Año Jubilar de Llédó
Queridos diocesanos:
Este domingo, 7 de mayo, con la Misa Estacional en la Basílica de Lledó tendrá lugar la apertura del Año Jubilar de Lledó, que será clausurado el 5 de mayo de 2024. Con este año deseamos conmemorar el Centenario de la coronación pontificia de la imagen de Nuestra Señora de Lledó, que tuvo lugar el 4 de mayo de 1924. El papa Francisco nos ha concedido la gracia de poder ganar la Indulgencia plenaria a lo largo de todo este año, para que redunde en frutos de conversión y renovación espiritual, cristiana y mariana.
La historia y el presente de Castellón es impensable sin la Mare de Déu del Lledó. A lo largo de los siglos, ella ha sido y es para los castellonenses, la Madre atenta y solícita, la mediadora de todo don y de toda gracia, venerada e invocada como auxilio de los cristianos, consuelo de los afligidos y refugio de los pecadores. Ella es signo permanente de la presencia de Dios en medio de nuestro pueblo y mediadora de la bondad divina para con nosotros. Así lo entendieron y vivieron nuestros antepasados en la fe. Fue su experiencia real de la cercanía maternal de María, la que llevó a pedir la coronación de su imagen. Querían así manifestar su sincera gratitud y su profunda devoción a la Madre de Dios y Madre nuestra.
Al contemplar coronada esta entrañable imagen sentimos a la Virgen como nuestra Reina. María es nuestra Reina porque es la Madre del Hijo de Dios, el Rey mesiánico, cuyo reino no tendrá fin (cf. Lc 1, 33). A María la llamados Reina, porque ella es la llena de gracia de Dios, unida íntimamente a Cristo y asociada a su obra redentora; ella nos lleva a la fuente de la gracia, su Hijo muerto y resucitado para que todo el que cree en Él tenga vida eterna, plena y feliz. Y, finalmente, a María la proclamamos Reina, porque ya participa plenamente de la gloria de su Hijo en cuerpo y alma en el cielo: ella ha recibido ya la corona merecida, la corona de gloria que no se marchita; María se ha convertido así en esperanza nuestra (cf. 1Pe 5, 4). Nuestra Señora de Lidón nos acompaña con su protección maternal a los creyentes de todos los tiempos en nuestro peregrinaje por los caminos de la historia. Generación tras generación, los creyentes experimentamos su cercanía. Por ello la invocamos con confianza, la llamamos bendita entre todas las mujeres y la proclamamos Reina.
El recuerdo de la coronación nos ha de llevar a dar gracias a Dios por habernos dado a tan buena Madre y Reina de nuestras almas. Este año nos ofrece la oportunidad para acrecentar nuestra devoción a la Mare de Déu del Lledó. Es nuestro deseo que este tiempo nos ayude a despertar o fortalecer la devoción a la Virgen en niños, jóvenes y adultos, en las familias y en las parroquias de la Ciudad y de la Diócesis. Nuestro amor a la Virgen nos llevará al encuentro o reencuentro personal con su Hijo vivo, el único capaz de dar sentido, alegría y esperanza a nuestra existencia; un encuentro que implica nuestra adhesión de mente y corazón a Dios en su Hijo para experimentar la alegría de saberse amado por Dios y para compartir con otros esta experiencia de amor.
Este año será también un tiempo para dar gracias a Dios por el don de la fe cristiana del pueblo castellonense, en cuyas raíces se encuentra la devoción a Santa María del Lledó. Si de sus manos acogemos a su Hijo, Vida para el mundo, será un año de crecimiento en santidad del pueblo cristiano; un año en que los fieles cristianos y las parroquias quedarán fortalecidos en su fe y en su vida cristiana, en la comunión eclesial y en su vida pastoral y misionera. Ella, la primera misionera en la visitación a su prima Isabel, nos alentará a salir sin demora, fortalecidos por el Espíritu Santo, a la misión de anunciar a Jesucristo y su Evangelio en medio de una sociedad cada vez más secularizada y que vive como si Dios no existiera.
Esto es lo que nos mueve en este Año Jubilar de Lledó. A María acudimos en todos los momentos de nuestra vida, y, en especial, en los momentos de debilidad o de dificultad, de dolor o de aflicción, personal y comunitaria. Como una buena madre, María nos protege, vela por nosotros y nos lleva a su Hijo. Ella nos susurra las palabras de su Hijo Jesucristo para que perseveremos en la fe y vida cristiana, sobre todo en estos momentos de increencia, de indiferencia religiosa y de alejamiento de la fe y de la Iglesia.
María nos enseña a creer y confiar siempre en Dios, a escuchar y acoger la Palabra de Dios, a mantenernos unidos en la oración y a salir sin miedo a la misión. ¡Acojamos de corazón de manos de María la gracia de este Año Jubilar en memoria de su Coronación!
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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