Testigos del Amor y del Perdón
Queridos diocesanos:
Este Domingo serán beatificados en Roma 498 mártires, que dieron su vida por amor a Jesucristo en España durante la persecución religiosa de los años treinta del pasado siglo XX. Dos de ellos nacieron en nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón: una en Castellón, Sor Luisa Pérez Brihuega, monja Adoratriz Esclava de Santísimo Sacramento y de la Caridad; y otro en Villarreal, el carmelita, Fray Ludovico María Ayet Caños.
Con su beatificación, la Iglesia declara solemnemente que todos ellos murieron como mártires, como testigos heroicos del Evangelio. Después de un largo y minucioso estudio e investigación, caso por caso, consta que todos entregaron su vida cruentamente por haber sido cristianos. Murieron “por odio a la fe” de parte de quienes los mataron o mandaron matar. No son caídos de la guerra, sino mártires de Cristo. No son fruto de una contienda en la que caen de uno y otro bando. Son testigos de Cristo, que se han mantenido fieles a su fe y amor a Cristo hasta la muerte. No cabe duda que murieron víctimas de una persecución religiosa contra la Iglesia católica. Nuestros mártires no murieron en el frente luchando, ni por su militancia política; fueron buscados y asesinados por ser cristianos. Eran obispos, sacerdotes, frailes o monjas o seglares creyentes, de todas las edades y clases sociales. Se les pidió renunciar a su fe, y ellos se mantuvieron firmes en esa fe y en su amor a Cristo.
Este mismo amor a Cristo les llevó a responder al odio con amor y perdón. Ellos murieron perdonando y amando a sus verdugos. Así nos dejaron el hermoso e impagable testimonio del perdón como el único camino para la reconciliación. Ni el odio al otro, ni el deseo de su destrucción, sólo el amor es el camino de la construcción de una sociedad verdaderamente humana. Los mártires no ofendieron a nadie, no impusieron a nadie sus creencias, querían vivir en libertad la fe cristiana. Su trabajo fue hacer el bien, pero el odio contra la religión no los soportaba. Llenos de fe y de amor al Señor, su Dios, confortados por el rezo del santo rosario, alimentados, cuando era posible, con la Eucaristía, cantando salmos, gritando vítores a Cristo, en ellos triunfó el amor y el perdón.
No faltan quienes quieren desfigurar su grandeza, o quienes buscan politizar su beatificación por interés ideológico o por el intento de desfigurar la historia. La Iglesia nos los propone hoy como ejemplo de amor, de perdón y de reconciliación. Demos gracias a Dios por el testimonio de estos mártires. Ellos son un signo de esperanza para todos. Que su ejemplo nos ayude a vivir nuestra fe con fidelidad en tiempos de inclemencia.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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