Ser cristiano en tiempos difíciles
Queridos diocesanos
Hoy no resulta fácil ser cristiano y menos manifestarse como tal. A los cristianos nos toca vivir en un contexto, en el que prima el disfrute de lo inmediato y la adoración del ego y del tener. Vivimos en un contexto cada día más indiferente a Dios, y cada vez más hostil hacia Cristo y el cristianismo. Ya no resulta espontáneo ni cómodo ser cristiano. Con frecuencia, a muchos cristianos nos asalta el cansancio o nos invade el miedo a que nos señalen con el dedo; otras veces nos absorbe el ambiente neopagano circundante y nos dejamos llevar por la moda.
Para ser discípulo cabal de Cristo, y no un cristiano de mero bautismo, de tradición o de ocasión, es preciso dejarse encontrar personalmente por Jesucristo, enamorarse de Él, convertirse a Él y a su Palabra; es necesario superar las rebajas en su seguimiento, en la fe y en la vida cristiana. Ser cristiano requiere siempre, y más es estas circunstancias, una adhesión personal a Cristo y la decisión firme de seguirle con fidelidad, constancia y valentía, ayudado por la fuerza que viene de lo alto, en el seno de la comunidad de los creyentes, la Iglesia.
Nos urge cultivar la virtud de la fortaleza para perder el miedo a vivir y manifestar lo que somos y lo que creemos ante el hostigamiento permanente, ante la presencia de la mentira. Hemos de recuperar el ánimo y reaccionar con valentía ante las patrañas. Estamos llamados a ser testigos de la verdad, del bien y de la esperanza. No podemos quedarnos inactivos o ser pusilánimes.
La fortaleza cristiana se fundamenta en la fe en Dios, que es Amor fiel, y en la salvación realizada en Jesucristo. La esperanza en la victoria de la verdad y del bien se basa en la certeza, que viene de la fe, de que hay un Dios, Amor, que perdona el pecado del hombre y lo hace capaz de transformar el mundo según su designio.
La fuente de nuestra fortaleza es Cristo Jesús. También a Él le resultó difícil cumplir su misión; pero nos dio el mejor ejemplo de fe en Dios; su confianza total en el Padre le dio la fuerza para seguir hasta el final, hasta la muerte, y así recuperar la vida, y vida eterna y plena para todos. A nosotros nos invita a seguir el mismo camino.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro,
Obispo de Segorbe-Castellón
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