En abril rezamos por el buen uso de las nuevas tecnologías y por los adultos que recibirán los Sacramentos de la Iniciación Cristiana
Con el inicio del mes de abril se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Santo Padre dirige su intención por el uso de las nuevas tecnologías: “Oremos para que el uso de las nuevas tecnologías no reemplace las relaciones humanas, respete la dignidad de las personas, y ayude a afrontar las crisis de nuestro tiempo.”
Francisco propone el uso de los mismos con discernimiento: «En la era del internet, donde el espacio y el tiempo son suplantados por el “aquí y ahora”, la paciencia resulta extraña… La paciencia ha sido relegada por la prisa, ocasionando un daño grave a las personas. De hecho, ocupan su lugar la intolerancia, el nerviosismo y a veces la violencia gratuita, que provocan insatisfacción y cerrazón».
Oración Mensual
Señor, Padre Bueno,
al contemplar el mundo y, a hombres y mujeres
trabajando en él y embelleciéndolo,
brota de mi corazón un enorme ¡Gracias!
La acción de tu Espíritu entre nosotros, nos anima
a crecer en el progreso de la ciencia y la tecnología
al servicio de la dignidad de la persona
para un desarrollo humano integral e integrador.
Porque sabemos que tu deseas el bien de todos,
desde el corazón de tu Iglesia Tu Hijo nos llama
a que la tecnología no suplante
el contacto “persona a persona”,
a que lo virtual no reemplace lo real
y a que, las redes sociales
no reemplacen el ámbito social.
Ayúdanos a desarrollar la capacidad
de vivir sabiamente, de pensar en profundidad,
de amar con generosidad, sin desanimarnos;
promoviendo un crecimiento científico y tecnológico
que se concilie cada vez más con un desarrollo
humano en responsabilidad, valores y conciencia.
Amén
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los jóvenes y adultos que en esta Pascua recibirán los Sacramentos de la Iniciación Cristiana, para que participen cada vez más plenamente en la vida y la misión de la Iglesia”.
En su carta del 3 de junio de 2012, nuestro Obispo D. Casimiro nos decía lo siguiente:
«…la Iniciación cristiana es el proceso de inserción en el misterio de Cristo, muerto y resucitado: es un don de Dios que recibe la persona humana por mediación de la Madre Iglesia. De ahí que se llame Iniciación cristiana a todo el proceso o camino en el que la Iglesia hace nuevos cristianos. Tres aspectos inseparables son esenciales en este proceso: la iniciativa de Dios, la respuesta de la persona humana y la mediación de la Madre Iglesia.
La Iniciación cristiana es, antes de nada y en primer lugar, un don de Dios: sólo Él puede hacer que el ser humano renazca en Cristo por el agua y el Espíritu; sólo Él puede comunicar vida eterna. Suya es la iniciativa y suya la capacidad de santificar al ser humano por su gracia. Ésta se comunica eficazmente en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, que divinizan al hombre. Ahora bien, la Iniciación cristiana es un don de Dios que recibe la persona humana: el hombre, auxiliado por la gracia divina, responde libre y generosamente al don de Dios, recorriendo un camino de liberación del pecado y de crecimiento en la fe. La gracia santificante comunicada en los sacramentos es un don al que se puede y se ha de responder libremente con la ayuda del Espíritu Santo para que dé sus frutos; esa gracia incide y ha de incidir en todas las dimensiones que configuran la existencia humana. Y, en tercer lugar, la Iniciación cristiana es un don de Dios que recibe la persona humana por mediación de la Madre Iglesia. La Iglesia recibe la vida de Cristo para engendrar, por mandato suyo y por la acción del Espíritu Santo, nuevos hijos para Dios de todos los pueblos de la tierra.
Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una Iniciación que consta de varias etapas con unos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la fe, a la conversión y al cambio de vida, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística. Este camino por etapas se llama catecumenado y no puede faltar nunca: no sólo en el caso de adultos no bautizados, sino también para aquellos que solicitan el sacramento de la Confirmación siendo ya adultos, adaptándolo, eso sí, a la situación de cada uno. No nos podemos conformar con una catequesis de estilo escolar, hecha en unas pocas semanas o meses y entendida sólo como requisito previo para acceder a los sacramentos.
Necesitamos un cambio de mentalidad y entender que la celebración de los sacramentos debe ser precedida y acompañada por la evangelización, la fe y la conversión, porque sólo así pueden dar sus frutos en la vida de los fieles. Esta es la voluntad del mismo Cristo, que mandó a sus apóstoles a hacer discípulos a todas las gentes y a bautizarlas».