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Homilía en la Fiesta de la Mare de Déu del Lledó y apertura del Año Jubilar de la Coronación

9 de mayo de 2023/2 Comentarios/en Noticias destacadas, Homilías, Homilías 2023 /por obsegorbecastellon

Basílica de Lledó, 7 de mayo de 2023

(Is 7, 10-14; 8, 10b; Magnificat;  Heb 10, 4-10; Lc 1 26-38)

Hermanas y hermanos todos en el Señor:

1. Saludo de corazón a los sacerdotes concelebrantes, en especial, al Prior de esta singular Basílica, al Prior de la Real Cofradía de la Mare de Déu del Lledó, y al Ilmo. Sr. Prior emérito de la Cofradía. Mi saludo cordial al Presidente, Directiva y Cofrades de la Real Cofradía así como a la Presidenta de la Junta  y Camareras de la Virgen. Mi saludo respetuoso y agradecido a las autoridades, en especial, a la Sra. Alcaldesa y Miembros de la Corporación Municipal de Castelló en el día de su Patrona. Un saludo especial a la Regidora de Ermitas y Procuradora Municipal de la Basílica, al Clavario y al Perot de este año, y a las Reinas Mayor e Infantil de las Fiestas. Os aludo a todos cuantos habéis venido hasta la Basílica para participar en esta solemne celebración eucarística, y a cuantos a través de la TV estáis unidos a nosotros, especialmente a los ancianos, enfermos e impedidos para salir de casa.

Cada primer domingo de Mayo, el Señor nos convoca para cantar y honrar a Santa María de Lledó en el día de su Fiesta Mayor. Ella es nuestra Madre, Reina y Señora, ella es la Patrona de Castelló. Al abrir hoy el Año Jubilar para prepararnos al Centenario de su Coronación pontificia nos acogemos a su especial protección de Madre: a ella le rezamos y a sus pies ponemos nuestras esperanzas en este tiempo de gracia. Maria nos mira y nos acoge con verdadero amor de Madre; cada uno de nosotros, nuestras familias, nuestras parroquias y la Ciudad entera estamos en su corazón. Que este Año Jubilar sea un tiempo en que se acreciente nuestro amor y devoción hacia la Virgen de Lidón, para que de sus manos se avive y se fortalezca la fe y vida cristiana en y entre nosotros, y para que nuestras parroquias se renueven en su acción pastoral y en su misión evangelizadora. Mirando a la Virgen hallaremos el camino y la fuerza para acoger a Dios en su Hijo en nuestras vidas y para perseverar firmes en la fe en tiempos de increencia y de indiferencia religiosa.

María es la Madre de Dios

2. Vuestra presencia es un signo elocuente de la devoción secular de la Ciudad  a la Mare de Déu del Lledó. Sí: María es ante todo la Madre del Hijo de Dios. “Concebirás en tu vientre  y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. El será grande, se llamará Hijo el Altísimo” (Lc 1,31-32), acabamos de escucharen el Evangelio. María nos da al Hijo de Dios y dirige nuestra mirada hacia Él. Su deseo más ferviente es que nuestra devoción hacia su persona sea el camino para nuestro encuentro personal con Cristo Jesús, que avive y fortalezca nuestra fe para que se renueve nuestra vida cristiana y comunitaria.

Nuestra devoción a María ha de estar siempre orientada a Dios en su Hijo, Cristo Jesús. Porque su Hijo, el Señor Resucitado, es el centro y fundamento de nuestra fe. El es el Salvador, el único Mediador entre Dios y los hombres: Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida: el Camino para ir a Dios y a los hermanos, la Verdad que nos muestra el rostro de Dios y quién es el hombre, y la Vida en plenitud que Dios nos regala con su muerte y resurrección. María es siempre camino que conduce a Jesús, fruto bendito de su vientre. María, la Madre de Dios y Madre nuestra, no deja de decirnos: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2,5).

Contemplar la fe de María

3. Este Año Jubilar nos ofrece la oportunidad de contemplar la fe de María. Ella es el modelo de fe en Dios y a Dios. La Virgen, antes de nada, escucha con atención a Dios que le habla por medio del Ángel: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. En su turbación ante estas palabras, María medita qué podría significar aquel saludo. La voz del ángel suena de nuevo, pero sus palabras son más desconcertantes aún: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre  y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. El será grande, se llamará Hijo el Altísimo”. Ante estas palabras, la Virgen de Nazaret no duda, pero indaga: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”. Al final,  la Virgen se fía de Dios y acoge su designio: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (cf. Lc 1, 26-38). Con este acto de fe libre, de confianza plena y de disponibilidad total, María  se convierte en la Madre del Hijo de Dios; así se consuma el mayor y más decisivo acto de fe en la historia del mundo. 

La Virgen, porque se sabe llena de gracia y amada por Dios, confía en Dios, se fía plenamente de Él y de su Palabra; ella cree que será la Madre del Salvador sin perder la virginidad. Ella es la mujer humilde. Y porque la humildad no es apocamiento, sino vivir en la verdad (Sta. Teresa de Jesús), María sabe que sin Dios nada es. Desde el primer instante se adhiere con todo su corazón al plan de Dios sobre ella, un plan que trastoca el orden natural de las cosas: una virgen madre, una criatura madre del Creador.

María cree cuando el ángel le habla. Y sigue creyendo cuando el ángel la deja sola y se ve rodeada de las humildes circunstancias de una mujer cualquiera que está encinta. María supo confiar siempre en Dios y confiarse siempre a Dios. La verdadera fe siempre significa salir de sí mismo para dejarse encontrar por Dios, para dejarse amar y sorprender por Dios y su novedad. “Dichosa tú porque has creído porque lo que ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc 1,45).

La vida de María fue una peregrinación en la fe. Ni el designio de Dios ni la divinidad de su Hijo le fueron totalmente manifiestos; ella se fió de Dios y vivió apoyándose en la Palabra de Dios. El plan de Dios se le ocultó a veces bajo un velo oscuro y desconcertante: la extrema pobreza en que nace Jesús, la necesidad de huir al destierro para salvarle de Herodes, las fatigas para proporcionarle lo estrictamente necesario o su sufrimiento al pie de la Cruz. María “conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc. 2, 19). Aunque no entendía muchas cosas, no dudó que aquel hijo débil e indefenso, era el Hijo de Dios. La Virgen creyó y se fio siempre, aun cuando no entendiera el misterio. La Virgen vive en Dios, está como impregnada por la Palabra de Dios; todo su pensamiento, toda su voluntad y todas sus acciones están impreg­nados y formados por Dios y su Palabra. Caminemos en este Año Jubilar tras las huellas de María.

La fe de María, modelo de fe para los cristianos

4. Nuestra devoción a la Mare de Déu será auténtica, si como ella acogemos a Dios en nuestra vida, si escuchamos a Dios y su Palabra, si acogemos con alegría su voluntad,  si nos lleva al encuentro con Cristo vivo, si en María descubrimos de verdad a la Madre de Dios, a la primera discípula, al modelo perfecto de seguimiento de Jesús. Si honramos a María con amor sincero acogeremos de sus manos al Hijo de Dios para, como ella, dejarnos encontrar por El, conocerle, amarle y seguirle con una adhesión personal en estrecha comunión con la Iglesia. María nos anima y exhorta a creer en Dios y a perseverar en la fe en su Hijo. 

La fe cristiana no es el resultado de nuestros esfuerzos o razonamientos. La fe es un don gratuito de Dios. Pero no es privilegio de unos pocos. Porque Dios busca y sale al encuentro de todo ser humano, porque nos ama y nos llama a participar de su amor en plenitud. Para que esta llamada de Dios se haga realidad es preciso que cada uno se deje, como María, amar por Dios y le abra su corazón, que se adhiera confiadamente y de todo corazón a Dios. La fe consiste antes de nada en creer a Dios. Y porque confiamos en Él, acogemos, a la vez y en el mismo acto, lo que Él nos revela y los caminos que nos ofrece para llegar a la Vida. Lo decisivo es la adhesión confiada al Dios vivo en su Hijo, Jesucristo.

La fe cristiana es antes de nada vivir desde Dios que nos crea a la vida por amor y nos llama a su amor y su vida en plenitud. Los seres humanos no somos el centro ni la medida de todas las cosas; no somos dueños de nuestras vidas. No podemos alcanzar con nuestras propias fuerzas nuestro deseo innato de infinitud, de felicidad, de inmortalidad, de libertad y de vida. Reconozcamos nuestra finitud y limitación. Nuestro origen y destino están en Dios. Él es el fundamento sobre el que descansa todo.

La fe es siempre una experiencia personal. La fe tiene lugar en el seno de la comunidad de los creyentes, en el seno de la Iglesia y en comunión de fe con la fe de la Iglesia; pero la decisión personal no puede ser reemplazada por nada ni por nadie. La fe sucede en lo más íntimo de nuestra persona, en lo más íntimo de nuestro corazón,  y compromete a la persona en su totalidad; es el acto personal más intenso. La fe proyecta todo el ser de la persona hacia Dios. No se cree sólo con el sentimiento, con la voluntad o con la razón. La fe consiste en la entrega incondicional y confiada de toda la persona a Dios. “Buscarás al Señor, tu Dios, y lo encontrarás si lo buscas de todo corazón” (Dt 4,29).

¡Así lo han experimentado nuestros antepasados en la fe generación tras generación desde aquel 1366, año de la feliz ‘troballa’ de la imagen de Nuestra Señora de Lledó! Ellos han experimentado su presencia maternal en sus vidas, la coronaron Reina del cielo. De sus manos, acogieron a su Hijo, el Rey mesiánico, y pervearon firmes en su fe.

Ante la crisis espiritual, avivar la fe en Dios

5. Miremos esta mañana una vez a la Mare de Déu del Lledó. Vivimos momentos de una profunda crisis en todos los ámbitos. Es sobre todo una crisis humana y espiritual;  una crisis que afecta a la sociedad, a las personas, a los matrimonios, las familias y a las nuevas generaciones, sobre todo a los más jóvenes. Se trata de una crisis del espíritu, que amenaza con dejar al hombre sin esperanza, porque se pretende desalojar a Dios de nuestras vidas.

Con frecuencia somos víctimas de un ambiente, en el que el hombre y la sociedad son entendidos y viven como si Dios no existiera; un ambiente que está marcando también la vida de nuestras familias, la educación de los hijos y las relaciones sociales, labores y políticas. Dejamos a Dios al margen de nuestros proyectos y de nuestras acciones cotidianas. Pero el silenciamiento de Dios abre el camino a una vida sin rumbo, y a proyectos que  acortan nuestro horizonte y se limitan a intereses inmediatos. El silenciamiento de Dios lleva al ocaso del hombre. Expoliado de su profundidad espiritual, eliminada su referencia a Dios, se inicia la muerte del ser humano, el ocaso de su dignidad. Una sociedad que da la espalda a Dios, a su amor, a su ley y sus caminos termina por deshumanizar al hombre; termina por volverse en contra el mismo hombre, contra su inviolable dignidad y sus derechos más sagrados.

En estas circunstancias acudimos a María y le pedimos que nos enseñe a ser creyentes auténticos de Dios y testigos de su amor. Nuestra Iglesia en Castellón, a imagen de María, está llamada a dejarse vivificar por el Señor resucitado. Contemplando a María nuestras comunidades cristianas están llamadas a ser el lugar donde todos puedan encontrar y experimentar la cercanía de Jesucristo y del amor de Dios. Sólo el Señor resucitado es capaz de vivificarnos plenamente y hacer de nosotros instrumentos de vida para el mundo y testigos de su amor en nuestro caridad fraterna y comprometida, en especial con los más necesitados y desfavorecidos.

Oración final

6. Mare de Déu del Lledó, madre del Hijo de Dios y madre nuestra. Hoy reconocemos agradecidos que la historia de Castelló ha sido un canto de amor hacia ti, que eres el honor de nuestro pueblo. Ante tu altar, Castelló ha begut sa glòria, proclamándote bienaventurada de generación en generación. Por eso te invocamos como nuestra alegría, esperanza y consuelo. En este Año Jubilar pedimos a Dios Padre por tu intercesión el perdón de nuestras faltas de fe, esperanza y caridad. Qué Dios nos conceda un amor sincero a nuestros hermanos, especialmente a los más pobres, a los que sufren y a los necesitados. Bendice copiosamente a nuestras familias y a nuestra Iglesia, que camina junto a ti con esperanza, para crecer en la comunión y ser enviados a la misión evangelizadora. ¡Oh Santa María del Lledó! Tú que eres de l’amor nostre, Senyora, escucha la oración de tus hijos que te aclaman como Madre, Reina y Patrona. Amén.

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Homilía en la Misa Crismal

3 de abril de 2023/1 Comentario/en Noticias destacadas, Homilías, Homilías 2023 /por obsegorbecastellon

Castellón, S. I. Concatedral, 3 de abril de 2023

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(Is 61,1-3ª.6ª.8b-9; Sal 88; Ap 1,5-8; Lc 4,16-21)

Hermanas y hermanos, muy amados todos en nuestros Señor Jesucristo!

1. Os saludo de corazón a todos -sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos y religiosas y fieles laicos-, que habéis venido de toda la Diócesis hasta esta Concatedral de Santa María para la Misa Crismal. Agradezco vuestra presencia y a todos os deseo la «gracia y la paz de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el Alfa y la Omega, el que es, el que era y ha de venir (Apoc. 1,5, 8).

2. Recién comenzada la Semana Santa, en el marco de estos días santos, celebramos un año más la Misa Crismal; en ella el Pueblo de Dios, que peregrina en Segorbe-Castellón, se reúne en torno su obispo, padre y pastor, para la consagración del Santo Crisma y la bendición de los óleos de los catecúmenos y de los enfermos.

En esta celebración está representada toda nuestra Iglesia diocesana en sus distintas vocaciones, ministerios y carismas; todos formamos está porción del Pueblo de Dios, referidos los unos a los otros, con vocaciones, carismas y ministerios distintos pero complementarios: cada uno con su nombre, con su don y con sus talentos, a cada uno Dios le ha asignado una preciosa tarea y un hermoso destino. Esta Santa Misa nos permite experimentar con gozo nuestra pertenencia a esta Iglesia de Segorbe-Castellón. Nuestra Iglesia diocesana es un don de Dios, un pueblo de su propiedad, elegida para ser la morada y presencia de Dios en medio de nuestro pueblo y llamada a crecer en comunión con Dios y con los hombres para caminar juntos, sinodalmente, y salir a la misión de llevar a todos al encuentro salvador con Cristo. Somos hermanos porque, con el Padre común que nos ha regenerado el bautismo, con el Hermano mayor que nos ha redimido y con el Espíritu Santo que nos santifica, formamos esta familia de los hijos de Dios, puesta como levadura de Evangelio en la masa de la historia humana para que a todos llegue la Salvación.

En esta Misa, además de consagrar el Crisma y bendecir los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, cercano ya el Jueves Santo, los sacerdotes renovaremos las promesas sacerdotales recordando el día de nuestra ordenación y unción sacerdotal por el santo Crisma. Personalmente vivo con especial intensidad cada Misa Crismal. ¿Por qué? Porque es la Misa que el Obispo celebra con el Pueblo de Dios que le ha sido encomendado  y en la que se manifiesta públicamente la comunión existente entre el obispo y sus presbíteros en el único y mismo sacerdocio y ministerio de Cristo (PO 7). Hoy doy gracias a Dios una vez más por todos vosotros, queridos sacerdotes y por nuestro presbiterio. Doy gracias a Dios por vuestro trabajo diario, con reconocimientos, pero con tantas incomprensiones y dificultades. Estos días habéis venido a mi mente y a mi corazón con vuestro rostro concreto; ante el Señor he pensado en vuestros posibles estados de ánimo: en unos serán de alegría y de ardor misionero y en otros tal vez de dolor pastoral o de cansancio, de desaliento o quizá de desconcierto en la tarea.

3. En verdad: vivimos tiempos recios para nuestra misión pastoral. Nos toca ejercer el ministerio en un contexto de indiferencia religiosa y de alejamiento de muchos bautizados de la Iglesia, en medio de una ‘cultura’ caracterizada por el ‘silencio social sobre Dios’, por la pérdida de Dios en el horizonte de la vida de los hombres y por  una  secularización creciente. A medida que avanzan los años hacemos la experiencia de la propia debilidad, corremos el riesgo de sentirnos funcionarios de lo sagrado, sentimos  la atracción del poder y de la riqueza en una sociedad consumista, experimentamos la dificultad de vivir el celibato en un mundo pansexualizado o nos relajamos en la entrega total al propio ministerio. Pero estos y otros retos y dificultades en el ejercicio del ministerio pueden convertirse en condiciones para nuestra renovación, si los vivimos desde su fuente. Conviene que no olvidemos nunca nuestra historia personal. Es una historia de amor de predilección de Dios con cada uno de nosotros. 

De ella aprendemos que la gracia divina nunca se extingue y que el Espíritu Santo continúa obrando en nuestra realidad actual con generosidad. Fiémonos siempre de Él y de su presencia en nuestra vida. El papa Francisco nos dice que “para mantener vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el Espíritu Santo, porque ‘él viene en ayuda de nuestra debilidad’ (Rom 8, 26)” (EG 280).

Fijemos, pues, esta mañana nuestros ojos, nuestra mirada, en Jesús como sus paisanos en la sinagoga de Nazaret aquel día: Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, que nos ama y nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, el que es, el que era y el que ha de venir: el todopoderoso:Él está y camina con nosotros (cf. Ap 1, 5-6). ¡Abramos una vez más nuestro corazón a Cristo! ¡Dejémonos encontrar por Él y su palabra, por su amor de predilección! Él es la verdadera fuente de nuestra  alegría y de nuestra renovación. Hagamos memoria y descubramos la acción generosa del Espíritu Santo en el pasado y en el presente de nuestra Iglesia diocesana, de nuestras comunidades y de cada uno de nosotros. Con estas actitudes, detengámonos unos momentos en la Palabra que acabamos de proclamar.

4. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido” (Lc 4, 18). Estas palabras de Isaías, valen en primer lugar y ante todo para Jesús. El es el Mesías de Dios, el Cristo, el Ungido por el Espíritu Santo. Y desde Él y gracias a Él, estas palabras valen para todos nosotros, los bautizados y confirmados, y valen de un modo especial y por título particular para cada uno de nosotros, sacerdotes y obispo. El crisma, que vamos a consagrar, nos recuerda el misterio de la unción en nuestro bautismo y confirmación, así como en nuestra ordenación sacerdotal; una unción, que marca para siempre la persona y la vida de todo cristiano, una unción que marca para siempre especialmente nuestra persona y nuestra vida de presbíteros y de obispo. Cada uno de nosotros puede afirmar de sí mismo con toda verdad: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido”.

Queridos sacerdotes: estas palabras nos conciernen de modo directo y especial. Por una unción singular que afecta a todo nuestro ser, hemos quedado configurados con Cristo, Pastor y Cabeza de su Iglesia, el Siervo de Dios. El Espíritu del Señor está en nosotros y con nosotros: es nuestro carisma, el don del Espíritu a cada uno de nosotros: con su aliento y con su fuerza podemos y debemos contar siempre y en todo momento y, sobre todo, en nuestro cansancio, en nuestra debilidad y en nuestro desaliento. Gracias al don del Espíritu en nosotros somos pastores y maestros en nombre del Señor en su Iglesia, renovamos el sacrificio de la redención, preparamos para el banquete pascual, perdonamos los pecados, presidimos al pueblo santo en el amor, lo alimentamos con la Palabra y lo fortalecemos con los sacramentos (cf. Prefacio de la Misa Crismal); gracias al Espíritu en nosotros y tenemos la fuerza para salir por los nuevos caminos que nos pide nuestra misión. ¡Fiémonos de la acción silenciosa, pero real y eficaz del Espíritu Santo en nosotros y a través de nosotros!

Al recordar hoy nuestra ordenación presbiteral queremos renovar, con el frescor y la alegría del primer día, nuestras promesas sacerdotales. Hagamos memoria agradecida del don recibido de Cristo y de la presencia permanente del Espíritu Santo en nosotros. Renovemos nuestro compromiso de amor contraído con Jesucristo y con los hermanos. Reconozcamos la inigualable novedad del ministerio y misión a la que servimos. Somos los ministros de la gracia del Espíritu Santo que Cristo ha enviado al mundo para la sanación y la salvación de todos desde la Cruz. Esta es la fuente de la que surgirá una renovada alegría y un renovado impulso apostólico, el bálsamo que sanará nuestras heridas y la luz que nos guiará en la tarea pastoral. Dios es fiel a su palabra, a su don y a sus promesas. Su Espíritu es la fuerza que nos sustenta y alienta en nuestras luchas y dificultades, ante la tentación de la tibieza, de la mediocridad y del desaliento.

5. La unción y la presencia del Espíritu están íntimamente unidas a nuestra misión. Hemos sido ungidos para ser enviados; en el servicio fiel y entregado a nuestro ministerio encontraremos el camino de la alegría y de nuestro ardor, y también de nuestra santificación.

La misión que Jesús nos ha confiado, queridos sacerdotes, es la de anunciar el Evangelio a los pobres. “El Espíritu del Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres” (Lc 4, 18). La misión de Cristo es evangelizar a los pobres; si nuestra misión es la suya, también nosotros estamos llamados a evangelizar a los pobres. Son muchos los rostros de la pobreza, y no sólo la pobreza material, sino también tantas pobrezas espirituales, como la ausencia de Dios. Este contexto de ausencia, relativización, deformación u olvido del Dios vivo y personal de la tradición cristiana pide de todo presbítero que sea – como exhorta Pablo a Timoteo – ante todo “un hombre de Dios” (1 Tim 6,11), no un “profesional de lo sagrado”. Estamos llamados a ser “signo” de Dios en este mundo secularizado, a ser mistagogos que inician a otros en la experiencia del encuentro personal con Jesucristo, a ser teólogos para que la experiencia del encuentro no caiga en la subjetividad y el sentimiento, a ser ministros de una santa inquietud, a suscitar preguntas, a despertar grandes deseos ante un hombre contemporáneo que los recortado y empequeñecido. 

Nuestro ministerio, queridos sacerdotes, es un ministerio de amor, de servicio y de entrega a todos, en especial a los más pobres: a los desheredados, a los afligidos y a los abatidos. Hemos de ejercitar nuestro ministerio desde el servicio y desde el amor oblativo que libera y levanta, que sana y da consuelo, que aporta motivos para vivir y para esperar, que reconforta y alegra el espíritu. Seremos guías auténticos de la comunidad cristiana si servimos con generosidad a todos los miembros del Pueblo de Dios, ayudándolos a crecer, saliendo a buscar las ovejas perdidas y desorientadas, y llevando a todos a Jesucristo: a los presentes, a los alejados y a los que nunca oyeron hablar del Dios de Jesucristo.

Ese es el sentido de las promesas que hoy vamos a renovar. Es necesario recordar y testimoniar de modo creíble que sólo Dios en Cristo es la verdadera riqueza que llena de alegría nuestro corazón y de sentido nuestra existencia. En Él está la alegría profunda que este mundo no nos puede dar. El amor entregado a Cristo y la caridad pastoral apasionada  a quienes nos han sido confiados es nuestra respuesta agradecida al don permanente de Dios en nosotros. No nos dejemos llevar por el desaliento. Dejémonos encontrar y renovar por la gracia misericordiosa de Dios y por el Espíritu que habita en nosotros. Hoy queremos recordar y testimoniar ante el Pueblo de Dios que sólo Dios y el ministerio recibido, son la verdadera riqueza que llena de sentido nuestra existencia. 

No quiero terminar sin tener un recuerdo en nuestra oración y afecto a nuestros  sacerdotes ancianos y enfermos, y a los que por el motivo que fuere hoy no están entre nosotros. Al mismo tiempo encomendamos a la misericordia de Dios a los hermanos sacerdotes fallecidos desde la pasada Misa Crismal: Rafael Torres Carot, Manuel Pérez Pérez,  Joan Llidó Herrero, Marcelino Cervera Herrero, Daniel Gil Lindo y José Pascual Font Manzano. Que el Señor les conceda su Paz y su Gloria para siempre.

Y que María, Madre de la Iglesia y de los sacerdotes, nos aliente a todos para ejercer con alegría y fidelidad el ministerio que su Hijo, nos ha encomendado. Amén.

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Homilía en el Domingo de Ramos

3 de abril de 2023/2 Comentarios/en Noticias destacadas, Homilías, Homilías 2023 /por obsegorbecastellon

2 de abril de 2023

(Is 50,4-7; Sal 21; Filp 2,6-11; Mt26, 14-27, 66)

Entramos en la Semana Santa

1. Con el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor comienza la Semana Santa: un año más nos disponemos a celebrar los misterios santos de nuestra redención: la pasión, muerte y resurrección del Señor.

En la procesión hemos acompañado al Señor con cantos y con palmas en nuestras manos. Hemos revivido lo que sucedió aquel día, en que Jesús, en medio de la multitud que le aclama como Mesías y Rey, entra triunfante en Jerusalén montado en un pollino. Tras la procesión de palmas nos hemos adentrado en la celebración de la Eucaristía, en que se actualiza la pasión y muerte en cruz de Cristo, que hemos proclamado en el relato de la Pasión, este año según San Mateo. 

La Palabra de Dios fija nuestra atención en Aquel que va a ser el centro de cuanto vamos a celebrar en estos días santos. Cristo Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios, fiel a la voluntad del Padre, con total libertad  y por un amor infinito hacia la humanidad, sigue el camino que le llevará a la cruz con el fin de abrirnos las puertas al Amor de Dios y a la Vida divina.

Entrega de Jesús por amor a la humanidad

2. Jesús se entrega libremente a su pasión; no va a la cruz obligado por fuerzas superiores a él, sino por amor obediente a la voluntad del Padre y amor hecho entrega total a la humanidad. “Cristo se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Flp 2, 8). Jesús sabe que ha llegado su hora, y la acepta con la obediencia libre del Hijo y con infinito amor a los hombres. Jesús va a la cruz por nosotros; él lleva nuestros pecados a la cruz, y nuestros pecados le llevan a la cruz: fue triturado por nuestras culpas, nos dice Isaías (cf. Is 53, 5). El proceso y la pasión de Jesús continúan en nuestro mundo; se renueva cada vez que, pecando, rechazamos a Cristo y su amor, y prolongamos así el grito de aquella gente amotinada: “No a éste, sino a Barrabás. ¡Crucifícalo!”.

Al contemplar a Jesús en su pasión, vemos en él los sufrimientos de toda la humanidad. Cristo, aunque no tenía pecado alguno, tomó sobre sí lo que el hombre no podía soportar: la injusticia, las mentiras, las violencias, las guerras, los adulterios, el pecado, el odio, el sufrimiento y, por último, la muerte. En su pasión y muerte, Cristo, el Hijo del hombre humillado y sufriente, Dios acoge, ama y perdona a todos. En la cruz, Dios restablece la comunión con los hombres y de los hombres entre sí, y da de este modo el sentido último a la existencia humana. No somos fruto del azar; somos creaturas del amor de Dios y estamos llamados a su amor. La cruz es el abrazo definitivo de Dios a los hombres. Desde ese abrazo de Cristo en la cruz lo más hondo del misterio del hombre ya no es su muerte, sino la Vida sin fin en el amor de Dios. La cruz ha roto las cadenas de nuestra soledad y de nuestro pecado; la cruz ha destruido el poderío del pecado y de la muerte. Desde la pasión del Hijo de Dios, la pasión del hombre ya no es la hora de la derrota, sino la hora del triunfo: el triunfo del amor infinito de Dios sobre el pecado y sobre la muerte.

La Semana Santa nos invita a acoger este mensaje de la cruz. Al contemplar a Jesús, el Padre quiere que aceptemos seguirlo en su pasión, para que, reconciliados con Dios en Cristo, compartamos con El la resurrección.

La Semana Santa: expresión de fe

3. “Cristo por nosotros se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el nombre que está sobre todo nombre” (Flp 2,9). Estas palabras del apóstol san Pablo expresan nuestra fe: la fe de la Iglesia. La Semana Santa nos sitúa de nuevo ante Cristo, vivo en su Iglesia. El misterio pascual, la pasión, muerte y resurrección, que revivimos durante estos días, es siempre actual. Todos los años, durante la Semana santa, se renueva la gran escena en la que se decide el drama definitivo, no sólo para una generación, sino para toda la humanidad y para cada persona. Nosotros somos hoy contemporáneos del Señor. Y, como la gente de Jerusalén, como los discípulos y las mujeres, estamos llamados a decidir si lo acogemos y creemos en él o no, si estamos con él o contra él, si somos simples espectadores de su pasión y muerte o, incluso, si le negamos con nuestras palabras, actitudes y comportamientos.

Como cada año, estos días santos quieren conducirnos a la celebración del centro de nuestra fe: Cristo Jesús y su misterio Pascual. Este es el centro de todas las celebraciones de esta Semana Santa, de las litúrgicas, de las procesionales y de las representaciones de la pasión. Pero ¿creemos de verdad en Cristo Jesús y en su obra de Salvación? Y, si es así, ¿ayudamos a otros a acercarse a Jesús para avivar y fortalecer la fe? ¿Ayudamos a nuestros Cofrades a que su participación en los desfiles sea en verdad expresión comunitaria y pública de esa fe? Estas preguntas no son mera retórica, ni consideraciones pías. Tocan el núcleo esencial de nuestra Semana Santa, que con frecuencia queda olvidado, desdibujado o diluido en nuestras procesiones. Vivamos el sentido genuino de nuestra Semana Santa.

Llamada a vivir con fidelidad nuestro ser cristiano

4. En la pasión se pone de relieve la fidelidad de Cristo a Dios Padre y a la humanidad; una fidelidad que está en contraste con la infidelidad humana. En la hora de la prueba, mientras todos, también los discípulos, incluido Pedro, abandonan a Jesús (cf. Mt 26, 56), él permanece fiel, dispuesto a derramar su sangre para cumplir la misión que le confió el Padre. Junto a él permanece María, silenciosa y dolorosa. Aprendamos de Jesús y de su Madre, que es también nuestra madre. La verdadera fuerza del cristiano está en vivir fiel a su condición de cristiano y en su testimonio de la verdad del Evangelio, resistiendo a las corrientes contrarias, a las incomprensiones, a los hostigamientos, a los escarnios y a las mofas. Es el camino que vivió el Nazareno; es el camino de sus discípulos, los cristianos, hoy y siempre.

En su pasión y muerte, Jesús, el Hijo de Dios, nos ha abierto el camino para que todos podamos seguirle, con la certeza de que, por difícil y duro que nos parezca el camino, quien le siga encontrará en Él la Vida y la Salvación. Os invito a vivir estos días acercándonos al Sacramento de la Confesión, para que, purificado nuestro pasado, dejemos que Cristo brille en nosotros.

Exhortación final

5. En estos días santos se hace presente todo lo más grande y profundo que tenemos y creemos los cristianos. ¡Abramos las puertas de nuestro corazón a Cristo que nos ama! Que nuestra participación en las celebraciones nos adentren en un renovado despertar de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestro amor.

Así se lo pido a María que supo estar al lado de su Hijo Jesucristo. Que Ella, como buena Madre, nos ayude a ser fieles seguidores de su Hijo. Amén.

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Homilía de Navidad de la Misa de Medianoche

24 de diciembre de 2022/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Homilías, Homilías 2022 /por obsegorbecastellon

S.I. Catedral de Segorbe – 24 de Diciembre de 2022

(Is 9,2-7. Sal 95; Tit 2,11-14; Lc 2,1-14)

Hermanas y hermanos, muy amados todos en el Señor

1. “A María le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada” (cf. Lc 2,6s). Con estas palabras, el evangelio de Lucas expresa el acontecimiento que celebramos esta noche santa de navidad. A María le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Es el momento que le había anunciado el Ángel en Nazaret: “Darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo” (Lc 1,31). Es el momento esperado por el pueblo de Israel desde hacía muchos siglos, durante tantas horas oscuras de su historia. Era el momento en cierto modo esperado por toda la humanidad. Sí, de algún de modo y de manera confusa, la humanidad esperaba que Dios se preocupase por nosotros, que saliera de su ocultamiento, que el mundo alcanzara la salvación y que Él renovase todo.

2. Con ternura y amor maternal, con santa alegría y con callado celo María “lo envolvió en pañales y lo acostó en pañales, porque no tenían sitio en la posada”. El pueblo de Israel lo espera; en cierto modo, la misma humanidad espera a Dios y su cercanía; pero cuando llega el momento, no tienen sitio para Él. Está tan ocupada consigo misma de forma tan exigente, que necesita todo el espacio y todo el tiempo para sus cosas y ya no queda nada para el otro, para el prójimo, para el pobre, para Dios. Y cuanto más se enriquecen los hombres, tanto más llenan todo de sí mismos y menos puede entrar el otro.

Juan, en su Evangelio, fijándose en lo esencial, ha profundizado en la breve referencia de san Lucas sobre la situación de Belén: “Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron” (1,11). Esto se refiere sobre todo a Belén: el Hijo de David fue a su ciudad, pero tuvo que nacer en un establo, porque en la posada no había sitio para él. Se refiere también a Israel: el enviado vino a los suyos, pero no lo quisieron. En realidad, se refiere a toda la humanidad: Aquel por el que el mundo fue hecho, el Verbo creador primordial entra en el mundo, pero no se le escucha, no se le acoge.

En definitiva, estas palabras se refieren a nosotros, a cada persona y a la sociedad en su conjunto. ¿Tenemos tiempo y espacio para Dios? ¿Puede entrar Él en nuestra vida? ¿Encuentra un lugar en nosotros o tenemos ocupado todo nuestro pensamiento, nuestro quehacer, nuestra vida, con nosotros mismos? ¿Tenemos tiempo para el prójimo que tiene necesidad de nuestra palabra, de mi palabra, de mi afecto? ¿Para aquel que sufre y necesita ayuda? ¿Para el prófugo o el refugiado que busca asilo?

3. Junto a aquellos que no perciben a Dios que viene, que no tienen ni tiempo ni espacio para el niño, en el Evangelio encontramos también quienes tienen tiempo y espacio para Dios en su vida. En Lucas encontramos el amor de su madre María y la fidelidad de san José, la vigilancia de los pastores y su gran alegría, y en Mateo encontramos la visita de los sabios Magos, llegados de lejos, así también nos dice Juan: “Pero a cuantos lo recibieron, les da poder para ser hijos de Dios” (Jn 1,12). Hay quienes lo acogen y, de este modo, desde fuera, crece silenciosamente, comenzando por el establo, la nueva casa, la nueva ciudad, el mundo nuevo. El mensaje de Navidad nos hace reconocer la oscuridad de un mundo cerrado a Dios; sin duda una realidad que vemos cotidianamente.

Pero Navidad nos dice también que Dios no se deja encerrar fuera. Él encuentra un espacio, entrando tal vez por el establo; hay hombres que ven su luz y la transmiten. Mediante la palabra del Evangelio, el Ángel nos habla también a nosotros y, en la sagrada liturgia, la luz del Redentor entra en nuestra vida. Si somos pastores o sabios, la luz y su mensaje nos llaman a ponernos en camino, a salir de la cerrazón de nuestros deseos e intereses para ir al encuentro del Señor y adorarlo. Lo adoramos abriendo el mundo a la verdad, al bien, a Cristo, al servicio de cuantos están marginados y en los cuales Él nos espera.

En el establo de Belén el cielo y la tierra se tocan. El cielo vino a la tierra. Por eso, de allí se difunde una luz para todos los tiempos; por eso, de allí brota la alegría y nace el canto.

4. Acojamos con fe y celebremos con alegría, hermanos, al Niño Dios. El Hijo de Dios nace y se hace hombre por amor a nosotros. La celebración del nacimiento del Hijo de Dios en nuestra carne no pertenece sin más del pasado. No recordamos lo ocurrido en Belén como un mero hecho del pasado. Dios se hace uno de los nuestros para hacernos de los suyos: hijos suyos en el Hijo. Y Dios sigue haciéndose presente entre nosotros. Dios sale a nuestro encuentro en su Palabra. Celebremos la cercanía de Dios, que nos acompaña en el camino de nuestra vida. El nos invita a acogerlo y a seguirlo por el camino del amor y de la paz. Recuperemos y vivamos el genuino sentido de la Navidad. No habrá verdadera Navidad si Dios, su amor y su paz, no nacen en nuestro interior, en nuestras familias y en nuestra sociedad, si no nos dejamos encontrar y amar por El. No habrá verdadera Navidad si, amados por Dios, no acogemos a todos los demás seres humanos como hermanos en el Niño Dios, nacido en Belén: en especial a los pobres, a los enfermos y a los emigrantes. No habrá verdadera Navidad si vivimos de espaldas a Dios y a sus leyes. No habrá verdadera Navidad mientras existan el odio y el rencor entre los hombres y no sean superados por el perdón y la reconciliación, mientras se de el terrorismo en nuestro mundo y las guerras entre los pueblos, mientras los hombres y mujeres no nos amemos en verdad los unos a los otros como Cristo nos ama.

Navidad es misterio de amor y de paz. “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (Lc. 2, 14). Desde la gruta de Belén se eleva hoy una llamada apremiante para que el mundo no caiga en la indiferencia, la sospecha y la desconfianza de los unos para con los otros. Los creyentes en Cristo Jesús, junto con los hombres de buena voluntad, estamos llamados a construir la paz, abandonando cualquier forma de intolerancia y discriminación.

Que María nos ayude a contemplar y descifrar el misterio que se oculta tras la fragilidad de su Hijo. Que ella nos ayude a acogerle en nuestra vida para ser testigos de lo que hemos visto y oído, para que los hombres y las mujeres de nuestro tiempo reconozcan en el Niño al único Salvador del mundo,

¡¡¡Feliz Navidad para todos!!!.

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Homilía en la Solemnidad de la Concepción Inmaculada de la bienaventurada Virgen Maria

11 de diciembre de 2022/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Homilías, Homilías 2022 /por obsegorbecastellon

S.I. Catedral-Basílica de Segorbe – 8.12.2022

(Gn 3. 9-15.20; Sal 97; Ef 1, 3-6.11.12; Lc 1, 26-28)

¡Amados hermanos y hermanas en el Señor!

Saludo

1. Os saludo cordialmente a cuantos habéis acudido a la S. Iglesia Catedral de la Diócesis en Segorbe para celebrar la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la santísima Virgen María. Hoy es un día de intenso gozo espiritual, en el que contemplamos a la Virgen María, “la más humilde y a la vez la más alta de todas las criaturas”, como canta el poeta Dante (Paraíso, XXXIII, 3). En ella resplandece la eterna bondad del Creador que, en su plan de salvación, la escogió para ser madre de su Hijo unigénito y, en previsión de su muerte, la preservó de toda mancha de pecado (cf. Oración colecta). María no sólo no cometió pecado alguno personal, sino que fue preservada incluso de la herencia común al género humano, del pecado original, en vista a la misión a la que Dios la había destinado desde siempre: ser la Madre del Redentor.

Todo esto está contenido en la verdad de fe de la “Inmaculada Concepción”. El fundamento bíblico de este dogma se encuentra en las palabras que el ángel dirigió a la joven de Nazaret: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28). “Llena de gracia” es el nombre más hermoso de María, un nombre que le dio Dios mismo para indicar que desde siempre y para siempre es la amada, la elegida, la escogida para acoger el don más precioso, Jesús, “el amor encarnado de Dios” (Deus caritas est, 12). (Benedicto XVI)

María, Hija amada del Padre y Madre del Salvador 

2. María es “la llena de gracia”. Dios la colma de su amor, de su amistad y de su gracia preservándola de toda mancha de pecado desde el mismo momento su concepción. María es llamada a la existencia llena de gracia, y lo es por puro amor de Dios Padre. La Inmaculada nos remite así en primer lugar, a Dios; nos muestra el verdadero rostro de Dios Padre: Dios es amor, y crea por amor y llama a la vida en la perfección del amor. La perfecta santidad de María, su comunión plena con Dios desde el momento mismo de su concepción, se debe al Hijo que concebirá en su seno. En María, la Madre virgen del Hijo, se realiza de modo anticipado y perfecto la obra de salvación de Jesucristo. María fue preservada del pecado original, y creada llena de gracia y de santidad desde siempre “en vista de los méritos de Jesucristo, salvador del género humano”. En la doncella virgen de Nazaret se manifiesta por vez primera el plan divino de Salvación trazado por el amor misericordioso de Dios “antes de la creación del mundo”.

Para llevar a cabo el plan de Salvación de Dios

3. La primera lectura de hoy (Gn 3,9-15.20) nos recuerda el plan de Dios sobre la humanidad y, a la vez, la experiencia dramática de la caída de nuestros primeros padres. Es la narración del pecado original. El hombre es creado por Dios “a su imagen y semejanza” (cf. Gn 1, 26); Dios lo creapor puro amor y para la vida en plenitud, lo crea en comunión y amistad con Dios, con los hombres y con el resto de la naturaleza. Al crearlo, Dios dio este mandato al hombre: “Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás, porque el día en que comas de él, tendrás que morir” (Gn 2,16-17). El hombre haciendo uso de su libertad rehúsa este mandato de Dios. El hombre no se fía de Dios. Tentado por las palabras de la serpiente, abriga la sospecha de que Dios, con esta prohibición, le quita algo de su vida, que Dios es un competidor que limita su libertad, y que sólo será plenamente ser humano cuando lo deje de lado; es decir, que sólo de este modo puede realizar plenamente su libertad. Y así el hombre se aparta de Dios, se cierra a Dios para construir su mundo al margen de su Creador, el hombre se erige en centro y en norma de todo, suplanta a Dios en su vida. Es la tentación siempre presente en la historia humana, el deseo último del hombre de todos los tiempos cuando declara ‘la muerte de Dios’ o prescinde de El en su vida.

El hombre no quiere recibir de Dios su existencia y la plenitud de su vida. No quiere contar con el amor que no le parece fiable; cuenta únicamente con el conocimiento, puesto que le confiere el poder. Más que el amor, busca el poder, con el que quiere dirigir de modo autónomo su vida. Al hacer esto, se fía de la mentira más que de la verdad, y así se hunde con su vida en el vacío, en la muerte. Rechazada la vida y el amor de Dios, el hombre experimenta su vaciedad más profunda: rota su relación con Dios, el hombre se experimenta desnudo, vacío, siente miedo y se esconde. Esta es la dramática consecuencia del pecado original, que desde entonces afecta a todo hombre y mujer al nacer.

Pero Dios, sigue amando al hombre, y sale en su busca. “¿Dónde estás?” (Gn 3,9), es la pregunta de Dios a Adán. Porque Dios, que ha creado al hombre por amor, para el amor y para plenitud del amor, sigue amando al hombre a pesar de su pecado, a pesar de su rechazo. Tras la caída, Dios no lo abandona. En ese mismo momento, Dios anuncia la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída. El hombre no está destinado a perecer en su pecado, o disolverse en la nada. “Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor” (Ef 1,4). Y “tanto amó Dios al mundo que dio a su único hijo” (Jn 3,16). El fruto primero y más sublime del amor de Dios, manifestado en la redención realizada por Cristo, es María Inmaculada.

Respuesta de fe de María

4. María, la llena de gracia, acoge el amor de Dios con gratitud y alegría: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvado, porque ha mirado la humildad de su esclava” (Lc 1, 46), cantará; María acoge a Dios y su amor con una fe y confianza plena y con la entrega total de su persona a Dios y a su plan sobre ella. “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según palabra” (Lc 1,38).

María vive su existencia así desde la verdad de su persona, que es el de toda persona humana: y esta verdad que sólo descubre en Dios y en su amor. María es consciente de que ella es nada sin el amor de Dios, que la vida humana sin Dios solo produce vacío en la existencia. Ella sabe que el fundamento de su existencia no está en sí misma, sino en Dios, que ella está hecha para acoger el amor de Dios y para darse por amor.

Por ello vivirá siempre en Dios y para Dios. Ella no es sino la hija y esclava de Dios, signo de la gratuidad y de la ternura amorosa de Dios. Misterio de amor incompresible por parte de Dios, misterio de fe admirable por María. María, la mujer humilde, aceptando su pequeñez ante Dios, dejando que Dios sea grande, se llena de Dios y queda engrandecida, y se convierte así en madre de la libertad y de la dicha.

María, Madre de los creyentes y de la humanidad

5. Así en la Madre de Cristo y Madre nuestra se realizó perfectamente la vocación de todo creyente, que como nos recuerda el Apóstol San Pablo, está llamado a ser santo e intachables ante Dios por el amor (cf. Ef 1, 4). La Inmaculada es la fiesta de los creyentes. Por su fe, María es nuestra madre en la fe y nuestro modelo como creyentes. Dichosa por haber creído, María nos muestra que la fe en Dios es nuestra dicha y nuestra victoria, “porque para Dios nada hay imposible” (Lc 1,37) y “todo es posible al que cree” (Mc 9, 23). La  misma humanidad, representada en ella, comienza a decir sí a la salvación que Dios le ofrece con la llegada del Mesías. Ella es la primicia de la humanidad redimida. La “plenitud de gracia”, que para María es el punto de partida, es la meta para todos los hombres, que acogen en fe el amor de Dios. Dios nos ha creado “para que seamos santos e inmaculados ante él” (Ef 1, 4). Por eso, nos ha ‘bendecido’ antes de nuestra existencia terrena y ha enviado a su Hijo al mundo para rescatarnos del pecado.

La Inmaculada, buena noticia para el mundo

6. La Purísima es así buena noticia de Dios para la humanidad. En ella irrumpe Dios, dador de amor y de vida, en la historia humana. Dios no deja a la humanidad aislada y en el temor. Dios busca al hombre y le ofrece vida y salvación. La Inmaculada recuerda a todo hombre que Dios lo ama de modo personal, que quiere únicamente su bien y lo sigue constantemente con un designio de gracia y misericordia, que alcanzó su culmen en el sacrificio redentor de Cristo. En un mundo convulso y difícil, con miedo y sin esperanza ante el futuro, la Inmaculada nos ofrece un mensaje de fe, de amor y de esperanza. En medio de un contexto que invita a prescindir de Dios y a erigirnos en dioses, a suplantar a Dios y hacer del hombre la única fuente y meta de todo, también del bien y del mal, María Inmaculada nos llama a abrirnos al misterio de Dios y acogerlo en la fe. Solo en Dios y en su amor está la verdad del hombre, de su origen y de su destino; sólo en Dios lograremos la verdadera libertad, que es la libertad para el bien, y así podremos desarrollar lo mejor que hay en nosotros.

Exhortación final

7. Miremos a la Virgen, la Inmaculada, para que así se avive hoy en nosotros, sus hijos, la aspiración a la belleza, a la bondad y a la pureza de corazón. Su candor celestial nos atrae hacia Dios, ayudándonos a superar la tentación de una vida mediocre, hecha de componendas con el mal, para orientarnos con determinación hacia el auténtico bien, que es fuente de alegría. Demos gracias al Señor por el gran signo de su bondad que nos dio en María, su Madre y Madre de la Iglesia. Acojamos a María en nuestro camino como luz que nos ayude a convertirnos a Dios en este tiempo de Adviento. Que de manos de María sepamos acoger en nuestras vidas al Dios que nos ama hasta el extremo en Cristo Jesús, hoy y todos los días de nuestra vida.  Amén.

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Homilía en la Eucaristía de acción de gracias por el centenario de la declaración de la Virgen de Lledó como Patrona de Castellón

13 de noviembre de 2022/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Homilías, Homilías 2022 /por obsegorbecastellon

HOMILÍA EN LA EUCARISTÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS

POR EL CENTENARIO DE LA DECLARACION PONTIFICIA DE LA VIRGEN DE LLEDÓ

COMO PATRONA PRINCIPAL DE LA CIUDAD DE CASTELLÓN

Santuario-Basílica de Lledó. Castellón de la Plana de Segorbe – 13 de noviembre de 2022

(Judit 13, 17-20; Romanos 5, 12.17-19; Lucas 1, 39-47)

Amados hermanos y hermanas en el Señor!

1. El pasado martes, 8 de noviembre, celebrábamos con un memorable acto en la Sta. Iglesia Concatedral de Santa María el Centenario de la declaración de la Santísima Virgen de Lidón como Patrona Principal de nuestra Ciudad de Castelló por el Papa Pío XI. Esta mañana estamos convocados a esta solemne Eucaristía para la acción de gracias: gracias damos a Dios por el patrocinio de la Mare de Déu del Lledó sobre la Ciudad. A ella la hemos cantado con las palabras de libro de Judit: “Tú eres el orgullo de nuestro pueblo”. En este día de fiesta recordamos y agradecemos la cercanía maternal de la Virgen; con su “magnificat”, cantamos a Dios porque ha estado grande con ella y nos ha dado a tan dulce madre; a María, la Virgen de Lidón, le damos gracias por tantos favores recibidos por intercesión suya; a ella le confiamos la vida de nuestra Ciudad y de sus habitantes, de nuestras familias y de nuestras parroquias.

2. La Santísima Virgen de Lledó es nuestra Patrona. Pero ¿qué significa tener a la Virgen de Lledó como Patrona? Patrona quiere decir defensora, protectora, abogada e intercesora ante Dios, pero también significa guía. En ello quiere detenerme esta mañana. En el mundo de la mar, el patrón o patrono de un barco es aquel que lo guía con destreza y seguridad hacia buen puerto, especialmente en la tempestad. Como un buen patrón, María nos protege y guía en el proceloso mar de esta vida por el camino seguro para llevarnos a buen puerto: ella dirige y orienta nuestra mirada y nuestra vida hacia su Hijo, el Hijo de Dios, el Salvador, el Camino, la Verdad y la Vida, la Esperanza que no defrauda. Esta es la razón del patrocinio de María; éste es el motivo profundo de nuestra devoción y de nuestro amor a la Virgen de Lledó. Que no queden reducidos a un mero sentimiento pasajero, como una flor que se marchita o una lágrima que se evapora.   

Vivimos “tiempos recios”, como diría Santa Teresa de Jesús. Tiempos de crisis económica, laboral, política, social y eclesial, que pueden generar incertidumbre y temor ante el futuro. Estamos inmersos en un ‘cambio de época’ donde todo parece tambalearse. Predominan el sentimiento y el deseo, el individualismo y el relativismo; se posterga la razón y no se acepta la realidad de las cosas y ni la evidencia de la naturaleza, especialmente del ser humano. Domina por doquier la corrección política y la cancelación de lo cristiano, en el pasado y en presente. En muchos, esta situación está provocando el alejamiento de la fe y vida cristiana, el abandono de la Iglesia, de los principios, de las virtudes y de los valores cristianos. Con frecuencia nos adaptamos al ambiente social descristianizado y secularista, donde Dios ha sido marginado: se intenta vivir como si Dios no existiera.

Esta mañana queremos contemplar de nuevo a María como nuestra patrona y guía. Ella camina con nosotros en el peregrinaje de nuestra vida personal, familiar, eclesial y social. A la Mare de Déu del Lledó debemos acudir siempre, y en especial en los momentos de debilidad o de aflicción, de dificultad o de incertidumbre, de duda o de desconcierto. Somos peregrinos hacia la plenitud en Dios en la vida eterna junto con María. La Virgen de Lidón es nuestra Patrona porque guía nuestros pasos hacia esa meta con sus palabras y con su ejemplo de fe viva y vivida. Ella nos guía y alienta para que seamos fieles a nuestra condición de cristianos, discípulos misioneros del Señor; ella guía los pasos de nuestras familias cristianas, para que sean fieles a la vocación que Dios les ha dado, de nuestras parroquias, para que sean presencia de la Buena Noticia, y de nuestra Ciudad para que sea más humana y fraterna.

El Evangelio de la Visitación de la Virgen a su prima Isabel, que hemos proclamado, ilumina el significado y el alcance del patrocinio de la Virgen. Tres palabras sintetizan la actitud y el comportamiento de María: creer, acoger y actuar. La Virgen cree en Dios y se fía de Él. María acoge la llamada de Dios. Y María actúa, sale y se pone en camino para servir a su prima Isabel, llevando en su seno al Hijo de Dios. Estas actitudes y estos comportamientos de la Virgen nos indican el camino a seguir por todos nosotros.

María cree en Dios y a Dios.

3. “Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc 1,45), le dice Isabel a María. La Virgen cree en Dios y a Dios que le habla a través del ángel Gabriel. María, porque es humilde, está abierta a Dios y a su designio en su vida: escucha a Dios, pregunta y disipa sus dudas, y, finalmente, con un acto de plena libertad se fía de Dios. Ella cree que será la Madre del Salvador sin perder su virginidad; ella, la mujer humilde, que se sabe amada por Dios y deudora de Dios en todo su ser, cree que será verdadera Madre de Dios; cree que el fruto de su seno es realmente el Hijo del Altísimo. María se adhiere desde el primer instante con toda su persona al plan de Dios sobre ella, un plan que trastoca el orden natural de las cosas: una virgen madre, y una criatura madre del Creador y Redentor.

María persevera en la fe: cree cuando el ángel le habla, y sigue creyendo cuando el ángel la deja sola, y se ve rodeada de las humildes circunstancias de una mujer cualquiera que va a ser madre. María avanza en la peregrinación de la fe. Ni el plan de Dios sobre ella, ni la divinidad de su Hijo le fueron totalmente manifiestos; ella tuvo que fiarse de la Palabra de Dios. Ella vive apoyándose en la Palabra de Dios. El designio de Dios se le oculta a veces bajo un velo oscuro y desconcertante: la extrema pobreza en que nace Jesús, la necesidad de huir al destierro para salvarlo de Herodes o  su sufrimiento al pie de la Cruz. María, aunque no entendía muchas cosas, no dudó que aquel niño débil e indefenso, era el Hijo de Dios. Creyó y se fió siempre de Dios, aun cuando no entendía el misterio.

María nos enseña a creer en Dios y a Dios, a fiarnos de Él y de Palabra, aunque a veces no entendamos. Maria nos enseña a contar siempre con Dios en nuestra vida y a vivir en Dios y para Dios.

María acoge el plan de Dios.

4. María, la llena de gracia, fue elegida para ser la Madre de Dios, según la carne; es su vocación, el plan de Dios para ella, el camino para ser feliz y dichosa para siempre. “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!” (Lc. 1,42). Disipadas sus dudas, María contestó al ángel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1, 38). Como ninguna otra persona humana vivió la alegría y la libertad de su donación a Dios para realizar con Él lo que va más allá de toda expectativa y de todo sueño humano.

El diálogo que sostuvo con el ángel Gabriel nos entreabre una ventana para asomarnos a la espiritualidad de María, discípula del Señor. Su sinceridad no conocía límites: vivía en la verdad. Tampoco su voluntad de colaborar con Dios, su Esposo y Señor. Pero ¿cómo podría concebir si toda su vida le pertenecía virginalmente a su Señor? María necesita la palabra del ángel, y entender que para Dios no hay nada imposible. Desde entonces, desde la roca de esa confianza inconmovible, en cada una de las circunstancias de su vida, sobre todo en las más difíciles, con María deberíamos creer que “para Dios no hay nada imposible”, para responder también con ella: “He aquí a la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

En la vida es difícil tomar decisiones. A menudo tendemos a posponerlas, a dejar que otros decidan en nuestro lugar, y preferimos seguir la moda del momento. A veces sabemos lo que tenemos que hacer, pero no tenemos el coraje o nos parece demasiado difícil porque seguir a Cristo quiere decir ir contracorriente. María en la Anunciación y en la Visitación se pone a la escucha de Dios, reflexiona y busca comprender la realidad, y decide confiarse totalmente en Dios y visitar, aun estando embarazada, a la anciana pariente.

Maria actúa, se pone de camino, sirve y lleva a Dios. 

5. María “se puso en camino y fue aprisa a la montaña” (Lc 1,39). A pesar de las dificultades, no se detuvo ante nada. Cuando tiene claro lo que le pide Dios, lo que tiene que hacer, no se entretiene, sino que sale sin demora. El actuar de María es una consecuencia de su obediencia a las palabras del ángel, pero unida a la caridad: va a Isabel para servir; sale de su casa, de sí misma, para servir por amor, y lleva cuanto tiene de más precioso: Jesús, el Hijo de Dios, ya presente en su seno.

Con frecuencia, nosotros no nos ponemos “aprisa” hacia los otros para llevarles nuestra ayuda, nuestra comprensión, nuestra caridad, y para llevarles también, como María, lo más precioso que tenemos: Jesús y su Evangelio; y hacerlo con la palabra y sobre todo con el testimonio concreto de nuestro actuar.

Hoy celebramos la Jornada Mundial de los pobres, bajo el lema “Jesucristo se hizo pobre por vosotros”. Somos invitados a tener la mirada fija en Jesús, el cual “siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza” (2 Co 8,9). El papa Francisco nos invita a compartir lo poco que podamos tener con quienes no tienen nada, para que a nadie le falte lo necesario y ninguno sufra; y nos llama a la solidaridad en medio de un mundo herido por la violencia, el odio y la guerra. La caridad no es una obligación sino un signo del amor, tal como lo han testimoniado el mismo Jesús y la Virgen. María nos enseña a salir de nosotros mismos, para ponernos en camino y servir a los pobres, necesitados y excluidos. Es el mismo Jesús, quien en ellos viene a nuestro encuentro y cuanto hagamos con uno de ellos con el mismo Cristo lo hacemos. María salió de Nazaret simplemente para servir. Servía a Dios y serviría a su pariente necesitada. Había tocado su alma el que vino a servir y no a ser servido, y al instante dejó la Virgen el calor del hogar. Optó por el riesgo del camino de Jesús. 

6. Esta mañana le pedimos a nuestra Patrona:

Mare de Déu del Lledó, mujer creyente y discípula del Señor: ilumina nuestra mente y nuestro corazón, para que contemos siempre con Dios en nuestra vida, para que sepamos obedecer sin titubeos a la Palabra de tu Hijo Jesús; danos el coraje de creer en Dios y a Dios, y seguir a tu Hijo, de no dejarnos arrastrar por lo que se lleva y dejar que otros orienten nuestra vida.

Nuestra Señora de Lledó, enséñanos a abrir nuestro corazón para acoger con generosidad y vivir con alegría la voluntad y el plan de Dios para cada uno de nosotros: es el camino para ser felices y dichosos para siempre.

Virgen de Lidón, mujer sierva y servidora, haz que nuestras manos y nuestros pies se muevan sin demora hacia los otros, hacia los pobres y necesitados para llevar la caridad y el amor de tu Hijo Jesús, para llevar, como tú, en el mundo la luz del Evangelio. Amén

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Homilía en la fiesta de San Pascual Bailón

17 de mayo de 2022/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Homilías, Homilías 2022 /por obsegorbecastellon

Patrono de la Diócesis y de la Ciudad de Vila-real

***

Basílica de San Pascual, Vila-real – 17.05.2022

(Ecco 2, 7-13; Sal 33: 1 Cor 1, 26-31; Mt 11, 25-30)

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor.

Saludo de corazón a los sacerdotes concelebrantes, a los diáconos y seminaristas. Un saludo agradecido a las Hnas. Clarisas que nos acogen en esta Basílica, al Sr. Alcalde y Miembros de la Corporación municipal de Vila-real, a la Reina Mayor e Infantil de las Fiestas y a sus damas, a los representantes de Asociaciones y entidades de la Ciudad.  Sed bienvenidos cuantos os habéis unido a esta celebración de la Eucaristía en la fiesta de San Pascual, aquí en la Basílica o desde vuestros hogares a través de la televisión. Un recuerdo y saludo muy especial para vosotros, las personas mayores, los  enfermos y los impedidos para salir de casa.

1. El Señor Jesús nos convoca en torno a la mesa de su Palabra y de su Eucaristía para recordar y honrar a San Pascual Bailón, patrono de Vila-real y patrono también de nuestra Iglesia diocesana de Segorbe-Castellón. Este año nuestra fiesta tiene un cariz especial porque estamos celebrando un Año jubilar para conmemorar el 775 Aniversario de la creación real de la sede episcopal en Segorbe y así el origen de nuestra Iglesia diocesana, hoy de Segorbe-Castellón. Un año de gracia de Dios para crecer en comunión con Dios y con los hermanos y salir a la misión. Hoy damos gracias a Dios por san Pascual y por su santidad de vida. Esta mañana lo honramos como nuestro patrono, es decir, que nos guía siempre y en este Jubileo en el que el Señor nos llama a la conversión personal y comunitaria, y a la renovación pastoral y misionera de nuestra Iglesia diocesana en sus miembros y comunidades.

2. Al celebrar la Fiesta de san Pascual vienen a nuestra memoria su vida sencilla de pastor y de hermano lego, sus virtudes de humildad y de confianza en Dios, su entrega al servicio de los hermanos y su caridad hacia los más pobres y necesitados; recordamos también su gran amor a la Eucaristía y su profunda devoción a la Virgen Santísima. De san Pascual se ha destacado siempre un rasgo de extraordinario valor evangélico: su amor al prójimo y, en especial, a los más pobres, un amor que alimentaba en su profunda devoción a la Eucaristía, fuente inagotable de la caridad. Pascual servía a todos con alegría. Sus hermanos de comunidad no sabían qué admirar más, si su austeridad o su caridad. Pascual “tenía especial don de Dios para consolar a los afligidos y ablandar los ánimos más endurecidos”, dicen muchos testigos. Su deseo era ajustar su vida al Evangelio según la Regla de San Francisco, desgastándose por Dios y por sus hermanos. Y todo ello con el espíritu de pobreza, austeridad y oración, propio de la orden franciscana. Sus oficios de portero, cocinero, hortelano y limosnero favorecieron el ejercicio de su caridad, impregnada siempre de humildad y de sencillez. Para los pobres se privaba hasta de la propia comida. Decía que no podía despedir de vacío a ninguno, pues sería despe­dir a Jesucristo. 

Los santos como Pascual son siempre actuales. Sus biografías reflejan modelos de vida, conformados según el Evangelio y a la medida del Corazón de Cristo, y, a la vez, cercanos al hombre de su tiempo y, en último término, al hombre de todos los tiempos. Son modelos extraordinariamente humanos, precisamente porque son cristianos, surgidos del seguimiento de Cristo. A través de ellos, Jesucristo se hace presente en el corazón de la Iglesia y en medio del mundo, y muestra la extraordinaria fuerza que brota del Amor de Dios: un amor que es capaz de renovar y transformar todo: las personas, las comunidades, la Iglesia, los matrimonios y las familias, y toda la sociedad.

Los santos son grandes figuras de renovación espiritual en su entorno eclesial y social. Su forma de ser, de estar y de actuar en el mundo no suele ser espectacular. Con frecuencia pasan desapercibidos. Rehúyen los halagos y aplausos. Son humildes y sencillos. Su alimento es la oración, la escucha de Dios, la unión y la amistad con Cristo. En la entrega de sus vidas a Dios y a los hermanos cifran el sentido de su vida. San Pascual Bailón, nuestro Patrono, es uno de esos santos; y de enorme actualidad para toda nuestra Iglesia diocesana. Pascual nos muestra la vía inequívoca por la que ha de caminar nuestra Iglesia diocesana para su renovación personal y comunitaria, pastoral y misionera. 

3. Fijémonos en este Año Jubilar diocesano en la santidad y el testimonio de caridad de Pascual.

Nuestro Patrono destaca por su santidad, vivida en su caridad hacia Dios y hacia el prójimo. De él pudieron decir que se mantuvo íntimamente unido a la verdadera vid que es Cristo, que alimentaba en su profunda devoción a la Eucaristía y a la Virgen María. Sí: Pascual es santo y puede ser llamado dichoso, bienaventurado y feliz, porque temió a Dios, porque confió y esperó en Dios (Sal 33). Hombre sencillo y humilde, Pascual supo abrir su corazón a Dios y centrar su vida en Él, supo dejarse amar por Dios y dejarse transformar progresivamente por la gracia de Dios; nuestro santo supo amar a Dios sobre todas las cosas, darle gracias, buscar su gloria, y descubrir la grandeza de sus obras y la profundidad de sus designios. Porque se dejó amar por Dios y llenar de su gracia, porque vivía en comunión con Dios, Pascual pudo y supo amar al hermano siendo misericordioso para con todos. Dios escoge siempre a “la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor” (1 Cor 1,30). Sí, hermanos: sólo desde la humildad, que es vivir en la verdad, se descubre la presencia de Dios en la existencia diaria y se ve a Cristo en el rostro del hermano a nuestro lado.

La santidad no está pasada de moda. La llamada a la santidad es siempre actual, también en nuestros días. Porque la santidad no es otra cosa que caminar hacia la perfección del amor, que lleva a la vida verdadera y eterna y a la felicidad completa. Santo es quien acoge el amor de Dios y se va dejando transformar por el Espíritu Santo; santo es quien vive unido a Dios y a los hermanos, viviendo el mandamiento nuevo del amor. Quien así vive, desborda amor desinteresado a su alrededor, hacia el prójimo, hacia el pobre, hacia el necesitado, hacia la Iglesia, hacia la familia y hacia la sociedad. Santo es aquél que con perseverancia va madurando en la perfección del amor. En este camino, el cristiano sigue a un modelo único e irrepetible, Jesucristo. Y el Señor Jesús no sólo llama a seguirle sino que, además, lo hace  posible, viniendo a nuestro encuentro cada día con su amor más grande.

“Por la comunión de los santos”, Pascual sigue unido a nosotros; él nos alienta a no detenernos en el camino y nos estimula a seguir caminando hacia la meta, hacia la santidad. Él nos dice hoy, aquí y ahora, que todos estamos llamados a la santidad, que es posible ser santos, que no nos conformemos con una existencia cristiana mediocre, tibia, aburrida, aburguesada, egoísta, indiferente hacia Dios y hacia los hermanos. La semilla de la santidad fue plantada en nosotros el día en que fuimos bautizados; si la regamos con la gracia de Dios en la oración y los sacramentos, en especial en la Penitencia y en la Eucaristía, y si la vivimos en las tareas ordinarias y sencillas del día a día amando a Dios y al prójimo, esa semilla irá creciendo. Por este sendero vamos peregrinando en todas las etapas de nuestra vida hasta llegar a su final que es la eternidad, que es la dicha eterna con Dios. 

4. Pascual es un testigo del amor de Dios, es un evangelizador y misionero siendo misericordioso con los hermanos. Precisamente porque fue humilde, porque se dejó amar y transformar por Jesucristo en la Eucaristía, y le amó con toda su alma, pudo entregarse al servicio de los pobres y a las tareas más humildes del convento. Cuando un corazón es humilde se hace generoso; cuando un corazón está cerca de Jesucristo, que ha amado hasta entregar su vida en la Cruz, se hace caridad con los demás. La alegría de Pascual era saberse amado por Jesucristo. Y esa alegría se desbordaba para que la cercanía y el amor de Cristo llegaran a los más pobres y necesitados.

Pascual nos enseña en este Año Jubilar, que experimentar el amor de Dios en la Eucaristía, nos pide salir a la misión que está en la puerta de al lado, nos pide ir a las periferias para que por nuestras palabras y obras el Evangelio llegue a todos. La Buena Noticia del amor de Dios está destinada a todos. Como Pascual estamos llamados a dar de comer al hambriento y de beber al sediento, a visitar y cuidar de los enfermos, a dar posada al forastero o refugiado, a vestir al desnudo, a visitar a los encarcelados; pero también somos enviados a enseñar al que no sabe, a dar buen consejo al que lo necesita, a corregir fraternalmente al que se equivoca, a perdonar de corazón al que nos ofende, a consolar al triste, a sufrir con paciencia los defectos del prójimo y a rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.

Anunciar el Evangelio con palabras y sobre todo con obras no es un añadido en la vida de la Iglesia y de los cristianos; pertenece a nuestro ser y a nuestra misión, que brota de la Eucaristía, manantial permanente del amor de Cristo hacia todos. Como el buen samaritano hemos de atender con diligencia y gratuidad, con corazón compasivo y misericordioso, al prójimo necesitado, cercano o lejano. Jesús nos dice: “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40). Cristo nos apremia a vivir desde Él y con Él la misericordia en nuestro tiempo. Hagamos de nuestra vida una existencia eucarística y evangelizadora. 

5. ¡Que san Pascual interceda por nosotros para que sepamos vivir santamente, imitándole en su sencillez evangélica; que por su intercesión se aviven en nosotros la fe y la confianza en Dios, el espíritu de oración y la participación en la Eucaristía, para que seamos testigos creíbles del amor de Dios en el amor a los hermanos. Que toda nuestra Iglesia diocesana en sus grupos y comunidades crezca en comunión para salir a la tarea urgente de la evangelización.  

¡Que san Pascual y la Mare de Déu de Gracia protejan a todos los hijos e hijas de Vila-real y a sus familias en su salud física y espiritual, en su bienestar material y espiritual! Amén.

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Homilía en la Pascua de Resurrección

17 de abril de 2022/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Homilías, Homilías 2022 /por obsegorbecastellon

S.I. Catedral-Basílica de Segorbe, 17 de abril de 2022

(Hch 10,34a.37-43; Sal 117; Col 3,1-4; Jn 20,1-9)

Hermanas y hermanos en el Señor.

1. “¡Cristo ha resucitado! Aleluya”. Hoy es “el día en que actuó el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo”. Cantemos con toda la Iglesia el Aleluya pascual. ¡Cristo ha resucitado! Hoy es el día en que con mayor verdad podemos entonar cantos de victoria. Hoy es el día en que el Señor nos llamó a salir de las tinieblas de la muerte y a entrar en el reino de su luz maravillosa. El mismo Cristo Resucitado, vencedor de la muerte, nos invita a la alabanza y a la acción de gracias.

2. En el Credo confesamos que Jesús, después de su crucifixión, muerte y sepultura, “al tercer día resucitó de entre los muertos”. El evangelio de hoy nos invita a dejarnos llevar por la luz de la fe para creer personalmente que Cristo ha resucitado. En primer lugar, el Evangelio nos habla de la señal del sepulcro vacío. Este hecho desconcertó en un primer momento a María Magdalena y a los mismos Apóstoles, Pedro y Juan; pero sólo Juan, el discípulo a quien Jesús amaba, «vio y creyó». «Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos» (Jn 20,8-9). El cuerpo de Jesús, muerto en la cruz, ya no estaba allí; no porque hubiera sido robado o puesto en otro lugar, sino porque había resucitado. Aquel Jesús a quien habían seguido, vive, porque ha resucitado; en Él ha triunfado la vida sobre la muerte, el bien sobre el mal, el amor de Dios sobre el odio del mundo. Cristo Jesús es el vencedor del pecado y de la muerte.

El hecho mismo de la resurrección, es decir el momento mismo en que el cuerpo muerto de Jesús pasa a la Vida gloriosa, no tiene testigos. Pero la resurrección de Jesús es un hecho real, que ha sucedido en la historia, aunque que traspasa el tiempo y el espacio. No es el fruto de la fantasía de unas mujeres crédulas o de la profunda frustración de sus discípulos, como dicen los que la niegan. La tumba está vacía, porque Jesús ha resucitado verdaderamente y su carne ha sido glorificada. No se trata de una vuelta a esta vida para volver a morir de nuevo, sino del paso a nueva forma de vida, gloriosa y eterna. El que murió bajo Poncio Pilato, éste y no otro, es el Señor resucitado de entre los muertos. Jesús vive ya glorioso y para siempre. Por eso Jesús mismo se aparece a sus discípulos.

2. ¡Cristo Jesús ha resucitado! Para aceptarlo es necesaria la fe en la Palabra de Dios, como ocurrió en los primeros discípulos de Jesús: una fe que brota de la experiencia del encuentro personal con el Resucitado. Una vez resucitado, Jesús salió al encuentro de sus discípulos: se les apareció, se dejó ver y tocar por ellos, caminó, comió y bebió con ellos. La tarde del primer día de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús resucitado se puso en medio de ellos, les enseño las señales de sus manos y el costado, y les dijo: “Paz vosotros”. Y su corazón se lleno de alegría al ver al Señor (cf. Jn 20, 19-20). Al apóstol Tomás, que no estaba presente y dudaba de lo que le dijeron sus compañeros, Jesús le invitó una semana después a tocar las llagas de sus manos y meter su mano en la hendidura de su costado. Y Tomás creyó que el Resucitado era el mismo que el Crucificado: «Señor mío, y Dios mío», exclamó (Jn 20,28).

Los discípulos se dejaron encontrar personalmente por el Resucitado. Fue un encuentro real y no una fantasía. Fue un encuentro profundo que tocó a sus personas en el centro de su ser; quedaron sobrecogidos ypasaron de la tristeza a la alegría, de la decepción a la esperanza, del miedo a los judíos a mostrarse ante ellos como los discípulos de Jesús. Toda su vida quedó transformada; todas las dimensiones de su existencia cambiaron de raíz: su pensar, su sentir y su actuar. Este encuentro los movilizó y los impulsó a contar lo que habían visto y experimentado; y lo hacían con temple y aguante, sin miedo a las amenazas, a la cárcel e incluso a la muerte. Este encuentro con el Señor resucitado fue tan fuerte que hizo de ellos la comunidad de discípulos misioneros del Señor, y puso en marcha un movimiento que nada ni nadie podrá ya parar.

Que Cristo ha resucitado es tan importante para los Apóstoles, que ellos son, ante todo, testigos de la resurrección, designados por Dios para nosotros y para siempre. Este es el núcleo de toda su predicación. “Nosotros somos testigos de todo lo que [Jesús] hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A éste lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con Él después de su resurrección de entre los muertos” (Hech 10,39-41).

3. Como en el caso de los Apóstoles, el Señor resucitado sale hoy a nuestro encuentro y pide de nosotros un acto personal de fe en la resurrección de Cristo. Nuestra fe se apoya en la señal del sepulcro vacío y, sobre todo, en el testimonio unánime y veraz de aquellos que pudieron ver al Resucitado, que comieron y bebieron con él en los cuarenta días que permaneció en la tierra. A los testigos se les cree por la confianza que merecen. Los Apóstoles confiesan y proclaman que el Señor ha resucitado; y padecieron persecución y murieron por dar testimonio de esta verdad. No hay mayor credibilidad que la de quien está dispuesto a entregar su vida por mantener su testimonio.

El Señor resucitado está presente hoy en nuestra vida y sale a nuestro encuentro. Él está en medio de nosotros y nos invita a todos a dejarnos encontrar o reencontrar personalmente por Él para fortalecer o recuperar la alegría de nuestra fe y de nuestra condición de cristianos; es la alegría que brota de la Pascua, es la alegría de sabernos amados personal y siempre por Dios en su Hijo, Jesús, muerto y resucitado, para que en Él tengamos vida, la vida misma de Dios. Como entonces, este encuentro ha de ser personal, real y transformador de toda nuestra vida personal y comunitaria; un encuentro que nos lleve de nuevo a la comunidad de los discípulos de Jesús, y un encuentro que nos movilice a anunciar a todos la buena y gran Noticia de la Resurrección del Señor. Y este encuentro es posible: el Resucitado está entre nosotros, nos espera especialmente en su Palabra, en la Eucaristía y en el sacramento de la Penitencia, en la oración, en la comunidad de sus discípulos, y en los pobres, en los hambrientos y sedientos, en los enfermos y necesitados, con los que Él se identifica. Es la gracia que Dios nos ofrece principalmente en el Año Jubilar diocesano que acabamos de comenzar.

4. Cristo Jesús ha muerto y ha resucitado por todos nosotros. El es la primicia y la plenitud de una humanidad renovada. En Cristo, todo adquiere un sentido nuevo. La vida gloriosa del Señor Resucitado es como un inagotable tesoro, del que ya participamos por nuestro bautismo, que nos ha insertado en el misterio pascual del Señor. Recordemos hoy con gratitud nuestro bautismo; es nuestra pascua personal. Es el mayor don que hemos recibido de Dios y que pide ser acogido y vivido personalmente. “Por el bautismo fuimos sepultados con El en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva” (Rom 6, 3-4). San Pablo nos recuerda que ser bautizados significa ser incorporados a la Pascua del Señor, pasar con Cristo de la muerte del pecado a la Vida de Dios y en Dios. En el bautismo, Dios nos ha hechos sus hijos e hijas y nos ha dado la gracia inicial de nuestra futura resurrección. Por ello el mismo Pablo, nos recuerda hoy: “Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios…” (Col 3,1).

Al confesar y vivir que Cristo ha resucitado, nuestro corazón se ensancha y comprende mejor todo lo que puede esperar. Buscando los bienes de allá arriba, aprendemos a tratar mejor la creación y a poner amor y vida en nuestra relación con los demás. La resurrección del Señor nos coloca ante lo más en nuestra vida: la Vida eterna y la felicidad plena: y por eso toda nuestra existencia cobra una nueva densidad.

Como dice el Apóstol Pablo, nuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Ya no nos amenaza la muerte, ya no necesitamos buscar falsas seguridades por el temor a morir. Sabemos que la muerte ya no tiene la última palabra. Porque Cristo ha resucitado podemos vivir de una manera nueva, porque nuestra existencia está liberada de las reglas del pecado y de la mundanidad; es decir de la esclavitud de la mentira, de la avaricia, del odio, del rencor, de la indiferencia, del desprecio y del abuso de los demás. Jesús nos ha liberado y, resucitado, camina junto a nosotros haciendo que sea posible vivir de un modo distinto, para que, como Él, pasemos haciendo el bien. Todos los sig­nos de alegría y de fiesta de este día, en que actúo el Señor, son signo también de la cari­dad que ha de inundar nuestros corazones. Jesús victorioso nos comunica su vida para que podamos seguir su camino. El nos hace posible la entrega desinteresada al prójimo y su acogida generosa, el verdadero amor en el matrimonio y en la familia, la amistad desinteresada y benevolente, el perdón y el trabajo justo, porque la muerte ya no tiene la última palabra.

En la resurrec­ción de Jesús tienen respuesta todas las inquietudes de nuestro corazón. Porque Cristo ha resucitado, el mundo no es un absurdo. Ni la persecución de los cristianos, ni las injusticias, ni la corrupción de los poderosos de este mundo, ni el pecado, ni el mal, ni la muerte tendrán la última palabra, porque el Señor ha resucitado. Él está vivo y nos podemos dejar encontrar y transformar por Él. Ahí está el sentido de nuestra vida y la posibilidad de llevarla a su plenitud en el amor. Ale­grémonos en este día que disipa todas las tinieblas y dudas, y hace crecer en nosotros la esperanza.

5. Los Apóstoles fueron, ante todo, testigos de la resurrección del Señor Jesús. Aquel mismo testimonio, que, como un fuego, ha ido dando calor a las almas de los creyentes, llega hoy hasta nosotros. Acojamos y transmitamos este mensaje a las nuevas generaciones. Sean cuales sean las dificultades, éste es nuestro deber más sagrado: transmitir de palabra y por el testimonio de las buenas obras esta buena Noticia de Dios para la humanidad: En Cristo, la Vida ha vencido a la muerte, el bien al pecado, el amor al egoísmo, la luz a la oscuridad, el sentido de la historia y del cosmos al sinsentido del nihilismo. Hay esperanza para la humanidad.

Celebremos, hermanos, a Cristo resucitado. Reavivemos nuestro propio Bautismo, que nos ha hecho nuevas creaturas. Nuestra alegría pascual será verdadera si nos dejamos encontrar y transformar de verdad por el Resucitado en lo más profundo de nuestro ser; si nos dejamos llenar de su vida y amor: esa vida y ese amor de Dios que generan alegría, paz, justicia, vida, amor y esperanza. Que el encuentro gozoso de María, nuestra Madre, con su Hijo Resucitado nos lleve a nuestro en el Señor.  

!Feliz Pascua de Resurrección para todos¡

+ Casimiro Lopez Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Homilía en la Vigilia Pascual

17 de abril de 2022/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Homilías, Homilías 2022 /por obsegorbecastellon

Segorbe, S.I. Catedral-Basílica, 16 de abril de 2022

(Gn 1,1-2,2;Gn 22,1-18; Ex14,15-15,1ª; Is 55,1-11; Rom 6,3-11; Lc 24,1-12)

1. ¡Cristo ha resucitado, Aleluya! “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado” (Lc 24,1-12).  Este es el anuncio de aquellos dos hombres con vestidos refulgentes a las mujeres que habían acudido al sepulcro con aromas y lo encuentran vacío. No está aquí, en el sepulcro, no porque lo hayan robado o traslado de lugar. No está aquí, porque ha resucitado.

Esta es la gran Noticia cada año en esta Noche santa de Pascua: Jesús ha resucitado. Es la Pascua del Señor. Jesús ha pasado a través de la muerte a la Vida gloriosa. Cristo ha pasado a una nueva y definitiva existencia. El Señor vive glorioso para siempre junto a Dios. Y esta es la gran Noticia en esta Noche santa también a nosotros: No busquéis entre los muertos al que vive. Cristo ha resucitado. El Señor resucitado vive y está entre nosotros; nos llama a dejarnos encontrar por Él, a dejarnos llenar de la Vida nueva, para seguirle para llegar hasta la Vida plena y feliz junto a Dios.

Esta es la razón de esta Vigilia Pascual, la madre de todas las vigilias, la fiesta cristiana por excelencia. ¡Aleluya, hermanos! Alegrémonos por la presencia del Señor Resucitado en medio de nosotros. Nunca nos cansaremos de celebrar la Pascua; nunca alabaremos suficientemente a Dios por su nueva y definitiva Alianza en Cristo Jesús, su Hijo: en medio de la oscuridad de la noche, Cristo Jesús ha sido liberado de la muerte y llenado del Espíritu de Dios, el Espíritu de la Vida.

2. “Demos gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia” (Sal 117). Las lecturas de la Palabra de Dios de esta Noche santa lo han traído una vez más a nuestra memoria y a nuestro corazón. Dios no es un Dios de muertos sino de vivos, no es un Dios de la obscuridad y de la muerte, sino un Dios de Luz, de Amor y de Vida.

En la primera creación del mundo, el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas primordiales y las llenó de su vida. Dios creó todas las cosas y eran buenas, y, finalmente creó al hombre a ‘su imagen’; hombre y mujer los creó, por puro amor y para la vida sin fin. ¡Y vio Dios que todo era muy bueno! Ahora, en la nueva creación, el mismo Espíritu ha actuado poderosamente en el sepulcro de Jesús y lo ha llenado de Vida nueva; es el primogénito de la nueva creación.  Dios es amor. Incluso cuando el primer hombre en uso de su libertad rechaza la vida de Dios, Dios en su infinita misericordia no lo abandona. En la culpa humana, Dios muestra su infinita misericordia y promete al Salvador. Para rescatarnos del pecado de Adán nos dio al Salvador, quien muriendo nos libera del pecado y de la muerte, y resucitando nos devuelve a la Vida de Dios. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!


En esta Noche Santa se cumplen las Escrituras, que hemos proclamado recorriendo las etapas de toda la Historia de la Salvación. En esta Noche Santa todo vuelve a empezar desde el “principio”; todo recupera su auténtico significado en el plan amoroso de Dios de Dios; es la nueva creación. El hombre, creado a su imagen y semejanza, en comunión con Dios y con sus semejantes, está llamado a esa comunión en Cristo. Es como un nuevo comienzo de la historia y del cosmos, porque “Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han muerto” (1 Co 15,20). Él, “el último Adán”, se ha convertido en “un espíritu que da vida” (1 Co 15,45). Donde abundó el pecado, ahora sobreabunda la Gracia.

En esta Noche Santa nace el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, con el cual Dios ha sellado una alianza eterna con la sangre del su Hijo encarnado, crucificado y resucitado. Toda la tierra exulta y glorifica al Señor. Ante los ojos de una humanidad alejada de Dios brilla la luz de Cristo Resucitado. El pecado ha sido perdonado y la muerte ha sido vencida. Por la Resurrección de Jesucristo, todo está revestido de una vida nueva. En Cristo la humanidad es rescatada por Dios, recobra la esperanza y queda restaurado el sentido de la creación. Este es el día de la revelación de nuestro Dios. Es el día de la manifestación de los hijos de Dios.

3. Por ello, en la Pascua no sólo cantamos la resurrección del Señor; su resurrección nos concierne a cada uno de nosotros, los bautizados. Nos lo ha recordado San Pablo: “Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con El en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva” (Rom 6, 3-4). La Pascua de Cristo es por ello también nuestra propia Pascua, la pascua de todo bautizado. 

¿Qué mejor ocasión que la Vigilia pascual para incorporar al misterio pascual de Cristo y para hacer memoria de nuestra incorporación a él por el Bautismo? Esta noche tenemos la dicha de celebrar el bautismo de esta niña –Caterina-, de recordar nuestro propio bautismo y de renovar con corazón agradecido nuestras promesas bautismales.

La mejor explicación que se puede dar de todo Bautismo y del Bautismo que esta niña va a recibir, son las palabras de San Pablo. El nos enseña que ser bautizados significa ser incorporados a la Pascua del Señor, pasar con Cristo de la muerte del pecado a la Vida de Dios y en Dios. Como esta niña en esta noche Santa, como nosotros un día, por el Bautismo renacemos a la nueva vida de Dios e incorporados  a su familia: lavados de todo vínculo de pecado, signo y causa de muerte y de alejamiento de Dios, Dios Padre nos acoge amorosamente y para siempre como a sus hijos amados en el Hijo y nos inserta en la nueva Vida resucitada de Jesús. Como nosotros un día, así también, vuestra hija, queridos padres, – Laura y Samuel- quedará esta noche vitalmente y para siempre unida al Padre Dios en su Hijo Jesús por el don del Espíritu Santo en el seno de la familia de Dios. A partir de hoy y para siempre será hija amada de Dios en su Hijo, Jesucristo, y, a la vez, hermana de cuantos formamos la familia de los hijos Dios, es decir, la Iglesia.

Como al resto de los bautizados, la familia de la Iglesia de Dios, en que hoy queda insertada, no la abandonará nunca ni en la vida ni en la muerte, porque esta familia es la familia de Dios, que lleva en sí la promesa de eternidad. Esta familia no la abandonará incluso en los días de sufrimiento, en las noches oscuras de su vida. Esta familia le brindará siempre consuelo, fortaleza, aliento, luz, esperanza y alegría; le dará palabras de vida eterna, esas palabras de esperanza que iluminan y responden a los grandes desafíos de la vida e indican el camino exacto a seguir hasta la casa del Padre.

Esta Vida nueva y eterna, que hoy recibe vuestra hija y que hemos recibido todos los bautizados, es un don que ha de ser acogido, vivido y testimoniado personalmente. Los padres y padrinos, haciendo las promesas bautismales diréis, en su nombre, un triple compromiso: diréis ‘no’ a Satanás, el padre y príncipe del pecado, a sus obras y a sus seducciones al mal, para vivir en la libertad de los hijos de Dios. Y en la profesión de fe, diréis un ‘sí’ a la amistad con Cristo Jesús, muerto y resucitado, que se articula en tres adhesiones: un ‘sí’ al Dios vivo, es decir a Dios creador, que sostiene todo y da sentido al universo y a nuestra vida; un ‘sí’ a Cristo, el Hijo de Dios que nos da la vida y nos muestra el camino de la vida; y un ‘sí’ a la comunión de la Iglesia, en la que Cristo es el Dios vivo, que entra en nuestro tiempo y en nuestra vida.

¡Que la alegría y el amor por vuestra hija, que mostráis hoy al presentarla para que reciba el don del bautismo, permanezcan en vosotros a lo largo de vuestros días! ¡Enseñadle y ayudadle con vuestra palabra y, sobre todo, con vuestro testimonio de vida a vivir y proclamar la nueva vida que hoy recibe! ¡Enseñadle y ayudadle a encontrarse personalmente con Jesús para conocerle, amarle y vivir tras sus huellas! ¡Enseñadle y ayudadle a vivir en la comunión de la familia de Dios, como hija de la Iglesia, a la que hoy queda incorporada, para que participe de su vida y de su misión! ¡Enseñadle a vivir la alegría del Evangelio que brota de la experiencia que Dios la ama personalmente! ¡Apoyadle para que comparta con otros la alegría del Evangelio!   

4. Lo dicho vale también para nosotros, los ya bautizados, al recordar hoy el don de nuestro propio bautismo en la renovación de las promesas bautismales. Es una gracia de Dios y una nueva oportunidad para dejar que se reavive en nosotros la nueva vida del nuestro bautismo y la alegría de nuestro encuentro con Cristo resucitado. San Pablo nos exhorta a que “andemos en una vida nueva”. Si hemos muerto con Cristo, ya no podemos pecar más. ¡Vivamos con la ayuda de la gracia la nueva vida de hijos de Dios en el seguimiento del Hijo por la fuerza del Espíritu Santo en el seno de la Iglesia, que está presente, vive y se realiza en esta Iglesia Diocesana de Segorbe-Castellón! Para este fin, Dios mismo nos concederá gracias abundantes en el Año Jubilar diocesano recién comenzado.

 Un significado especial tiene esta celebración para vosotros, queridos hermanos y hermanas, de la 3ª comunidad neocatecumenal de Santo Tomás de Villanueva de Castellón de Plana y de la 4ª de la comunidad de la Merced de Burriana. Hoy concluís el Camino Neocatumenal, Yos habéis preparado de modo especial para renovar las promesas bautismales solemnemente en esta S.I. Catedral-Basílica, ante mí, sucesor de los Apóstoles. Vuestras túnicas blancas de lino son signo de vuestra nueva vida bautismal que os acompañarán también en el tránsito hacia la casa del Padre. En vuestros escrutinios habéis visto de dónde procedías cada uno: en algunos casos seguro que de un mundo de destrucción y de miseria, por vivir alejados del amor de Dios por el pecado; pero también habéis experimentado el amor de Dios en Cristo, su misericordia infinita que os ha re-creado haciendo de vuestra propia historia una historia de salvación. ¡Acoged en todo momento la gracia de Dios y la ayuda de los hermanos para que estas vestiduras se mantengan siempre limpias hasta el encuentro definitivo en el Padre!   

 Renovados así en el amor de Jesucristo podréis y podremos todo seguir nuestro camino en el mundo bajo la mirada del Padre y con la fuerza del Espíritu.

5. Que María, testigo gozosa del acontecimiento de la Resurrección, nos ayude a caminar “en una vida nueva” y vivir como hombres nuevos, que “viven para Dios, en Jesucristo” (Rm 6, 4.11). Que María nos enseñe a salir al encuentro del Hijo Resucitado, fuente de alegría. Fortalecidos así en la fe y vida cristianas estaremos prontos para dar razón de nuestra esperanza y para llevar a nuestros hermanos el mensaje de la resurrección.  “¡El no está aquí. Ha resucitado. Aleluya!” Amén.

+ Casimiro Lopez Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Homilía en la celebración litúrgica del Viernes Santo

16 de abril de 2022/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Homilías, Homilías 2022 /por obsegorbecastellon

Segorbe, S.I. Catedral-Basílica, 15 de abril de 2022

(Is 52,13 – 53,12; Sal 30; Hb 4,14-16; 5,7-9; Jn 18,1 – 19,42)

Contemplemos la pasión y muerte de Jesús

1. La contemplación de la pasión de nuestro Señor Jesucristo, hecha en el ambiente sagrado de este día, nos adentra en la celebración litúrgica del Viernes santo. Hemos recordado y acompañado a Jesús en los pasos de su vía dolorosa hasta la Cruz. El Señor es traicionado por Judas; asaltado, prendido y maltratado por los guardias; es negado por Pedro y abandonado de todos sus apóstoles, menos por Juan; una vez, condenado por pontífices y sacerdotes indignos, juzgado por los poderosos, soberbios y escépticos es azotado, coronado de espinas e injuriado por la soldadesca; luego es conducido como reo que porta su cruz hasta el lugar de la ejecución; y, por fin, crucificado, levantado en alto, muerto y sepultado.

En la cruz se manifiesta el rostro de Dios

2. En la Cruz contemplamos el ‘rostro doliente’ del Señor. El es ‘siervo paciente’, el ‘varón de dolores’, humillado y rechazado por su pueblo. En la pasión y en la cruz contemplamos al mismo Dios, que asumió el rostro del hombre, y ahora se muestra cargado de dolor. En la cruz se nos manifiesta el rostro de Dios.

Cuando el Apóstol Felipe dijo a Jesús: «Señor, muéstranos al Padre», él respondió: «Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces…? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14, 8-9). También cuando lleva la cruz y cuando muere en ella, Jesús sigue siendo el Hijo de Dios Padre, una misma cosa con él. Mirando su rostro desfigurado por los golpes, la fatiga, el sufrimiento interior, vemos el rostro del Padre. Más aún, precisamente en ese momento, la gloria de Dios, su luz demasiado fuerte para el ojo humano, se hace más visible en el rostro de Jesús. Aquí, en ese pobre ser que Pilato ha mostrado a los judíos, esperando despertar en ellos piedad, con las palabras “Aquí lo tenéis” (Jn 19, 5), se manifiesta la verdadera grandeza de Dios, la grandeza misteriosa que ningún hombre podía imaginar.

Dios sufre en su Hijo Jesús. Es el dolor provocado por el pecado, por el desprecio de su amor. No sufre por su pecado personal, pues es absolutamente inocente; sino por la tragedia de mentiras y envidias, traiciones y maldades que se echaron sobre él, para condenarlo a una muerte injusta y horrible. El carga hasta el final con el peso de los pecados de todos los hombres y de todo sufrimiento humano. Con su muerte redime al mundo. Jesús mismo había anunciado: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por la multitud” (Mc 10,45).

En la Cruz se muestra la grandeza humana

3. En Jesús crucificado se revela no sólo la grandeza de Dios; también se muestra otra grandeza: la nuestra; la grandeza que pertenece a todo hombre por el hecho mismo de tener un rostro y un corazón humano. Escribe san Antonio de Padua: “Cristo, que es tu vida, está colgado delante de ti, para que tú te mires en la cruz como en un espejo… Si te miras en él, podrás darte cuenta de cuán grandes son tu dignidad… y tu valor… En ningún otro lugar el hombre puede darse mejor cuenta de cuánto vale, que mirándose en el espejo de la cruz” (Sermones Dominicales et Festivi III, pp. 213-214). Sí. Jesús, el Hijo de Dios, ha muerto por ti y por mí, por cada uno de nosotros. De este modo nos ha dado la prueba concreta de cuán grandes y cuán valiosos somos a los ojos de Dios, los únicos ojos que, superando todas las apariencias, son capaces de ver en profundidad la realidad de las cosas, nuestra propia realidad.

Cristo sufre y muere no por otra razón sino “por nuestros pecados” (1Co, 15,3) y “por nosotros”: a causa de nosotros, a favor nuestro y en lugar de nosotros. Contemplando este ‘rostro doliente’, nuestro dolor se hace más fuerte, porque el rostro de Jesús padeciendo en la cruz, asume y expresa el dolor de muchos hermanos, que hoy padecen angustia y desconcierto, en parte por sus pecados, pero mucho más aún por los pecados de los demás, por las violencias y por los egoísmos humanos, que los aprisionan y esclavizan.

La Cruz es fuente de esperanza

3. Y en la oscuridad de la Cruz rompe la luz de la esperanza. “Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho”.  El Siervo de Dios, aceptando su papel de víctima expiatoria, trae la salvación y la justificación de muchos. En la Cruz, “Dios estaba reconciliando consigo al mundo” (2 Cor 5, 19). La Cruz, a la vez, que descubre la gravedad del pecado, nos manifiesta la grandeza del amor de Dios y la grandeza del ser humano para Dios: Él mismo quiere librarnos de cualquier pecado y de la muerte. Desde aquella cruz, padeciendo el castigo que no merecía, el Hijo de Dios mostró la grandeza del corazón de Dios, y su generosa misericordia; y exclama: “!Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!”.

La salvación es la liberación del hombre de sus pecados, males y miserias, y la reconciliación con Dios. La salvación es fruto del amor infinito y eterno de Dios. Porque sólo el amor infinito de Dios hacia los hombres pecadores es lo que salva; el amor de Dios es la única fuerza capaz de liberar, justificar, reconciliar y santificar. Pero el amor de Dios requiere ser acogido; el amor del Amante espera de la respuesta del amado, para entregarse y darse totalmente a sí mismo con todo cuanto tiene. Sin esa respuesta, no se produce, la obra del amor; se detiene a la puerta.

Por eso, para vivir con esperanza y como hombres nuevos, es necesario mirar, contemplar y acoger en nuestro corazón a Jesucristo en su pasión y en la Cruz; seguirle en aquellas horas amargas, que son las más decisivas de la historia de la humanidad. Ha llegado su hora, la hora de la verdad. Y las últimas palabras que Jesús dice y nos deja en la Cruz son expresión de su última y única voluntad, la que siempre tuvo y animó su existencia terre­na: hacer lo que Dios quiere, hacer la voluntad del Padre, Dios. Esto es, amar hasta el extremo para rescatar a los hombres de los poderes del pecado y de la muerte. Mirémoslo ahí, clava­do y suspendido del leño; mirémoslo como cordero degollado; mirémoslo ensangrenta­do y exangüe. Y todo ello por nosotros, por todos.

¿Hay acaso un amor más grande? Ahí nos revela todo el secreto de su persona y de su vida, ahí nos desvela el secreto de Dios: el secreto de un amor infinito que se entrega todo por nosotros para que tengamos vida, vida plena y eterna.

Llamada a la adoración

4. Contemplemos y adoremos con fe la Cruz de Cristo. Miremos al que atravesaron, y al que atravesamos. Miremos a Cristo: contemplemos su sufrimiento causado por el pecado, por la crueldad e injusticia humana. Contemplemos en la Cruz a los que hoy están crucificados, a todas la victimas de la maldad humana, a los que sufren y tienen que cargar con su cruz. Miremos el pecado del mundo, reconozcamos nuestros propios pecados, con los que Cristo tiene hoy que cargar.

Contemplemos y adoremos la Cruz: Es la manifestación del amor misericordioso de Dios, la expresión del amor más grande, que da la vida para librarnos de muerte. Si abrimos nuestro corazón a la Cruz, sinceramente convertidos y con verdadera fe, el amor de Dios nos alcanzará. Y el Espíritu de Dios derramará en nosotros el amor y podremos alcanzar la salvación de Dios. 

Al pie de la cruz la Virgen María, unida a su Hijo, pudo compartir de modo singular la profundidad de su dolor y de su amor. Nadie mejor que ella nos puede enseñar a amar la Cruz. A ella encomendamos en especial los que avergüenzan de la cruz y de su condición de cristianos, a los pecadores y a todos los que sufren a causa de su pecado, del egoísmo, la injusticia o la violencia. A ella encomendados a los enfermos y a los cristianos perseguidos a causa de su fe en la Cruz. Porque, los cristianos “no podemos gloriarnos sino en la Cruz de Cristo”. ¡Salve, Oh Cruz bendita, nuestra única esperanza! Amén.

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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NOTICIAS:
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- Mons. Casimiro López preside la Solemne Eucaristía en la Basílica, en Vila-real
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- La Delegación de Medios inicia una ronda de reuniones con los Arciprestazgos tras el encargo de D. Casimiro para elaborar un Plan de Comunicación
- 50 Hombres participan en el IV Retiro de Emaús
CARTA SEMANAL DEL OBISPO:
D. Casimiro reflexiona respecto a la importancia de la asignatura de Religión Católica ante el inminente periodo de matriculación para el próximo curso escolar.
ENTREVISTA: Charlamos con D. José Miguel sala, Delegado Diocesano para la Infancia y la Juventud ante el fin del curso pastoral y la programación de verano, que se centra en la participación diocesana en la JMJ de Lisboa
La Basílica de Ntra. Sra. del Lledó ha acogido la última Vigilia de Oración de los jóvenes de la Diócesis de Segorbe-Castellón en este Año Jubilar Mariano con motivo del Centenario de la Coronación de la Mare de Déu.
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6 horas atrás

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#Pentecostes #ApostoladoSeglar #AcciónCatólica #Laicos 🙏🕊 La Diócesis de Segorbe-Castellón celebra la Vigilia de Pentecostés, una fiesta desde la que anunciar lo que hemos visto, oído y experimentado: a Cristo resucitado y a su Evangelio. ... Ver másVer menos

La Diócesis celebra la Vigilia de Pentecostés, una fiesta para anunciar lo que hemos visto, oído y experimentado - Obispado Segorbe-Castellón

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La parroquia de Santa Joaquina de Vedruna de Castellón acogió anoche la celebración de la “Vigilia Diocesana de Pentecostés”, presidida por nuestro Obispo, D.
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obispadosegorbecastellon

#jóvenes #Fútbol #CopaDelObispo ⚽ La @dele.i #jóvenes #Fútbol #CopaDelObispo 

⚽ La @dele.infa.juv_segorbecastellon ha organizado la tercera edición del Campeonato Diocesano de Fútbol 5 “Copa del Obispo”, que tendrá lugar el próximo mes de junio, y en el que ya se han inscrito más de 100 jugadores.

¡Ánimo!

Este año promete 🏆
Los jóvenes de la Diócesis se "ponen en camino" Los jóvenes de la Diócesis se "ponen en camino" 🚶‍♀🚶de la mano de María en la vigilia de oración 🙏
#Pentecostés #Vigilia #ApostoladoSeglar #AcciónC #Pentecostés #Vigilia #ApostoladoSeglar #AcciónCatólica #Laicos #Castellón

🗣️“Juntos anunciamos lo que vivimos" ✝

🔴 La parroquia de Santa Joaquina de Vedruna, acogerá, el sábado 27 de mayo, la celebración de la “Vigilia Diocesana de Pentecostés”, presidia por nuestro Obispo, D. Casimiro.

🗓 27 de mayo
⌚20 h.
⛪ Santa Joaquina de Vedruna, Castellón 
🍽 🎸 Después cena y concierto
#CentenariCoronació #marededeudellledo #AñoJubil #CentenariCoronació #marededeudellledo #AñoJubilarMariano #Castellón

“Acudimos a María y le pedimos que nos enseñe a ser creyentes auténticos de Dios y testigos de su Amor”

Ayer, en la Fiesta Mayor de la Mare de Déu del Lledó, se celebró la Misa Estacional en la Basílica, así como la apertura del Año Jubilar de Lledó, que será clausurado el día 5 de mayo de 2024. Por la tarde tuvo el rezo del Santo Rosario y la tradicional Sabatina a la Mare de Déu. Al finalizar se celebró la Procesión General con la imagen de la Patrona de Castellón.
#AñoJubilarDiocesano #pereginación #Roma 

🇮🇹 ⛪ 🇻🇦 La Diócesis de Segorbe-Castellón dará gracias por los dones recibidos durante el Año Jubilar Diocesano peregrinando a Roma, del 18 al 21 de septiembre, y servirá como punto de partida del nuevo curso pastoral.

¡¡Anímate!! ¡¡No te lo puedes perder! 

Tienes toda la información en el link de la bio
#CentenariCoronació #marededeudellledo #AñoJubil #CentenariCoronació #marededeudellledo #AñoJubilarMariano #Castellón 

🙏💐 Castellón iniciará el Año Jubilar de Lledó este domingo, con una solemne Eucaristía en su Basílica, presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente. 

📺 La celebración podrá seguirse en directo por televisión: en @televisiodecastello y @la8mediterraneo
#Vocaciones #VocacionesNativas #JornadaVocaciones #Vocaciones #VocacionesNativas #JornadaVocaciones 

🙏 La Iglesia celebra el 30 de abril la Jornada Mundial de oración por las vocaciones y la Jornada de vocaciones nativas bajo el lema, «Ponte en camino. No esperes más» 👟

@omp_es @mediosconfer @cedis.institutos.seculares
#JornadaDiocesana #Familia 👪El próximo sába #JornadaDiocesana #Familia 

👪El próximo sábado, día 29 de abril, las familias de la Diócesis de Segorbe-Castellón tienen una cita muy importante en el Seminario Mater Dei. 

Organizado por @familiasgcs tendrá lugar la II Jornada Diocesana de la Familia 👫
“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque e “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”

✝ 🙏 Con la visita del Nuncio de S.S. en España, Mons. Bernardito C. Auza, a nuestra Diócesis, este fin de semana concluimos el Año Jubilar Diocesano con motivo del 775º aniversario de la creación de la sede episcopal en Segorbe. ⛪ 🚶 🚶 Ha sido un año intenso, un Año de gracia de Dios en el que hemos vivido y celebrado muchos momentos, haciendo “memoria agradecida del pasado para juntos, crecer en comunión y salir a la misión”, como nos exhortaba D. Casimiro.

¡Hoy y siempre, demos gracias a Dios por todo lo que ha hecho por nosotros y por mostrarnos su gran amor!
#DomingoDeResurreccion #Segorbe #PascuaDeResurrecc #DomingoDeResurreccion #Segorbe #PascuaDeResurrección

“¡Cristo ha resucitado!, ¡Verdaderamente ha resucitado el Señor, Aleluya!”

🕯🙏 Esta mañana se ha celebrado, en la S.I. Catedral de Segorbe, la Misa del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, que ha presidido nuestro Obispo, D. Casimiro. Tras ella ha tenido lugar la procesión del Encuentro, en la que han participado las tres cofradías de la ciudad episcopal 🕯🙏
#ViernesSanto #PasiónDeCristo #CruzDeCristo #Sego #ViernesSanto #PasiónDeCristo #CruzDeCristo #Segorbe

“En la Cruz se encuentran la miseria humana y la misericordia divina”

✝🕯 Esta tarde ha tenido lugar la celebración de la Pasión del Señor de este Viernes Santo, que ha presidido nuestro Obispo, D. Casimiro, en la Catedral de Segorbe ✝🕯
#JuevesSanto #CenaDelSeñor #Segorbe "Los amó ha #JuevesSanto #CenaDelSeñor #Segorbe

"Los amó hasta el extremo"

🦶 ✝ Esta tarde ha tenido lugar la celebración de la Cena del Señor de este Jueves Santo, que ha presidido nuestro Obispo, D. Casimiro, en la S.I. Catedral de Segorbe.
Los pasos de Semana Santa en la Arciprestal San Ja Los pasos de Semana Santa en la Arciprestal San Jaime de Vila-real 

@arciprestal_vilareal

#semanasanta #pasossemanasanta #pasion #procesion #cristoyacente #virgendelosdolores #cofradias #hermandades #castellon #vilareal #santosepulcro #dolorosa #piedad #triana #velas #costaleros #fervor #semanasanta2023 #veronica #crucificcion #resurrección
#FiestaDeLaResurrección #ACdP 👨‍🎤 ✝ L #FiestaDeLaResurrección #ACdP 

👨‍🎤 ✝ La @acdp_es organiza en Madrid “la Fiesta de la Resurrección”, un festival de música gratuito y abierto a todos los públicos que reunirá por primera vez a un plantel de artistas de primera línea para celebrar la gran fiesta de los cristianos.

🗓  sábado 15 de abril
⌚ De 19h. a 21,30h.
📍 Plaza de la Cibeles, Madrid
🚌 Autobús desde #Castellón
#MisaCrismal #PromesasSacerdotales #SantoCrisma #óleos #Castellón

🏺🏺🏺El Obispo a los sacerdotes en la Misa Crismal: “Estamos llamados a ser signo de Dios en este mundo secularizado, ejerciendo un ministerio de amor, de servicio y de entrega a todos”.
#DomingoDeRamos #SemanaSanta #Segorbe

🌿🌿🌿 El Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón preside el Domingo de Ramos en la Catedral: "la Semana Santa nos invita a acoger el mensaje de la cruz" ✝
#DomingoDeRamos #SemanaSanta #Castellón 

🌿🌿🌿 Comienza la Semana Santa con la celebración del Domingo de Ramos: “Celebramos el triunfo del amor infinito de Dios sobre el pecado y sobre la muerte” ✝
¡Que no decidan por ti!.... Video de la Diócesis ¡Que no decidan por ti!.... Video de la Diócesis para guiarnos en la cumplimentación y registro del Documento de Voluntades Anticipadas
#Caritas #Almassora #EspaiAmbCor @caritassegorbeca #Caritas #Almassora #EspaiAmbCor @caritassegorbecastellon 

👚👖👡 El Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón ha bendecido esta tarde el nuevo "Espai amb cor" de Almassora.
¡Hoy tienes una cita con el Señor en la @uchceu_ ¡Hoy tienes una cita con el Señor en la @uchceu_universidad de #Castellón!

🙏 @behakuna te invita a escuchar la charla “Festejemos la Creación", de Gabriel Ibiza; y a participar en la Hora Santa 🕗 😇

🗓 Lunes, 27 de marzo
⌚20:00 h. 
🏫 CEU Castellón
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