El Obispo bautizará un interno de la cárcel de Albocàsser
Mañana sábado se celebra la fiesta de la Virgen de la Merced, patrona del mundo penitenciario, tanto de los internos como de los funcionarios. La Diócesis de Segorbe-Castellón está presente a través de la Pastoral Penitenciaria, que con los capellanes de prisiones y un numeroso equipo de voluntarios realizan una labor eficaz en la atención a los reclusos. Precisamente dentro de dos semanas mons. Casimiro López Llorente administrará el bautismo a un interno de la cárcel de Albocàsser: Michael, un joven de origen africano que quiere “ser un hombre nuevo, en la Iglesia, limpio de pecado y sin querer pecar más”. En su proceso, resuenan las palabras de su madre: “Recuerdo que un día me dijo que tenía que bautizarme”.
D. Jordi Mas, capellán de la prisión, explica que no es sorprendente una decisión como esta en un centro penitenciario: “Estamos en un contexto en el que se pretende la reinserción social. La Pastoral Penitenciaria entendemos que ello solo es posible por una transformación del corazón, algo que solo posibilita el poder del amor de Jesucristo”.
Los sacerdotes y voluntarios de Castellón II hacen cada año un llamamiento general para aquellos que deseen participar en las catequesis preparatorias para el sacramento del Bautismo, Primera Comunión y la Confirmación. “Así se establece un grupo de catecumenado que poco a poco va consolidándose – explica Mas – y no es extraño que siempre haya alguien que desee bautizarse y mantenga la constancia en el empeño”.
Michael agradece la labor de Paco, su catequista: “Me ha enseñado muchas cosas de la Iglesia, oraciones, los mandamientos …”. El catequista, dice D. Jordi Mas, tiene un papel fundamental en el acompañamiento, aunque al mismo tiempo reconoce que su labor “simplemente posibilita y acompaña el desarrollo de un deseo que, de un modo u otro, ya anida en el corazón del que se acerca a la Iglesia”.
En el contexto de la cárcel aparece con claridad la fragilidad de la persona. Mas afirma que “solo somos vulnerables a la misericordia de Dios en esa debilidad que experimentamos en propia carne; y ahí nos alcanza su poder”. Y añade: “En general nos sentimos indignos o incapaces de otra vida, más plena y gozosa, y percibimos el camino de la santidad como un itinerario fatigoso en dirección opuesta al pecado, cuando es precisamente ahí, donde actúa el poder de Dios, en esa historia particular que sin prisas comienza a transformar”. Por la noche, Michael regresará a su celda, pero en su nueva vida de cristiano desea “tener la capacidad de perdonar y que todo quede atrás”.
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