El pasado lunes, la parroquia de San Bartolomé de Atzeneta acogió el retiro mensual de los sacerdotes de la Diócesis, dirigido por el P. Emilio Lavaniegos, operario diocesano. Él mismo fue el encargado de acompañar a los asistentes con sus reflexiones, que en esta ocasión versaron sobre “El Kerygma Vocacional”.
Durante la charla, Lavaniegos destacó que “tu vida no es el resultado de la casualidad o de un error, se ha originado en el amor y ha sido creada por Dios. Por ello puedes estar seguro de que eres incondicional y definitivamente amado”. Por eso insistió en que toda vida tiene un sentido objetivo que necesita ser descubierto poco a poco, sabiendo que disponemos de un don que no se agota en nosotros mismos, porque se ordena a los demás. También recalcó la importancia de desarrollar ese don como una tarea, y recordó que cuando asumimos ese designio nuestra libertad adquiere un nuevo sentido.
Por otra parte, destacó la problemática respecto a muchos de los jóvenes que han perdido el sentido de la vida o les es especialmente difícil encontrarlo. “Se pierde el sentido cuando no hay capacidad de creer y de confiar, cuando uno vive en la impresión de que todo parece un engaño”, concluyó el sacerdote.
Tras la meditación se expuso el Santísimo Sacramento y los sacerdotes tuvieron la oportunidad de acercarse al sacramento de la Penitencia. La mañana concluyó con una comida de fraternidad.
El primer jueves siguiente a la celebración de la Solemnidad de Pentecostés se celebra en España la fiesta litúrgica de “Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote”, gracias al trabajo y al empeño de Mons. José María García Lahiguera, fundador de la Congregación de Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote.
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Por ello, como anteriores ocasiones, nuestro Obispo D. Casimiro se ha reunido esta mañana con los sacerdotes mayores de la Diócesis de Segorbe-Castellón en la Casa Sacerdotal “Familia de Nazaret”, con quienes ha celebrado la Eucaristía.
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En este día le pedimos a Jesucristo que envíe más vocaciones al sacerdocio, acoja a los que han fallecido y proteja a quienes ejercen hoy el Ministerio Ordenado, para que entreguen su vida totalmente al Señor y a los hermanos, dando testimonio constante de amor y fidelidad.
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En la homilía, el Obispo ha señalado que esta es una fiesta “que centra nuestra mirada en Cristo Jesús, como el único Sumo y Eterno Sacerdote”, que se ofrece a sí mismo al Padre “para el perdón de los pecados y para instituir una Nueva Alianza que restableciera la comunión definitiva entre la humanidad y Dios”.
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Jesucristo es sacerdote, víctima y altar, ha explicado D. Casimiro. “Sacerdote que intercede por nosotros, porque una vez muerto y resucitado está junto al Padre, y es el mediador permanente para todos y cada uno de nosotros”.
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“Es la víctima en favor nuestro, que se ofrece a sí mismo en obediencia al Padre para hacer su voluntad, por amor al género humano”, ha continuado. Pero además “es en el altar donde se ofrece, en la Cruz, como el momento culmen en el que ofrece su vida al Padre para la redención del hombre”. Además, con la institución de la Eucaristía y del sacramento del Orden, “posibilita que los seres humanos podamos actualizar ese sacrificio único y definitivo, donde se establece la eterna Alianza de Dios con los hombres”.
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Es una celebración, por tanto, para la acción de gracias, ha indicado el Obispo, porque a pesar de “nuestra fragilidad, de nuestra debilidad y de nuestros pecados, nos ha capacitado, posibilitado y encomendado poder celebrar lo más importante de nuestro ministerio, que es la Eucaristía”, independientemente de si se está en activo o no.
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“Es una jornada dedicada especialmente para orar por la santificación de todos los sacerdotes”, ha recodado, pero también “para pedir que el Señor nos siga enviando vocaciones al Ministerio Ordenado, para que el Pueblo de Dios nunca esté privado del misterio central de nuestra fe, la Eucaristía”.
Los sacerdotes y diáconos de nuestra Diócesis han celebrado hoy, en el Seminario Diocesano Mater Dei, una Jornada Sacerdotal con motivo de la festividad de San Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia y patrono del clero secular español.
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Eucaristía
La Jornada ha comenzado a las 11 h. con la celebración de la Santa Misa, que ha presidido nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, en la que ha destacado la importancia de celebrar este día como un momento de acción de gracias y reflexión sobre la vocación y el ministerio sacerdotal.
En primer lugar, ha expresado su gratitud a Dios por el don de San Juan de Ávila, poniendo de relieve su santidad de vida y su fervor apostólico como ejemplo para todos los sacerdotes. También ha felicitado a aquellos que este año celebraban sus bodas sacerdotales, reconociendo su entrega abnegada y su valioso servicio a la Iglesia.
Las de diamante: José Antonio Gaya Ballester, Nicolás Pesudo Llácer, Vicent Gimeno Estornell, Vicente Agut Beltrán, Víctor Artero Barberá y David Solsona Montón. Las de oro: Guillem Josep Badenes Franch, Miguel Díaz Pla, Francisco Viciano Flors. Y las de plata: Rafael Martínez Navarro, Vicente Borja Dosdá, Luis Oliver Xucla y Juan Ángel Tapiador Navas.
El Obispo ha recordado la importancia de dar gracias a Dios por la vocación y el ministerio sacerdotal, indicando que son un don gratuito y amoroso del Señor, y ha animado a todos los presbíteros a redescubrir el amor de Dios en sus vidas y a renovar su compromiso con la santidad, siguiendo el ejemplo de San Juan de Ávila y confiando en la fuerza del Espíritu Santo.
D. Casimiro ha resaltado la figura del santo como un maestro ejemplar de santidad y celo apostólico, destacando su vida de oración, su sabiduría en los escritos y su entrega pastoral como estímulos para los sacerdotes de hoy, por lo que ha exhortado a seguir su ejemplo en la fidelidad evangélica y en el servicio pastoral a la comunidad.
También ha enfatizado la importancia de mantener viva la llama del Espíritu Santo en medio de los desafíos y dificultades del ministerio sacerdotal, y ha animado al presbiterio diocesano a ser testigos gozosos de su fe en Cristo y a ser acompañantes cercanos de aquellos que buscan el camino de la santidad.
Asimismo, ha destacado la importancia de la oración y la Eucaristía en la vida del sacerdote como fuentes de fortaleza y renovación espiritual. Por ello, es necesario cuidar la vida de contemplación, ya que la intimidad con Cristo es la base de un ministerio fructífero y fiel.
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Ha concluido la homilía pidiendo a Dios que conceda la gracia a los sacerdotes de ser pastores según el corazón de Cristo, siguiendo el ejemplo de San Juan de Ávila, y ha expresado su deseo de que esta fiesta fortalezca los lazos fraternos entre ellos y que sigan sirviendo con amor y entrega a la comunidad.
Tras la celebración de la Eucaristía, el salón de actos ha acogido una charla con la que han podido profundizar en un documento en el que están trabajando durante este curso en los diferentes arciprestazgos, “Condiciones actuales del ejercicio del ministerio apostólico”, de manos de su autor, D. Gaspar Hernández Peludo.
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También sobre los «Presbíteros en una Iglesia sinodal a la luz de Presbyterorum ordinis«, tratando, entre otras cuestiones, la figura concreta del presbítero en conexión con el mundo actual, y la santificación en el ejercicio del ministerio.
El lunes pasado, la parroquia de San Bartolomé de Torreblanca acogió una nueva sesión formativa de los diáconos permanentes de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
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Previamente celebraron una Eucaristía, presidida por el vicario parroquial, D. Óscar Ramón Sanchis, a quien la parroquia le hizo entrega de un regalo con motivo de la festividad del Buen Pastor.
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Tras ello se reunieron en los salones parroquiales, donde recibieron formación sobre el Primer Anuncio de manos del Delegado diocesano para la Catequesis y el Catecumenado, D. Juan Agost.
Los diáconos culminaron la jornada con una comida de fraternidad, por lo que el párroco, D. Nuno Vieira, preparó bacalo a la portuguesa.
La Universidad CEU Cardenal Herrera de Castellón acogió el martes día 9 de abril, la última reunión mensual de formación del clero joven, en la que pudieron conocer dos de las realidades de Primer Anuncio presentes en la Diócesis de Segorbe-Castellón, Proyecto Amor Conyugal y Emáus.
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Antes de ello, los sacerdotes visitaron la biblioteca del centro, que fue bendecida por el Obispo a principio del presente curso; las diferentes áreas en las que se forman los estudiantes de Ciencias de la Salud; y la sala de estudio.
Tras ello, dos matrimonios de la Diócesis – Rafa y María, y José Luis y Meli – dieron su testimonio sobre lo que ha supuesto Proyecto Amor Conyugal en su vocación, invitando también a los sacerdotes a vivirlo íntegramente con su esposa, la Iglesia, para poder conocer de primera mano esta iniciativa y poderlo ofrecer en sus respectivas parroquias, aprovechando el próximo Retiro, que tendrá lugar del 26 al 28 de abril en el Seminario Mater Dei.
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Proyecto Amor Conyugal es un proyecto de evangelización para matrimonios, un método basado en las catequesis de San Juan Pablo II sobre el amor humano. Consiste en trabajar sobre tres pilares (fe, formación y vida) para recuperar el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia, diseñado en la creación del hombre-mujer, y cuyo objetivo es la santidad.
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A continuación, Paz Ferrín, del apostolado parroquial Emaús, explicó a los sacerdotes esta realidad que se presenta como un instrumento de nueva evangelización, que responde a lo que Juan XIII sentó para el Concilio Vaticano II y que con posterioridad reafirmaron a través de varias encíclicas sobre Nueva Evangelización Pablo VI, San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.
Tal y como explicó, Emaús es una experiencia de encuentro personal con Jesucristo vivo que está dirigido a personas que no creen, pero también a aquellos bautizados no practicantes que viven alejados de la Iglesia, incluso a aquellos otros que aún formado parte de alguna realidad parroquial, necesitan revitalizar su fe. Su puesta en marcha en nuestra Diócesis fue bendecida en 2019 por D. Casimiro, y se realiza en las parroquias de la Santísima Trinidad de Castellón, de San Jaime Apóstol de Oropesa y de La Asunción de Ntra. Sra. de La Vall d´Uixó.
Hasta la fecha, al menos 350 mujeres y más de un centenar de hombres han vivido la experiencia de los discípulos de Emaús, lo que volverá a ser una realidad para los participantes de los próximos retiros convocados en nuestra Diócesis.
El retiro, cuya estructura y dinámicas son de carácter confidencial, está basado en el pasaje bíblico de Lucas 24, 13-35, en el que, tal como se explicó, los participantes llegan con una sensación de pérdida total, siendo la peor pérdida de todas la pérdida de la fe, para, poco a poco, sentir la presencia de Jesús a través de las Sagradas Escrituras, sentir la comunión plena con Él y tener la necesidad de compartir esa alegría con los demás, cumpliéndose así la premisa de convertirnos en discípulos misioneros. En comunión con la Iglesia, como Madre, y con el Obispo como pastor también se ha presentado como una experiencia que perfectamente pueden vivir los sacerdotes, religiosos y consagrados pues, la vida sigue aconteciendo en cada uno de nosotros haciendo que nos enfrentemos continuamente a situaciones difíciles de gestionar, incluso de encajar que, de la mano de Dios y dejándonos hacer por Él, se superan.
Los diáconos permanentes de la Diócesis de Segorbe-Castellón se reunieron el pasado fin de semana para celebrar un retiro de Cuaresma. Participaron 8 diáconos, tres de ellos junto a su mujer.
Celebrado en el Seminario Mater Dei, en esta ocasión les predicó el sacerdote D. José Luis García Suller, que basó su meditación sobre el documento editado por la Vicaría para el Clero acerca de las “Condiciones actuales del ejercicio del ministerio apostólico”, de Gaspar Hernández Peludo.
En este sentido, les exhortó a la sencillez, a la humildad y a no caer en el desánimo a pesar de las dificultades, las propias fragilidades o de la creciente secularización. También escrutaron las Sagradas Escrituras, como ayuda que facilita el diálogo con el Señor a través de su Palabra, poniéndolo luego en común.
El domingo, tras el rezo de las Laudes celebraron la Eucaristía, y dedicaron un tiempo para reflexionar sobre la oración de la ordenación: “Dios que comenzó en ti la obra buena, Él mismo la lleve a término” (Flp. 1, 6).
Los sacerdotes de la Diócesis de Segorbe-Castellón, junto a nuestro Obispo D. Casimiro, participaron ayer en el retiro de Cuaresma, organizado por la Vicaría para el Clero. Celebrado en la casa de las Hermanas Carmelitas de Tales, en esta ocasión les predicó D. Miguel Navarro Sorní, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia y Doctor en Historia Eclesiástica.
El retiro constó de dos meditaciones, la primera de ellas sobre la conversión cuaresmal del sacerdote. La Cuaresma es un tiempo propicio de conversión, de penitencia y de volver al Señor, por lo que D. Miguel les exhortó a practicar lo que se predica. “Estaremos predicando en nuestras comunidades parroquiales, y habremos programado diversas celebraciones y actividades cuaresmales, pero lo importante es que nosotros mismos hagamos Cuaresma y pongamos por obra la conversión”, le dijo al presbiterio, “porque también nosotros necesitamos urgentemente prepararnos mediante la penitencia y la conversión para celebrar la Pascua, el paso salvador de Dios por nuestra vida”.
Si no fuera así correrían el riesgo «de empañar la imagen de Cristo, y en lugar de reflejarlo y hacerlo visible a través de nuestra persona, resulta que mostramos a los demás lo peor de nosotros, nuestros defectos y ven un presbítero altanero, engreído, egoísta, codicioso, cómodo, cotilla…”, les advirtió. Para que esto no ocurra, y en sintonía con el mensaje del Papa para esta Cuaresma, les animó a volver al desierto, (“Me la llevaré al desierto, y le hablaré al corazón” – Os. 2, 16), es decir, a abandonar la idolatría del dinero, volver a la soledad, al silencio, a la oración, al retiro con Dios y a realizar un examen de conciencia.
Porque es ahí donde quiere “hablarnos al corazón y reavivar así en nosotros el amor primero, la entrega ilusionada del principio a nuestra vocación y a nuestro ministerio”. Todo con el fin de “volver después a los hermanos llevándoles a Dios”.
En la segunda meditación D. Miguel les habló de la conversión a un ministerio en clave sinodal, “pues estamos inmersos en un proceso sinodal, emprendido por el papa Francisco con el convencimiento de que esto es lo que el Espíritu reclama ahora de la Iglesia del tercer milenio: que actúe, viva y se exprese en sinodalidad, es decir en comunión, caminando juntos, como pueblo de Dios peregrino y misionero”.
Pero para que haya sinodalidad también es necesaria la conversión, “pues todos somos muy individualistas, muy personalistas y nos cuesta caminar con otros”, explicó, siempre teniendo claro que “cuando el Papa nos invita a pensar la Iglesia con un estilo diverso, sinodal, participativo, corresponsable, no significa pensar en otra Iglesia diversa de la que tenemos, inventarse algo que no existía, cambiarlo todo, sino más bien desarrollar y sacar a la luz una potencialidad que está ya dentro de la Iglesia, que está ya en nosotros, pero que tenemos escondida o infrautilizada”, lo que solo será posible “confiando en Jesús y entregándonos totalmente a Él”.
En este sentido, para que se dé la conversión es necesario “desandar el camino que nos lleva a nosotros mismos, al aislamiento, para recorrer el que lleva al seguimiento de Jesús en comunión con los hermanos, el camino que construye la Iglesia”. Esto significa “salir de la culpa, del pecado, que siempre es autorreferencial” pidiendo perdón a Dios “en el sacramento de la confesión, en la oración, en la realización de alguna mortificación, o en la reparación del mal cometido”. Ello “nos hace salir de nosotros y nos orienta a Dios, nos hace salir de la parálisis de la culpa y nos coloca en el camino de Jesús para que hagamos sínodo con Él”.
A este respecto, “el fin de nuestro ministerio es llevar a las gentes al encuentro con el único que puede perdonar los pecados, con Jesús”, porque “la Iglesia no es una ONG, ni los curas somos asistentes sociales, nuestro objetivo no es la beneficencia, sino el perdón de los pecados”, recalcó, pues “el pecado es la desolación absoluta, la causa de todos los males y de todas las parálisis existenciales”. Y para lograrlo “se necesita hoy en día una fe y una pastoral imaginativa, intrépida, osada”, así como “superar un estilo sacerdotal clerical, repetido y sin creatividad».
Una treintena de sacerdotes de la Diócesis han participado en la tanda de Ejercicios Espirituales que, un año más, han tenido lugar en la Casa de Espiritualidad del Desierto de las Palmas de Benicàssim. Y en la que también ha participado el Obispo, D. Casimiro López Llorente.
En esta ocasión les acompañó como Director, Monseñor Javier Vilanova Pellisa, Obispo Auxiliar de Barcelona, que gustosamente acogió la petición. La tanda que tuvo lugar del 4 al 9 de febrero sirvió -entre otras razones- como había indicado ya anteriormente D. Casimiro, en su carta de invitación a los sacerdotes, para «renovarnos y cultivar nuestra vida espiritual, si no queremos caer en la tibieza y en la mediocridad. Necesitamos momentos fuertes y prolongados de encuentro con el Señor, para descansar en Él y ponernos a su escucha en la oración ayudados por un buen director». Recordando que vivimos «tiempos recios, en que la Iglesia nos llama a una conversión pastoral y misionera».
Monseñor Javier Vilanova invitó a los sacerdote, durante los Ejercicios, a «querer afinar sus vidas en el seguimiento al Señor, con la intención de CONFIRMAR ese camino, diciendo sí cada día» y por eso destacó la importancia de valorar unas jornadas de SILENCIO, que es el que ayuda. Entrando con VALENTÍA y GENEROSIDAD para contentar EL ALMA.
También interrogó a los presentes para que se preguntaran «por sus cegueras». Poniendo tres pilares fundamentales para salir reconfortados de los Ejercicios: la escucha, la generosidad y la libertad. Y destacó la virtud de LA HUMILDAD para llegar a la VERDAD y disfrutar de la LIBERTAD. Recordando que la oración deber ser sincera y no superficial. Porque como decía un santo, «las palabras sin corazón no suben al cielo». Porque «no se trata de quedar bien sino de presentarnos delante del Señor como somos y como nos sentimos», indicaba.
Las tentaciones, el pecado, el perdón y la misericordia también fueron el eje de algunas de las meditaciones. Monseñor Javier insistió también en la dinámica de la MISERICORDIA y del AMOR y señaló que «ésta es más potente que la del pecado. Nosotros no tenemos la última palabra, la tiene Jesús».
A través de las meditaciones, el Obispo Auxiliar de Barcelona ayudó a los sacerdotes a dejarse conducir por el Señor para responder como auténticos seguidores y discípulos. Y también reflexionó sobre la HUMILDAD APOSTÓLICA. «No somos dueños de la misión -advirtió a los sacerdotes-, somos instrumentos en manos de Dios, por eso la misión es un servicio, no un desafío personal».
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Las meditaciones de cada día, el compartir la Eucaristía y el rezo del Santo Rosario, así como la Adoración Eucarística y las oraciones propias de cada jornada ayudaron a los sacerdotes a vivir unos días de cercanía con el Señor y de fraternidad sacerdotal.
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