Por una parroquia viva y evangelizadora
Queridos diocesanos:
Hace unos día celebrábamos el 25º Aniversario de la Parroquia de Nuestra Señora de la Esperanza de Castellón. Veinticinco años de existencia son motivo para la acción de gracias a Dios, para la alegría y para la esperanza.
Esta comunidad parroquial está de enhorabuena al celebrar veinticinco años de rica existencia. Damos gracias a Dios, porque en ella muchos han nacido a la fe cristiana, han sido engendrados a la vida de los hijos Dios, incorporados a Cristo y a la comunidad de la Iglesia por el Bautismo; gracias a ella, muchos han conocido a Jesús y su Evangelio, se han encontrado con Él y han madurado en la fe mediante la escucha y la acogida de la Palabra de Dios y han alimentado su vida cristiana en la oración y en los Sacramentos. Y otros muchos han encontrado en ella fuerza para la misión y el testimonio de la fe, personal o asociado, motivos para la esperanza, consuelo en la aflicción y ayuda en la necesidad.
Pero ¿qué hacer cuando muchos bautizados se alejan de la vida parroquial y cada vez más personas en el barrio no conocen a Jesucristo? ¿Qué hacer para que la parroquia sea viva y evangelizadora? Son las preguntas que me hizo un feligrés después de la Misa de acción de gracias; unas preguntas que valen para otras parroquias.
Antes de nada hay que caer en la cuenta que una parroquia es una comunidad cristiana estable, que está formada por todos los cristianos que viven en un territorio determinado y presidida por un sacerdote enviado por el Obispo. La parroquia no es el territorio, el templo o un simple lugar donde se ofrecen servicios religiosos, sino la comunidad de fieles, que presidida por el párroco, anuncia y acoge la Palabra de Dios, celebra la fe en los Sacramentos, vive la caridad y sale a evangelizar. En cada parroquia se hace presente y operante la Iglesia de Cristo y, por consiguiente, a cada una se le confía la misma misión de la Iglesia: evangelizar a todos los hombres que viven en su territorio y con ellos colaborar a extender el Evangelio por todo el mundo. Toda la vida interna de una comunidad parroquial – la escucha de la palabra de Dios, la oración, la caridad fraterna, la Eucaristía y el restos de los sacramentos – debe hacerse testimonio, provocar la admiración y la conversión, y hacerse anuncio de la Buena Noticia.
Para que esto sea posible, todos los fieles cristianos que integran la comunidad parroquial están llamados y han de ser ayudados a ser miembros vivos de la comunidad, unidos a la piedra angular que es Cristo, Vida para el mundo; es decir, están llamados y han de ser ayudados a ser verdaderos creyentes, co-discípulos y testigos del Señor. Así se generará esa comunidad que será en el pueblo o en el barrio signo de la presencia de Dios, ámbito donde Cristo sale al encuentro de los hombres para comunicarles su vida de amor que crea lazos de comunión fraterna. La parroquia será viva en la medida en que viva fundamentada y ensamblada en Cristo, piedra angular; la comunidad parroquial será iglesia viva si por sus miembros corre la savia de la Vid que es Cristo, que genera comunión de vida y de amor con Dios y con los hermanos, que se deja evangelizar y sale a la misión.
Necesitamos una conversión personal de todos a Cristo y a nuestra condición de cristianos; y también necesitamos una conversión ‘pastoral’ para pasar del mantenimiento a la misión. Sabemos que el Señor Resucitado sigue presente por su Espíritu en medio de nosotros. Él nos impulsa a unir esfuerzos para que cada comunidad sea viva y evangelizadora hacia adentro y hacia afuera.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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