Las 11 palabras clave de Fátima: Rosario y Corazón Inmaculado
Rosario
La Señora del Rosario no se cansará de pedir a los pastorcitos que «recen el rosario todos los días». La razón de la insistencia en esta oración apunta hacia el núcleo del mensaje de Fátima que es evocado precisamente en las cuentas de los misterios del Rosario: Fátima recuerda el rostro bíblico de un Dios con entrañas de misericordia (Jer 4,19) que viene al encuentro del hombre, sediento de rescatarlo para la alegría plena; así también la oración del Rosario nos centra en esa promesa definitiva del triunfo de la Misericordia que la vida de Cristo, evocada en los misterios del rosario, vino a inaugurar.
Pedido en todas las apariciones de Nuestra Señora -como ya los primeros interrogatorios a los videntes dejan percibir-, el rosario es la oración aprendida en la escuela de María. Nos educa en la humildad de la fe, al estilo de esa mujer única que, con su fiat, hizo de su vida don, y que conservará cada gesto, cada palabra de Jesús, «ponderándola en su corazón» (Lc 2,19). Meditar los misterios de la vida de Cristo, como lo hizo María, es dejarse amoldar por la presencia de Dios, tal como ella lo hizo. Abriendo con la doxología a la Santísima Trinidad -esto es, colocándonos en el horizonte de la adoración a Dios-, es la obra redentora de Cristo que se vuelve manifiesta en el Rosario.
Corazón Inmaculado
En la aparición de junio, la Señora presenta su Corazón Inmaculado como «el refugio y el camino que […] conducirá hasta Dios.» De nuevo, en julio, después de la visión del infierno, ella lo reafirma al proponer la consagración a su Corazón Inmaculado como medio de conversión y reparación. La devoción al Corazón Inmaculado de María se convierte, expresamente como la petición de consagración de Rusia y de todo lo que esta simboliza, expresión de la presencia de Dios que acompaña el drama de la historia de los hombres, invitando a los creyentes a otra visión de la historia, proyectada sobre la dimensión escatológica. En Pontevedra y Tui, en las visiones que cierran el acontecimiento de Fátima, la llamada a la consagración es renovada, asociándole la comunión reparadora de los primeros sábados.
En la petición de consagración al Corazón de María y de la comunión reparadora en los primeros sábados está la centralidad de Dios. Como camino que conduce a Dios, el Corazón de María es un corazón moldeado según el Corazón de Dios – «os dará pastores según mi corazón» (Jer 3,15) – y se consagrará a él significando acogerse en la voluntad de dejarse convertir por la misericordia divina. El Corazón Inmaculado es icono de los designios de misericordia que Dios tiene sobre su pueblo.
Así también los primeros sábados, ofrecidos en reparación del Corazón Inmaculado de María, evocarán en el creyente la centralidad de la misericordia de Dios y le recordarán que el corazón sin mancha transpira su presencia amorosa.
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