25 de marzo: Jornada por la Vida 2022
“Acoger y cuidar la vida, don de Dios”
Con el lema “Acoger y cuidar la vida, don de Dios”, la Iglesia celebra hoy, solemnidad de la Anunciación del Señor, la Jornada por la Vida, con la que se conmemora «el misterio más excelso de nuestra fe, la encarnación del Hijo de Dios», como recuerdan los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida en su mensaje para este día.
Celebramos el “Sí” de una mujer, de María, que cambió la historia de la humanidad, concibiendo desde aquel momento a Jesús y convirtiéndose en protectora del Niño que un día nacería y salvaría con amor al mundo. Desde aquel momento María tuvo en su vientre a Jesús, no a los tres meses o cuando el embrión tenía forma humana, sino desde el momento de la concepción. He aquí una razón más por la que la Iglesia defiende al bebé desde el primer instante de su vida.
Además, durante toda su vida, la Virgen fue capaz de afrontar con fortaleza todas las dificultades y sufrimientos que se le presentaron: dio a luz a Jesús en un establo, no dudó en afrontar un duro viaje y huir a Egipto para proteger a su hijo recién nacido, pero sobre todo estuvo siempre junto a Él, incluso cuando lo abandonaron los discípulos, y tuvo que ver como lo maltrataron y lo crucificaron. Supo acoger y cuidar la vida, don de Dios.
Los obispos de la Subcomisión explican que María es la puerta que nos ha abierto todos los tesoros de la redención. Y puntualizan, «en este sentido acoger la vida humana es el comienzo de la salvación, porque supone acoger el primer don de Dios, fundamento de todos los dones de la salvación; de ahí el empeño de la Iglesia en defender el don de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural, puesto que cada vida es un don de Dios y está llamada a alcanzar la plenitud del amor».
Por eso, «acoger y cuidar cada vida, especialmente en los momentos en los que la persona es más vulnerable, se convierte así en signo de apertura a todos los dones de Dios y testimonio de humanidad; lo que implica también custodiar la dignidad de la vida humana, luchando por erradicar situaciones en las que es puesta en riesgo: esclavitud, trata, cárceles inhumanas, guerras, delincuencia, maltrato».
Es lamentable y doloroso que se permita jurídicamente y se promueva la eliminación de la vida por criterios económicos o utilitarios, alegando “humanidad” y desde el emotivismo. Sin embargo, «lo cierto es que acabar con una vida humana es lo más contrario a la verdadera humanidad». En esta situación, la Iglesia hace una llamada a acoger y cuidar la vida, principalmente la que se encuentra en una situación de mayor vulnerabilidad, como es el caso de los concebidos no nacidos o de los más enfermos o ancianos.
Se nos exhorta a los cristianos a ser centinelas del Evangelio de la vida, testigos de su belleza como don de Dios, y vigilar para salvaguardarla de cualquier atentado o manipulación. Ser «centinela» implica según los obispos, «tomar conciencia de la necesidad de formarnos y de formar a las generaciones más jóvenes para conocer y comprender la verdad del hombre, creado por Dios, llamado a amar y ser amado en plenitud. De ahí la importancia de una correcta formación de la afectividad y la sexualidad, como elementos constitutivos del ser humano que definen su identidad».
El Delegado diocesano para la Pastoral de la Familia y Defensa de la Vida, D. Luis Oliver, ha indicado que éste, a causa de la destrucción y la muerte que estamos viendo en Ucrania, es un momento especial para acoger y proteger toda vida humana, que es a lo que estamos llamados todos, más aún los cristianos. Y ante este drama, con la estremecedora destrucción de la vida, debemos cuidar toda vida, tanto la física como la interior, pues hay quien muere físicamente a causa de las bombas, pero también hay quien muere interiormente a causa de la indiferencia, del olvido y de la falta de amor y caridad.
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