D. Casimiro preside la Solemnidad de la Inmaculada Concepción en la Catedral de Segorbe
La S.I. Catedral de Segorbe, acogió ayer tarde la Solemne Eucaristía celebrada con motivo de la fiesta de la Inmaculada Concepción, que estuvo presidida por el Obispo de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente, quien, tras la proclamación de la Palabra, resaltó la importancia de esta solemnidad en la tradición católica y en la vida espiritual de los fieles.
D. Casimiro, destacó en primer lugar que esta fiesta, tan profundamente arraigada en el pueblo español, celebra el misterio de la preservación de la Virgen María de toda mancha de pecado, incluso del pecado original, desde el momento de su concepción. Subrayó que este privilegio único se realizó en previsión de los méritos de Cristo, el Salvador, para que María pudiera ser la digna morada del Hijo de Dios.
María, «Llena de gracia»
Citando las palabras del Ángel Gabriel, el obispo enfatizó que el saludo «Llena de gracia» revela el núcleo de la fe del pueblo cristiano: la pureza e inmaculada santidad de María. Esta expresión no solo manifiesta su plenitud de gracia divina, sino que también «da testimonio de la obra redentora de Cristo», en la que María participó de manera singular.
Reflexión sobre el Adviento
Coincidiendo con el segundo domingo de Adviento, el obispo invitó a los fieles a preparar sus corazones para recibir al Señor, reconociendo la importancia de vivir en comunión con Dios, como lo hizo María. Recordó que la Palabra de Dios proclamada durante la celebración «llama a todos a buscar la santidad y la perfección del amor, dejando que Dios transforme nuestras vidas».
D. Casimiro también exhortó a los presentes a vivir este tiempo con esperanza, confiando plenamente en el amor de Dios. «A pesar de las oscuridades y las contrariedades, al final triunfa el amor de Dios», afirmó. Señaló a la Virgen María como modelo de confianza y entrega total, quien respondió al plan divino con su célebre «Hágase en mí según tu palabra».
La Iglesia como presencia de Dios en el mundo
En sus palabras, el obispo recordó que, así como María fue concebida sin pecado y llena de gracia para cumplir su misión, «la Iglesia está llamada a ser presencia viva de Dios en el mundo». Invitó a los fieles a examinar su vida de fe, para que como María, puedan dar testimonio del amor y la misericordia de Dios en medio de la humanidad.
María, modelo de esperanza y alegría
El obispo concluyó su homilía animando a los fieles a pedir la intercesión de María, para que acompañe a cada creyente en su camino de fe y les ayude a acoger a Cristo en sus vidas. «María es la aurora de nuestra salvación, la primera en participar plenamente del amor de Dios. Que ella sea nuestra guía en este tiempo de Adviento», expresó.
La celebración culminó renovando la confianza de los fieles en la intercesión de María y en el plan salvador de Dios. «Jesús está a la puerta y llama. Dejemos que su amor transforme nuestras vidas», concluyó el obispo, invitando a todos a vivir el Adviento con fe y esperanza.
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