Para mis nietos
El papa Francisco hizo público, el martes 22 de junio de 2021, su Mensaje para la Primera Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores que se celebrará cada año el cuarto domingo del mes de julio, entorno a la festividad de San Joaquín y Santa Ana. En esta ocasión será el 25 de julio.
El papa ha elegido el lema: “Yo estoy contigo todos los días” (cf. Mt 28,20).
Reflexionando a raíz de la lectura del mensaje del Papa, nos ha inducido a mi mujer y a mí, a meditar sobre este tiempo de locura que estamos viviendo y que nadie podíamos imaginar; proyectando la mirada atrás y repasando cada acontecimiento nos detenemos en aquellos recientes más significativos.
(Como abuelos, de momento, hemos escapado de esta pandemia asesina llamada: COVID 19; otros han fallecido -como todo el mundo sabe solos, sin el abrazo, que el papa Francisco tanto valora y es tan absolutamente necesario, tanto para el que parte como para los que quedamos).
El nacimiento de nuestros nietos, acontecimiento singular cuando pensábamos que no llegaríamos a ser abuelos, ha sido una gracia y un don extraordinario. La Providencia nos regaló dos mellizos que, junto con los abuelos maternos, hemos estado cuidando y continuamos haciéndolo mientras sus padres trabajan. Por supuesto que no somos una excepción -muchos abuelos están al cuidado de sus nietos, mientras que sus padres están en sus respectivos compromisos laborales-, es por lo que no dejamos de cavilar, en estos tiempos que nos está tocando vivir, sobre el futuro que espera a nuestros nietos.
No pretendo ser negativo, nunca lo he sido, pero los avatares de nuestros políticos, ciertas ideologías que poco a poco nos van mentalizando y conduciendo a través de los medios de comunicación por caminos de la indiferencia ante problemas -que nos deben seriamente preocupar por su importancia social-mediática, miramos hacia otro lado dejándonos manipular retrocediendo en cuanto a relaciones humanas tan necesarias para la sana convivencia: falta de cordialidad entre personas, falta de empatía para el bien común, disminución progresiva de los valores familiares, indefensión al
derecho a la vida desde la gestación hasta la muerte natural.
La vida es un don de Dios -somos católicos practicantes- solo a Él le corresponde darla o quitarla. Desgraciadamente la Ley de los hombres nos obliga a hacer una declaración de voluntades anticipadas con testigos que nos avalen para que nuestra vida física se apague por vía natural con los cuidados paliativos necesarios. Pues firmando dicha declaración podremos evitar que nos apliquen la eutanasia (suicidio asistido) administrándonos la inyección letal o el medicamento adecuado, finiquitándonos, dejando así de molestar a médicos, familiares y no malgastar el dinero en un inminente cadáver con la excusa que el dolor es inhumano y, por tanto, evitar sufrimiento inútil.
Es evidente que muchas personas, jóvenes y mayores, no estarán de acuerdo con nuestra postura, incluso creyentes. Pero, el creyente practicante debe obedecer a Dios antes que a los hombres.
Por lo aventurado y por otras cuestiones no menos importantes no podemos evitar pensar en el futuro de nuestros nietos. Estamos seguros que todos los abuelos deseamos que nuestros nietos sean felices, que vivan en un mundo donde el amor, la libertad responsable, los auténticos valores familiares y el bien común sean la base de una sociedad en continuo progreso solidario.
Dada nuestra preocupación por su futuro, nos dirigimos a nuestros muy queridos nietos para recordarles, en la medida que vayan haciéndose mayores, la inmensa alegría de ser abuelos y, en los valores en los cuales hemos sido educados.
Recordamos con mucho amor otros acontecimientos familiares: como el día que vuestros padres nos reunió a toda la familia para darnos la magnífica noticia de vuestra presencia en el vientre materno; fue un día de verdadera alegría. Otro momento gozoso: cuando vinisteis al mundo; a partir de esos días, los abuelos maternos y paternos, con deleite, hemos ido cuidando de vosotros, mientras vuestros papás acudían a sus respectivos trabajos. Hemos vivido cada acontecimiento con verdadera felicidad. Vuestro bautismo, día de amor y gozo, pues, a través de él, entrasteis a formar parte de la gran familia de hijos adoptivos de Dios. Cada año en la fecha de vuestro bautismo celebramos la Santa Misa en acción de gracias. Los cumpleaños, la onomástica, simplemente han sido y siguen siendo días de mucho amor y felicidad para todos.
Por ello, los acontecimientos socio-políticos actuales, nos dejan un mal sabor de boca pensando en vuestra futura educación y formación de valores morales. Aunque -gracias a Dios- vuestros padres están ojo avizor, sobre estas cuestiones tan delicadas.
Queridos nietos, vuestra abuela y yo, hemos tenido el privilegio de caminar juntos al amparo de la Iglesia, madre de todos los hombres y mujeres. De Ella hemos recibido el tesoro más grande que podíamos imaginar. De ese tesoro hemos sido edificados en los valores humano-divinos que nos han servido para vivir con fe, amor y esperanza todos los avatares que nos ha tocado batallar. Como muy bien ha citado el papa Francisco: “Yo estoy contigo todos los días”. Efectivamente, así ha sido, Él, el Señor, ha estado con nosotros todos los días de tal manera que, con todo el agradecimiento que somos capaces, damos gracias a Dios por cada día de nuestra vida, por cada Eucaristía, por tantas y tantas enseñanzas que han ido obrando interiormente, por nuestro matrimonio, paternidad, y,
ahora caminando en la vejez y aceptándose tal cual viene.
Es nuestro deseo más profundo que crezcáis en la fe de la Iglesia, en los valores evangélicos, y en el conocimiento del Señor de señores, Jesús de Nazaret. Que el Evangelio sea vuestra fuerza. Y concederle la importancia que merece como lo que es, Palabra de Dios, no palabra humana; así, no padeceréis orfandad espiritual que os aleje del verdadero proyecto de vida.
Con todo nuestro amor, vuestros abuelos.
Celia y Julio Sevilla,
abuelo y diácono permanente.
D. Julio José Sevilla Ruiz
Julio José Sevilla Ruiz es diácono permanente en nuestra Diócesis. Nacido el 19 de marzo de 1950, se casó con Celia María en marzo de 1974. Está Jubilado. Tiene 3 hijos y 2 nietos mellizos de 2 años y 5 meses. En 1990, previa a su ordenación, en un análisis de sangre se le detectó una Hepatits C debido a una transfusión de sangre en una operación, por lo que su ordenación diaconal no se pudo celebrar. Además, estuvo muchos años en continúas bajas laborales. Fue pasando el tiempo, y 29 años después, el 1 de febrero de 2020, fue ordenado junto a 7 aspirantes más por nuestro Obispo D. Casimiro. Hoy, gracias a Dios, la Hepatitis C está curada. Ha sido voluntario de la Pastoral Penitenciaria durante 22 años, y actualmente, su servicio diaconal lo ejerce en la parroquia de la Sagrada Familia de Castellón. "Espero, con la gracia del Señor, continuar trabajando en su Viña, es todo un privilegio".
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