La familia, esperanza de la humanidad
Queridos diocesanos:
El domingo después de la Navidad, el día 26 de diciembre, celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia. La Navidad es la Fiesta del Amor de Dios hacia la humanidad. Dios, comunión de amor de las tres personas divinas, se hace hombre por amor al hombre para hacerle partícipe de su misma vida y amor. Y lo hace en el seno de una familia humana, la de Nazaret, en la que fue acogido con gozo, nació y creció.
Por ello, también la Iglesia en España celebra la Jornada por la familia y por la vida, este año bajo el lema: la Familia, esperanza de la humanidad. El Papa Benedicto XVI nos decía el mes pasado durante el Ángelus ante el templo de la Sagrada Familia de Barcelona que “en el silencio del hogar de Nazaret, Jesucristo nos ha enseñado, sin palabras, la dignidad y el valor primordial del matrimonio y la familia, esperanza de la humanidad”.
En el Hijo de Dios han adquirido su verdadero sentido el amor, el matrimonio y la familia, así como el valor inalienable de toda vida humana, don y criatura de Dios, llamada a participar sin fin de su amor. Fiel al Evangelio del matrimonio y de la familia, la Iglesia proclama que la familia se funda, según el plan de Dios, en la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, quienes, en su mutua y total entrega en el amor, han de estar responsablemente y siempre abiertos a una nueva vida y a la tarea de educar a sus hijos. Para quien se abre a Dios y a su gracia, es posible vivir el Evangelio del matrimonio, abierto a la vida, y de la familia, centrada en Dios. La familia, basada en el matrimonio, sigue siendo insustituible para el verdadero desarrollo de los esposos y de los hijos, y para la vertebración de la sociedad.
En la actualidad esta familia está desprotegida; se favorecen otros tipos de unión y se propugnan otros modelos de familia. En el fondo se ataca y se destruye el matrimonio y la familia en su misma esencia y fundamento; se olvida que el matrimonio y la familia son insustituibles para la acogida, la formación y desarrollo de la persona humana y para la vertebración básica de la sociedad. Los efectos de esta situación están a la vista: cada vez más falta amor verdadero en las relaciones humanas, se trivializa la sexualidad humana quedando reducida a genitalidad, se debilitan las expresiones más nobles y fundamentales del amor humano –el amor esponsal, el amor materno y paterno, el amor filial, el amor entre hermanos-, desciende de forma dramática y alarmante la natalidad, aumenta el número de niños con perturbaciones de su personalidad y se crea un clima que termina frecuentemente en la violencia. Cuando el matrimonio y la familia entran en crisis, es la misma sociedad la que enferma.
“Familia, tu eres el gozo y la esperanza”, dijo Juan Pablo II al final del primer Encuentro Mundial de las Familias. Reconocía así en la familia, basada en la belleza del plan de Dios, esa vitalidad asombrosa y fecunda en la que se enciende la esperanza de los hombres. Nuestra sociedad necesita del testimonio de las familias cristianas, que vivan el Evangelio del matrimonio, la familia y la vida. Hemos de cuidar que no les falten los auxilios espirituales suficientes, las enseñanzas luminosas que brotan del Evangelio y todo el apoyo que necesiten, como lo ofrece nuestro Centro diocesano de Orientación Familiar para que, viviendo lo que son según el plan de Dios, sean signos de esperanza de la humanidad.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón