Esta mañana se ha celebrado, en la Concatedral de Santa María, en Castellón, la Misa exequial por el eterno descanso del Rvdo. D. Luis Gascó Molina, que falleció en la tarde del pasado sábado en Valencia. La Misa ha sido presidida por el Vicario General, D. Javier Aparici, y concelebrada por el Párroco de Santa María, D. Miguel Simón, y por el Vicario de Pastoral, D. Miguel Abril, así como por un nutrido grupo de sacerdotes de la Diócesis, entre quienes se encontraba D. Luis Sánchez, Delegado para los Sacerdotes ancianos de la Archidiócesis de Valencia, donde residía el sacerdote finado en los últimos años.
Durante la homilía, D. Javier Aparici ha trasladado, a los familiares y fieles que les han acompañado, «un afectuoso saludo de nuestro Obispo, D. Casimiro», quien por motivos familiares no ha podido desplazarse y presidir la Misa exequial.
Tres son los aspectos de la vida y testimonio de D. Luis Gascó que ha destacado el Vicario General en la homilía y que son motivo, ha dicho, «de profundo agradecimiento a Dios». En primer lugar, «el don del sacerdocio que recibió hace 59 años en la Iglesia de La Inmaculada Concepción de Sot de Ferrer cuando tenía 27 años de edad». D. Javier Aparici ha trazado el recorrido de D. Luis Gascó desde su ingreso en el seminario hasta que fue ordenado sacerdote y cómo transcurrió el ejercicio de su Ministerio sacerdotal en nuestra Diócesis: el primer destino fue la parroquia de Vilafranca, siendo después nombrado Vicario de la Parroquia de Santa María (Castellón). Otros destinos parroquiales fueron la parroquia de San José Obrero (Castellón), Oropesa del Mar, Benicàssim y Sot de Ferrer. Ha destacado cómo «estos ministerios parroquiales fueron compaginados por otros diocesanos por lo que agradecemos al Señor el servicio que este sacerdote ha prestado a todas estas comunidades y a la Iglesia diocesana de Segorbe-Castellón».
En segundo lugar, haciéndose eco de la autobiografía de D. Luis Gascó, “Algunas anécdotas de mi vida”, y recordando su variada actividad pastoral en sus diferentes destinos, ha invitado a dar gracias a Dios «por su especial sensibilidad para construir un mundo mejor al estilo del Reino de Dios y apoyar siempre donde estuvo, tal como hacía Jesús con los hermanos que más sufren, la labor de las Cáritas Parroquiales». El tercer motivo de gratitud a Dios es «el talante abierto que concedió a nuestro hermano Luis y su capacidad de adaptación y servicio a la Iglesia después del Concilio Vaticano II». Los destinos y servicios pastorales que ha prestado a la Diócesis de Segorbe-Castellón son ejemplo «de la donación de la propia vida en el Ministerio sacerdotal y en su sentido de la obediencia, mostrándose siempre dispuesto a lo que determinara su Obispo».
Para concluir ha solicitado a los presentes que, en su oración al Señor, pidan por las vocaciones al sacerdocio pues, «la muerte de un hermano sacerdote nos hace sentir la necesidad que tiene nuestro pueblo de personas consagradas en transmitir la fe y el amor a Jesucristo». Ha finalizado encomendando a la Virgen María todas estas intenciones y para que Ella sea luz y guía para nuestro hermano Luis, en su tránsito a la Casa del Padre.
Esta mañana se han instalado dos nuevos lienzos del pintor y escultor burrianense Vicente Traver Calzada en el presbiterio de la Concatedral de Santa María, en Castellón.
Los cuadros representan el descendimiento de Cristo (“Descendimiento”) y la Visitación con la Anunciación (“Bendito el fruto de tu vientre”), instalándose bajo la supervisión del Obispo, D. Casimiro López Llorente, y la diputada provincial de Cultura, Ruth Sanz.
Pintados en temple y óleo sobre tabla de 300×375 cm, Traver Calzada ha explicado que su intención es “actualizar la iconografía religiosa, dándole un trasfondo actual a las escenas, introduciendo en ellas a las personas que observen y contemplen el cuadro”.
En la Visitación, el autor indica que ha pintado las figuras de la Virgen con su prima santa Isabel sobre un fondo de la región de Judea, y “entre las montañas transcurre el río Jordán, en alusión al bautismo de Jesús por Juan el Bautista”. La Anunciación está pintada “como si fuese un dibujo renacentista”.
En el Descendimiento aparece Cristo, “que es descendido por un grupo de ocho personas, entre ellas tres mujeres, la Virgen María, María Magdalena y una tercera figura, que es una mujer con mantilla, simbolizando la actualidad de esta escena”, ha explicado.
Es un escenario “con colores tistes, se ven los relámpagos y en el fondo aparece el Templo de Jerusalén”, simbolizando el pasaje evangélico narrado en Lc. 23, 44-45: «y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio».
Además, Traver Calzada explica que esta escena está pintada durante el año pasado, en todos los meses más duros de la pandemia, lo que también “refleja mi estado de ánimo en los tonos y colores”, contrastando con la Anunciación y la Visitación, pintado en el 2019.
Solemnidad del Corpus Christi en la Concatedral de Santa María, en Castellón
Ayer tarde se celebró el Corpus Christi en la Concatedral de Santa María, en Castellón, con una ceremonia litúrgica que presidió el Obispo de nuestra Diócesis, D. Casimiro López Llorente, en la que se exaltó el el Misterio Eucarístico como memorial del sacrificio de Cristo en la cruz y de su resurrección, y que se nos da como alimento quedándose realmente presente entre nosotros. La misma celebración tendrá lugar esta tarde, a las 19.00 h en la S.I. Catedral de Santa María, en Segorbe.
Tras la proclamación de la palabra, nuestro Obispo centró su predicación en «la Eucaristía» y puso el acento en las tres palabras que resumen nuestra Fe en el Sacramento de la Eucaristía: «memorial, banquete y presencia». La Eucaristía es memorial «del sacrificio redentor de Jesús en la Cruz – dijo D. Casimiro -, un sacrificio que actualizamos en cada Santa Misa; es banquete de comunión en el Cuerpo de Cristo, en el que el Señor mismo se nos da en comida y genera comunión; y es presencia real y permanente de Cristo Resucitado entre nosotros».
Testigos en el mundo
Dios es amor y ama a todos los hombres por igual, enfatizó el Obispo, «se queda con nosotros para que en Adoración, contemplando su amor supremo participemos en Él y, contagiados de su amor, seamos testigos en el mundo». Esa es nuestra fe y la Eucaristía, prosiguió D. Casimiro, «es el signo más fuerte y más permanente del amor de Dios hacia los hombres, descubriéndonos el verdadero rostro de Dios».
Tomando como referencia la palabra proclamada (Ex.24,3-8; Hb. 9,11-15; Mc.14,12-16.22-26) puso en relieve que la Eucaristía es el Sacramento «de la nueva y eterna Alianza de Dios con los hombres en Cristo» porque el Cuerpo entregado y la Sangre derramada, «sellan esa nueva y definitiva Alianza entre Dios y la humanidad». D. Casimiro recordó que el sacrificio de Jesús en la cruz no se repite «sino que se actualiza en cada Santa Misa para que el amor de Dios alcance a todos y en todos los tiempos».
En este sentido resaltó que la vida de Jesús no tuvo otro fin «que darnos a conocer y comunicarnos el Misterio de Dios, que Dios es amor y comunión de vida de amor infinito» y que su muerte en la cruz «fue la demostración suprema del amor de Dios para cada uno de nosotros» entregando su Cuerpo en comida y su Sangre en bebida, dejándonos la Eucaristía «como banquete de comunión de vida en el que Jesús se nos ofrece y nos da la vida».
Eucaristía:Centro de vida de la Iglesia
Siendo así, dijo nuestro Obispo, «la Eucaristía, es el centro de la vida de la Iglesia y de cada cristiano, hacia la que caminamos, la fuente de la que partimos, y la comida de la que nos nutrimos». Sin la celebración de la Eucaristía, resaltó D. Casimiro, no habría Iglesia porque de hecho – dijo – está destinada a ser Sacramento de la unidad de Dios con los hombres y de los hombres entre sí». En este sentido exhortó a la participación plena en la Eucaristía porque sin ella, «la fe del cristiano languidece, se apaga y se muere». Si queremos perseverar en la fe, insistió, «es imprescindible participar activa y plenamente en la Eucaristía porque sin ella no podemos existir ni vivir», invitando a los fieles congregados a una «mayor implicación para poner en valor la Eucaristía por ser el mayor tesoro que tienen los cristianos». De la Eucaristía brota el mandamiento nuevo del amor: «amaos los unos a los otros como yo os he amado» y así, aseveró D. Casimiro, «estamos llamados a vivir este amor de tal modo que llegue a todos porque a todos está destinado».
Día de la Caridad
Coincidiendo con la Solemnidad del Corpus Christi se celebra el Día de la Caridad, este año bajo el lema: «comprométete y tiende tu mano». Y aprovechando el lema, el Obispo exhortó a que nos comprometamos «en esta tarea de llevar el amor del que participamos en cada Eucaristía a otros para que todos sientan el amor, la cercanía y la Misericordia de Dios».
Recordó que esta crisis sanitaria y sus consecuencias «nos urgen a redoblar nuestro esfuerzo y compromiso con todos aquellos que lo están pasando mal, siendo desprendidos, pero también austeros en nuestra forma de vida» porque esta crisis «tendría que ayudarnos a cambiar nuestros estilos de vida, tantas veces egoísta, materialista y despilfarrador». A la crisis sanitaria D. Casimiró sumo también «la crisis en valores morales» invitando a los fieles a redoblar nuestro compromiso personal y nuestra generosidad económica porque «Jesús nos llama a reconocerlo y a amarle en el hermano necesitado». Para concluir, exhortó a «adorar al Señor y contemplar su amor supremo para dejarnos transformar por Él» porque solo así «podremos ser testigos comprometidos en el mundo».
Procesión claustral
Debido a las restricciones por la pandemia la tradicional procesión de exaltación del Cuerpo de Cristo no se pudo realizar por las calles de la ciudad. Sin embargo, tras la exposición del Santísimo Sacramento del Altar tuvo lugar la procesión en el interior del templo y desde el pórtico central de la Concatedral el Obispo bendijo a los fieles concentrados en la Plaza Mayor.
Mañana domingo, VI de Pascua, la Iglesia española celebra la Pascua del Enfermo, bajo el lema «Cuidemonos mutuamente». Con este motivo la Delegación de Pastoral de la Salud ha organizado una Eucaristía, que se ha celebrado esta tarde en la Concatedral de Santa María, presidida por Monseñor D. Casimiro López Llorente, que ha incluido la administración del Sacramento de la Unción de Enfermos. Con esta celebración litúrgica culmina la campaña de este año que arrancó el pasado 11 de febrero en que se celebró la Jornada del Enfermo, coincidiendo con la festividad de Nuestra Señora de Lourdes.
En la homilía, D. Casimiro ha recordado como en la celebración de la Pascua, «la Iglesia nunca se olvida de los enfermos porque la Pascua del Señor es motivo de alegría profunda que concede el saberse siempre, también en la enfermedad, incluso en la muerte, acompañados por el Señor».
A la luz de la Palabra proclamada, el Obispo ha centrado su predicación en el amor de Dios. «El amor que desborda de la cruz, de la muerte y Resurrección de Jesús y llega a la humanidad para que en Él tengamos vida en abundancia». En la debilidad, en la enfermedad y en la fragilidad que con los años se va sintiendo, ha dicho D. Casimiro, recordando a San Pablo, «también en esos momentos hemos de sentir el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús porque nada ni nadie nos podrá separar de ese amor».
A través del amor que recibimos de Dios Padre, nos pide «amaos los unos a los otros como Él nos ha amado porque esa será la muestra de la verdad de nuestro amor, el cómo nos amemos los unos a los otros y cómo amemos a los más necesitados en el dolor, en la enfermedad, en la soledad, en la oscuridad y en la muerte».
D. Casimiro ha recordado cómo a lo largo de su vida junto a los hombres, Jesús se entregó de forma altruista, generosa, humana y cercana a los enfermos y también a los difuntos como Lázaro. «Él bendecía, curaba y sanaba de forma cercana a aquellos que sufren necesidad en el cuerpo o en el espíritu» y nos dejó esa parábola del «Buen Samaritano» que se acerca a aquel mal herido, lo cura con el aceite, lo sana, le venda y lo lleva a la posada, y «esa posada es la Iglesia y nosotros los posaderos en esa Iglesia que hemos de cuidar, como Jesús nos muestra, a aquellos que sienten la fragilidad de su vida y la vulnerabilidad en su existencia».
El Obispo también ha exhortado a «no dejarnos llevar por la sociedad actual que aparta a los enfermos como si la enfermedad y la muerte no pertenecieran a la condición humana». La muerte, el sufrimiento y el dolor son un misterio, ha dicho D. Casimiro, «pero Jesús nos ayuda a entenderlo porque Él también pasó por el sufrimiento, por el dolor y por la muerte y pese a la tentación en Getsemaní se abandonó a la voluntad de su Padre».
Tras la homilía, el Obispo ha administrado el Sacramento de la Unción de los enfermos teniendo en consideración todas las medidas de seguridad higiénico-sanitarias, tal como consta en las disposiciones que, con motivo de la pandemia se dictaron para la celebración de los sacramentos y, en concreto para la administración de la santa Unción, donde se indica que «el óleo se puede administrar con un bastoncillo de algodón evitando el contacto directo con el enfermo», tal como se ha realizado esta tarde.
La Eucaristía ha estado concelebrada por el Vicario de Pastoral, Miguel Abril; el delegado Diocesano de la Pastoral de la Salud, Eloy Villaescusa; el Párroco de Santa María, Miguel Simón; el secretario, Ángel Cumbicos; y el Diácono, Daniel Castro. En el órgano, Augusto Belau, organista titular de la Concatedral de Santa María y la Coral de Berreros de la Mare de Déu del Lledó.
El Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral propuso para esta campaña del Enfermo del año 2021: “Uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos” (Mt 23, 8). En este tiempo de pandemia son unas palabras especialmente significativas pues, ponen en evidencia nuestra fragilidad, la interdependencia de cada uno de nosotros, y la corresponsabilidad de cuidarnos mutuamente. En ese sentido el mensaje del Papa Francisco destaca laimportancia en este momento de pandemia para brindar una atención especial a las personas enfermas y a quienes cuidan de ellas, tanto en los lugares destinados a su asistencia como en el seno de las familias y las comunidades. En particular, señala, a las personas que sufren en todo el mundo la pandemia del coronavirus, así como a los más pobres y marginados.
En esta pandemia se han producido miles de defunciones sin contar la posibilidad de que los enfermos estuvieran acompañados, lo que hace que la soledad se experimente de un modo particularmente dramático y el duelo de los familiares también se hace especialmente difícil. Al mismo tiempo, entre los profesionales de la salud y los cuidadores se han vivido momentos de particular soledad y muchos han fallecido en el cuidado de los enfermos. La soledad ha sido una de las grandes protagonistas, como ha mencionado esta tarde nuestro Obispo. Para muchos enfermos, aislados en sus habitaciones, en sus casas, la soledad se ha hecho especialmente difícil, sin la posibilidad de la cercanía de las familias, agudizándose la incertidumbre y los temores. Ni siquiera en momentos particularmente significativos al final de la vida tantos enfermos no han podido contar con la compañía de sus seres queridos. Ellos, especialmente esta tarde, han estado presentes en la Eucaristía celebrada.
Mañana, sábado, a las 18.00h en la Concatedral de Santa María, en Castellón
La Diócesis de Segorbe-Castellón conmemorará la «Pascua del enfermo» este sábado 8 de mayo, con una celebración litúrgica que presidirá nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, en la Concatedral de Santa María, en Castellón, a las 18.00 horas donde se impartirá la Unción de Enfermos, siguiendo todas las medidas higiénico-sanitarias.
Tal como recoge el Catecismo de la Iglesia católica: «con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia entera encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir, así, al bien del Pueblo de Dios (LG 11)». (cf.c 1499 CIC).
El óleo utilizado en este rito es conocido como óleo de los enfermos, y es bendecido cada año por el obispo en la Misa Crismal que, este año en nuestra Diócesis, se celebró el pasado 29 de marzo en la S.I. Catedral de Segorbe.
¿Quien puede recibir la Unción de Enfermos?
El sacramento de la Unción de Enfermos es así denominado porque la señal principal es la unción con aceite consagrado por el Obispo. La gracia principal es fortalecer la virtud de la esperanza para ayudar a la persona enferma a no desesperarse y fortalecerla contra cualquier temor a la muerte. También ayuda a soportar cualquier sufrimiento causado por su enfermedad o lesiones y los une a Cristo sufriente que se acerca a ellos y les brinda consuelo espiritual.
Hasta el Concilio Vaticano II, al sacramento se lo conocía con el nombre de extremaunción, puesto que solo se administraba in extremis, es decir, ante la inminencia de la muerte. Sin embargo el Concilio Vaticano II, en su Constitución sobre la Sagrada Liturgia, explicita que «[…] no es solo el sacramento de quienes se encuentran en los últimos momentos de su vida […]». De hecho, el cambio de sentido impuesto al sacramento por el Concilio responde a la necesidad e importancia de asistir a los enfermos para que el Espíritu Santo los acompañe y reconforte, de conformidad con el mandato de Jesucristo a través de San Marcos (16, 17-18).
El Catecismo de la Iglesia (cf.f 1514-1515) también explicita que la Unción de Enfermos «no es un sacramento sólo para aquellos que están a punto de morir», así como «si un enfermo que recibió la unción recupera la salud, puede, en caso de nueva enfermedad grave, recibir de nuevo este sacramento. En el curso de la misma enfermedad, el sacramento puede ser reiterado si la enfermedad se agrava. Es apropiado recibir la Unción de los enfermos antes de una operación importante. Y esto mismo puede aplicarse a las personas de edad avanzada cuyas fuerzas se debilitan».
Sacram Unctionem Infirmorum
«Por esta santa unción, y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad».
Vía Crucis meditado por el Obispo en la Concatedral de Santa María, en Castellón
A las 11 de esta mañana se ha celebrado, en la Concatedral de Santa María, en Castellón, el Vía Crucis de nuestro Señor Jesucristo recorriendo espiritualmente las calles de Jerusalén hasta el Santo Sepulcro. En la Monición inicial, Miguel Simón, párroco de Santa María ha recordado que el Vía Crucis está históricamente vinculado a los sitios que Jesús recorrió, sin embargo, ha dicho «hoy día ha sido trasladado también a muchos otros lugares, donde los fieles del Divino Maestro quieren seguirle en espíritu por las calles de Jerusalén». Habitualmente en nuestras iglesias las estaciones son catorce, como en Jerusalén entre el pretorio y la Basílica del Santo Sepulcro y, en este recorrido hoy, ha pedido, «tengamos presentes de modo especial a cuantos cayeron bajo la cruz del dolor, de la marginación y de esta pandemia que sufrimos».
En el Vía Crucis han participado también los vicarios parroquiales, Ángel Cumbicos y David Barrios, así como el Diácono, Daniel Cortesi y el acólito Raúl Engonga, además de los numerosos fieles que, desde sus bancos (tal como decretó el Obispo en las disposiciones generales para las celebraciones de esta Semana Santa) han meditado y rezado junto a D. Casimiro. Al órgano, entre estación y estación, Augusto Belau, organista titular de la Concatedral de Santa María.
1ª. Estación: Jesús es condenado a muerte – Evangelio según san Mateo. Mt 27, 22-23
La meditación del Obispo ha resaltado la condena a muerte de Jesús «porque el miedo al qué dirán ha sofocado la voz de la conciencia». Sucede así a lo largo de la historia donde los inocentes son maltratados, condenados y asesinados. D. Casimiro ha interpelado a las veces que «hemos preferido también nosotros el éxito a la verdad, nuestra reputación a la justicia» y ha pedido «fuerza en nuestra vida a la sutil voz de la conciencia, a tu voz, para que tu mirada penetre en nuestras almas y nos indique el camino en nuestra vida».
En esta primera estación se ha pedido por los médicos y los sanitarios que también entregan su vida al servicio de los enfermos.
2ª Estación: Jesús carga con la cruz a cuestas – Evangelio según san Mateo. Mt 27, 27-31
Habiéndose dejado escarnecer y ultrajar, el Obispo ha instado a «no unirnos a los que se burlan de quienes sufren o son débiles y a reconocer el rostro de Jesús en los humillados y marginados; a no desanimarnos ante las burlas del mundo cuando se ridiculiza la obediencia a la voluntad de Dios». «Danos fuerza para aceptar la cruz, sin rechazarla – ha enfatizado D. Casimiro- ante las dificultades de la vida y anímanos a recorrer el camino del amor y, aceptando sus exigencias, alcanzar la verdadera alegría».
En esta segunda estación se ha pedido por los niños y los jóvenes, para que les sepamos acompañar en estos días y sepan vivir en esta situación de emergencia sanitaria.
3ª. Estación: Jesús cae por primera vez – Del libro del profeta Isaías. Is 53, 4-6
Ante el peso de la cruz que hizo caer a Jesús, está «nuestro pecado y nuestra soberbia que no hace más que mancillar cada vez más profundamente la dignidad humana pensando que podemos transformar al hombre en una especie de mercancía, que puede ser comprada y vendida, una reserva de material para nuestros experimentos, con los cuales esperamos superar por nosotros mismos la muerte». «Ayúdanos Señor a renunciar a nuestra soberbia destructiva y, aprendiendo de tu humildad, a levantarnos de nuevo».
En esta tercera estación, Jesús carga con nuestros sufrimientos, nuestro dolor y nuestro pecado, por ello el Obispo ha pedido «perdón por nuestra maldad» y que nos ayude «a levantarnos».
4ª. Estación: Jesús se encuentra con su madre – Del Evangelio según san Lucas. Lc 2, 34-35. 51b
D. Casimiro ha reflexionado sobre la fidelidad de Santa María, Madre del Señor que habiendo creído ante el anuncio del Ángel aquello que parecía increíble – ser la madre del Altísimo – «también has creído en el momento de su mayor humillación» convirtiéndose en la Madre de los creyentes, Madre de la Iglesia.
En esta estación se ha pedido la protección de María, como madre, de todos aquellos a los que en su trabajo se arriesgan por estar al servicio de los demás.
5ª. Estación: El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz – Del Evangelio según san Mateo. Mt 27, 32; 16, 24
Habiendo abierto los ojos y el corazón al Cirineo, y la gracia de la fe al compartir la cruz, «ayúdanos a socorrer a nuestro prójimo que sufre y danos la gracia de reconocer como un don el poder compartir la cruz de los otros y experimentar que así caminamos contigo».
En esta quinta estación, el Obispo ha pedido «por las religiosas y religiosos que, fieles a su vocación, están al servicio de los demás, especialmente en estos momentos».
6ª. Estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús – Del libro del profeta Isaías. Is 53, 2b-3 y del libro de los Salmos. Sal 26, 8-9
El Obispo ha pedido «la inquietud del corazón que busca tu rostro» y la protección «ante la oscuridad del corazón que ve solamente la superficie de las cosas» para obtener «la sencillez y la pureza que nos permiten ver tu presencia en el mundo».
D. Casimiro ha pedido «que la iglesia sea imagen pura» de Jesús, «en medio del mundo estando al lado de los pobres y los que sufren».
7ª. Estación: Jesús cae por segunda vez – Del libro de las Lamentaciones. Lam 3, 1-2. 9
Jesús cae por nuestro peso y continúa llevándolo. «En lugar de un corazón de piedra danos de nuevo un corazón de carne, un corazón capaz de ver, no permitas que el muro del materialismo llegue a ser insuperable. Haz que te reconozcamos de nuevo. Haznos sobrios y vigilantes para poder resistir a las fuerzas del mal y ayúdanos a reconocer las necesidades interiores y exteriores de los demás», ha meditado el Obispo, que en esta estación ha pedido fortaleza ante la pandemia, la enfermedad y las dificultades económicas, laborales y sociales.
8ª. Estación: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén – Del Evangelio según san Lucas. Lc 23, 28-31
Jesús nos llama a superar una concepción del mal como algo banal, con la cual nos tranquilizamos para poder continuar nuestra vida de siempre. «Haz que caminemos junto a ti sin limitarnos a ofrecerte solo palabras de compasión. Conviértenos y danos una vida nueva; no permitas que, al final, nos quedemos como el leño seco, sino que lleguemos a ser sarmientos vivos en ti, la vid verdadera, y que produzcamos frutos para la vida eterna» (cf. Jn 15, 1-10). A Jesús, que al ver a la gente como ovejas sin pastor, sintió pena y salió a su encuentro, «te pedimos por los que en estos días están alejados de sus familias».
9ª. Estación: Jesús cae por tercera vez – Del libro de las Lamentaciones. Lam 3, 27-32
D. Casimiro ha meditado respecto a la Iglesia que, «frecuentemente nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes, ten piedad de tu Iglesia». Al caer, ha dicho el Obispo, «quedamos en tierra y Satanás se alegra, porque espera que ya nunca podamos levantarnos; espera que tú, siendo arrastrado en la caída de tu Iglesia, quedes abatido para siempre. Pero tú te levantarás. Has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia».
Habiéndose quedado siempre entre nosotros, en esta estación se ha pedido que el Señor fortalezca a los que cuidan de nuestros mayores en las residencias.
10ª. Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras – Del Evangelio según san Mateo. Mt 27, 33-36
Habiendo sido despojado de sus vestiduras, expuesto a la deshonra y expulsado de la sociedad Jesús carga con los sufrimientos y necesidades de los pobres, aquellos que están excluidos del mundo, pero así «como nos haces reconocer que tu Padre te tiene en sus manos, a ti, a nosotros y al mundo. Concédenos un profundo respeto hacia el hombre en todas las fases de su existencia y en todas las situaciones en las cuales lo encontramos. Danos el traje de la luz de tu gracia».
Siendo Jesús modelo de servicio a la humanidad, en esta estación se ha pedido al Señor que «ilumine a los gobernantes para que estén siempre al servicio de los demás y tomen las decisiones más adecuadas en cada momento. Protege a los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad y del ejército en su servicio en estos días de pandemia».
11ª. Estación: Jesús es clavado en la cruz – Del Evangelio según san Mateo. Mt 27, 37-42
Al dejarse clavar en la cruz, aceptó la crueldad de ese dolor, la destrucción de su cuerpo y de su dignidad, «ayúdanos a no desertar ante lo que debemos hacer, a unirnos estrechamente a ti, a desenmascarar la falsa libertad que nos quiere alejar de ti».
Se ha pedido «por nuestras comunidades parroquiales que estos días no pueden reunirse para los actos litúrgicos. Que cada hogar sea espacio donde se viva y celebre la fe en comunión los unos con los otros».
12ª. Estación: Jesús muere en la cruz – Del Evangelio según san Mateo. Mt 27, 45-50. 54
Con la muerte de Jesús «se oscureció el sol», ha dicho el Obispo. Jesús «es clavado en la cruz constantemente, también en este momento histórico vivimos en la oscuridad de Dios». Aunque por el sufrimiento y por la maldad de los hombres el rostro de Dios aparece difuminado e irreconocible, «en la cruz te has hecho reconocer, porque eres el que sufre y el que ama, eres el que ha sido ensalzado, precisamente desde allí has triunfado».
«Al contemplarte muerto en la cruz – ha dicho D. Casimiro – te encomendamos a nuestros hermanos difuntos, a los moribundos y a los que en estos días no pueden acompañar en la muerte a sus seres queridos».
13ª. Estación: Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre – Del Evangelio según san Mateo. Mt 27, 54-56
El cuerpo de Jesús es recibido por unas manos piadosas y envuelto en una sábana limpia (cf. Mt 27, 59). «Qué fácil es que nosotros, los hombres, nos alejemos y nos digamos a nosotros mismos: Dios ha muerto. Haz que en la hora de la oscuridad reconozcamos que tú estás presente. No nos dejes solos cuando nos aceche el desánimo. Y ayúdanos a no dejarte solo. Danos una fidelidad que resista en el extravío y un amor que te acoja en el momento de tu necesidad más extrema, como tu Madre, que te arropa de nuevo en su seno».
Con la misma ternura que Jesús fue acogido por su Madre, «enséñanos a estar al lado de nuestro prójimo, de nuestros familiares y de nuestros amigos, sobre todo cuando nos envuelven situaciones de tensión, violencia o de exclusión», ha pedido D. Casimiro.
14ª. Estación: Jesús es colocado en el sepulcro – Del Evangelio según san Mateo. Mt 27, 59-61
Desde el sepulcro Jesús «ilumina para siempre la promesa del grano de trigo del que procede el verdadero maná, el pan de vida en el cual te ofreces a ti mismo. La Palabra eterna, a través de la encarnación y la muerte, se ha hecho Palabra cercana; te pones en nuestras manos y entras en nuestros corazones para que tu Palabra crezca en nosotros y produzca fruto. Ayúdanos a amar cada vez más tu misterio eucarístico y a venerarlo, a vivir verdaderamente de ti, Pan del cielo».
«Te pedimos – ha concluido el Obispo – por intercesión de tu madre, esperanza nuestra, fortalécenos en este tiempo de prueba y ayúdanos a ser fieles a lo que nos pides en cada momento».
Al finalizar D. Casimiro ha resaltado que en el centro de esta contemplación y de nuestra meditación del Vía Crucis está la cruz, «que es fuente de vida y de salvación», pero para llegar a ella «hemos de purificarnos de todo aquello que causa dolor a Dios y a los demás». En la cruz, ha recordado el Obispo, «Jesús nos muestra su misericordia y que muere por cada uno de nosotros, acogiendo y soportando sobre sus hombros toda la maldad y el rechazo del amor de Dios, convirtiéndose en vida y salvación». También ha invitado a los fieles a mantenerse, durante el día de hoy, en contemplación y recogimiento, «que nos lleve a la Gloria de la Resurrección».
D. Casimiro ha agradecido a las catequistas y feligresas de la parroquia que han participado como lectoras durante la celebración.
Celebración del Domingo de Ramos en la Contatedral de Santa María, Castellón
A las 12,00 h. de este mediodía se ha celebrado en la Concatedral de Santa María, en Castellón, la entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén. La celebración de este Domingo de Ramos da inicio a una Semana Santa que, a pesar de estar marcada por las restricciones de la pandemia, va a poder contar con la participación de los fieles. Esta tarde, a las 19.00h, se ha celebrado en la S.I. Catedral de Segorbe, en una celebración que también ha presidido el Obispo.
La celebración de este Domingo de Pasión ha estado presidida por nuestro Obispo, y se ha desarrollado siguiendo las orientaciones de la Conferencia Episcopal Española, según lo dispuesto por D. Casimiro en el decreto publicado el pasado 16 de marzo procurando el bien espiritual de pastores y fieles. Así, para este primer acto de celebración del presagio del triunfo real de Cristo y el anuncio de la Pasión, tras la monición de entrada se han bendecido los ramos y se ha entrado en el templo en procesión ante los feligreses que ocupaban sus asientos, tal como estaba previsto en las disposiciones.
En la celebración de la Eucaristía se ha proclamado el Evangelio de la Pasión, dando paso a la homilía en la que D. Casimiro ha destacado que, en este Domingo de Ramos «estamos acompañando a Jesús sabiendo que está presente en medio de nosotros como un amigo, como un hermano, también como rey, y nuestra alegría nace del saber que nunca estamos solos, incluso en estos momentos difíciles, incluso cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables».
Jesús se entrega por amor a los hombres
Recordando la primera lectura de Isaías (50,6) ha asegurado que Jesús entra en la Ciudad Santa «para recibir una corona de espinas, entra para subir al Calvario cargando un madero, entra en Jerusalén para morir en la cruz». El Obispo ha resaltado que Jesús se entrega voluntariamente a su pasión «por amor a la humanidad y fiel a la voluntad del Padre». Al contemplar a Jesús en su pasión «vemos los sufrimientos de toda la humanidad porque, aunque no tenía pecado , tomó sobre sí lo que el hombre no podía soportar: la injusticia, el mal, el pecado, la mentira, el odio, el sufrimiento y, por último, la muerte».
Vivir la Pasión de Cristo para renovar nuestra fe
La Semana Santa, ha dicho D, Casimiro, «nos sitúa de nuevo ante Cristo, vivo en su Iglesia y el Misterio Pascual, la pasión, muerte y resurrección, que revivimos durante estos días, es siempre actual», porque como discípulos, ha recordado el Obispo, «estamos llamados a decidir si lo acogemos, creemos en él y lo seguimos o no, si estamos con él o contra él, si somos simples espectadores de su pasión y muerte o, incluso, si le negamos con nuestras palabras, actitudes y comportamientos».
Vivir con fidelidad el ser cristiano
Iniciamos esta Semana Santa cantando «Hosana al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel, Hosana en el cielo» (Mt 21,9) y en la pasión se pone de relieve «la fidelidad de Cirsto frente a la infidelidad humana» ha destacado el Obispo que ha exhortado a los fieles a aprender de Jesús y de su Madre porque «la verdadera fidelidad del cristiano se muestra en el seguimiento de Cristo».
Finalmente nos invita a celebrar estos días en «contemplación meditativa» y que nuestra participación en las celebraciones litúrgicas «nos adentren en un renovado despertar de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestro amor».
Celebración del Domingo de Ramos en la Catedral, Segorbe
Las «24 horas para el Señor» de modo presencial se han retomado a las 09:00 de esta mañana con la Liturgia Penitencial que ha presidido D. Miguel Simón, párroco de Santa María, acompañado por David Barios, Vicario de la parroquia, y Ángel Cumbicos, Secretario Particular. La ceremonia ha precedido a la exposición del Santísimo Sacramento y a la celebración del Sacramento de la Confesión, que se desarrollará a lo largo de todo el día.
La ceremonia se ha iniciado con un saludo inicial y la monición de entrada para dar paso a la Liturgia de la Palabra y la aclamación del Evangelio: «Honor y Gloria a ti, señor!» (1, Jn 2,5). A continuación se ha procedido al «examen de conciencia» y al recogimiento en oración para «reconocernos necesitados de la misericordia del Padre».
Tras la celebración litúrgica de la Palabra y la preparación al Sacramento de la Confesión, se ha expuesto el Santísimo Sacramento en el Altar Mayor de la Concatedral donde permanecerá durante todo el día de hoy hasta que se proceda a su reserva a las 20.00 horas de esta tarde en que concluirán estas «24 horas para el Señor» con la celebración de la Eucaristía presidida por D. Casimiro.
Ante Él numerosos feligreses seguirán esta jornada de oración y adoración, tanto de forma presencial como telemáticamente pues la Adoración se está retransmitiendo en directo por el canal de YouTube de la Diócesis, pudiendo acceder a través de este mismo enlace:
Cabe destacar, que todas las horas de Adoración en Santa María se han cubierto de modo que el Santísimo Sacramento no estará solo en ningún momento de la jornada gracias a los feligreses que, tanto de la Parroquia de Santa María como de otras parroquias de la ciudad, así como de asociaciones, comunidades o apostolados de la Diócesis se han sumado de forma presencial a esta celebración.
También desde las 10.00 de la mañana y hasta las 20.00 h de esta tarde, en el claustro de Santa María se ha previsto celebrar confesiones, facilitando así que los feligreses que lo deseen puedan acceder al Sacramento de la Reconciliación.
¿Por qué debo confesarme?
En un día como hoy, la Iglesia nos invita a participar en el Sacramento de la Reconciliación, a prepararnos ante el Señor en oración y adoración sirviéndonos del Ministerio Sacerdotal para recibir el perdón de Dios.
El Papa Francisco, en la Audiencia General del 20 de noviembre de 2013 hacía una hermosa reflexión acerca del perdón y resaltaba tres elementos. El primero de ellos es que «el protagonista del perdón de los pecados es el Espíritu Santo«. En su primera aparición a los Apóstoles, en el cenáculo, Jesús resucitado hizo el gesto de soplar sobre ellos diciendo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20, 22-23). El Santo Padre advierte que «el soplo de Jesús, acompañado por las palabras con las que comunica el Espíritu, indica la transmisión de la vida, la vida nueva regenerada por el perdón. Pero antes de hacer el gesto de soplar y donar el Espíritu, Jesús muestra sus llagas, en las manos y en el costado: estas heridas representan el precio de nuestra salvación. El Espíritu Santo nos trae el perdón de Dios «pasando a través» de las llagas de Jesús».
En segundo lugar, Jesús da a los Apóstoles el poder de perdonar los pecados. «Dios perdona a todo hombre en su soberana misericordia, pero Él mismo quiso que quienes pertenecen a Cristo y a la Iglesia reciban el perdón mediante los ministros de la comunidad» y a través del ministerio apostólico recibimos la misericordia de Dios, «mis culpas son perdonadas y se me dona la alegría», asegura el Papa. Esta dimensión eclesial del perdón «es un don, una atención, una protección y también es la seguridad de que Dios me ha perdonado». Por ello, el Papa nos anima a «no cansarnos de ir a pedir perdón porque Dios nos perdona siempre, no se cansa de perdonar».
Por último, recibimos el perdón de Dios a través de los sacerdotes que «se convierten verdaderamente en instrumento de misericordia, donándonos el amor sin límites de Dios Padre». Es cierto, asegura el Papa Francisco que «Dios escucha siempre, pero en el sacramento de la Reconciliación manda a un hermano a traerte el perdón, la seguridad del perdón, en nombre de la Iglesia». Y así, nos dice el Santo Padre, «a través del sacerdote, recibimos un nuevo abrazo que nos regenera y nos permite volver a levantarnos y retomar de nuevo el camino. Porque ésta es nuestra vida: volver a levantarnos continuamente y retomar el camino».
Ante el cierre de la Basílica de la Mare de Déu del Lledó y la imposibilidad de que los fieles tengan la oportunidad de honrar y rendir culto a su Patrona, esta mañana se ha celebrado el acto de Entronización de una imagen de la Virgen del Lledó en el altar mayor de la S. I. Concatedral de Santa María, Castellón, tal como «ha tenido a bien encomendar, nuestro Obispo y Pastor, D. Casimiro, a la Real Cofradía de la Mare de Déu del Lledó«, ha explicado el Prior de la Real Cofradía y Vicario de Pastoral de la Diócesis, Miguel Abril.
Con una «ceremonia sencilla y entrañable» se ha trasladado la imagen de la Patrona, que se ubica en una de las capillas laterales de la Concatedral, al altar mayor. Con ello, ha destacado Miguel Abril, «significamos la presencia de nuestra Madre que con su ternura quiere estar cerca de sus hijos y nosotros de Ella». De esta forma, los castelloneros podrán seguir manifestado su fervor y devoción, así como encomendarse a Ella que «con su mirada maternal acoge a todas las personas que están sufriendo: a los mayores, a los más jóvenes y a cuantos han perdido el trabajo o se encuentran en una gran incertidumbre sobre su futuro; la mirada de cuantos se encuentran en soledad y necesitados de razones para vivir con esperanza y sentido». El Prior de la Real Cofradía ha venerado con gran devoción a la Lledonera porque es Ella – ha dicho – «quien nos da amor, esperanza y consuelo y de quien recibimos el abrazo de Dios que debe estar en el centro de nuestra vida».
La entronización de hoy junto al altar mayor y la cruz lo es porque María «supo estar al pie de la cruz acogiendo la entrega de amor de su Hijo y quiere ser el corazón que nos guía, ampare, sostenga, siendo mediadora e intercesora por el fin de la pandemia, por el eterno descanso de los fallecidos, por la fortaleza para los sanitarios y trabajadores en primera línea» ha resaltado Miguel Abril. Y con la misma cercanía que la Mare de Déu nos mira y acoge «nosotros también queremos estar cerca, mirarle y rezarle porque creemos en la esperanza y queremos ser testigos de la fe y del amor inmenso de Dios; y ayudar a todos a saber encomendarnos como Jesús: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu, nuestras vidas, para siempre, para tu Reino, para la vida eterna».
El acto de entronización ha concluido con la celebración de una Eucaristía en la que como rezan los gozos se ha pedido a la Patrona «sigau llum i auxiliadora, del amor nostre, Senyora, Mare de Déu del Lledó», y se ha invitado a todos los fieles a «acoger a la Virgen con fervor y efusión».
El Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón ha celebrado hoy la Santa Misa de Navidad en la Concatedral de Santa María, en Castellón y ha invitado a no dejar «de anunciar el Misterio de la Navidad» que no es otro que Dios se hace hombre «para darnos vida, amor, esperanza y llegar a participar de su propia vida en plenitud».
Ni la pandemia, ni la tristeza, ni las limitaciones, ni la dificultad «nos pueden robar la celebración de la Navidad», ha dicho D. Casimiro, «porque el nacimiento de Dios no es una idea ni una invención, es un acontecimiento único en la historia que se enmarca en un tiempo y un espacio» tal como se relata en el Evangelio. El gran Misterio de la Navidad es que «el niño que ha nacido es Dios y al hacerse hombre nos da la condición de participar de su divinidad, de su vida para siempre, de la inmortalidad que todos deseamos» y hoy nuestra máxima alegría es que con el nacimiento del Niño Jesús «Dios nos ha hecho sus hijos, nos ilumina nuestra vida y nos hace partícipes de la suya». En este sentido el Obispo ha invitado a no caer en la tentación de creernos dioses al margen de Dios y absolutizar la autonomía de la libertad del sujeto «porque la salvación y la vida en plenitud solo nos puede venir de Dios y eso es lo que hoy acontece».
El Misterio de la Navidad es «Misterio de luz que ilumina nuestra vida y nuestro camino, es Misterio de vida, la vida misma de Dios de la que nos hace partícipes y es Misterio de Amor«. En la homilía de hoy el Obispo se ha centrado en las palabras del profeta Isaías y el prólogo del Evangelio para resaltar que el Misterio de la Navidad «lo es también de Gracia, Verdad y Paz». La Gracia «es un don de Dios igual que lo es el Niño Dios y la vida que se nos da y que hemos de cuidar, tanto la propia como la ajena». En este sentido ha recordado que muchos dones son efímeros y pasarán pero «los creyentes sabemos que somos peregrinos en la vida y que el camino termina en la vida misma de Dios y de ahí la llamada a acoger la Gracia de Dios». En segundo lugar, a través del Niño Dios se nos muestra la Verdad, «y nuestra verdad es que de Dios procedemos y hacia Dios caminamos y eso es lo que nos exonera de la desesperanza y mostrar a otros que no nacemos para la muerte, sino que nacemos para vivir». Por último el niño que ha nacido hoy «es el mensajero de la Paz porque nos reconcilia con nosotros mismos, con la creación y con Dios y esa es la verdadera Paz, porque solo cuando nos sentimos perdonados, acogidos y abrazados por la Misericordia de Dios somos testigos de su amor y de la Paz que nos da Dios».
D. Casimiro ha invitado a los feligreses reunidos en la Concatedral a «no tener miedo a acoger a Dios y seguir trabajando para ser testigos del Reino de Dios, y abrir nuestro corazón a la Gracia, la Verdad y la Paz de Dios». Tras la celebración, que ha sido retransmitida por el canal de YouTube de la Diócesis y en la que ha participado la Coral de Lledó, los asistentes han podido adorar al Niño Dios cumpliendo las medidas de seguridad.
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