“24 horas para el Señor”
Queridos diocesanos:
En el camino cuaresmal hacia la Pascua, la Iglesia nos ofrece celebrar de nuevo las “24 horas para el Señor”. Será los días 25 y 26 de marzo, salvo en Castellón de la Plana, donde, a causa de las fiestas de la Magdalena, lo haremos una semana más tarde, del viernes 1 de abril y al sábado 2 de abril.
Esta iniciativa del Papa Francisco tiene como objetivo celebrar el Sacramento de la Confesión en un contexto de oración y de adoración eucarística. El lema de este año son las palabras de la Carta a los Colosenses: “Por medio de Él tenemos el perdón” (cf. 1,13-14). En efecto, la fuente del perdón se encuentra en Jesucristo. La encarnación, muerte y resurrección de Cristo están encaminadas a salvar al hombre, a perdonar sus pecados y hacerlo partícipe de la vida eterna. Todo esto es posible gracias a Jesús, el Hijo de Dios, que fue enviado para redimir al hombre perdido. San Pablo hace hincapié en que el perdón sucede por mediación del Hijo de Dios. El hombre no se salva por sí mismo, sino por el amor misericordioso de Dios que lo perdona por medio del Hijo muerto y resucitado. Dichas palabras muestran también que el perdón de Dios es un don recibido gratuitamente, porque ha sido pagado con la Sangre de Jesucristo.
Las “24 horas para el Señor” están relacionadas con el cuarto domingo de Cuaresma, conocido como “Laetare”. La alegría que se celebra en este domingo nace de la conversión personal, de la reconciliación con Dios y de la gracia recibida en el Sacramento del Perdón. El hombre se convierte en una nueva criatura por la gracia recibida de Dios. El hombre viejo es transformado por la gracia de Dios, recibida mediante la muerte y resurrección de Jesucristo, que salva a los hombres de su pecado.
La palabra de Dios nos exhorta a confiar en la misericordia de Dios y acoger con humildad y gratitud su perdón en el Sacramento de la Penitencia. Del perdón de Dios brota la alegría y la paz del corazón, y nos hace capaces de perdonar a otros. Esta es la experiencia del creyente tocado por el amor misericordioso y gratuito de Dios. El ‘perdón’ es un don que se da y no se puede exigir; y es un ‘don-para’, algo que se da porque es capaz de contagiar para que también se ofrezca. La muerte de Jesús en la cruz, que ofrece su perdón a todos, no puede hacerse vana encerrándonos en el egoísmo del rencor y la venganza. No es fácil perdonar y, menos aún, si antes no se ha tenido la experiencia de haber sido perdonados. Hoy en día se prefiere optar por la ira que anticipa la muerte en lugar de ofrecer el perdón que prolonga la vida.
“¡Dejaos reconciliar con Dios!” (2 Cor 5, 20), nos dice san Pablo. Es innegable que existe el mal moral en nosotros y en nuestro mundo. Basta contemplar nuestra vida y la escena cotidiana de violencias, guerras, injusticias, egoísmos, odios, venganzas y los abusos de otros y de la creación. La raíz del mal moral se halla en el pecado personal. De ahí deriva a las estructuras. El pecado es el amor replegado sobre sí mismo, que niega a Dios y rechaza su amor. El rechazo del amor de Dios lleva al rechazo de los hermanos y al abuso de la creación. La pérdida del sentido de pecado debilita y endurece el corazón ante el espectáculo del mal. Si somos sinceros, reconoceremos que también en nuestra vida existe el pecado; y que tenemos necesidad de recomponer las fracturas, de cicatrizar las heridas, de ser perdonados y reconciliados con Dios y los hermanos. Dios Padre nos ofrece la reconciliación en su Hijo Jesucristo, muerto y resucitado, para el perdón de los pecados. El mismo Jesús, en la tarde del día de Pascua, envió el Espíritu Santo sobre los Apóstoles y les dio el poder de perdonar los pecados. Es su don pascual que pervive en su Iglesia. Acerquémonos a recibir el perdón de Dios Padre misericordioso en el Sacramento de la Confesión.
En nuestra oración y adoración eucarística de este año tendremos presentes dos intenciones especiales. Ante la terrible situación en Ucrania pediremos a Dios por el don de la paz en esa tierra: que callen las armas y los responsables busquen caminos de reconciliación y de paz, basadas en la verdad, la justicia, el amor y la libertad. De otro lado, en la Iglesia en España celebramos el día 25 de marzo, fiesta de la Encarnación del Hijo de Dios, la Jornada por la vida: pidamos a Dios que convierta los corazones para que sepamos acoger y cuidar en todo momento la vida humana, que es un don de Dios. Los cristianos y las personas de buena voluntad estamos llamados a implicarnos para que toda vida humana sea acogida y cuidada con amor, desde su concepción hasta su muerte natural. Ante una mentalidad abortista y eutanásica, pidamos para que toda vida humana sea cuidada en todo momento, sobre todo cuando es más frágil e indefensa.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!