Con motivo de los días internacionales de la Alimentación y de la Erradicación de la Pobreza, Manos Unidas organizó el 19 de octubre la mesa redonda «Hambre, violencia y cambio climático: el caso de Haití», en la sede de la Asociación de la Prensa de Madrid.
Contó con la participación de varios expertos, entre ellos Fidel Podga, coordinador del departamento de Estudios de Manos Unidas, que se refirió, con datos alarmantes, al aumento del hambre y la pobreza a nivel global y a las causas estructurales de este incremento.
Según su opinión, la pobreza se debe a un concurso de varios factores. Entre ellos «el modelo económico alejado del desarrollo humano integral de las personas, el cambio climático que se ceba con los más vulnerables, los conflictos, y la desigualdad socioeconómica que alimenta también la violencia social».
Obstáculos para el desarrollo en Haití
Juan de Amunátegui, coordinador del departamento de Proyectos de Manos Unidas en América, señaló los principales obstáculos para el desarrollo del país. «Haití es el perfecto ejemplo de un estado fallido que viene sufriendo en los últimos años una crisis profunda que surgió por unos niveles de corrupción elevados y que ha afectado a todos los ámbitos de la vida: al político, al económico y al social».
«Esa crisis también ha generado una situación de violencia extrema; las bandas criminales han ocupado un vacío del poder del Estado y nuestros socios y amigos en el país han vivido en primera persona esa violencia en forma de secuestros, asesinatos y amenazas, como el asesinato de nuestra amiga, la hermana Isabel Solá, misionera española, y el más reciente ocurrido el fin de semana pasado con el secuestro de quince personas en una misión estadounidense».
Amunátegui reseñó la labor que Manos Unidas lleva realizando desde hace más de 40 años acompañando al pueblo haitiano. «Entre 2010 y 2020 hemos llevado a cabo 168 proyectos de desarrollo, con un importe de 12.700.000, en los sectores de agricultura, agua, protección del medio ambiente, salud y educación. Por supuesto, hemos estado presentes en las grandes tragedias, en el terremoto de 2010 con 46 proyectos por 4.120.000 € de inversión, en el huracán Matthew con cuatro proyectos por 331.000 € y también a lo largo de la pandemia con una aportación de 395.000 € en ocho proyectos».
Consecuencias de los desastres naturales
Para Stevelson Edouard, director del área de Gestión Social de América Solidaria, «en Haití no existe una política efectiva de protección del medio ambiente a pesar de que en los últimos años el país ha sufrido varios desastres naturales», y explicó algunas de las iniciativas que están llevando a cabo tras el terremoto de agosto. «Nuestra intervención tiene cuatro componentes: salud, educación, desarrollo económico y de infraestructuras, una labor para la que hemos contado con el apoyo de Manos Unidas».
Las necesidades y fortalezas del pueblo haitiano
El padre Richard Frechette, fundador de Nuestros Pequeños Hermanos (NPH), unos de los principales socios locales de la ONG de la Iglesia Católica en el país, destacó cómo NPH se mantienen desde hace muchos años, «en una lucha positiva para mejorar las condiciones de las personas, para ofrecer dignidad, para hoy y para mañana»; un trabajo que llevan a cabo, explicó el religioso, «reforzando las estructuras de salud y educación en muchos pueblos».
Tras casi 40 años en el país, compartió su perspectiva sobre algunas de las necesidades y fortalezas del pueblo haitiano. «Las condiciones de vida en Haití son muy duras y muy tristes, pero se puede avanzar. El país no levanta cabeza, no solo porque falta comida o dinero, sino también porque carece de imaginación para concebir un país moderno y estable», lamentó. Sin embargo, se mostró optimista al señalar que se puede avanzar con la educación y, así, avanzar en los sueños. «Haití tiene que dejar de ser el país que mata los sueños», declaró.
El trabajo con la juventud haitiana
La importancia de un entorno no violento para el desarrollo de los jóvenes haitianos es una de las prioridades que subrayó en su intervención Xavier Adsará, director de NPH España y presidente de NPH Europa. Explicó que la forma de evitar que los jóvenes estén en las calles es a través de programas de desarrollo comunitario.
«Con la financiación de Manos Unidas pudimos construir un campo de deportes de fútbol y de basket donde hemos invitado a más de 300 jóvenes entre los 0 a 18 años para que practiquen deporte cada día cuando salen de la escuela. Todos esos jóvenes que vengan al programa de deportes van a tener su tiempo ocupado, no van a estar por las calles de Puerto Príncipe con todos los peligros que esto entraña: abusos sexuales, pertenencia a banda armada…», relató.
Ayer, el hotel Intur de Castellón acogió la rueda de prensa y la conferencia de Clara Pardo, Presidenta Nacional de Manos Unidas, que con motivo de la próxima celebración del Día Internacional de la Mujer llevaba por título “Otro mundo es posible. El compromiso de las mujeres de Manos Unidas”.
Las mujeres de Manos Unidas
«Este año, todos los que formamos Manos Unidas recordamos que hace 60 años un grupo de mujeres de Acción Católica, partiendo del manifiesto de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), decidió declarar la guerra al hambre», decía Pardo.
«Durante 61 años, esta organización formada principalmente por mujeres valientes, hemos mantenido ese espíritu de lucha contra el hambre, contra la injusticia y contra el dolor, en un mundo de abundancia, intentando con nuestro esfuerzo compensar las desigualdades en el mundo. Un camino que no hubiera sido posible sin el apoyo de socios, voluntarios y colaboradores» añadía.
Los objetivos siguen siendo los mismos
La asociación de la Iglesia Católica en España tiene 5.000 voluntarios y más de 70.000 socios que ayudan a mejorar la situación de hambre, de sanidad y de educación de más de 1,5 millones de personas en todo el mundo.
«Es triste que los objetivos sigan siendo los mismos 60 años después, pues sigue habiendo 821 millones de personas que pasan hambre en el mundo, y si todos nos paráramos a pensarlo seríamos mucho más eficaces en esta lucha», ha defendido.
«Nuestras fundadoras siempre decían que “la única batalla que no se puede ganar es la que damos por perdida”, hay gente y alimentos suficientes para acabar con el hambre, pero lo que no hay es espíritu y voluntad suficiente para ello», ha explicado.
Mujeres en guerra contra el hambre
Según la presidenta, «nuestros proyectos no tienen ningún tipo de discriminación, ni por sexo, ni por raza ni por religión, pero sí que es cierto que, desde nuestra experiencia, cuando involucras a una mujer tienes una mayor garantía de éxito, pues cuando una mujer se involucra se involucra toda una familia».
Un ejemplo de ello son las mujeres emprendedoras de África, que crean fondos de microcréditos para ayudar a garantizar la alimentación de sus familias, pues necesitan mejorar sus procesos productivos y de gestión. «Las monjas con las que trabajamos y que atienden a estas mujeres dicen que “las mujeres solo piden el futuro que ellas no han tenido”», añadía.
Segorbe-Castellón
Nuestra diócesis, ha explicado, «es una gran diócesis que aporta mucho, por ejemplo gracias a las cenas del hambre, una forma muy buena de recaudar y de sensibilizar». «La de aquí es una delegación que tiene un equipo de voluntarios muy importante, y gracias a ellos podemos llegar a mucha gente».
El diario El País sacaba ayer una noticia demoledora: «El hambre aumenta por tercer año y alcanza a 821 millones de personas». Los conflictos, los eventos climáticos extremos y las crisis económicas son los principales responsables de esta regresión, según un estudio elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En la Diócesis de Segorbe-Castellón, Manos Unidas lleva varios años trabajando en proyectos de desarrollo en América Central, América del Sur y África. La misión concreta de lucha contra el hambre de estos proyectos se fundamenta en ayudar a los ciudadanos a ser «autores de su propio desarrollo, para que puedan vivir sin depender de los demás», asegura Pilar Acín, presidenta de Manos Unidas de la Diócesis.
Los proyectos que han llevado a cabo hasta ahora se desenvuelven en el áreas de la agricultura, de agua, sanidad, formación de la mujer y educación. En este último campo, han trabajado mucho para ampliar aulas escolares en un centro de Madagascar.
El hambre en el mundo ha aumentado en más de 20 millones de personas. Lo afirmó Mª Pilar Acín, Presidenta-delegada de Manos Unidas en la Asamblea diocesana celebrada el domingo pasado en la parroquia de Ntra. Sra. de la Esperanza de Castellón.
El segundo Objetivo del Milenio que se había propuesto la ONU era reducir a la mitad la proporción de personas que padecen hambre entre 1990 y 2015. Se calcula que sufren de una nutrición insuficiente 815 millones de personas.
La semana pasada, 200 personas se enfrentaron en una de las principales plazas de Odesa, Ucrania. A un lado pro-rusos. Al otro, pro-europeos. Es la tensión en la que vive una sociedad que aunque ya no sufre bombardeos, sí siente el peso de un conflicto que puede resurgir en cualquier momento. Muy cerca de donde tienen lugar los enfrentamientos viven David Rubio, María Millán y sus 6 hijos, familia misionera de Castellón. El domino, las parroquias de Segorbe-Castellón hicieron una colecta especial para ayudar a la población afectada por la guerra que se ha cobrado 9.000 vidas y ha dejado desamparados a 200.000 niños.
David y Marí bautizaron en Pascua a su sexto hijo, Francisco Javier. Los otros cinco, comparten sus aulas con numerosos desplazados que han huido de Donets, a unos 450 kilómetros al nor-este, donde aún hay combates aislados. Se calcula que un millón y medio de personas han tenido que huir de sus hogares para buscar refugio.
Para el conjunto de la población, el conflicto ha supuesto una enorme inflación, que ha doblado el precio de productos básicos como el pan o la leche: “En el día a día se nota muy fuerte el impacto económico en toda Ucrania. La grivna, moneda nacional, ha caído mucho, y la clase baja y media ha perdido considerablemente su estabilidad de vida porque los salarios valen la mitad”, explica el padre de familia en misión.
David Rubio asegura que el país sigue dividido. En este contexto, la Iglesia católica, que representa una minoría del 10% (8% greco-católicos y 2% latinos), está comprometida en una labor de pacificación. “Cuando la gente me habla –explica el misionero castellonense- intento no encenderlos más. Eso es lo que hace la Iglesia: decir que hay que amar al enemigo, no enfrentar más a la gente y pedir la paz”.
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