte para lanzarse a seguir a Cristo y una vida nueva según el Evangelio; llama a reflexionar sobre el futuro personal y social, comenzando su construcción en el presente. Vicente fue un trabajador incansable en la obra evangelizadora de la Iglesia. Hombre de fe profunda a quien el amor de Cristo le apremiaba, no podía dejar de evangelizar. Como pocos impulsó la renovación de la humanidad en la Europa de su siglo, predicando el Evangelio, con los signos y milagros que le acompañaban, y, sobre todo, con un testimonio de austeridad y de penitencia en su vida, y de caridad hacia los más pobres. Vicente supo hacer llegar al corazón de las gentes la alegría del Evangelio en un momento de incertidumbre, de debilitamiento de principios, de relativismo y de relajación de costumbres; y lo hizo con un lenguaje sencillo, con su testimonio de vida y con un ardor tal que penetraba el corazón del pueblo anhelante. Así contribuyó decisivamente a la reconstrucción europea de aquel entonces a partir del Evangelio de la caridad, de la alegría, de la paz. La participación en la Eucaristía y la búsqueda en la oración fueron el centro de su vida. Su palabra era fuego que conmovía el corazón de las multitudes, que, haciendo pública penitencia, abandonaban sus situaciones de pecado.
Vicente será además árbitro de una Europa dividida política y religiosamente, trabajando incansablemente por la paz y la unidad de la Iglesia y de la sociedad. Si bien nuestro santo reconoce primero al Papa de Avignon, Clemente VII, y su sucesor, Benedicto XIII, el Papa Luna, le hará su confesor y le propone nombrarle obispo, algo que él rechaza, más tarde, viendo el escaso interés de este Papa para solucionar el Cisma de Occidente, le abandona y recorre regiones aconsejando a príncipes y logrando que, por bien de la Iglesia, retiren su obediencia a los Papas avignonenses. En este propósito coincide al final con Catalina de Siena. Posteriormente lo veremos en el compromiso de Caspe, para solucionar la sucesión de Martín el Humano y en otras misiones diplomáticas. Su carácter franco y jovial, y su sentido de la justicia lo habían preparado para ser también apóstol del Evangelio de la paz.
Este Año Vicentino os ofrece a todos un tiempo de conversión personal, comunitaria y pastoral, una ocasión para centrar nuestras vidas en el Señor Jesucristo, que nos apremia a la misión de la nueva evangelización, y una oportunidad para que todo el pueblo de Dios conozca con mayor profundidad la figura de San Vicente Ferrer. Se nos ofrece un tiempo de gracia para que aprendamos de san Vicente Ferrer y nos dejemos imbuir de su espíritu eclesial y evangelizador, para que conozcamos su personalidad y su obra, sus aportaciones en el campo del pensamiento y en la recomposición de la Iglesia y de la sociedad en Valencia, en España y en Europa.
Avivemos nuestra devoción a este Santo, sigamos sus huellas de santidad, de anuncio del Evangelio y de trabajo por la unidad y la paz. Invoquémosle cada día como intercesor ante Dios.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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