Mons. Munilla pone el énfasis en «la existencia del alma humana»para abordar la cuestión de la dignidad de la persona
La Pastoral Universitaria de la Diócesis de Segorbe-Castellón, junto a la Universidad Cardenal Herrea CEU y la Asociación Católica de Propagandistas, organizaron ayer la charla-coloquio que, bajo el título «La dignidad de la vida humana» ofreció el Obispo de Orihuela-Alicante. Mons. Jose Ignacio Munilla.
El prelado abordó la cuestión a partir de la reciente sentencia del Tribunal Constitucional en España a través de la cual se afirma de facto que «el supuesto derecho al aborto es constitucional», lo que Monseñor Munilla calificó «una prevaricación» por parte del mencionado Tribunal y comparó la sentencia de la Corte Suprema de Justicia de EE.UU que, recientemente y tras 50 años eliminó el derecho constitucional al aborto. En este sentido puso en valor «la perseverancia en mantener el pulso por la vida».
La conferencia trató de dar respuesta a las causas que han favorecido la desprotección de la dignidad humana. Para ello, Mons. Munilla realizó una aproximación teórica desde el punto de vista del hedonismo, como doctrina que identifica el bien con el placer sensorial e inmediato; también abordó la cultura del deseo, el relativismo moral, la concepción jurídica positivista y la pérdida de la vocación política al bien común, derivando en un feminismo errático. Todo ello para afirmar que la causa principal de la desprotección de la dignidad de la persona «es el olvido de la existencia del alma humana».
En este sentido recordó que la cuestión de «la existencia del alma humana es antropológica y filosófica lejos de ser una afirmación de carácter religioso que es lo que nos han querido hacer entender». Y recordando al filósofo y ensayista español Julián Marias, explicitó que además «del principio biológico hay que considerar también el principio espiritual que trasciende de la propia biología», y que, «hace que nuestra dignidad como personas quede totalmente desprotegida» afirmando que olvidar la existencia del alma humana ha derivado en «personalizar a los animales y animalizar a las personas».
Por ello dijo, privar a la antropología de ese principio tan fundamental «no solo hace inexplicable al ser humano sino que uno pierde conciencia de su dignidad porque en el origen de nuestra vida, al mismo tiempo que nuestros padres engendraron un embrión, Dios infundió un alma, de manera que en la concepción de una persona ha habido una colaboración entre el cuerpo engendrado y un acto creador de Dios que nos ha querido por nosotros mismos».
Dios encarnado
Se refirió también a la argumentación teológica para sustentar la dignidad humana afirmando que «Dios encarnado se hizo embrión y acampó entre nosotros y por eso el día de la vida es el 25 de marzo, día de la Anunciación y de la concepción a falta de nueve meses para el nacimiento de Jesús».
No hace falta ser religioso para afirmar la existencia del alma humana, dijo en alusión a quienes la rebaten tratando de hacer ver que los creyentes tratamos de imponer nuestra moral, pues «no decimos que el aborto es malo porque la Iglesia Católica dice que es pecado, sino que la Iglesia Católica considera el aborto pecado porque objetivamente es malo», pues «la moralidad nace del valor intrínseco de la vida».
En este sentido, aseguró que la Encarnación aporta mayor clarividencia para, a la luz de lo que aconteció en el seno de María. Es decir, «si aquel embrión concebido en el seno de María era una persona divina que había asumido la naturaleza humana, ¿cómo no va a ser persona humana cada embrión humano concebido en el seno materno?, cuestionó para afirmar que «a la luz del verbo encarnado se ilumina la dignidad del hombre».
Frente a la deriva errática de la cultura actual ¿qué podemos hacer?, interpeló al público para exhortarnos a «ser muy perseverantes». Sugirió tres formas de enfrentar el aborto. por un lado, dijo «uno a uno, como en la lista de Schlinder» y luchar frente a la sentencia del Tribunal Constitucional que reconoce que, en España, cabe el derecho al aborto, que, en palabras de Mons. Munilla, es «el derecho a matar». Por otra parte, «siendo familias abiertas a la vida dando testimonio del gozo que supone dar apertura a la vida». Por último, «el acompañamiento», acogiendo y consolando, a quienes han pasado por el trauma del aborto «siendo conscientes de que estamos llamados a rescatar a todos los que han caído en esa herida».
Para concluir, se refirió a Evangelium Vitae, de San Juan Pablo II, como «la encíclica clave sobre la dignidad de la vida». Se inició, a continuación, un interesante coloquio en el que los asistentes pudieron intercambiar con Mons. Munilla sus inquietudes.
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