Pilar Acín: «La razón por la que hemos dejado de ser tan solidarios es la pérdida de valores humanos»
Pilar Acín ha sido durante los últimos seis años presidenta de Manos Unidas de Segorbe-Castellón. El pasado mes de junio cesó en su cargo al cumplirse el tiempo establecido por los estatutos de la organización. Dos mandatos que han cambiado su visión en muchos temas, sobre todo de la inmigración y los refugiados. A partir de ahora seguirá como una voluntaria más, aportando su tiempo y experiencia para colaborar, desde nuestra diócesis, en la tarea de construir un mundo mejor.
¿Qué balance haces de estos seis años como presidenta de Manos Unidas?
Muy positivo pero, sobre todo, muy sorprendente. Crees que entiendes muy bien Manos Unidas mientras trabajas como voluntaria, pero cuando asumes la presidencia conoces la asociación a fondo. Descubres cómo trabajan otras delegaciones, cómo hay un nexo de unión y responsabilidad muy fuerte entre todas para sensibilizar a la sociedad y recaudar fondos para los proyectos en los países en vías de desarrollo donde actuamos. Conoces realidades que ni imaginabas que existieran. Esto es muy enriquecedor.
¿Qué realidad te ha impactado más de todas a las que has tenido acceso?
Sin duda alguna, el tema de los refugiados por la guerra de Siria. Me impactó que unos sacerdotes de una orden francesa nos pidieran ayuda para que les facilitáramos psicólogos porque las mujeres que llegaban al campo habían olvidado su identidad. Las habían violado delante de sus maridos e hijos y, después, habían matado a todos los hombres de sus familias. Se encontraban en una situación de total indefensión. Ese día, recuerdo que era lunes, tenía una entrevista en la COPE y pensé: “yo tengo que hablar de este tema”. Lo saqué a relucir y todo el mundo se sorprendió porque era una información que aquí se desconocía.
Ese mayor conocimiento de realidades como la de los refugiados, ¿en qué medida ha modificado tu visión de las causas humanitarias?
Ha cambiado radicalmente mi perspectiva, por ejemplo, en el tema de la inmigración. La gente emigra porque no puede vivir en sus países ya que no recibe ayudas. Es muy importante, por tanto, ayudarles en origen para que tengan más alternativas que abandonar sus ciudades. Te das cuenta también de que en la sociedad occidental nos hemos creado necesidades artificiales y que podemos vivir con la mitad de cosas que tenemos. Lo importante que es la solidaridad, el saber compartir con el de lejos y con el de cerca. Mi vida ahora, después de profundizar en el conocimiento de estas y otras realidades, es más austera. No pienso tanto en mí.
¿Y cómo se ha modificado tu compromiso con Manos Unidas?
Al conocer en mayor profundidad estos temas y la falta de medios para solventarlos estoy más comprometida.
¿Con qué proyecto te has implicado más?
Todos me han motivado casi por igual, pero –sobre todo- me he implicado en cuerpo y alma con los relacionados con la educación. Una persona que tiene educación puede tener un futuro. Recuerdo un proyecto que realizamos en la India con mujeres de la calle. El gobierno indio destinó unas ayudas a las mujeres para que emprendieran iniciativas, pero la mayoría no sabía ni leer ni escribir y, por tanto, no se enteraron. Manos Unidas decidió actuar al respecto y diseñó un proyecto muy ambicioso que llevaba una parte de educación para que aprendieran lo más básico: leer, escribir, sumar, restar, multiplicar, dividir y, así, pudieran hacer valer sus derechos.
Nos hemos creado muchas necesidades artificiales; podemos vivir con la mitad de cosas que tenemos
Una persona que tiene educación puede tener un futuro
Otro proyecto con mujeres mineras en Bolivia. Minas que estaban prácticamente abandonadas en que entraban a recoger lo poco que ya se podía extraer de allí; pero, claro, entraban sin ningún tipo de protección y con sus niños. El proyecto de Manos Unidas consistió en construir escuelas para estas criaturas, dotar de elementos de seguridad a sus madres para que accedieran a las minas si ellas querían, y darles otras oportunidades para que pudieran realizar trabajos cooperativos, manuales, y poder vender así sus productos y alejarles de ese entorno tan nocivo. Tuvimos la suerte de que el responsable del proyecto viniera a Castellón durante la campaña y nos lo explicara con todo lujo de detalles.
Durante estos seis años habéis conseguido concienciar a los castellonenses sobre la importancia de ayudar a personas sin recursos o que están atravesando situaciones de precariedad e indigencia material y moral en otros países. ¿Cuáles son los asuntos de mayor importancia que se han conseguido bajo tu presidencia?
Una de las campañas que más llegó, y en la que más nos involucramos, fue la de los alimentos desechados que tiramos y que están en buenas condiciones. Llevamos a cabo la actuación también en nuestras propias casas. Comprábamos lo que realmente necesitábamos. Nos parece que este hecho no tiene repercusión en los países más desfavorecidos, pero sí la tiene porque les estamos obligando a sembrar y cosechar lo que Occidente está consumiendo de forma desmedida. Hay alimentos en el mundo para alimentar dos veces a todos los habitantes de nuestro planeta, ¿por qué 821 millones de personas están pasando hambre? Lo estamos haciendo rematadamente mal.
Por otra parte, el Ayuntamiento de Castellón se involucró en la iniciativa. El concejal de Bienestar Social, José Luis López, que estuvo en el lanzamiento de nuestra campaña, nos propuso que participásemos de manera conjunta en una acción para los restaurantes con envases de cartón reciclado y, tras la presentación de la campaña, se implicaron 22 restaurantes de nuestra ciudad.
¿Qué cuestiones quedan en el tintero? ¿Qué espinita tienes clavada?
La espinita que quizás sí tengo clavada es que está descendiendo la recaudación de las colectas de Manos Unidas. Y mira que nos implicamos todos los voluntarios, tanto de Castellón como de las comarcales. Hemos formado también los equipos parroquiales de Manos Unidas para implicar al párroco, a los catequistas, que ya están comprometidos en nuestras campañas.
¿Se trata de hacer más cosas o de intentar que más gente deje de lado su individualismo? ¿Cuáles crees que son las causas de que la solidaridad se renueve más lentamente de generación en generación?
Nos hemos acomodado y no queremos complicarnos la vida. Los jóvenes, por otra parte, tienen los estudios, que también les están apretando fuerte; pero nos hemos aburguesado. No queremos compromisos y hacemos lo justo para cubrir el expediente. No hay un esfuerzo por ser solidarios. Estamos perdiendo valores y esa es la verdadera raíz del problema. Recuerdo que mucha gente, cuando estábamos viviendo los momentos álgidos de la crisis económica, me decía: “Con lo que estamos pasando aquí y vosotros ayudando a los de allá”. Ellos –les decía- viven en una crisis permanente. Los que me echaban en cara eso, ni ayudan a los de aquí, ni a los de allá.
¿Qué situaciones son las que más te han dolido por injustas?
Tener que dar explicaciones, incluso a los propios creyentes. Nosotros el mandato que tenemos de la Iglesia es para el Tercer Mundo. Nuestra misión está allí, no aquí. Para aquí existen otras asociaciones como nuestra hermana Cáritas.
¿Hay competencia entre Manos Unidas y Cáritas?
Mi experiencia personal con nuestra Cáritas diocesana es que somos complementarios. Nos sentimos hermanos. Siempre que organizamos alguna campaña, siempre viene alguien de Cáritas y viceversa. De hecho, nosotras formamos parte del Consejo Diocesano de Cáritas. Además, en la última cuestación de mayo, las voluntarias de Manos Unidas estábamos en la Puerta del Sol con nuestras huchas, como voluntarias de Cáritas.
Estamos obligando a que los países más pobres siembren y cosechen lo que Occidente está consumiendo de forma desmedida
Nos hemos acomodado y no queremos complicarnos la vida
Me ha dolido tener que dar explicaciones sobre nuestra labor en el Tercer Mundo a personas creyentes
¿Cuáles son los retos que afrontará la nueva presidenta, Amparo Faulí?
Amparo conoce muy bien los retos que tiene porque ha sido vicepresidenta. El tema del voluntariado creo que será nuestro gran reto, porque yo ahora paso a ser una voluntaria más. Nos estamos haciendo mayores y tenemos que implicar a la gente más joven.
¿Qué destacarías de Amparo?
Es una mujer muy sensata, muy preparada. Es conciliadora y no hace distinciones, que eso es muy importante dentro de la delegación.
¿Crees que ser conciliador debe ser una de las principales virtudes de un delegado episcopal?
Sí, eso es muy importante. Ser conciliador, sensato, que esté preocupado tanto de las comarcales como de la delegación.
¿Cómo ha sido tu relación con Don Casimiro?
Estupenda. Siempre que lo he necesitado, ahí ha estado. Si he tenido que hablar con él, las puertas de su despacho siempre han estado abiertas; ha acudido a todos los actos de lanzamiento de campaña y ha celebrado todas las eucaristías que ha podido y que no le han coincidido con otros compromisos que tenía acordados previamente. Me consta que valora la labor de Manos Unidas.
¿Qué te ha sorprendido más de su forma de ser?
Es más cercano de lo que nos imaginamos y empatiza con tus problemas e intenta también resolverlos.
¿Puedes contar alguna situación concreta?
Tuvimos que lidiar con un tema desagradable y él se preocupó. Lo primero que le dijo un día al consiliario de Manos Unidas fue: “¿Cómo está Pilar?” Eso me llegó al alma, porque Don Casimiro sabía que yo estaba sufriendo mucho