Cáritas activa una emergencia humanitaria en Indonesia
Cáritas Diocesana ha activado una emergencia de ayuda a los afectados por el terremoto y tsunami que arrasó poblaciones de varias islas Indonesia, en particular la de Sulawesi. Desde el primer temblor, el viernes 28 de septiembre, han muerto más de 1.400 personas y provocado enormes daños. El papa Francisco ya ha enviado una ayuda de 100.000 dólares como “expresión inmediata del sentimiento de cercanía espiritual y aliento paternal del Santo Padre a las personas y territorios afectados”, según explica un comunicado del Vaticano de ayer, 4 de octubre. Las cuentas a través de las que se puede colaborar son ES69 2038 9939 95 6000431115 de Bankia, y la ES93 3058 7300 80 2720015030 de Caja Mar.
El terremoto alcanzó los 7,5 grados en la escala abierta de Richter, y provocó un tsunami con olas de hasta seis metros que arrasó las ciudades de Palu y Donggala. El epicentro se encontraba a unos 80 kilómetros al norte, pero 28 minutos después del temblor la agencia local de geofísica desestimó la alerta de tsunami. La población fue cogida por sorpresa, y el miércoles los fallecidos alcanzaban la cifra de 1.400 víctimas mortales.
La Agencia Nacional de Gestión de Desastres de Indonesia (BNPB) ha actualizado este martes el balance de muertos por el seísmo y el posterior tsunami en al menos 1.234 muertos. Además hay 799 heridos graves ingresados en distintos centros hospitalarios y 48.000 desplazados.
Los servicios de electricidad, agua y gas siguen interrumpidos. Los centros de desplazados están recibiendo más y más gente en busca de ayuda y alimentos. Las malas condiciones de la carretera, la limitación en comunicación y la falta de estaciones de servicio dificultan que el equipo de Caritas de la archidiócesis de Makassar pueda llegar a la ciudad de Palu.
El héroe del aeropuerto de Palu
Dentro del drama, han trascendido historias de gran calidad humana, como la de un joven controlador del aeropuerto de Palu, Anthonius gunawan Agung. Cuando la tierra comenzó a resquebrajarse, estaba dando la autorización para despegar a un vuelo de Batik Air. Él permaneció en su puesto para permitir que el avión pudiera alzarse y salvar la vida de los pasajeros, aún a coste de la suya. Un segundo temblor más violento derrumbó el techo de puesto de control. Él saltó para intentar salvar la vida, pero no pudo superar las heridas sufridas por una caída de cuatro pisos. El capitán del vuelo, Ricosetta Mafella, declaró haber oído como una voz divina que le permitía despegar.
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