Nos ha exhortado a caminar desde el Señor a la raíz cristiana del origen de nuestro pueblo
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El Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente, ha participado hoy en la «Romería de les Canyes» que ha partido a primera hora de la mañana desde la Concatedral de Santa María.
A las 08.00h la Concatedral de Santa María, acogía a cientos de fieles que se han sumado a la tradicional Misa de Romeros que ha estado presidida por D. Casimiro y concelebrada por el Vicario de Pastoral, D. Miguel Abril, y por el Vicario parroquial de Santa María, D. Ángel Cumbicos. La celebración de la Eucaristía ha servido para poner en camino, como cada tercer domingo de Cuaresma, a los peregrinos hacia el Ermitorio de La Magdalena remomorando así la fundación de la ciudad de Castellón.
Durante la homilía la reflexión de nuestro Obispo se ha centrado en el verdadero origen. Así ha recordado como nuestros antepasados, en este tiempo de Cuaresma, comenzaron a caminar para ir en romería penitencial hasta La Magdalena. Un camino que lo es también de conversión «para pedir perdón al Señor volviendo al origen y que se reavive nuestra fe y nuestra condición cristiana». De esta forma, ha puesto en valor «el sentido cristiano del día de hoy y el núcleo de la celebración» a pesar de que con el tiempo se hayan ido incorporando otro tipo de celebraciones.
La «Romería de les Canyes» tiene, en sus inicios, una vinculación religiosa que está asociada al traslado de la población de Castellón de la Plana desde la montaña al llano, por lo que la presencia del clero ha estado siempre vinculada a la misma tal como consta en la documentación existente.
Lo verdaderamente importante, ha dicho D. Casimiro es que «caminamos desde el Señor hasta el origen de nuestro pueblo, hasta su raíz cristiana». Así se ha referido al pueblo de Israel, también peregrino por el desierto, y como a ellos, «a falta de agua, a nosotros nos pasa que, anhelando llenar los deseos de nuestro corazón murmuramos contra Dios, le dejamos de lado e intentamos saciar nuestra sed, no solo física, sino también espiritual, en fuentes contaminadas».
En este sentido, recordando la Palabra proclamada, ha exhortado a los romeros «a escuchar la voz del Señor que sale a nuestro encuentro como lo hizo con aquella samaritana» (Juan 4, 5-42) a quien pidió «dame de beber». Así se ha referido a San Agustín para recordarnos que lo que verdaderamente le pedía el Señor a la samaritana «era su fe y poco a poco fue creciendo en ella hasta poder proclamar que Él era el Salvador». También ha recordado a María Magalena, «otra mujer conversa que dedicó toda su vida y su amor al Señor, teniendo la dicha de ser la primera que se encontró con el Señor Resucitado».
Lo confesemos o no, ha dicho D. Casimiro, «tenemos sed, no sólo de agua, sino de plenitud y de felicidad que muchas veces buscamos en fuentes contaminadas que nunca saciarán la sed espiritual porque el único que la puede saciar es Cristo Jesús, fuente del agua viva que nos lleva a la vida eterna».
En este día de romería, el Señor, ha remarcado D. Casimiro, «nos ofrece un reencuentro con Él y con nuestra fe para que se avive nuestra condición cristiana y nos vayamos preparando para celebrar con verdadera alegría el Misterio más grande: la Muerte y Resurrección del Señor para que todo el que crea en Él tenga vida eterna». No ha dejado de exhortarnos a la misión en este día de Romería «sea una expresión de nuestra fe para que otros, como ocurrió con el caso de la samaritana, conozcan a Aquel que es el único capaz de llevar a la plenitud que la mujer y el hombre de hoy también buscan».
Para concluir ha elevado intención para que este día lo sea también de acción de gracias «por todos los beneficios recibidos de Dios a través de nuestra fe». La romería reproduce año tras año la protección penitencial que rememora el nacimiento de la ciudad de Castellón en 1252.
En la actualidad está declarada Bien de Interés Cultural y para los cristianos también es de carácter penitencial y de acción de gracias. De hecho tal y como está documentado, existe una rogativa vinculada a las pestes de la época medieval… En el siglo XIV, se autorizan las procesiones por la sequía y más adelante se instaura una romería penitencial para invocar ayuda tanto material como espiritual. En 1991 se publica la Cosueta o ritual de la romería que recoge el protocolo entre el que se incluyen los símbolos religiosos, el volteo de campanas, la misa de romeros, y la romería propiamente dicha.
Hoy, como entonces, el clero ha participado en la Romería como «acción de gracias» uniéndose a la manifestación de la identidad de todo un pueblo siendo el portador de la reliquia de Santa María Magdalena, D.Miguel Abril, Vicario de Pastoral, seguido de nuestro obispo, D, Casimiro, que encabezaban la procesión.
Se celebró ayer tarde en la Concatedral de Santa María, organizado por la M.I. Cofradía de la Purísima Sangre de Jesús
La Concatedral de Santa María, en Castellón, acogió ayer tarde la celebración del Pregón Diocesano de Semana Santa, organizado por la Muy Ilustre Cofradía de la Purísima Sangre de Jesús, de Castellón, en colaboración con la Junta Diocesana de Cofradías y Hermandades de Semana Santa.
En este primer sábado de Cuaresma, el Pregón Diocesano supone, para las Cofradías y Hermandades de Semana Santa de la Iglesia de Segorbe-Castellón, el punto de partida para vivir, a través de la religiosidad popular, la Pasión, Muerte y Resurreción del Señor.
Coincidiendo con el 475º Aniversario de la Fundación de la Cofradía de la Purísima Sangre de Jesús, en Castellón, la pregonera de esta XXXIII edición, fue Mª Teresa Giner Pallarés, cofrade de la Purísima Sangre de Jesús de la rama de industriales, y también presidenta de la Junta Local de Cofradías y Hermandades de la Semana Santa de Castellón desde el pasado enero. Mujer de fe y profundamente vinculada a la Real Cofradía de Nuestra Señora del Lledó, entre otros cargos.
El acto estuvo presidido por el Obispo, Mons. Casimiro López Llorente, a quien acompañaron el Delegado Diocesano para la Junta Diocesana de Cofradías y Hermandades de Semana Santa, D. Pascual Luis Segura; el Consiliario Diocesano para la Junta, D. Federico Caudé; el Deán de la Concatedral, D. Miguel Simón; así como el y Presidente de la Cofradía de la Sangre, D. Juan Antonio Guzmán; y el Hermano Mayor, D. Ignacio Valls.
Pregón Diocesano
En sus primeras palabras, Mª Teresa Giner Pallarés, destacó con emoción, su condición de cristiana, por coincidir este 25 de febrero con el aniversario de su Bautismo, agradeciendo las vivencias y enseñanzas recibidas, a lo largo de los años, por los hermanos y hermanas cofrades. Recordó las palabras de D. Casimiro en su Carta Pastoral para este Año Jubilar Diocesano, en el que «hay que hacer memoria agradecida del pasado», poniendo el acento en las personas sencillas que se se asociaron, a través de la Cofradía, «para ayudar a los más necesitados ante las dificultades que muchos, por aquel entonces, atravesaban, siendo su máxima amar al prójimo siguiendo el Evangelio y proclamando su fe». El pregón supuso, en gran parte, un repaso a las Sagradas Escrituras, con referencias a la grandeza de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
Recuerdo agradecido a la Historia
Hubo palabras de agradecimiento y reconocimiento «a quienes iniciaron este camino pero también a todos los que han seguido sus pasos a través de los siglos haciendo posible la realidad de hoy, siendo capaces de superar todas las dificultades sin rendirse y continuando siempre adelante». Palabras que resonaron con fuerza coincidiendo con la celebración del 475º Aniversario de la Cofradía que nos recuerdan a todos los casi cinco siglos de historia de algunas cofradías de nuestra Diócesis, así como aquellas otras que han ido surgiendo, cuya historia, para la pregonera refiriéndose a la propia de la Cofradía de la Purísima Sangre de Castellón, «nos ayuda a comprender la riqueza que encierran, siendo un tesoro de solidaridad, arte, religiosidad, lo hizo poniendo la mirada en el sentimiento de solidaridad hacia quienes lo necesitaban como el origen de su existencia». Del mismo modo, alzó su voz para destacar el papel protagonista «de aquellos hombres y mujeres – refiriéndose a los cofrades- que con la mirada puesta en Jesucristo fueron capaces de transformar la realidad social con la fuerza del Evangelio, siendo un desafío que aún hoy persiste».
En este sentido, sirviéndose de la parábola del Buen Samaritano, reivindicó la necesidad de «seguir el ejemplo de los cristianos que nos precedieron de acercarse al diferente, al necesitado, al desconocido que sufre, superando las barreras de la enemistad, la discriminación y prejuicios que dificultan el trato hacia las personas». Puso en valor «la caridad cristiana que es ejemplo de misericordia, consuelo y fraternidad» y advirtió que «el corazón el cristiano está llamado a hacerse grande y a acercarse al del prójimo de manera sencilla, sin arrogancia, con humildad para transmitir ese amor que – recordando a San Pablo – ni presume ni se engríe».
Salir al encuentro
Reclamó la autenticidad y el significado real del papel de la Cofradía cada tercer domingo de Cuaresma que «sale al encuentro en auxilio de aquellos, que como entonces, llegaban exhaustos en su camino de penitencia» exaltando, precisamente el «acto de caridad que esta salida al encuentro» suponía y que tristemente hoy «parece que ha perdido su esencia convirtiéndose en un mero acto festivo». En este sentido puntualizó y reivindicó que hoy » es un signo con el mismo significado: salir al encuentro y acoger porque es la esencia de nuestra misión a la que se han sumado el resto de cofradías de la ciudad», y recordando al papa Francisco (Fratelli tutti) invitó a «hacerlo juntos porque nadie puede pelear la vida aisladamente, se necesita una comunidad que nos ayude, que nos sostenga y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar adelante».
Fe para creer
Servirse de la condición de cofrade para mostrar a la sociedad que «la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús es nuestra máxima expresión de fe» frente a una sociedad que muestra la misma incredulidad que Tomas (Juan 20, 24-29), dijo, «y necesita ver y tocar para creer». En este sentido se refirió al importante patrimonio artístico y cultural de la religiosidad popular «como muestra del don especial de muchos artistas que han sabido plasmar todo aquello que sucedió hace más de 2000 años y que cambió la humanidad». El arte que atesoran las cofradías ha de servirnos para «transformar nuestros sentidos y avivar nuestras almas porque además de la profunda huella cultural, son imágenes que forman parte de nuestra propia historia». Se refirió al «privilegio que es para todos los cofrades que nos confesamos creyentes mostrar al mundo una lectura que vaya más allá de la contemplación de una obra de arte».
Destacó que en el privilegio de procesionar por las calles «nos debemos dejar guiar por el espíritu del Evangelio y vivir una Semana Santa en la que se manifieste un estilo de vida basado en la seriedad y el compromiso que supone recordar que Jesucristo se abandonó a la voluntad del Padre sufriendo el martirio hasta la cruz, pero pidiendo el perdón para toda la humanidad instantes antes de morir». Y no quedarnos solo en eso, porque, repasando desde la entrada triunfante en Jerusalén hasta su camino en el calvario, «su entrega lo fue de amor tal como pidió a sus discípulos, a quienes llama amigos. No hay amistad sin perdón y no hay perdón sin amor. Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos».
Tesoro de fe, arte y religiosidad
Para terminar se refirió al compromiso que han de asumir las Cofradías y los cofrades, un compromiso dijo, que «va va más allá de la Cuaresma y de la Pascua, que lo es de cada día porque eso es lo que construye la historia». Las Cofradías son «un tesoro de fe, arte y religiosidad pero de nada sirve un tesoro si lo escondemos solo para nosotros», apuntó. Animó a convertirse en «pregoneros del amor, la esperanza, el perdón y la reconciliación para que todos vean que nuestro Cristo Yacente no es una imagen de muerte, sino una imagen de amor, que hemos de dar a conocer al mundo», concluyó.
El Pregón Diocesano concluyó con las palabras de Mons. Casimiro López Llorente, que dio gracias a Dios por Mª Teresa Giner pues sus palabras, dijo, «no solo han sido una reflexión profunda respecto a la dedicación de las Cofradías y a la contemplación de la Semana Santa, sino una confesión pública de la fe». Aplaudió, en este sentido, la organización y celebración del acto «como símbolo de nuestra preparación para celebrar con fe profunda la Semana Santa y con gozo alegre la Pascua».
Con guiño a las palabras de la pregonera, celebró el repaso por la memoria agradecida al pasado «en este año, que la Iglesia Diocesana celebra el Jubileo, mirando nuestro presente y mirar hacia el futuro, que es la perspectiva que debe tener todo aniversario», dijo.
En el análisis del presente, se refirió al individualismo y a la secularización de la sociedad actual, invitándonos a interpelarnos en caso de que decaiga nuestra fe, y «buscando la respuesta en Cristo Jesús que es la fuente de nuestra fe, porque muere y resucita para que tengamos vida eterna y que en Él acojamos el amor de Dios y ahí – destacó- es donde hay que poner el acento porque vivimos un tiempo complicado para mantener la fidelidad en la fe».
Pandemia espiritual
El Obispo exhortó a los presentes a volver la mirada hacia todos esos rostros necesitados y «avivar nuestra fe en Él desde el encuentro con Él, vivo y resucitado». Superada la pandemia, valoró que hemos sufrido también una «pandemia espiritual que nos ha hecho más individualistas, dejando atrás aquella solidaridad inicial, sin percibir que siguen existiendo aquellos que nos necesitan». Recordó que ese es «el peligro al que se enfrentan, no solo las cofradías, sino también la Iglesia» y avalando el importante legado de tradición, cultura y fraternidad que implican las cofradías, pidió que, ante todo, sean «expresión de la fe y de la fidelidad cristiana siendo promotores de reconciliación y de la paz, mirando a la cruz porque, precisamente, de ahí brota el amor, la reconciliación y el perdón».
Durante el acto se entregaron obsequios de reconocimiento, a Mª Teresa Giner como pregonera, pero también a D. Feliope Monfort Gómez, presidente de la M.I. Cofradía de la Purísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo de Vila-real, por la organización del Pregón Diocesano de 2022, así como a Dª. Mª Carmen Gozalbo, Secretaria de la Cofradía de Jesús Nazareno, organizadores de la procesión diocesana de la Semana Santa del pasado año.
La celebración estuvo acompañada por la interpretación magistral de varias piezas musicales por parte de la Coral Vicent Ripollés bajo la dirección de Jordi Ràfols. Siendo todas ellas aplaudidas por el numeroso público que asistió al acto, destacó el Misere que el propio Vicent Ripollés compuso, cuya partitura original que regaló a la Cofradía de la Sangre, generosidad que le fue agradecida nombrándolo cofrade honorario. La partitura se extravió y dejó de interpretarse hasta que fue encontrada hace unos años, reestrenándose la tarde de ayer.
El Altar, especialmente engalanado para la ocasión, estuvo acompañado de la imagen de la Mater Dolorosa que el artista Adsuara tallara en 1942 para la Cofradía de la Purísima Sangre de Jesús.
Ha estado presidida por Mons. Casimiro López Llorente
La Concatedral de Santa María en Castellón, ha acogido esta mañana la Eucaristía de inicio de la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas de Segorbe-Castellón. Ha estado presidida por el Obispo de la Diócesis y concelebrada por el párroco de Santa María, D. Miguel Simón, los Vicarios parroquiales, D. Ángel Cumbicos y D. David Barrios, y por el Consiliario de Manos Unidas. D. Juan Crisóstomo, asistidos por el diácono.
Junto a la presidenta, Dª Amparo Faulí, a la cabeza, se ha unido una representación de voluntarios, así como representantes de diferentes comarcales de Manos Unidas de Segorbe-Castellón comprometidos en dar a conocer y denunciar la existencia del hambre y de la pobreza, sus causas y sus posibles soluciones.
Por todo ello, cada año trabajan para reunir medios económicos para financiar los programas, planes y proyectos de desarrollo integral dirigidos a atender necesidades en aquellos lugares del mundo donde la pobreza es extrema. Los fondos que recaudan proceden de las cuotas de los propios socios, la colecta anual en las parroquias, cuyos datos se han publicado en la Hoja Parroquial de este domingo, así como las aportaciones de colegios, empresas, organismos públicos y otras donaciones.
Durante la celebración de la Eucaristía, D. Casimiro, sensible siempre hacia los más pobres y desfavorecidos ha valorado la tarea eclesial de esta Asociación del la Iglesia Católica haciéndolo «desde el Señor y desde la Eucaristía», fuente de la Palabra de Dios que hoy, como ha dicho el Obispo, es muy acorde «a la misión de Manos Unidas».
Y es que a través de la Palabra proclamada, como ha puntualizado D. Casimiro, «Jesús invita a sus apóstoles llegados de la misión a descansar ,pero era tanta la gente que le abordaba pidiéndole ayuda, guía y orientación que Él siente compasión de aquella multitud que parecían ovejas sin pastor».
Así ha recordado el Salmo de hoy en el que hemos proclamado que Jesús es nuestro pastor y con Él nada nos falta,. «nos lleva a fuentes tranquilas y repara nuestras fuerzas», ha dicho el Obispo dirigiéndose a las voluntarias y voluntarios de Manos Unidas como miembros de la Iglesia de Segorbe-Castellón, invitándoles a «reposar en el Señor porque Él calma vuestras ansiedades ante tantas necesidades como vemos, Él repara vuestras fuerzas y os enseña el camino justo para cumplir la tarea que ha puesto en vuestras manos como lo hizo con aquellos apóstoles que fueron elegidos para estar con el Señor y después enviarles a predicar». Les ha recordado también, cómo Jesús acude a la multitud con compasión, incidiendo en que ésta «no es tener lástima porque eso nos lleva a la tristeza ante tanta necesidad como detectáis».
El Pastor de nuestra Iglesia les ha animado a «ofrecer sacrificios espirituales», recordando la Carta a los Hebreos, «para ofrecer la propia persona, el propio tiempo como hacéis vosotros, de forma gratuita, desinteresada e incondicional» y ese es el sacrificio que pide el Señor, le has recordado, «haciéndolo desde el amor fraterno, como Dios nos ama a través de su Hijo Jesucristo, de forma desinteresada y gratuita para hacer el bien a los más necesitados, aquellos que no tienen ni lo más elemental para sobrevivir y que se traduce en pobreza, y no solo de pan, sino también de cultura y que afecta como se recoge en el material de la campaña, a tantas mujeres», ha dicho D. Casimiro, sensible a la desigualdad a la que se refiere el lema de esta campaña.
Y para eso cuenta el Señor con nuestras manos, para luchar contra la desigualdad, «sobre todo con las de las voluntarias y voluntarios de Manos Unidas que con vuestra campaña vais a interpelar para concienciar a la sociedad y, con sus aportaciones, poder solucionar tantos problemas». En este sentido, el Obispo, se ha referido a la importante «tarea de tarea de concienciar a la sociedad opulenta que vive desechando tantas cosas que afectan a toda la creación y es fuente de la injusticia y de tantas desigualdades». Por ello, «hay que compadecerse -ha puntualizado D. Casimiro,-,“sufrir con ellos, empatizar y ponerse en su lugar para tener la compasión que nos muestra Jesús ante esa multitud y hacerlo como Iglesia diocesana». Como signo en el ofertorio, voluntarios de Manos Unidas han ofrecido los proyectos en los que durante este 2023, Manos Unidas, tratará de conseguir fondos.
El Señor pone de nuevo a misión a Manos Unidas de Segorbe-Castellón este año, con una nueva campaña, «para que llegue a todas las parroquias y a toda la comunidad diocesana que es la primera interpelada, pero también, a través de ellos a toda la sociedad para que esos programas puedan cumplirse como este año pasado». Finalmente, ha pedido intercesión a María la Virgen, «para que os proteja en esta tarea», recordando los de más de 60 años de historia de Manos Unidas «que pusieron en marcha aquellas mujeres, que como vosotras, pusieron en marcha la Campaña contra el Hambre para saciar el hambre de pan, de cultura y de Dios».
En este 2023, Manos Unidas comienza un quinquenio cuyos esfuerzos van a centrarse en algunas de las brechas de desigualdad que siguen creciendo y comprometen la dignidad de todo ser humano. Desde esta Asociación de la Iglesia Católica, aseguran que para promover sociedades más justas, pacíficas e inclusivas, no basta con reducir la pobreza y el hambre, o mejorar la calidad de la educación o del medioambiente, sino que es necesario apostar decididamente por la eliminación de las inequidades que atentan contra la vida digna de millones de personas.
Presentación de la campaña
El próximo martes, 7 de febrero, en el edificio Menador, en la Plaza Huertos Hogueros, a las 18.30 de la tarde,se presentará oficialmente la Campaña contra el Hambre para este 2023 y podremos conocer los proyectos para los que Manos Unidas de Segorbe-Castellón tratará de conseguir fondos.
El pasado viernes, 27 de enero, los salones parroquiales de Santa María, en Castellón, acogieron la primera sesión de los cursillos prematrimoniales que se van a celebrar este año y que organiza la Delegación Diocesana para la Familia y defensa de la Vida y que en esta segunda tanda se han inscrito 23 parejas
En la primera sesión, de esta segunda tanda, las parejas de novios. Asistieron a una charla que versó sobre «el amor humano» y que impartió Guillém Farré. La intervención versó sobre las tres caras del amor desde el punto de vista de los filósofos griegos: «eros, filia y ágape», que se corresponden con la pasión, la amistad y la elección. De hecho, se puso el énfasis en la elección como motor haciendo alusión al momento de la celebración en el que las parejas, al afirmar que reciben al otro para amarlo, respetarlo (…) lo hacen como «acto de la razón, de la voluntad que elige». Es precisamente, «la faceta ágape del amor, que junto con la eros y la filia muestra la belleza del amor humano y que la Iglesia bendice».
El delegado de Familia y Vida, Luis Oliver, ha manifestado que se trata de una ocasión inmejorable para que las parejas se reencuentren de nuevo con la fe y la Iglesia en general y reciban, al mismo tiempo, formación en temas específicos como la catequesis sobre el amor humano, la antropología cristiana y la sexualidad, así como el matrimonio como sacramento.
Los cursillos se van a celebrar en dos tandas. Esta primera, que comenzó el pasado 27 de enero, celebrará otras cinco sesiones el 3, 10, 17, 24 de febrero de noviembre, y el 3 de marzo.
El 27 de enero comenzará la segunda tanda de los cursillos prematrimoniales, organizados por la Delegación diocesana para la Familia y la Vida, en los salones parroquiales de Santa María, Castellón. Serán los viernes a las 20 h., hasta el día 3 de marzo.
Tal y como explicó el delegado diocesano de Familia y Vida, Luis Oliver, al inicio de la primera tanda celebrada entre octubre y noviembre de 2022, se trata de una ocasión inmejorable para que las parejas se reencuentren de nuevo con la fe y con la Iglesia en general, y reciban, al mismo tiempo, formación en temas específicos como la catequesis sobre el amor humano, la antropología cristiana y la sexualidad, así como el matrimonio como sacramento.
Información en: pastoralfamiliar@obsegorbecastellon.org o llamando al 964 220 066
“Permanezcamos firmes en la fe. Vivamos con alegría nuestra condición de cristianos”
Esta mañana de sábado, 7 de enero, el Obispo de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente, ha presidido la Misa Funeral por el eterno descanso del alma de Su Santidad el Papa Emérito Benedicto XVI en la Concatedral de Santa María, Castellón, que se ha llenado de fieles.
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La Santa Misa ha sido concelebrada por medio centenar de sacerdotes, así como participada por los seminaristas de la Diócesis. Ha sido solemnizada por la Coral de Barreros y la Capilla Musical de la Catedral bajo la dirección David Montolío, con Augusto Belau al órgano.
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Una celebración solemne en la que “ofrecemos el santo Sacrificio de la Misa por su eterno descanso. Nuestro corazón está dolorido y triste por su muerte, pero también lleno de gozosa esperanza y de profunda gratitud”, ha destacado el Obispo al inicio de su homilía. “Benedicto XVI ha pasado por el umbral de la muerte a la vida sin fin, ha llegado a la Casa del Padre para el encuentro definitivo con Cristo Resucitado”.
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También ha destacado como ha empleado toda su vida sirviendo al Señor, a la Iglesia, a toda la humanidad y en el anuncio del Evangelio, “hasta el último momento de vida, no vivió para sí mismo, sino que vivió siempre para el Señor. Vivió para el Señor y ha muerto para Él. En la vida y en la muerte ha sido del Señor”, decía, “a pesar de todas las penalidades e incomprensiones, su vida como sacerdote y teólogo, como obispo y sumo Pontífice ha sido una muestra conmovedora de una fe viva y vivida y de un Sí personal de amor a Jesucristo”.
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Ha querido agradecer al Señor “por el regalo extraordinario de Benedicto XVI para la Iglesia y para la humanidad”, “por todos los dones que hemos recibido de Dios a través de este gran Papa”, destacando su sencillez, humildad, cercanía, bondad y sabiduría, sabiendo pastorear a la Iglesia durante ocho años “desde el amor, pero también desde la verdad”.
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D. Casimiro ha mencionado su primera encíclica, en la que “recordó que Dios es Amor, que se ha encarnado en Jesús de Nazaret para hacernos partícipes del amor y la vida divina”, y enseñándonos que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, Jesucristo resucitado”. Su mensaje a todo cristiano es: “no sigas una teoría sobre la verdad o sobre la ética, sino sigue al Señor que es el camino, la verdad y la vida”.
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Como testamento espiritual y como legado, ha recalcado el Obispo, Benedicto XVI “nos pide permanecer firmes en la fe cristiana, también en la dificultad”, y nos alerta a los cristianos “ante el cansancio de la fe cristiana o la apostasía silenciosa de la fe en occidente con estas palabras: No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra”. “Permanezcamos firmes en la fe. Vivamos con alegría nuestra condición de cristianos”.
S.I. Concatedral de Santa María de Castellón, 7 de enero de 2023
(Sab 4,7-15; Salmo 22; Rom 14, 7-9.10c-12; Jn 21, 15-19)
Hermanas y hermanos, amados todos en el Señor.
Oración esperanzada y agradecida
1. En los últimos días hemos acompañado con nuestra oración al Papa emérito Benedicto XVI en la última etapa de su vida terrenal y en su muerte. El jueves pasado pudimos unirnos -unos física y la mayoría espiritualmente- a la Misa exequial en plaza de San Pedro en el Vaticano para orar por él. Han sido días de especial intensidad humana y espiritual. Esta mañana, celebramos y ofrecemos el santo Sacrificio de la Misa por su eterno descanso. Nuestro corazón está dolorido y triste por su muerte, pero también lleno de gozosa esperanza y de profunda gratitud.
Cada vez que el Señor nos reúne en torno a la mesa de su altar actualizamos su Pascua, su muerte y resurrección, fuente de vida eterna para “todo aquel que cree y vive en Él” (cf. Jn 11,26). La celebración de la Pascua del Señor hoy se hace más intensa al hacerlo en la pascua personal del papa emérito. Benedicto XVI ha pasado por el umbral de la muerte a la vida sin fin, ha llegado a la Casa del Padre para el encuentro definitivo con Cristo Resucitado. Así lo esperamos y se lo pedimos fervientemente al Señor para quien le ha servido como su Vicario en la tierra, como Siervo bueno y fiel, y como buen Pastor de su Iglesia con una entrega y un amor admirables.
Sí, hermanos: esta es nuestra firme esperanza, porque el Papa emérito ha sabido vivir con Cristo, muriendo poco a poco con Él, gastando y desgastando su vida para mejor servir a Cristo, a su Iglesia y a la humanidad. A lo largo de sus días, sobre todo desde su elección como Sucesor de Pedro y desde su renuncia al ministerio petrino, hasta el último momento de vida, no vivió para sí mismo, sino que vivió siempre para el Señor. Vivió para el Señor y ha muerto para Él. En la vida y en la muerte ha sido del Señor (cf. Rom 14 7-9). Ha entregado toda su vida al Señor Jesús, muerto y resucitado, al anuncio del Evangelio y al servicio de la humanidad con una fidelidad, coherencia y valentía inquebrantables. A pesar de todas las penalidades e incomprensiones, su vida como sacerdote y teólogo, como obispo y sumo Pontífice ha sido una muestra conmovedora de una fe viva y vivida y de un Sí personal de amor a Jesucristo vivo y en Él a todo ser humano; un Sí afirmado y renovado día a día desde lo más hondo de su ser en la oración, y en la celebración y adoración de la Eucaristía. Sus últimas palabras fueron “Señor, te quiero”. Las mismas palabras de Pedro a Jesús al confiarle el pastoreo de su rebaño. Este amor a Cristo resucitado, vivido con gran intensidad interior y confesado con un valor excepcional ha sido la fuente y el centro de su ministerio y de su vida hasta el final: ¡Un amor humano y sobrenatural a la vez! ¡Un amor cercano y cálido a todos, sin excepción! Con las palabras del libro de la Sabiduría nos atrevemos a decir: “Agradó a Dios, y Dios lo amó” (Sab 4, 9).
Como san Pablo dice de si mismo, así también nosotros podemos afirmar del Papa emérito Benedicto que ha sido un hombre de Dios, un corredor de fondo al servicio de Cristo y de su Iglesia, “un cooperador de la Verdad” y un “humilde trabajador en la Viña del Señor”. Benedicto ha combatido el buen combate, ha concluido su carrera, ha conservado la fe y nos ha confirmado en la fe; por ello confiamos que el Señor, juez justo y misericordioso, le otorgue la corona merecida: el abrazo definitivo y eterno de Cristo resucitado para participar de su gloria para siempre (cf. 2 Tim 4, 7-8).
Acción de gracias a Dios
2. A nuestra súplica, llena de esperanza, por el Papa emérito, unimos nuestra más sincera acción de gracias a Dios, fuente y origen de todo bien. Damos gracias a Dios por el regalo extraordinario de Benedicto XVI para la Iglesia y para la humanidad. Damos gracias por todos los dones que hemos recibido de Dios a través de este gran Papa, servidor bueno y fiel de Jesucristo, de la Iglesia y del mundo entero, como sacerdote y teólogo, como obispo y como Papa. Muchas cosas podríamos decir. Me centro en alguna.
Dios nos ha concedido la gracia de un Papa sencillo y humilde, cercano, bueno y sabio, que durante ocho años pastoreó con entrega y sabiduría a la Iglesia Universal. El supo clarificar la identidad y la misión de la Iglesia en tiempos de confusión, buscando siempre la verdad. Y lo hizo hecho con entereza y fortaleza, sin temor a críticas e incomprensiones. El sabía bien que la misión de la Iglesia, su credibilidad y su eficacia salvadora radican en su fidelidad total a Jesucristo y a su Evangelio: desde el amor, sí; pero, también desde la verdad.
Benedicto XVI ha sido un hombre de Dios para llevarnos a Dios en el encuentro personal, transformador y salvador con Cristo. En su primera encíclica, siguiendo las palabras del apóstol san Juan, nos recordó que Dios es Amor, que se ha encarnado en Jesús de Nazaret para hacernos partícipes del amor y la vida divina. Este es el corazón de la fe cristiana y la opción fundamental de todo cristiano: creer en la primacía de Dios y en el amor de Dios por cada una de sus creaturas. Él nos ha dejado escrito: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, [Jesucristo resucitado] que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus caritas est, 1). Como ‘cooperador de la verdad, este es el mensaje de Benedicto a todos cristiano: no sigas una teoría sobre la verdad o sobre la ética, sino sigue al Señor que es “el camino, la verdad y la vida”.
Como hombre de Dios supo hablar sobre Dios,, sobre Jesucristo y sobre el ser humano, la historia y el mundo con profundidad, claridad y sencillez: a alumnos e intelectuales, a niños, jóvenes y mayores, a seminaristas, sacerdotes y consagrados, a políticos y personas de la cultura en diálogo con las corrientes del pensamiento mundo actual. Él tuvo la maestría de hablar de cuestiones complicadas con palabras comprensibles para todos, también incluso para los más sencillos: lo hizo como un gran buen pastor y un gran catequista. Como un hombre de su tiempo, ha ido al encuentro con las personas, las culturas y las instituciones sociales y políticas, las confesiones y religiones. No ha rehuido los problemas más vivos del momento para ofrecer siempre la verdad Dios, de Jesús y el Evangelio de Jesús y de la Vida nueva en el Espíritu Santo.
El Papa emérito ha sido un verdadero maestro y doctor en la fe con sus escritos, nos ha dejado un rico y extenso magisterio. Él nos ha recordado que la Iglesia está llamada a ser santa, limpia de toda suciedad, para poder ser presencia nítida de Cristo resucitado para todos los hombres y para poder ser fermento de vida y de unidad, de perdón y de paz, de justicia y de caridad entre los hombres y los pueblos; una Iglesia que está llamada a vivir desde Jesucristo, su Palabra y la liturgia, la oración y la adoración, en la unidad de la verdad de fe y de vida con un mismo pensar y sentir.
Con la mirada puesta en Cristo, en quien se revela plenamente el misterio de todo hombre, Benedicto XVI ha sido un defensor incansable de la verdad frente al relativismo y de la dignidad de todo ser humano frente a todo tipo de ideologías. Su fe en el valor siempre actual del Evangelio de Jesús y su amor apasionado por todo lo humano le ha llevado a proclamar sin cesar los derechos inalienables de toda persona, el respeto a la vida humana en cualquier circunstancia de su existencia, las exigencias de la justicia, la primacía del bien común, de la verdad y de la paz, basada en la reconciliación y el perdón.
3. Exhortación final
Damos gracias a Dios por este gran Papa, que nos ha confirmado en la fe con su palabra, su ministerio y su testimonio hasta el final de sus días en este mundo. En su testamento espiritual nos pide permanecer firmes en la fe cristiana, también en la dificultad. Este es su último legado. Él nos ha alertado a los cristianos ante el cansancio de la fe cristiana o la apostasía silenciosa de la fe en occidente, con estas palabras: “No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra”. Permanezcamos firmes en la fe. Vivamos con alegría nuestra condición de cristianos. Ayudemos a otros bautizados a recuperar el gozo de serlo. Invitemos a los no bautizados a dejarse encontrar personalmente por Cristo.
Nuestra acción de gracias y las plegarias de toda nuestra Iglesia diocesana de Segorbe-Castellón se unen a las de la Iglesia Universal para que la esperanza de la Gloria se haga realidad para nuestro querido Papa emérito. ¡Qué el Señor Resucitado, acoja a su siervo fiel y solícito por toda la eternidad en la asamblea de los Ángeles y de los Santos! Así se lo confiamos a María, Madre del Señor y Madre nuestra, que le ha guiado cada día y le guiará ahora a la gloria eterna de su Hijo, Jesucristo Señor nuestro. Amén.
El sábado, 7 de enero, a las 11:30, en la S.I. Concatedral de Santa Maria, en Castellón
En una Carta remitida al Pueblo de Dios, en Segorbe-Castellón, Monseñor Casimiro López Llorente, anuncia la celebración de una Misa Funeral por el eterno descanso del Papa Emérito, Benedicto XVI, tal como anunciaba en la Carta publicada tras conocerse el fallecimiento, el pasado 31 de diciembre.
El Obispo «invita y convoca a todos, de corazón» a la participación en la Misa Funeral, que se celebrará, D.M, el próximo sábado, 7 de enero, en la S.I. Concatedral de Santa María, a las 11:30h, para pedir a Dios «Amor infinito, que acoja en su seno a Benedicto XVI y le haga partícipe de su Vida y Gloria para siempre». Del mismo modo, la celebración lo será de acción de gracias, tal como asegura D. Casimiro en la carta, «por todos los dones que hemos recibido a través de este servidor bueno y fiel de Dios, de la Iglesia y del mundo entero, como sacerdote y teólogo, como obispo y como Papa».
Y es que, en palabras de D.Casimiro, «Dios nos ha concedido la gracia de un Papa humilde, bueno y sabio, que durante ocho años pastoreó con entrega y sabiduría a la Iglesia Universal». Hace referencia también al testamento espiritual en el que nos pide que nos mantengamos firmes en la fe, para afirmar que Benedicto XVI fue «un gran papa que nos ha confirmado en la fe con su palabra, su ministerio y su testimonio hasta el final de sus días en este mundo».
A todos aquellos que no puedan asistir presencialmente en la celebración (monjas de clausura, y a los enfermos e impedidos) les pide que se unan «espiritualmente a nuestra oración y acción de gracias». Del mismo modo, ruega a los sacerdotes, que lo anuncien en sus respectivas parroquias, así como en las asociaciones, cofradías y movimientos.
El Obispo preside la Misa de Navidad en la Concatedral de Santa María, en Castellón
La Solemnidad de la Natividad del Señor se ha celebrado este mediodía con una Eucaristía que ha presidido Mons. Casimiro López Llorente, en la Concatedral de Santa María y que ha estado concelebrada por D. Miguel Simón, Deán y párroco de Santa María, y el Vicario, D. David Barrios, acompañados por el secretario, D. Ángel Cumbicos y el diácono, D. Daniel Castro.
Ante la imagen del Niño Jesús que presidía hoy el Altar Mayor, D.Casimiro ha recordado cómo la liturgia del día «nos convoca ante el portal de Belén para adorar y meditar, para bendecir y alabar, para postrarnos en humilde oración ante el misterio del Niño Dios, nacido en Belén».
Y es que hoy, con el Misterio de la Encarnación en Cristo, se nos desvela el misterio de la cercanía de Dios a todo lo humano. Así lo ha reflejado nuestro Obispo durante la homilía, cuyas primeras palabras han sido para anunciar la «buena noticia de este día Santo de la Navidad pues hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”, que es motivo de alegría.
La proclamación del Evangelio según san Juan (1, 1-14) ha centrado la predicación de nuestro Obispo que nos ha exhortado a «acoger con fe y alegría al Niño Dios» que pobre y frágil, yace en el pesebre. Y es que «Él» es la única Navidad, ha dicho D. Casimiro, «el Hijo eterno de Dios, que se hace uno de los nuestros como manifestación definitiva y suprema de Dios a los hombres». Y esa creencia es la que, «como cristianos, nos revela el misterio fundamental de nuestra fe».
D.Casimiro ha puesto en valor la originalidad de la fe cristiana pues «ninguna otra religión profesa la encarnación y el nacimiento de Dios en la naturaleza humana y en la historia». Con la Navidad «Dios entra en la historia humana como hombre en medio de los hombres, compartiendo con nosotros la condición humana en toda su realidad de debilidad, de sufrimiento y de mal, a excepción del pecado».
Hoy se nos revela que «Dios existe, nos ama y viene a nosotros», ha dicho D. Casimiro poniendo de relieve que «no es una creación de la mente humana». En Jesús, Dios se manifiesta saliendo al encuentro del hombre. Es un Dios de amor, ha explicado el Obispo, «un amor que es entrega hasta la muerte por amor a cada hombre y mujer, un amor respeta la libertad del hombre y que perdona». A través del nacimiento de Jesús «Dios cumple su promesa de salvación para todos y se hace nuestro prójimo», entregándose hasta la muerte «por amor a cada hombre y mujer, un amor respeta la libertad del hombre y que perdona».
Dios hecho hombre «salva y libera del pecado, está a nuestro lado, es eternamente fiel y presente, es un Dios débil, que sufre y muere como uno de nosotros, solidario con nuestros dolores».
D. Casimiro no ha sido ajeno al tiempo actual en el que el orgullo y la autosuficiencia impiden, en muchos casos acoger a Dios resistiéndonos a recibir a «Aquel que viene a nosotros para quebrar nuestra soberbia y autosuficiencia con su amor». En este sentido nos ha exhortado a dejar que «su amor penetre en todos los rincones de nuestra alma», porque la verdad última, auténtica y hermosa de la Navidad, es precisamente que «Dios nace entre nosotros y para nosotros».
Finalmente nos ha invitado a celebrar con fe y alegría al Hijo de Dios que sigue haciéndose presente entre nosotros y que sale «a nuestro encuentro en su Palabra, en la Eucaristía, en el que está nuestro lado y en los acontecimientos». No habrá verdadera Navidad, ha dicho nuestro Obispo, «si Dios, su amor y su paz, no nacen en nuestro interior, en nuestras familias y en nuestra sociedad». Y también, teniendo presente la guerra en Ucrania, ha afirmado que «o habrá verdadera Navidad mientras existan el odio y el rencor entre los hombres y no sean superados por el perdón y la reconciliación, mientras se den las guerras entre los pueblos».
Para concluir, ha pedido intercesión a la Virgen María, Madre de Dios, para que «nos ayude ser testigos creíbles de su mensaje de paz y de amor, para que los hombres y las mujeres de nuestro tiempo reconozcan en el Niño al único Salvador del mundo».
La parte musical de la Solemnidad de la Natividad del Señor ha corrido a cargo de la Coral de Barreros de la Mare de Déu del Lledó, acompañados en el teclado por el organista Augusto Belau.
S.I. Concatedral de Castellón, 25 de diciembre de 2022
(Is 52,7-10; Sal 97; Hb 1,1-6; Jn 1,1-18)
Hermanas y hermanos, muy amados todos en el Señor.
1. Un año más, la liturgia nos convoca ante el portal de Belén para adorar y meditar, para bendecir y alabar, para postrarnos en humilde oración ante el misterio del Niño Dios, nacido en Belén. “Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” (Lc 2, 14). Esta es la buena noticia de este día santo de Navidad. Una noticia antigua y siempre nueva, que es la razón más profunda de nuestra alegría navideña. Y ¿por qué este Niño pobre y frágil, que yace en el pesebre, es motivo de nuestra alegría?
2. Porque este Nino es el Hijo de Dios que se ha hecho carne por amor a la humanidad. “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios… Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 1.14). En Navidad celebramos el nacimiento en nuestra carne del Hijo de Dios, del Verbo de Dios, de la Palabra de Dios. La Navidad de verdad, la única Navidad, es Él, el Hijo eterno de Dios, que se hace uno de los nuestros. Este Niño, frágil, débil y pobre, que yace en el portal de Belén, es Dios y hombre. Este Niño es ‘verdadero Dios y verdadero hombre’. Así proclamamos en el Credo el misterio fundamental de nuestra fe. Somos cristianos porque creemos que Jesús, el hijo de María y de José, es el Hijo de Dios que se hace carne y acampa entre nosotros, en nuestro mundo y en nuestra historia.
Así lo expresa Juan en el prólogo de su evangelio. En el principio, nos dice, ya existía el Verbo. Ese principio, al que apunta el evangelista es el mismo principio del Génesis: el principio de todo, el momento en que Dios creó el cielo y la tierra. Y en ese principio ya existía la Palabra de Dios, porque la Palabra es Dios. Juan expresa así el misterio de la encarnación: la Palabra de Dios, que ya existía antes del principio de la historia humana, toma carne en un momento de la historia. Jesús, el niño que nace en Belén de la Virgen María, es la Palabra pronunciada de Dios, es el Hijo mismo de Dios, es la manifestación definitiva y suprema de Dios a los hombres. Jesús dirá más tarde a uno de sus discípulos: “Felipe, el que me ve a mí, ve al Padre” (Jn 14,9). Y san Pablo, nos dirá que, llegada la plenitud de los tiempos, en Jesús y por Jesús, Dios se ha revelado definitivamente (cf. Gal 4,4-5).
3. “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14): A diferencia de la palabra humana, que no es más que un sonido o un concepto, el Verbo, la Palabra de Dios, es el mismo Dios, revelado, manifestado y puesto a nuestro alcance en este Niño que nace en Belén. Porque la Palabra de Dios se ha hecho carne. Jesús no es un fantasma o una ficción retórica, sino un hombre de verdad, de carne y hueso, de nuestra propia naturaleza. Jesús no es un mito o una leyenda piadosa, sino una persona histórica. Es más: Ese Niño que yace en el portal no es un mero profeta que hablará de Dios, ni un simple maestro que enseñará una nueva doctrina, o el fundador de un movimiento religioso. Este Niño es Dios mismo, es el Hijo de Dios. Si creemos así, creeremos que el nacimiento de Jesús es la epifanía de Dios, la manifestación de Dios, porque es Dios mismo.
Aquí radica la originalidad de nuestra fe cristiana. Ninguna otra religión profesa la encarnación y el nacimiento de Dios en la naturaleza humana y en la historia. Con la Navidad, Dios entra en la historia humana como hombre en medio de los hombres, compartiendo con nosotros la condición humana en toda su realidad de debilidad, de sufrimiento y de mal, a excepción del pecado. Aquí estriba la originalidad del cristianismo, pero también su escándalo y su locura para la razón humana. Si la razón humana puede admitir, aunque no sin dificultad, que Dios hable a algunos hombres o realice por medio de ellos cosas maravillosas, en cambio se hace enormemente difícil admitir la historicidad de Dios: porque esto supone no sólo una manifestación pasajera de Dios en la historia, sino su existir en la historia. Sin embargo, justamente el existir de Dios en la historia en la persona de Jesús es lo que hace al cristianismo significativo para la humanidad y digno de su interés, porque así puede responder a sus más profundas aspiraciones.
4. Dios existe, Dios nos ama y Dios viene a nosotros. Dios no es una creación de la mente humana, propia de un estadio ya superado de su evolución. En este Niño y por este Niño, Dios mismo sale al encuentro del hombre, Dios viene a nuestro encuentro. En Jesús y por Jesús, Dios deja de ser un ser lejano, y se convierte en Dios con nosotros, inserto en nuestra historia. Jesús es la manifestación de Dios, de su amor y de su cercanía a los hombres. Sus palabras, sus acciones y su vida entera son palabras y acciones de Dios. El es la revelación definitiva de Dios; el verdadero rostro de Dios es Jesús. Dios es ya no es algo indefinido y lejano, sino alguien personal y cercano: es una persona. Jesús es el hermano que acoge y el padre que perdona. Nuestra respuesta a este Dios hermano y padre es la fe y la confianza. En Jesús y por Jesús, Dios es amor, un amor que es entrega hasta la muerte por amor a cada hombre y mujer, un amor que respeta la libertad del hombre y que perdona. El Dios de Jesús es un Dios que salva y que libera de la esclavitud y de la opresión del pecado. Es un Dios de futuro y de esperanza, nunca atrapado, ni por el tiempo ni por el espacio, ni por la idea ni por el poder. Un Dios que se hace hombre, que ama a todo hombre y mujer, que apuesta por nosotros; es un Dios encarnado, metido en la historia, que está a nuestro lado y pelea con nosotros contra las fuerzas del mal. Un Dios eternamente fiel y presente. Un Dios comprometido por el hombre y muy especialmente por los pobres y pequeños. Un Dios débil, que sufre y muere como uno de nosotros, solidario con nuestros dolores.
5. Con el nacimiento de Jesús, el tiempo llega a su plenitud y se cumple la promesa de Dios de salvación para todos. En el nacimiento de Jesús, Dios pone su tienda en medio del campamento de la humanidad, haciéndose solidario del empeño humano de construir la fraternidad universal. Dios se hace nuestro prójimo y el prójimo se convierte en camino que nos orienta y conduce a Dios. Jesús unirá indisolublemente el amor a Dios y el amor al prójimo, de modo que ya no serán -para los creyentes- sino dos caras de la misma moneda.
El nacimiento de Jesús es el encuentro de Dios con los hombres, pero significa también el encuentro de la humanidad con Dios. En el Niño de Belén, Dios viene a este mundo y nos abre definitivamente el camino a Dios. De esta suerte se nos da la posibilidad de alcanzar la suprema aspiración del hombre: ser como Dios con Dios. Pues dice Juan que a cuantos lo recibieron les dio el poder ser hijos de Dios, no por obra de la raza, sangre o nación, sino por la fe: si creen en su nombre. “A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (Jn 1, 12)”.
El mismo Juan nos habla, sin embargo, también de indiferencia y de rechazo ante el Niño, que nace en Belén. “Vino a su casa, y los suyos no le recibieron” (Jn 1,11). El sentido de estas palabras no se agota en la búsqueda sin resultado de una posada, donde María pudiera dar a luz, ni tampoco en el rechazo hasta la muerte de la mayoría de los suyos. Estas palabras apuntan y afectan a todos los tiempos, también a los cristianos, a los suyos por el bautismo: es cuando por la soberbia humana cerramos las puertas a Dios y preferimos el sin sentido a la bondad de Dios.
Nuestro tiempo es demasiado orgulloso y se siente autosuficiente como para acoger a Dios. Se resiste a recibir a Aquél que viene a nosotros; quizá también nosotros nos resistimos a acogerle, a ser propiedad suya, a dejarnos transformar por Él y por su amor. Él vino como Niño, humilde, pobre y frágil, para quebrar nuestra soberbia y autosuficiencia con su amor. Dejemos que el amor de Dios penetre en todos los rincones de nuestra alma. Navidad no es una ilusión. Dios nace entre nosotros y para nosotros. Está es la verdad última, auténtica y hermosa de la Navidad.
6. Acojamos con fe y celebremos con alegría, hermanos, al Niño Dios. El Hijo de Dios nace y se hace hombre por amor a cada uno de nosotros. El nacimiento del Hijo de Dios en nuestra carne no pertenece sin más del pasado. Dios se hace uno de los nuestros para hacernos de los suyos: hijos de Dios en su Hijo. Y Dios sigue haciéndose presente entre nosotros. Dios sale a nuestro encuentro en su Palabra, en la Eucaristía, en el que está nuestro lado y en los acontecimientos de nuestra vida. Celebremos la cercanía de Dios, que nos acompaña en el camino de la vida. El nos invita a acogerlo y a seguirlo por el camino del amor y de la paz, de la fraternidad y de la solidaridad. No habrá verdadera Navidad si Dios, si su amor y su paz, no nacen en nuestro interior, en nuestras familias y en nuestra sociedad. No habrá verdadera Navidad mientras existan el odio y el rencor entre los hombres y no sean superados por el perdón y la reconciliación. No habrá verdadera Navidad mientras se den las guerras entre los pueblos.
Navidad es misterio de amor y de paz. Ante la gruta de Belén se eleva hoy nuestra oración a Dios para que cesen la injusta invasión y la guerra atroz en Ucrania y para que cesen las guerras en otras partes del mundo. Los creyentes en Cristo Jesús, junto con los hombres de buena voluntad, estamos llamados a construir la verdadera paz, basada en la verdad, la justicia, el amor y la libertad.
Que María nos ayude a descifrar el misterio que se oculta tras la fragilidad de este del Niño-Dios. Que ella no enseñe a reconocer su rostro en las personas de toda raza, cultura y nación, en especial, en los más pobres y desfavorecidos. Que ella nos ayude ser testigos creíbles de su mensaje de paz y de amor, para que los hombres y las mujeres de nuestro tiempo reconozcan en el Niño al único Salvador del mundo.
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