El Hogar de Nazaret y la familia cristiana
Queridos diocesanos
El domingo siguiente a la Navidad celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia y, con esta ocasión, la Jornada de la familia y de la vida. Porque fue en el seno de una familia, la Familia de Nazaret, donde fue acogido con gozo, nació y creció Jesús, el Hijo de Dios, hecho hombre. Ante nuestros ojos está la Familia de Nazaret, formada por José, María y Jesús.
La Familia Sagrada es un hogar en que cada uno de sus integrantes vive el designio amoroso de Dios para con cada uno de ellos: José, su vocación de esposo-padre; María, la de esposa-madre y Jesús, la del Hijo, enviado para salvar a los hombres. En este hogar es donde Jesús pudo educarse, formarse y prepararse para la misión recibida de Dios. La Sagrada Familia es una escuela de amor recíproco, de acogida y de respeto, de diálogo y de comprensión mutua, y una escuela de oración. Es el modelo donde todos los cristianos y las familias cristianas pueden encontrar la luz para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.
San Pablo, en su carta a los Colosenses (3,12-21), nos muestra la unidad de vida y de comunión en el amor que ha de darse en la familia cristiana. Un amor que es siempre recíproco y fiel, entregado y respetuoso; un amor, que para ser verdadero, incluye necesariamente el perdón: ‘Sobrellevaos mutuamente y perdonaos’. Este es el verdadero amor, que es, a su vez, el único vínculo capaz de mantener unidos a los esposos y a la familia más allá cualquier dificultad o problema. Este amor es el verdadero alimento de la familia, que ayuda a crecer a los esposos y a los hijos y preserva a la familia de la desintegración. Este amor no es mera simpatía, ni un sentimiento volátil o una pasión pasajera. Este amor no es egoísta, ni individualista, porque no es búsqueda de sí mismo. El verdadero amor es donación y entrega mutua y desinteresada, que busca el bien del otro.
La Fiesta de la Sagrada Familia nos urge a los cristianos a acoger, vivir y proclamar la verdad y la belleza de la familia, según el plan de Dios. La familia natural y cristiana es una comunión íntima de vida y amor, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, abierto al don de la vida humana, y para siempre. Esta buena nueva hemos de vivirla y proponerla sin miedos ni complejos en un contexto social, político y legislativo contrario al verdadero matrimonio, a la familia y a sus derechos. A la vez, hemos de pedir para la familia, célula básica de la sociedad, el respeto y el apoyo económico, social, político y mediático que en justicia se merece, en especial en la políticas de vivienda, de conciliación entre vida laboral y familiar o de educación. No podemos guardar silencio ante el ataque frontal a la familia sea con la equiparación de las uniones de personas del mismo sexo con el matrimonio, o con el llamado ‘divorcio expres’, que acaba con la estabilidad propia del matrimonio y desintegra la familia.
¡Que como cristianos sepamos responder a la tarea urgente de anunciar la Buena Nueva del matrimonio y la familia!.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón