Vila-real celebra el traslado de cinco mártires a la Arciprestal: “Donde solo había odio, ellos supieron poner amor”
Ayer, domingo día 22 de septiembre, la parroquia Arciprestal San Jaime de Vila-real celebró un una Misa solemne, dentro de las actividades programadas por el 750º aniversario de su fundación, por el traslado de cinco mártires de la ciudad al templo parroquial.
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Estuvo organizada junto a la Delegación Diocesana para las Causas de los Santos, y presidió el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente. Cabe señalar que se incluyen en la causa de beatificación del Siervo de Dios D. Miguel Serra Sucarrats, Obispo de Segorbe, junto a 212 compañeros.
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En la Misa se recordó a nueve sacerdotes de Vila-real, víctimas en 1936 de la persecución religiosa. Son los Siervos de Dios Bruno Cabedo Moreno, José Avellana Guinot, Blas Carda Saporta, José Pascual Juan Marco, Enrique Asencio Llorca, José Pascual Arnal Ortiz, Pascual Goterris Taurá, José Pascual Nácher Miró y José Ramón Ochando Badal. Sin embargo, solo los restos de cinco de ellos – Bruno, José, Enrique, José Pascual y Pascual – fueron trasladados al templo en esta celebración solemne.
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En su homilía, el Obispo destacó el martirio de estos sacerdotes como un acto supremo de amor y de fidelidad a Dios. Subrayó que el martirio es “un don de Dios” y que estos hombres murieron perdonando a sus verdugos: “Donde solo había odio, ellos supieron poner amor”. También resaltó que, al igual que Cristo, los mártires siguieron el camino de la cruz, configurándose plenamente con el sacrificio del Señor.
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D. Casimiro recordó que el amor de estos mártires no solo les permitió enfrentar la muerte con serenidad, sino también confiar en que Dios no les abandonaría, ni siquiera en su tragedia. Citando a Jesús, señaló que “el que quiera ser el primero, que se haga el último y servidor de todos”, e invitó a los fieles a seguir ese camino de entrega y servicio.
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Concluyó pidiendo oraciones para la beatificación de los mártires, deseando que “el amor infinito de Cristo resplandezca en nuestra vida” como lo hizo en la de los Siervos de Dios, e instó a la comunidad a ser testigos de ese amor y perdón en un mundo marcado por la división y el odio.
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Puedes leer AQUÍ la homilía del Obispo
El traslado y entierro de los restos de mártires en una iglesia es un acto solemne que marca el reconocimiento y veneración de quienes dieron su vida por su fe. Este rito comienza con una procesión en la que los restos, transportados en urnas, procesionan por el templo mientras se entonan cantos.
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Tras ello son recibidos con un ritual de acogida, seguido por una Misa solemne en la que se destaca el martirio y la fidelidad a Dios, conectando su testimonio con el sacrificio de Cristo. El clímax de la ceremonia llega cuando los restos son depositados en un lugar sagrado, como una capilla – en este caso fue en el altar de San Antonio Abad – tras una bendición con agua bendita. Finalmente, la comunidad es invitada a venerar a los mártires, y el acto concluye con una oración por su intercesión y la bendición final.
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