La Pasión del Señor y la contemplación de la cruz
Presidida por el Obispo en la S.I. Catedral Basílica de Segorbe
A la hora aproximada en que ocurrió el acontecimiento que trajo la salvación al mundo, desde la Santa Iglesia Catedral Basílica en Segorbe, siendo las 17,00h de la tarde, se ha conmemorado, presidida por el Obispo de la Diócesis, «la hora del combate supremo y de la victoria definitiva, de la humillación y de la glorificación, la hora de pasar de este mundo al Padre». En la contemplación de esta tarde de Pasión, todos los cristianos han puesto sus ojos ante la Pasión del Señor. Desde la Catedral de Segorbe, con ayuda de las lecturas, los fieles han podido contemplar los pasos de Jesucristo y la salvación de la cruz que se adora hoy. La celebración ha sido retransmitida por Televisión de Castellón, seguida también por otras televisiones y por el canal diocesano de YouTube.
La Liturgia ha comenzado con el Obispo de la Diócesis postrado en el suelo del altar para adorar en silencio la Muerte del Señor. Los fieles que han seguido presencialmente la celebración lo han hecho de rodillas. Tras la lectura del Profeta Isaías (52, 13-53,12), los cristianos hemos podido acompañar a Jesús en su maltrato siendo «voluntariamente humillado y no abría la boca, como un cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron». También, antes de la proclamación del Evangelio, a través de la Carta a los Hebreos (4, 14-16; 5-7-9), se nos invitaba a «mantenernos firmes en la fe que profesamos» pues Cristo, dice la Carta, «con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen».
Tras las lecturas se ha dado paso al relato de la Pasión de Jesucristo según San Juan (Ju 18,1-19,42) que constituye uno de los elementos centrales la celebración de este Viernes Santo. A lo largo de este relato, desde la oración en el huerto de los Olivos hasta la crucifixión, Jesucristo no deja indiferente a nadie, se muestra como rey en todo momento y obediente a la voluntad de Dios Padre. Cristo cumple así las profecías antiguas sobre el Mesías prometido y exclama desde la cruz: “Todo está cumplido”. Obediente al Padre cumple con el plan que Él tenía preparado: salvar a la humanidad a través de la entrega voluntaria de su vida.
El verdadero sentido del Viernes Santo
En la homilía el Obispo ha recordado que el verdadero sentido del Viernes Santo «es el Misterio de nuestra salvación porque en la cruz, Cristo Jesús nos ha arrancado del pecado y de la muerte; con su cruz nos ha redimido y nos ha abierto las puertas de la dicha eterna». En la conmemoración de la Pasión y Muerte de Cristo, «contemplamos con fe el Misterio de amor, contemplamos a Dios que ha entregado a su Hijo por la salvación del mundo, contemplamos a Cristo, que obediente a la voluntad del Padre, entrega su vida por amor».
Retomando la lectura del profeta Isaías, D. Casimiro ha remarcado que Jesús «no es un héroe glorioso ni triunfante como había sido aclamado el Domingo de Ramos, sino el siervo desfigurado que no parece un Dios, no responde a los insultos, ni a las torturas ni a los desprecios, no abre la boca, sino para orar y perdonar». Lo que más impresiona, ha resaltado el Obispo, «es la profundidad de la entrega de Cristo, de su sacrificio en la cruz, pues, aún inocente y libre de todo pecado carga con los sufrimientos de todos los hombres».
«No ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate»
Con esta cita de Mateo, la meditación del Obispo de la Diócesis, ha recordado que Jesús, en la cruz, «carga con la tragedia de nuestros egoísmos, mentiras, envidias, traiciones y maldades que se echaron sobre él para condenarlo por una muerte injusta». Carga con todo pecado e injusticia humana, «los de entonces y los de ahora», ha enfatizado D. Casimiro, pues el pecado «no es otra cosa que el rechazo al amor de Dios fruto de nuestra soberbia y ese sueño imposible de suplantar a Dios y ser dioses al margen de Dios».
«Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
En la contemplación del Misterio de la Pasión y Muerte de Jesús en la cruz, el Obispo también ha reflexionado sobre el mayor dolor de Jesús que fue «sufrir la experiencia espantosa de la soledad que produce el pecado», porque, ha dicho, «si el sufrimiento es proporcional al mal sufrido podemos entender el grado y la medida de este mal que Cristo cargó sobre sí». Y esa experiencia de abandono se convierte en oblación amorosa al encomendar al Padre su espíritu, solidarizándose con todos aquellos que por su culpa padecen el exilio de la patria del amor. Cristo, ha remarcado D. Casimiro en su meditación, «aniquila el mal en el ámbito espiritual de las relaciones entre Dios y la humanidad y llena ese espacio con el bien inmenso de un amor entregado hasta el extremo».
«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»
En la cruz se encuentran la miseria del hombre y la misericordia de Dios para siempre, ha dicho el Obispo. «La cruz muestra el verdadero rostro de Dios pues nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos». Dios, como espectador del mundo, «no se regodea del sufrimiento de los hombres, en su hijo asume el dolor del sufrimiento humano y lo redime viviéndolo como don y ofrenda de los que brota la vida nueva para el mundo».
En este momento de dolor y de sufrimiento por la pandemia, D. Casimiro ha querido resaltar que la historia del sufrimiento humano «es también la historia de Dios con nosotros, pues en este momento de incertidumbre y de angustia, Dios está presente en el dolor humano y sufre con nosotros para contagiarnos del valor inmenso del sufrimiento ofrecido por amor a Dios». Acogiendo su amor, su misericordia y su presencia, «Dios no nos abandona, porque ha hecho suya la muerte para que el mundo hiciese suya la vida que brota del árbol de la cruz».
Unidos a Cristo en su Cruz como María
Antes de finalizar, el Obispo nos ha invitado a contemplar y a adorar la cruz de Cristo, junto a María, su Madre, «contemplando a todos cuantos hoy están crucificados, a los que sufren, a las víctimas de leyes injustas y que tienen que cargar con su cruz; contemplemos el pecado del mundo, nuestros propios pecados con los que Cristo hoy carga y unámonos a Cristo con su cruz, para dar nosotros también la vida por amor, al pie de la cruz como María, que unida a su Hijo, compartió su dolor y el amor de su entrega».
Tras la liturgia de la Palabra, se ha celebrado, tal como estaba previsto en las disposiciones especiales decretadas por el Obispo para esta Semana Santa de pandemia, la contemplación y adoración de la cruz a través de la genuflexión o de una inclinación con la cabeza al estar prohibido besarla como es tradición. Al mismo tiempo se ha recogido también la colecta para los Santos Lugares, para lo que D. Casimiro ha solicitado generosidad «con aquellos que mantienen viva la presencia de la fe cristiana a través de la conservación de templos y lugares santos que ayudan a mantener viva la fe de quienes los visitan, más en estos tiempos de pandemia que el turismo religioso, como el resto, están sufriendo ante las restricciones por la pandemia.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!