Con el inicio del Año Jubilar 2025, un tiempo dedicado a la esperanza, la reconciliación y la gracia divina, el Papa Francisco compartió su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz titulado “Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz”. En este Jubileo, inspirado en la antigua tradición de liberación y justicia del pueblo de Israel, el Pontífice señala que la humanidad tiene la oportunidad de sanar las heridas de la desigualdad, el conflicto y la explotación, construyendo un camino hacia una paz duradera.
El Santo Padre invita a reflexionar sobre el grito de quienes sufren injusticia, opresión y desesperanza, comparándolo con el llamado universal a la justicia divina en el Jubileo bíblico. En este contexto, animó a la humanidad a enfrentar las «estructuras de pecado» que perpetúan la pobreza, la degradación ambiental y las desigualdades sistémicas.
El Papa subraya que el Jubileo es un tiempo para reconocerse como deudores ante Dios y actuar con solidaridad y compasión. En el espíritu del Año Jubilar, Francisco propone tres medidas esenciales para restaurar la dignidad humana y fortalecer la esperanza:
Fondo global contra el hambre y la desigualdad: Propone destinar recursos militares para combatir el hambre, promover la educación y enfrentar el cambio climático, ofreciendo un futuro con esperanza para las generaciones más jóvenes.
Condonación de deudas internacionales: Reitera la petición de san Juan Pablo II en el Jubileo del 2000, instando a los países ricos a aliviar las cargas financieras de las naciones más vulnerables.
Abolición de la pena de muerte: Pide a todas las naciones eliminar esta práctica, como un gesto de respeto por la vida y de apertura a la redención y el perdón.
El Papa concluye su mensaje con una visión de paz basada en corazones transformados, desarmados del egoísmo y abiertos al perdón y la fraternidad. Recordó que el Jubileo, al igual que la tradición bíblica que lo inspira, es una oportunidad para reconstruir un mundo más justo y unido bajo la guía del amor y la misericordia de Dios.
Con la rápida e inesperada irrupción de la Inteligencia Artificial (IA), a lo largo de los últimos años hemos visto como tomaba forma una de las mayores revoluciones tecnológicas de las últimas décadas, marcando un antes y un después en el mundo. Con ella estamos viendo una aceleración en la transformación de todos los sectores, y se están generando grandes incertidumbres frente al futuro de la humanidad.
Para aquellos que no tengan conocimiento sobre este tema, la RAE define a la IA como aquella “disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico”.
Recientemente podíamos leer en los medios de comunicación que diferentes líderes mundiales, incluso los propios creadores de la IA, advertían sobre los riesgos catastróficos que podrían causar esta tecnología. Incluso algunos de ellos alertaban de podría ocasionar el fin de la humanidad. Estas preocupaciones vienen ante el posible uso intencional indebido o problemas no intencionados de control de la IA: riesgos de ciberseguridad, biotecnología, potencial uso militar y armamentístico, desinformación y manipulación, aislacionismo, pérdida de habilidades personales… Observamos pues, que hay quien ve a la IA como solución a todos los problemas, y hay quien la consideran una amenaza total.
Pero la Iglesia siempre da una respuesta desde la fe a todas las cuestiones que afectan a los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana. También en este tema, intenta aportar claridad y reflexión. Por ello, la Pontificia Academia para la Vida promovió en enero el documento «Llamamiento de Roma por la ética de la IA», advirtiendo de que estas nuevas tecnologías «pueden conducir a un enorme desarrollo, pero también a una tragedia igualmente enorme, porque corren el riesgo de suprimir lo humano en una especie de dictadura de la tecnología que trastorna a la propia humanidad». También, el Dicasterio para la Cultura y Educación del Vaticano, en colaboración con altos representantes de Silicon Valley, publicó hace poco un manual de ética sobre el uso de la IA – ‘Ética en la era de las tecnologías disruptivas: una hoja de ruta operativa’ – ofreciendo a las empresas numerosos pasos que permitirían mejorar las prácticas alrededor del uso de la IA, tratando de garantizar “que la tecnología esté al «servicio de la humanidad», «para el bien», «centrada en el ser humano», «ética por diseño» y «abierta»”.
Y desde la CEE se organizó en octubre una jornada técnica sobre “Inteligencia Artificial: potencia, técnica, ética”, con el fin de conocer su alcance y su técnica, cuáles son sus herramientas y software como asistentes virtuales, análisis de imágenes, motores de búsqueda o sistemas de reconocimiento de voz y rostro. Y se habló cómo afecta a la ciberseguridad o la protección de datos, lo que precisa de un uso ético.
Está claro que la IA supone grandes beneficios y avances en muchos sentidos. Puede ser motor de crecimiento, también ampliar y mejorar las capacidades del ser humano, pero presenta grandes retos de seguridad, derechos humanos y económicos que no deben dejarse a un lado. Para un buen uso es necesaria su limitación, control y regulación. La tecnología siempre debe ser sostenible y respetar los límites morales y éticos, para unir, no separar; y para crear, no destruir. Depende del modo en el que la gestionemos, pues corremos el riesgo de llegar a un punto en el que no podamos controlar la velocidad y las consecuencias de su desarrollo.
‘Inteligencia Artificial y Paz’ – 57a Jornada Mundial de la Paz
Los avances en el campo de la IA están teniendo un impacto cada vez más profundo en la actividad humana, la vida personal y social, la política y la economía, por lo que el tema del mensaje del Papa Francisco para la próxima Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2024 es «Inteligencia Artificial y Paz», que fue presentado ayer, 14 de diciembre.
El Mensaje del Papa Francisco está compuesto por ocho capítulos. En primer lugar, el Santo Padre profundiza en el progreso de la ciencia y de la tecnología como camino hacia la paz y reflexiona en el futuro de la Inteligencia Artificial (IA).
Asimismo, el Papa aborda la dimensión ética de la IA, e incluye cuestiones relativas a la privacidad, los prejuicios y sus repercusiones en la dignidad humana, y alienta a enfrentar los desafíos para la educación y el desarrollo del derecho internacional.
El Santo Padre señala también algunos de los riesgos potenciales de la IA, como son, entre otros, la desinformación y el control social, por lo que subraya la necesidad de un desarrollo responsable, de regular y supervisar las tecnologías de la IA para que esté al servicio de la familia humana y de la protección de nuestra casa común.
“Si la inteligencia artificial fuese utilizada para promover el desarrollo humano integral, podría introducir importantes innovaciones en la agricultura, la educación y la cultura”, escribe el Papa y recuerda que en “el modo en que la usamos para incluir a los últimos, es decir, a los hermanos y las hermanas más débiles y necesitados, es la medida que revela nuestra humanidad”.
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