El Primer Anuncio y la familia cristiana
Queridos diocesanos:
El domingo después de Navidad celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia y la Jornada de la familia. En Navidad, el Hijo de Dios se hace hombre para traer al mundo el amor de Dios. Dios entra en nuestra historia, se hace uno de los nuestros y viene a nuestro encuentro, porque nos ama a cada uno sin medida y quiere darnos su amor y su vida, que salva y da la felicidad plena. Quien acoge con fe al Niño-Dios tendrá parte en el Amor, la Vida y la Gloria de Dios, será su hijo, en su Hijo, Jesús. Este es el contenido nuclear del Primer Anuncio. El Niño-Dios nos muestra quienes somos cada uno de nosotros para Dios. Somos creados por Dios por amor, para amar y ser amados; nuestra vida se realiza plenamente si vivimos en el amor de Dios, siguiendo el sueño y la llamada de Dios para cada uno para llegar a la perfección del amor.
Para hacerse hombre, Jesús eligió una familia en la que fue acogido, nació, creció y se educó, obediente siempre a Dios-Padre, a María y a José. Con ello nos enseña, sin palabras, la dignidad y el valor primordial de la familia. En la Sagrada Familia de Nazaret, cada uno de sus integrantes vive el designio amoroso de Dios para con cada uno de ellos: José vive la llamada de Dios a ser esposo y padre; María, la de esposa y madre; y Jesús, su llamada y misión de enviado para salvar a los hombres. En este hogar es donde Jesús pudo educarse y formarse para la misión recibida de Dios. La Sagrada Familia es una escuela de amor recíproco, de diálogo y de comprensión mutua; es una escuela de oración y de apertura a Dios, que es el fundamento de su vida cotidiana. Cada uno está dispuesto a buscar lo mejor para el otro, a desvivirse por él y a anteponer el amor a cualquier otro interés. Con su vida y sus palabras, Jesús ha devuelto su verdadero sentido al amor, al matrimonio y a la familia.
La Sagrada Familia es el modelo donde los cristianos, los novios cristianos y las familias cristianas encuentran la luz para acoger y vivir de acuerdo a su vocación al matrimonio y a la familia. Uno de los mayores males que afectan a nuestra sociedad es el individualismo exasperado, origen de tantas formas de pobrezas afectivas, consecuencia de aislamientos, rupturas y la ausencia de verdadero diálogo y compañía. Hoy hemos de ayudar a nuestros jóvenes a descubrir la grandeza y la belleza del matrimonio y de la familia; y hemos de acompañar a los novios y a las familias cristianas a descubrir, prepararse y vivir su matrimonio y la familia como una llamada de Dios, a vivir el amor de Dios en su amor matrimonial y familiar. En el plan de Dios, la familia se funda en la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, quienes, en su mutua y total entrega en el amor, han de estar siempre abiertos a la vida y a la tarea de educar a sus hijos. Mediante el sacramento del matrimonio, los esposos quedan unidos por Dios y con su relación de esposos son signo eficaz del amor de Cristo, que ha entregado su vida por la salvación del mundo.
Ayudemos a las familias cristianas a descubrir y vivir su ser y misión. La familia cristiana es una ‘iglesia doméstica’, en palabras del Concilio Vaticano II (LG 11); y su misión es la misma misión de la Iglesia: anunciar el amor de Dios por cada persona, de palabra y por el testimonio de vida, orar y celebrar la fe y estar al servicio de la caridad.
La familia cristiana es una comunidad de fe, esperanza y amor; una comunidad donde se comparte, se ama, se dialoga, se trabaja, se crea esperanza, se vive y se transmite la fe. Los padres comparten con Dios creador la obra de procrear y educar a los hijos. En la familia, ‘iglesia domestica’, se vive la comunión de las personas, a imagen de la Trinidad y de la Iglesia, y se ejercita el amor verdadero, desinteresado y gratuito, que por encima de todo sabe entregarse desinteresadamente por el otro. Se comparten las penas y las alegrías, las dificultades, las limitaciones y los esfuerzos de todos sus miembros.
Al igual que Jesús y la Iglesia, la familia cristiana tiene la misión de anunciar la buena Noticia del amor de Dios por cada persona, a sus hijos y familiares y a los que están en su entorno. La familia cristiana es misionera porque siente el deseo de salir a anunciar y transmitir el amor de Dios a otras personas. Así se pone al servicio de la caridad, especialmente hacia los más necesitados. La familia cristiana no se cierra en sí misma, sino que preocupa por los demás para que llegue, a todos, el amor de Dios manifestado y ofrecido en el Niño-Dios, que nace en Belén,
Pido a Dios que nuestras familias cristianas comprendan que, a pesar de las dificultades, lo único que salva es acoger el plan y la gracia de Dios en el hogar.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón