Conferencia ecuménica sobre los testigos de la fe en el S.XX
La Delegación Diocesana de Ecumenismo organizó ayer por la tarde una conferencia ecuménica sobre los Testigos de la Fe en el S. XX. Los ponentes fueron el párroco rumano-ortodoxo de San Nicolás, en Castellón, P. Nicolae Iionita, y el mismo delegado y cura de Torreblanca, D. Nuno Miguel Carvalho. Al inicio, se situó el acto en comunión con el encuentro del Papa y el Patriarca Copto-Ortodoxo, Tawadros II, el viernes anterior en Egipto, en el que Francisco afirmó que “nuestro camino ecuménico crece de manera misteriosa y sin duda actual, gracias a un verdadero y propio ecumenismo de sangre”, en referencia a los mártires.
El P. Ionita describió la persecución comunista en Rumanía de 1947 a 1989, conocida como “el periodo de la cólera roja”. El sacerdote ortodoxo explicó cómo desde el estado se comenzó por destruir la élite intelectual y, tras adoptar el ateísmo como política de estado, se aplicó un programa de reeducación masiva para crear un supuesto “hombre nuevo” a través de la destrucción de los valores y del pensamiento individual.
La aplicación más dura del modelo soviético llevó a 28 obispos a la cárcel y hasta 4.000 sacerdotes a trabajos forzados, como los de la construcción del canal Danubio-Mar Negro. Entre los diversos centros de reclusión, el de Pitesti se ganó una oscura reputación por sus métodos de tortura y deshumanización. A pesar de todo, la fe se mantuvo, y actualmente la iglesia ortodoxa goza de libertad con un reconocimiento por esos mártires y confesores de la fe que representan una “lección de honor, dignidad y voluntad, pero sobre todo por cumplir la Palabra de Cristo: No temáis, yo he vencido el mundo (Jn 16,33)”.
D. Nuno Carbalho explicó la persecución en Portugal de la República de 1910 que, aunque no dio mártires de sangre, sí que fue una “persecución feroz de la Iglesia”. Durante cinco años hubieron constantes destierros de los obispos de sus diócesis, se expulsaron todas las órdenes religiosas, el Estado se apropió de los bienes eclesiásticos, y se prohibieron la enseñanza de la religión, toda manifestación religiosa pública, e incluso vestir hábitos.
El ministro de justicia, Alfonso Costa, llegó a afirmar que en dos generaciones se acabaría con el catolicismo en Portugal. Pero las apariciones de la Virgen en Fátima, hace justo cien años, mostró el arraigo de la fe y aplacó este movimiento hasta reconducirlo a la normalidad.
El P. Ionita aseguró que la “luz de Cristo es más fuerte que la persecución, y puede durar a través de la prueba”. D. Nuno Carvalho, por su parte, recordó que la condición de cristiano siempre lleva la cruz, y concluyó con un llamamiento al testimonio: “De los mártires y confesores de la fe podemos aprender la serenidad y la decisión por ser mejores cristianos”.
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